CONTROL POLÍTICO o LA LIBERTAD DE XPRESIÓN

Por Alfredo Bielma Villanueva




Es curioso, pero fueron dos joyas del periodismo las que contribuyeron para abrir la puerta a la Revolución Mexicana; periodismo de manufactura estadounidense, por cierto: La entrevista Díaz- Creelman (marzo 1908), en la que el dictador declaró que admitiría la formación de partidos opositores en la búsqueda de la presidencia de la república, y los reportajes de Jhon Kenneth Turner sobre “Barbarous Mexico”, México Bárbaro, (Octubre de 1909), que narraron con crudeza la triste realidad en la que vivían los mexicanos pobres y el resultado de la oposición política al régimen; ambos testimonios se publicaron en la “Pearson´s Magazine”. La entrevista y el reportaje sirven para anclar nuestro enfoque sobre el tema de la libertad de expresión, ahora que está próxima la ceremonia que merecidamente la festeja en virtud de su importancia en la vida del hombre en sociedad y considerando la íntima relación de ésta con la política y los políticos, y del ciudadano con el gobierno.


En nuestro país el ejercicio democrático de la libre expresión de opiniones sobre asuntos de interés público ha sido episódicamente peligroso. Fue quizás en la azarosa presidencia de Benito Juárez cuando las críticas al gobierno se dieron sin tapujos y eran un lugar común. Con Lerdo de Tejada hubo hasta saña, pero con Porfirio Díaz se detuvo en seco la tendencia libertaria de la expresión del pensamiento, pues a partir de allí las crujías de Belem, Tlatelolco y de San Juan de Ulúa fueron testimonios del peligro que representaba manifestarse públicamente en contra del dictador.


El Porfiriato combatió con encono a la prensa no adicta, que entonces se tipificaba en el “Monitor Republicano”, “El Tiempo”, “El Popular”, “El Nacional”, “La Voz de México”, “El Noticioso”, etc. que no resistieron el embate del gobierno ocasionando su desaparición. Sobrevivieron, débiles y muy precarios, “El Hijo del Ahuizote”, “El Diario del Hogar” “Regeneración” que, enhiestos, resistieron someterse a los dictados porfirianos, a cambio de subvenciones vergonzantes. El jaque mate lo dio el Porfiriato cuando comisionó a Rafael Reyes Espíndola, un poderoso empresario nacido como tal al amparo del gobierno, para que se encargara de todo lo mediático, contando para ello con enormes recursos financieros, que simplemente apabullaron a los emblemáticos de la critica. Desaparecieron los Diarios pero en el registro de nuestra historia los nombres de Daniel Cabrera, Filomeno Mata, Ricardo Flores Magón, Juan Sarabia, Francisco Montes de Oca, etc., viven asociados a la dignidad del periodismo nacional.


Debe anotarse que existe una estrecha correspondencia entre la libertad de expresión y la movilidad ciudadana, porque a una cancelación de aquella deviene el demérito o el despertar de ésta. Una prensa amordazada produce como consecuencia un gobierno con ensanchado radio de acción para operar sin límites a favor de sus intereses de grupo, que son comúnmente contrarios y hasta ajenos al bienestar común. Un gobierno que logra supeditar, amordazar a través del “chayote” y la prebenda a los medios de comunicación en beneficio de sus intereses es, por naturaleza, un gobierno antidemocrático y acentuadamente proclive a la corrupción.


La tendencia a controlar la información lleva implícita la voluntad de ocultar la verdad, o de falsearla con propósitos que de ninguna manera van de acuerdo al interés general pues, al disimular la realidad o deformarla y al faltar los ojos críticos que cuestionen su actuación, un gobierno maniobra libremente sin importarle la voluntad ciudadana, porque además ésta es la última que le interesa.


No siempre sucede así porque, a pesar del ejercicio acritico del poder, en el conjunto social perduran los valores de la conciencia propiciando que la verdad salga a flote.

Para ponerlo en contexto, tomemos como referencia lo que el informador López Dóriga acaba de expresar en su reciente visita al norte del Estado, en donde, al comentar la endémica pobreza que se padece en Zongolica, la calificó de vergonzosa en un Estado que “debiera ser la gran reserva del país….Esa es una vergüenza de la que no hay respuesta, pero estoy convencido que todos ustedes la tienen”, dijo sin tono sibilino. Lo cual es muy obvio, porque en la ecuación solo hay dos factores que lo explican: el gobierno y la ciudadanía.


En última instancia, la responsabilidad del atraso de un pueblo, cuyo territorio la naturaleza ha privilegiado, debe atribuirse a la dejadez ciudadana. La pobreza de Veracruz, a pesar de contar con riquezas naturales a modo para un desarrollo económico expedito, debe atribuirse a que la población no presiona a sus autoridades para obligarlas a que hagan buen gobierno. ¿Porqué permitir al gobernante ofrecer sin cumplir? Esa es una responsabilidad que corresponde a la ciudadana. Y no se requiere dar nombres de gobernantes afines con la conducta de ofrecer sin cumplir porque en Veracruz se les conoce de cerca.


Tampoco la denuncia debería ser una carta de “valentía”, cuando en países de desarrollo democrático avanzado ése es un simple expediente que la ciudadana debe cumplimentar al exigir cuentas del balance entre el dinero puesto a la disposición de quienes dicen servirla y los beneficios que se reciben.


Luego entonces, está por demás recordar que sin la actitud solidaria de los medios de comunicación hacia la sociedad, ésta carecerá de un importante elemento al no contar con la información verídica y leal a los intereses que les son comunes. Allí está la raíz del porqué cierto tipo de gobierno maniobra para controlar la información, es donde adquiere validez la consigna de “información es poder”.


Para nadie es buena señal el hecho de que se pervierta la relación gobierno-medios, pues en este caso, la sociedad está privada de ése factor social de primera importancia. La otra parte incumbe a la ciudadanía, aprender a exigir a sus servidores públicos, cuestionándolos desde su etapa en embrión, en este caso de candidatos a servidores, a quienes debe obligar a signar compromisos con fe notariada para que cumplan sus promesas o, en caso contrario, se les señale su proceder demagógico.


En este sentido, la omisión ciudadana hace inútil el ejercicio democrático de votar pues al dejar al libre curso de la acción a sus gobernantes estos simplemente harán lo que mejor les convenga, sin importar la voluntad colectiva, como ya ha ocurrido. Más aún, cuando la compra de la libertad de expresar el pensamiento supera cualquier crisis de conciencia entre vender el trabajo a cambio de canonjías o seguir el romántico impulso que dio origen a la libertad del pensamiento que fue el de servir a la sociedad.

alfredobielmav@hotmail.com

Mayo 2010






SERENEMOS LA CONTIENDA

Por Alfredo Bielma Villanueva



“Serenemos la contienda”, recomendó en un apasionado discurso Diódoro Batalla en 1909 porque advertía cómo subía el tono de las intrigas y las confrontaciones suscitadas por el ya inminente relevo de Porfirio Díaz en la presidencia de la república, que finalmente terminó en conflicto armado y en el adiós a Díaz en el Ypiranga. Ahora que estamos en pleno proceso electoral para el relevo de mandos en el gobierno estatal en Veracruz parece que estamos viviendo la equivalencia de aquel enardecido episodio, reflejado en la peligrosa escalada de la guerra sucia entre quienes contienden; bien haría que el árbitro electoral interviniera cuanto antes, después será muy tarde.

Para nadie es un secreto, porque se advierte de manera cotidiana, que los ánimos están caldeados, inútil sería intentar la negativa porque a todas luces no es este un proceso electoral que se mueva por los cauces de una confrontación política ordinaria. No parece esta una disputa cívica entre ciudadanos que buscan por la vía del derecho la oportunidad de servir a la comunidad. Más que a una confrontación política para ganar la oportunidad de sacar adelante la problemática social, se asemeja a una reyerta entre enemigos que buscan a toda costa liquidar a su contrario. Es difícil pero, en vez de hacer a un lado las cuestiones personales atendiendo a una contienda civilizada para la que existe un marco normativo previamente diseñado, se exhiben molestos asuntos de barandilla con el propósito de descontar al adversario. ¿Por qué no se utiliza en todo caso la vía judicial que esclarezca el contenido de las graves imputaciones periodísticas? Mientras así no suceda sólo será una vil calumnia….que algo queda.

El diseño de una disputa electoral debidamente calendarizada se trastorna cuando en ella irrumpen elementos de discordia personal; no debería ser, pero más que confrontación de ideas y programas prevalece la inquina entre quienes contienden. Por esta razón, no está por demás recordar que cuando la animosidad entre los adversarios es irreconciliable, se debe evitar llegar a límites peligrosos, tal cual parece ser la tendencia en Veracruz.

Para evitar la injerencia de los gobiernos en este tipo de procesos, desde la década de los 90 del siglo pasado, los mexicanos nos dimos los órganos necesarios para otorgarles confiabilidad y credibilidad a los resultados electorales. Ya no más juez y parte, como ocurría con el desempeño de la antigua Comisión Federal Electoral, y sus equivalentes estatales, presididas por el Secretario de Gobernación y Secretarios de Gobierno, respectivamente, a cuyo cargo corría la organización de los comicios, redondeando la faena con un Colegio Electoral legislativo integrado con absoluta mayoría priísta que se encargaba de calificar los resultados.

Por esta nada democrática condición la ciudadanía presionó para crear los órganos de carácter público que sustituyeran la intervención gubernamental en la organización de los comicios populares, tomando como primera premisa que el gobierno ya no participara en su organización. Así nació el Instituto Federal Electoral en lugar de la Comisión Federal Electoral para organizar todo lo relativo en materia electoral federal, dejando a los Institutos electorales estatales hacer lo propio con los comicios de ese orden. Con este bagaje institucional los procesos electorales y sus resultados han obtenido credibilidad y confianza, constancia histórica de ello lo testimonia la alternancia partidista en la presidencia de la república y en los gobiernos de los Estados de la federación.

Ahora se cuenta con una normatividad electoral producto de la exigencia ciudadana, no dádiva gubernamental. El gobierno ya no controla los procesos electorales y los órganos que los regulan se integran conforme a una legislación que refleja la reivindicación ciudadana. Sin embargo, en política para uno que madruga otro que no duerme. De alguna manera el poder político ha buscado la manera de penetrar esos órganos ubicando gente de su confianza a partir del proceso de su integración.

Nadie pudiera poner en tela de duda el desempeño de quienes componen el IEV, sí en cambio sobre su capacidad de resistencia para mantenerse al margen de simpatías o aversiones políticas en el ejercicio de su responsabilidad, y en esa condición la confiabilidad bordea la desconfianza. Bien pudiera aplicarse aquí la manida frase que refiere la condición moral de la mujer del Cesar, de allí que miles de ojos estén puestos en su actuación y comportamiento.

Desde los prolegómenos del actual proceso electoral veracruzano se advertía la animosidad entre algunas de sus partes; es fácilmente observable el azuzamiento y de donde provienen las insidias. Finalmente nada que espante, porque peores enfrentamientos los ha habido según registra nuestra historia. Pero corresponde al órgano instituido para arbitrar estos cotejos vigilar que el encono no rebase los límites de la prudencia y que haya orden y respeto entre los contendientes; actuar a tiempo vale más que la negligente omisión. A leguas se ve que el horno no está para bollos y que de seguir como va, la virulencia acrecentará hasta el grado de ebullición sino se pone tope a las tendenciosas estratagemas.

Aunque conciliar los intereses diametralmente encontrados es ciertamente difícil, no está por demás atemperar los ánimos, ahora que todavía es tiempo pues el tramo hacia la meta, según se ve, aún es bastante largo.

alfredobielmav@hotmail.com

Mayo 2010

“YO SOY YO Y MIS CIRCUNSTANCIAS

Por Alfredo Bielma Villanueva



“Yo soy yo y mis circunstancias y si no la salvo a ella no me salvo yo” dice un aforismo de Ortega y Gasset que alcanzó resonado éxito entre los filósofos españoles invitados a México por el gobierno cardenista. Por su sustancioso realismo, no tardó en trasladarse al ámbito de la política, aunque recortado a “el hombre y sus circunstancias”. La sentencia viene a cuento en nuestro Estado, ahora que tres candidatos buscan afanosamente el apoyo del electorado para obtener la oportunidad de gobernarlo. Los tiempos de campaña son los tiempos del ciudadano, cada elector representa un pasaporte al futuro; aunque no siempre, la madurez ciudadana se traduce en el tipo de gobierno que se da, no por nada guarda sabiduría el axioma cuya sentencia afirma que los pueblos tienen el gobierno que se merecen, y en ese sentido en Veracruz el adagio se cumple como una auténtica máxima, visto a través del cristal que cada óptica utilice para observarlo.

Tres temperamentos diferentes entre sí requieren de nuestro voto para legitimarse, es la hora de escucharlos, también de adelantar perfiles y enmarcarlos en sus respectivas circunstancias:

MIGUEL ÁNGEL YUNES LINARES: El lunes 17 del presente mes el candidato de la Coalición Viva Veracruz rindió homenaje a la memoria de quien le abrió las puertas de la política, y a partir de entonces desarrollar su ya larga trayectoria en los menesteres de la cosa pública. Al rendir homenaje a quien lo cobijó apenas egresado de la universidad demuestra un elevado sentido de la gratitud y, por otro lado, sensibilidad al arrancar simbólicamente desde el pueblo de su nacencia su actual campaña. Don Rafael Hernández Ochoa, gobernador de Veracruz durante el sexenio 1974-1980, nombró a Miguel Ángel en la subdirección de Patrimonio.

Ya corrió mucha agua desde aquel entonces; bronco, echado para adelante, pero según sus cercanos “muy derecho”, confiable y cumplidor de sus ofrecimientos, Yunes Linares tiene fama de “mecha corta”.

Dirigente CENOPpista y diputado local en el gobierno de Don Rafael trascendió a ese sexenio como diputado local, y no paso mucho tiempo para que tuviera enfrentamientos con el gobernador Agustín Acosta Lagunes. Sin ánimo de fútil ensalzamiento habrá que reconocer que no cualquiera asume una actitud como la que adoptó Yunes Linares ante una medida de autoridad intolerante y francamente injusta. Enfrentar en la cámara de diputados la consigna de un gobernador, en tiempos del más recalcitrante de los autoritarismos se dice pronto, pero requiere de decisión y carácter. Todavía más, estuvo a punto de voltearle una elección a la mayoría priísta de la que formaba parte en la cámara local para favorecer la moción que tendía a revocar una injusta medida de gobierno que lastimaba la honra de un amigo suyo.

En otro episodio, también como diputado local, se puso al lado del alcalde xalapeño a quien la espada de Damocles amenazaba con cortarle la cabeza. La reata se rompió por lo más delgado pero el incidente dejó constancia histórica de un disparejo desencuentro entre dos ordenes de gobierno; un evento que sin duda es rescatable entre tanta inmundicia que suele darse en la conducta de clase política. Su exitosa trayectoria incluye altibajos, relatarla ocuparía mayor espacio del que se dispone en un artículo diseñado para tres, además, si así se enfocara, correría el riesgo de ser calificado como apologético. Si su esfuerzo alcanza o no el triunfo, pronto lo sabremos.

DANTE ALFONSO DELGADO RANNAURO: Desde sus tiempos de estudiante mostró carácter emprendedor, impulsivo, hiperactivo; hace ya 18 años que entregó el gobierno del estado después del fructífero cuatrienio que le tocó desempeñar en carácter de gobernador interino, sustituyendo a Don Fernando Gutiérrez Barrios a quien había servido lealmente y con eficacia desde la Secretaría de Gobierno. Por carácter, por inexperiencia, o acaso por la combinación de ambos elementos, en 1979 enfrentó la voluntad del gobernador Hernández Ochoa oponiéndole su decisión personal de ganar la candidatura a la alcaldía cordobesa. No obtuvo su deseo porque el autoritarismo se le vino encima, a cambio ganó merecidos reconocimientos por su inusitado arrojo. A pesar de su juventud ya no era un novicio, tampoco se aventó como “el borras” a buscar la alcaldía pues ya había transitado por oficinas públicas del gobierno federal.

Los resultados que entregó a los veracruzanos durante los cuatro años que le tocó gobernar fueron positivos, pues aprovechó con eficiencia el Programa de Solidaridad que el presidente Salinas implementó para acrecer la infraestructura urbana y rural del país. Fue un cuatrienio productivo, banquetas, calles pavimentadas, introducción de drenajes, dotación de agua entubada, alumbrado público y prosiguió con éxito la transformación de Veracruz- Boca del Río iniciada por Acosta Lagunes; una positiva euforia en la que también innumerables alcaldes encontraron la oportunidad para dejar huella de su paso en el servicio público.

Dante fue buen gobernante, no es mal candidato, pero no cuenta con infraestructura partidista que lo acompañe en su intento de volver a gobernar. Los tiempos de hoy, de democracia secuestrada, requieren de una auténtica sacudida ciudadana que no es posible realizar en programas de campaña de solo unos días.

JAVIER DUARTE DE OCHOA: En su caso encaja el aforismo orteguiano: “…yo y mis circunstancias…”. Un análisis como el que aquí se pretende pecaría de torcido si lo enrumbáramos solo hacia la descripción de trayectorias políticas personales, un ramo en el que el perfil de Duarte de Ochoa no encaja, en ángulo comparativo respecto de sus actuales adversarios. Su oportunidad de competir y de ganar proviene de otras circunstancias. Cuenta con el respaldo de un gobernador que aprovechó el corrimiento del autoritarismo presidencial hacia los Estados para convertirlo en candidato. A Duarte lo favorecen, entre otras circunstancias, el que el panismo está entrampado en la suerte que corre el gobierno federal en su solitaria lucha contra el crimen organizado. Cuenta además con todo el respaldo del aparato del gobierno local, con la añeja pero aceitada estructura partidista, con el caudal de experiencia política de sus viejos cuadros, y por añadidura con el voto duro priísta, ese que vota PRI indistintamente de quién sea el candidato. He aquí el capital político de Javier Duarte de Ochoa, no es poco.

Sin embargo, no la tiene fácil. Al salir a campo abierto, por lo menos tendrá que reconocer-como ya lo ha hecho- lo mucho que falta por hacer en el Estado. Quizás ya pulsó la gran diferencia que existe entre el discurso oficial que todo lo pinta en color rosa subido, con una realidad en la que no se encuentra con facilidad la supuesta “gran obra” del gobierno. Por lo pronto, ya en tierras del norte tuvo que reconocer lo más obvio: el lamentable estado de las carreteras y la cada vez mas radicalizada carencia de agua, hecho que deja sin sustento el reiterado anuncio de que había llegado la hora del norte. La esperan aún, son expectativas no cumplidas.

A cambio de cierta holgura que representa la candidatura priísta, Duarte de Ochoa de alguna manera debe cargar con el peso del rumor de la presunta diarquía que, en caso de ganar, presumiblemente envolvería a su gobierno. Cuestión que por ahora no se determinará, pero ya falta menos para saber si de entre estos tres candidatos hay un ganador o si la fuerza de las circunstancias obliga a anular todo lo que de democrático pudiera esconder este proceso.

alfredobielmav@hotmail.com

Mayo 2010

BLACK SHADOW VS BLUE DEMON

Por Alfredo Bielma Villanueva



Cualquier sexagenario (dejémoslo en sesentón) recordará con cierta nostalgia, que en sus pláticas infantiles no había tema más apasionante que los referidos a los luchadores de moda: Sugui Sito, Cavernario Galindo, Tarzán López, El Santo, Blue Demon y Black Shadow. Los tres últimos lucían enmascarados y la incógnita de su personalidad despertaba las más ingeniosas fantasías que solo una mente ingenua puede procesar. El Santo, Blue Demon y Black Shadow escenificaban luchas de antología ilustradas fotográficamente en las revistas especializadas de la época. Las “Patadas voladoras”, la “Llave dormidora”, “La quebradora”, etc., eran las técnicas mas conocidas y que a su manera ponían en práctica en los juegos infantiles.

Sobrevino un acontecimiento inesperado que alteró el universo de la imaginación y las pasiones infantiles, era la noticia desalentadora de que Black Shadow había sido desenmascarado. Entonces solo quedaron las incógnitas de El Santo y Blue Demon, que con sus máscaras conservaron la admiración de la niñez aficionada, porque desaparecida la identidad encubierta de Black Shadow éste dejó de ser un atractivo. Aunque sus fanáticos más fieles seguían de cerca sus pasos, ya no jalaba a muchos niños porque, al no pertenecer al reducido círculo de la pléyade de las incógnitas, fue a engrosar el montón de los demás luchadores.

Ahora, con la abrumadora carga de los años encima, en la bruma del recuerdo se levantan suspiros al recordar aquella edad de la inocencia, en la que si bien hay rivalidades nada de torcido existe en él ánimo, que no forme parte intrínseca de la condición humana. Aquellas tiernas parvadas integran hoy una legión de sesentones a los que la vida cobra facturas y el derecho de piso, menguando sus haberes un día sí y otro también.

Seis décadas mas tarde, el sesentón ya artrítico, reumático, diabético, hipertenso, desdentado, con vista cansada, de caminar como abanicando el viento, una botica ambulante, ya no tira patadas voladoras, acaso ni oportunidad tendrá para aplicar una llave dormidora, mucho menos la quebradora que exige levantar al adversario, pues apenas tendrá fuerzas para levantarse asimismo. Para acabarla, los caminos de la vida no suelen coincidir con la inocente imaginación del infante que edifica sus dulces sueños de algodón. Los golpes que da la vida se transfiguran en experiencia y el sueño infantil es mutado en el tropel de acontecimientos que genera la conflictiva convivencia humana. Entonces, la burra que no era arisca necesariamente en eso se convierte.

Casi sale sobrando decir que todo parecido es mera coincidencia. En el tejido social todo es lucha y controversia y esta se radicaliza cuando del poder se trata. No el poder como voluntad sino aquel que atribuye al individuo un mando sobre los demás. Ahora que en Veracruz se escenifica una contienda electoral, atrae la atención que a uno de los participantes se le haya endilgado el mote de Blue Demon; entonces, por oposición y asociación de ideas, puesto que para que haya pleito tiene que haber dos, la mente colectiva, seguramente por la fijación de los tiempos idos, acomoda su imaginación y agrega al escenario la figura de Black Shadow.

Nos esforzaríamos en exceso si quisiéramos encontrar en la disputa política de Veracruz semejanzas y coincidencias con aquellas luchas de fantasmagoría. Todo porque las pendencias de ahora son en serio y con hartas mañas pues se valen escupitajos y piquetes de ojo y no hay árbitro que lo sancione porque, como el famoso “tirantes”, figura arbitral de los actuales encordados, simplemente hace como que la virgen le habla y forma parte de los valores entendidos.

Tampoco la época es la misma. Aquella, la de los infantes imaginativos hoy maduros sesentones, estaba cargada de inocencia, ¡cómo no va a ser, si consideramos que la imaginación de los adultos de antaño se vería holgadamente superada por la malicia de los niños de hogaño! Aquella sociedad que se escandalizaba hipócritamente al conocer tardíamente las correrías pecaminosas de la “Madre Conchita” (tres o cuatro amantes, que más da) y se atemorizaba con los homicidios de Goyo Cárdenas, ya está en la historia. En aquel tiempo las noticias permanecían por días, semanas y hasta meses en la agenda colectiva, todo lo contrario a como ahora ocurre en que a una noticia de escándalo inmediatamente sucede otra que la suple con holgura.

Entonces el PRI gobernaba al país, “El Tapado” era la novedad y al presidente López Mateos se le apodaba como “López Paseos”, solo porque le dio en visitar algunos países para abrirle a México una ventana al mundo. Ahora, cuando el planeta se ha globalizado, es casi una obligación presidencial viajar al exterior para tentarle el agua a los camotes. Vaya, hasta algunos gobernadores se dan a la ocurrencia de viajar pretextando “acuerdos bilaterales”; como el de Veracruz, que viaja a Brasil a solo seis meses de entregar el poder, en medio de una auténtica crisis financiera de su gobierno (¿De qué otra manera se podría calificar la larga lista de acreedores y la enorme deuda que heredará?)

De mentes infantiles hablamos cuando como por fijación seguimos pensando que el de enfrente no maduró y que es presa fácil del engaño. No importa si se insulta la inteligencia humana cuando se está obnubilado en la creencia del non plus ultra personal. Un día despertamos y encontramos que nuestro ídolo, el famoso Black Shadow había sido desenmascarado.

alfredobielmav@hotmail.com
Mayo 2010

SOCIEDAD CIVIL

Por Alfredo Bielma Villanueva



En tiempos de la república errante, simbolizada en el itinerante carruaje juarista, las elecciones cubrían el expediente constitucional que también era simbólico porque, decía Juárez, los comicios debía organizarlos el gobierno porque de otra manera no sería posible que los hubiera. Durante el Porfiriato el argumento demostrativo de que México no estaba preparado para la democracia basaba su aserto en que no había pueblo político, es decir, ciudadanos capacitados para entender el significado de una elección. Esa fue el ancla que Porfirio Díaz manejaba para explicar su larga permanencia en el poder. Una falacia, porque aún después de haberle declarado a Creelman que una vez preparado el pueblo para la democracia él se retiraría de la presidencia aceptando la organización de partidos no afines, finalmente incumplió su palabra y se reeligió por última ocasión en 1910, levantando las generalizadas protestas de quienes habían creído en su palabra. El pasto estaba seco y el llano se encendió.

Después, durante muchos años empleamos el término de “pueblo” para referirnos a la población ajena a la política pero íntimamente ligada a los procedimientos de ese orden. El desarrollo económico y político, aunado a los acontecimientos sociales, devino en transformaciones y ahora hablamos de Sociedad Civil, cualquiera cosa que esto signifique. En nuestro país el término no tiene mucha edad. Que se recuerde, se utilizó en 1985 cuando el terremoto que asoló a la Ciudad de México despertó la solidaridad de quienes pronto acudieron a las labores de rescate y de apoyo a las víctimas. Se habló de la reacción de la Sociedad Civil para enfatizar la retardada repuesta del gobierno de De la Madrid para organizarse y hacer presente al desastre físico y humano provocado por tan infausto acontecimiento.

En el siglo XIX, Hegel, el filósofo Alemán, definía a la Sociedad Civil como la expresión egoísta de los particulares, en contra de la vocación de servicio, universal, del Estado. Sin embargo, en nuestros tiempos, en México al menos, conceptualizamos el término como el interés generalizado de la sociedad enfrente de la acción del Estado. Esto último se deriva del contraste que en el fondo subyace entre la clase política y la sociedad que califica aquella como corrupta, ineficiente, mentirosa, etc.

Quién no recuerda la larga estela de elecciones fraudulentas que llevadas a cabo durante todo el siglo XX mexicano. Casillas vacías pero con urnas repletas de votos sin respaldo ciudadano; comicios organizados, como en tiempos de Juárez, por el gobierno. Con su órgano rector, juez y parte, la Comisión Federal Electoral (1958-1989), encargado de aportar hasta el último detalle para cohonestar elecciones que demostraban nuestros “avances democráticos” caracterizados por su elevado e inocultable abstencionismo. Círculo vicioso generado por el conocimiento anticipado de los vencedores, que no eran otros que los candidatos del Partido Revolucionario Institucional.

Ciertamente hemos dado un buen salto; ahora la competitividad electoral es manifiesta y no pocos son quienes ignoran a ciencia cierta el resultado final de una elección; lo que no necesariamente avala una auténtica madurez ciudadana. Significa, sí, una transición hacia la democracia, que solo será posible en la medida en que la ciudadanía participe con mayor intensidad en los procesos políticos y en el diseño y la implementación de las políticas públicas. De esto último hubo un ligero esbozo en aquel programa de Solidaridad que Salinas de Gortari implementó con cierto éxito, sobre todo por la relevante convocatoria que despertó en la población haciendo que ésta participara en la realización de la obra pública en sus comunidades.

Que la gestión de la obra pública no se estacione en la decisión unilateral de la clase política o gobernante debe ser un objetivo para ganar el privilegio de decidir el destino de la comunidad, prerrogativa no alcanzada debido a la inercia histórica de abandonarla en mano de los políticos. Lo contrario no significa necesariamente una permanente discrepancia u oposición entre ambas instancias, nada sería mejor que la armoniosa colaboración de esfuerzos unidos entre gobernantes y gobernados.

La clase política no debe ser necesariamente concebida como una entidad enfrentada a la sociedad civil, pues es su viva expresión. La separación de ambas y aún más, el enfrentamiento corresponde a una etapa de cultura ciudadana inmadura, una democracia sin ciudadanos, sin pueblo político, entendido esto último como insuficiente conciencia de la población acerca del significado de sus procesos políticos y electorales.

Es más que obvio que vivimos un subdesarrollo político propiciado desde el poder aunque auspiciado por la escasa o nula participación ciudadana en los menesteres políticos electorales. Ello provoca alto grado de desconfianza en la acción de los partidos políticos y, peor aún, en integración y el funcionamiento de los órganos creados para organizar y vigilar las elecciones. No sucedería si permaneciéramos atentos a ese acontecer, lo contrario solo indica el subdesarrollo político. ¿Somos nosotros una sociedad civil madura para decidir nuestro Destino en común por la vía electoral? Ya falta poco para comprobarlo.


alfredobielmav@hotmail.com
Mayo 2010

BICENTENARIO-CENTENARIO

Por Alfredo Bielma Villanueva



La siguiente, muy apretada reseña, lleva el propósito de entender lo que celebramos con el publicitado Bicentenario; con el entendido implícito de que los eventos que integran un contexto histórico deben ser enfocados no simplemente como historia conmemorativa, sino con crítica y hermenéutica pues su conocimiento no es para mejorar el futuro sino para no cometer los mismos errores que en el pasado, y vale para entender porqué estamos como estamos en el presente.


A partir de que México surgió a la vida independiente (de España) difícilmente encontramos en nuestros anales un remanso de paz en el que la armonía hubiera permitido la construcción de un país verdaderamente libre e independiente. No fue así, según lo revelan nuestras efemérides ricas en episodios que demuestran la reciedumbre de un pueblo y su estoica lucha por conseguir identidad y destino como nación.


Hemos sido un país asediado por la codicia de potencias coloniales e imperialistas. Después de España, de cuyo yugo nos liberamos, se nos vino encima el vecino del norte, empeñado en una política de expansión que nos costó la mitad de nuestro territorio. No sanaban esas cicatrices cuando Inglaterra y Francia, un poco también España, armaron una incursión punitiva que nos invadió en los sesenta del siglo XIX. Inglaterra sacó de aquella excursión un jugoso pago de “deuda” y Francia, siguiendo su guerra de expansión allende el atlántico, impuso un príncipe extranjero que resultó ser más liberal que los mexicanos, pero que para su mala fortuna equivocó el rumbo y estuvo en el lugar no indicado, por lo que en 1867 fue fusilado en el cerro de las campanas. La gran lucha de Juárez enalteció la dignidad de nuestra estirpe.


Hidalgo y Juárez, las referencias históricas de México. La república restaurada no contó con mucho tiempo para instalarse porque la ambición de poder de Porfirio Díaz sumió al país por más de treinta años en una oprobiosa dictadura que significó esclavitud, sangre, lágrimas, y una permanente desintegración familiar, lo que desvirtúa el argumento de quienes, desconocedores de las horrorosas condiciones en que vivían los cientos de miles de desamparados, pretenden que esa fue una etapa incruentamente constructiva de nuestra historia.


No hay mal que dure cien años, ni pueblo que lo resista. El siglo XX inició con las lógicas inconformidades derivadas de la atroz dictadura. En 1901 los liberales fundaron, a partir de su asamblea en San Luís Potosí, innumerables clubes en todo el país, Camilo Arriaga, entre otros, los impulsaba y allí llegó Ricardo Flores. La huelga de Cananea en 1906 y la de Río Blanco un año después marcaron el comienzo del derrumbe de la tiranía. Los precursores: Ricardo, Jesús y Enrique Flores Magón, con Juan y Manuel Sarabia, Librado Rivera, Antonio I Villareal, etc. anunciaron el Plan de San Luís Missouri en 1905. Madero continuó ese impulso y Díaz se fue al exilio y al basurero de la historia. Pero la decena trágica de febrero de 1913 con la usurpación inició una etapa más de derrame de sangre mexicana, cromada con las muertes de Madero y Pino Suárez, el 22 de ese mes y año. Siguió la etapa del constitucionalismo con Carranza al frente.


Entonces surgieron Obregón, Villa, Zapata, Carranza, Calles, De la Huerta, Pablo González, Antonio Villareal; se sumaron Soto y Gama, Manríquez, Vasconcelos, Luís Cabrera, etc. La ambición y la lucha por el poder sin tope alguno defenestraron a Lucio Blanco y Rafael Buelna, entre otros; les siguió Zapata en 1919 y un año después las luchas intestinas entre los constitucionalistas terminaron con el magnicidio de Carranza en mayo de 1920 en Tlaxcalantongo, cerrando eventualmente una etapa de trágicos acontecimientos.


Fue solo un ligero respiro, siguió Benjamín Hill y en 1923 le tocó su turno a Francisco Villa allá en Parral. En 1926 inició la rebelión cristera, que ensangrentó suelos de Jalisco, Nayarit, Colima, Aguascalientes, principalmente. La guerra por la sucesión para suceder a Calles y la intentona reeleccionista de Obregón produjeron la masacre de Huitzilac en 1927, allí, Francisco Serrano y trece de sus acompañantes fueron ejecutados por orden del gobierno federal. Un mes después acá cerca, en Teocelo, alcanzaron al general Arnulfo Gómez a quien para no ir más lejos fusilaron en el panteón del lugar. Así terminó Obregón con la oposición a su voluntad reeleccionista.


El destino permitió a Obregón saborear las mieles del triunfo electoral en julio de 1928, pero solo por unos días porque el 17 de ese mes fue asesinado por Toral en “La Bombilla”, un restaurante campestre situado al sur de la capital mexicana.


Crisis militares y políticas que no dejaron ni por un momento descansar al país. En 1929 fue la elección para elegir a quien terminaría el periodo de seis años que debió iniciar Obregón en 1928; Ortiz Rubio abanderó al recién creado Partido Nacional Revolucionario y José Vasconcelos en la oposición. Comicios marcados por la violencia que auspicio, según Vasconcelos, un doloroso fraude para llevar a Pascual Ortiz Rubio a la presidencia de México. Precisamente al momento de nacer el PNR, en marzo de 1929, se produjo la última rebelión militar, con el Plan de Hermosillo, encabezada por Gonzalo Escobar en el norte de la República, que pronto fue sofocada.


Cárdenas se guió por el Plan sexenal elaborado en el seno del PNR. Vivió su gobierno la crisis contra el callismo, la gran gesta de la expropiación petrolera y al finalizar enfrentó el grave riesgo por la candidatura oposicionista de Juan Andrew Almazán que despertó una extraordinaria convocatoria, pero no pudo con la aceitada maquinaria del Partido de la Revolución Mexicana que estrenaba el corporativismo en el que se embutió a obreros, campesinos, clases medias y militares.


En 1942, declaramos la guerra al EJE formado por Alemania, Italia y Japón; paradójicamente, la segunda guerra mundial trajo progreso y trabajo para México, esto permitió a Ávila Camacho dejar como su sucesor a Miguel Alemán en la presidencia, porque el oponente de este, Ezequiel Padilla, no representaba gran oposición. Alemán tuvo que emplearse a fondo para sacar con éxito la candidatura de Ruiz Cortines frente a la arrolladora campaña de Miguel Henríquez, acuerpado por militares y una buena fracción del cardenismo. Ruiz Cortines se dio el lujo de pedir tregua para elaborar el programa de gobierno de quien sería su sucesor y pudo sacar, a través del flamante tapadismo, la candidatura de Adolfo López Mateos. Sin embargo, a cambio enfrentó huelgas ferrocarrileras y otros movimientos obreros que reclamaban al gobierno las mejoras que la revolución les había prometido.


Gustavo Díaz Ordaz, buen presidente, sufrió su debacle histórica en el movimiento de 1968, el modelo de desarrollo estabilizador se estaba agotando. Echeverría inauguró la era de las devaluaciones monetarias y puso a la inflación en el diccionario popular pues fue fiel compañera de las crisis económicas de México. José López Portillo también devaluó la moneda ¡y de qué manera! Pero anunció la era del petróleo que nos daría ¡ahora sí! la ansiada independencia. No resultó y con De la Madrid prosiguió la manía devaluatoria con su correspondiente y lucha contra la inflación, aunque inició el viraje de la ruta del Estado interventor Keynesiano para adelgazarlo y convertirlo en solo rector de la economía. Tiempos en los que la pobreza hizo iguales a más mexicanos. Tal situación se reflejó en los comicios de 1988, porque la crisis económica visitó las urnas para expresar el manifiesto repudio de una clase media mayormente empobrecida.


La muerte de Colosio y el levantamiento de Marcos en Chiapas fueron la cereza del pastel en la cúspide de las crisis políticas. “Los errores de diciembre” en 1994 coronaban con ribetes de oro un siglo de persistentes problemas políticos y económicos. Sin duda, obligado por la presión de los Estados Unidos, Zedillo implementó “la sana distancia” con su partido e hizo realidad la alternancia partidista en el gobierno federal. Como remate, nos acabamos el petróleo y parece que ahora sí, para progresar, tendremos que ponernos a trabajar en serio y con disciplina. No hay de otra.


alfredobielmav@hotmail.com

Mayo 2010




CONTEXTO ELECTORAL



Por Alfredo Bielma Villanueva




“Algo- tenso, pungente- se dilataba en la atmósfera y se infiltraba por todos nuestros poros hasta hacernos sensible el enrarecimiento de la personal ración de aire que respirábamos. Aún las bestias (¿y por qué aún?; tal vez ellas, según lo asegura el ranchero, lo experimenten primero que nosotros) advierten el instante en que el peligro asume formas activas y crece en torno suyo”. Así percibía Mauricio Magdaleno el ambiente político electoral prevaleciente durante la campaña de proselitismo que, bajando desde el norte de la república, venía haciendo José Vasconcelos como candidato a la presidencia, en aquél histórico episodio de 1929 cuando se estrenaba el Partido Nacional Revolucionario postulando a Pascual Ortiz Rubio.



Si los ahora candidatos al gobierno veracruzano en este 2010 alcanzan o no la estatura moral y política que en su momento adquirió el llamado maestro de América es un asunto que corresponde a los electores juzgarlo. Pero lo que es ciertamente percibido- sin ánimo catastrofista- es el clima cada vez más encendido que se avizora en nuestro Estado en la medida en que nos adentramos al proceso electoral que definirá el futuro político veracruzano de los siguientes seis años.



No es nada deseable, lejos estamos de querer que otra cosa ocurra que no sea la libre manifestación de la voluntad ciudadana y la abierta expresión del libre pensamiento. Es responsabilidad de las autoridades y de los órganos creados para regular las elecciones el que los acontecimientos transcurran sobre los rieles que el marco normativo dispone. Desafortunadamente priva la desconfianza debido a la perdida de credibilidad de ciertas instituciones que en esencia debían ser garantes de la estricta imparcialidad.



Para acabarla, desde los diferentes órdenes de gobierno se envían mensajes que anuncian parcialidad electoral, no de otra forma pudiera interpretarse el reciente exabrupto del Secretario de Gobierno para referirse a una fantasmagórica alianza entre Dante y Miguel Ángel. Si por casualidad esa hipotética alianza existiera y provocara pavor al interior del gobierno local, lo mínimo sería guardar prudente precaución y no exteriorizarlo como si fuera un hecho deleznable; particularmente porque el anuncio proviene de quien en el esquema gubernamental, en teoría al menos, debiera garantizar la estricta aplicación de la ley para todos e igualdad de condiciones en la competencia.



A nadie puede ocultarse el que en México la descomposición política está firmemente adherida a nuestro contexto social. Forma parte de la realidad cotidiana y se expresa en patologías sociales como la corrupción, la impunidad, el ejercicio patrimonialista del poder, el fraude electoral, la retorcida confusión de la política electoral como si ésta formara parte fundamental del arte de gobernar y no función atribuida constitucionalmente (Art. 41) a los partidos políticos. Todo ello traduce la desaforada lucha por mantenerse en el poder, o para hacerse de él a como dé lugar.



En pocos días más arrancarán formalmente las campañas de proselitismo de los Partidos Políticos participantes, las posiciones de sus abanderados están definidas. Dante, en medio, excepto sus arrestos para participar, con la exangüe estructura partidista que lo acompaña, porque aún quienes lo circundan carecen ya de convocatoria política y partidista. Va solo y sin dinero, aún cuando esta última es condición sine qua non para al menos tener una posibilidad. (Aquí López Obrador constatará su errónea estrategia, porque sin estructura partidista, sin organización, la masa es solo un conjunto amorfo sometido al vaivén del mejor postor, dicho sea sin demérito del posible voto duro).



Miguel Ángel y Duarte, van arropados, uno más que el otro si nos atenemos a la experiencia en el actuar y el decir, en eso empata Yunes con Dante. Además, Yunes Linares cuenta con indiscutible experiencia electoral, incluidas sus derrotas, de las que seguramente ha extraído valiosas enseñanzas. Como Dante, Yunes ya ha conducido e implementado políticas públicas. Cuenta en su haber con buen equipo de información e inteligencia política, la eficiencia de su desempeño se podrá ver en los resultados que consiga. La población está intrigada acerca de su participación en esta contienda y le adivina o supone ases bajo la manga.



Javier Duarte dispone de un gran equipo para cubrir todos los frentes: mucha experiencia político-electoral de curtidos operadores, pero debe cuidarse del ejército multitudinario compuesto por quienes solo defienden su nueva condición económica, aunque no necesariamente social, recientemente adquirida en estos últimos cinco años; de estos quizás solo le sirvan unos cuantos, la mayoría estorbará porque les brilla la improvisación en los menesteres electorales y administrativos. Será interesante observar el desempeño del Duarte que debe demostrar su verdadera estatura en una contienda que pinta nada fácil para ninguno de los contendientes.



Ya conocemos las propuestas que necesariamente deberán concretarse en el programa de gobierno de quien resulte vencedor. Por lo pronto, en su recorrido por la geografía física, económica y humana de Veracruz, encontrarán un panorama plagado de atraso social. Una infraestructura carretera que está para llorar, sobre todo en el norte veracruzano. Pobreza extrema, paliada en algunos casos por las remesas del exterior, paradójicamente provenientes del elevado número de expulsados por la necesidad económica. Industria en pañales; un campo que clama organización, tecnificación y apoyos verdaderos que abran canales de comercialización. Una ganadería tímidamente encaminada a la actividad intensiva. Inseguridad, un flagelo dejado al arbitrio del gobierno federal. En fin, una agenda social cargada de asuntos pendientes, que confirman lo que el actual gobernador afirmara con mucho tino hace seis años: “Veracruz es un Estado que lo tiene todo…por hacer”.



De esto último nos volveremos a enterar por los discursos y propuestas de Dante y Miguel Ángel. Paradójicamente, Javier Duarte tendrá la ventaja de recoger los frutos que haya dejado el gobierno de Fidel Herrera y, a la vez, las críticas por todo aquello que no cumplieron las amplias expectativas anunciadas por un gobierno de acentuados claroscuros.



Por respeto al concepto no se vale atribuir ribetes democráticos a este proceso, sería acaso la última de sus características, pues desde la selección- no elección- de candidatos así se perfiló. En cambio, será un tremendo rejuego de informes de inteligencia, de chismes, de acusaciones sin sustento para confundir al adversario y al ciudadano, pero finalmente el día de la jornada electoral lo que privará es la compra de votos. He allí el dilema respecto de los operadores electorales, que tendrán que demostrar, además de eficiencia, férreo control para que sumas millonarias no se queden en bolsillos particulares, como ya sucedió en no lejanos años; ello sirvió, por cierto, como un aviso premonitorio de cómo iba a mascar la iguana. Por su parte, los asesores jurídicos trabajarán a marchas forzadas. Todo esto está ya a la vuelta de la esquina. ¿Para qué adelantar vísperas?



alfredobielmav@hotmail.com



Mayo 2010





CONFRONTACIÓN DE IDEAS

Por Alfredo Bielma Villanueva




Ni moral ni legalmente está inscrito en nuestra cultura política el que las promesas de campaña obligatoriamente se cumplan, esto da pie para que los pretendientes a un cargo electoral se recreen ofreciendo grandes expectativas en la confianza de que nadie podrá exigirle su consecución. En el 2000, sin rubor alguno, lo hizo Fox; más próximo, Calderón se autoproclamó “el presidente del empleo”; más atrás, el último presidente de la hegemonía priísta en la etapa del agonizante autoritarismo, Ernesto Zedillo, ofreció “Bienestar para la familia”, aunque durante todo su mandato la población cuestionaba: “¿para la familia de quién?”, porque los beneficios jamás llegaron. Ni uno ni los otros le cumplieron a un pueblo acostumbrado ya a la inveterada mentira de sus políticos.


Pero la esperanza es la última que muere y en cada relevo de gobierno se renuevan ilusiones. Los tiempos en los que las elecciones las ganaba un solo partido ya están en la historia, parte de las viejas prácticas se han ido también; a cambio, otras sobrevienen como signos de una mayor competencia.


No ha mucho, obligados a guardar las formas porque la ciudadanía estaba más demandante de procedimientos democráticos que nunca, los estrategas de la sucesión priísta, para muestrear públicamente a aquellos a los que vox populi consideraba como precandidatos del invencible PRI, idearon las famosas pasarelas a partir del gobierno de De la Madrid. Era una novedosa rutina que ahora se antoja hasta rústica.


En la sucesión presidencial de 1994 se inauguró el debate entre los aspirantes de los diferentes partidos políticos. Algunos dejaron pelos en la cerca, como cuando el candidato priísta, Ernesto Zedillo, salió bastante raspado, a grado tal que Diego Fernández de Cevallos, el candidato panista, desapareció de la arena política por algunos días, pues sus momios políticos se habían elevado a tal grado que corría “el peligro” de ganar la elección, y no era precisamente esa la idea del presidente Salinas de Gortari.


El anterior es un caso paradigmático que ejemplifica el riesgo de un debate y, a la vez, el grado de utilidad que representa para quienes esgrimen la retórica y hasta la mentira con maestría; allí está el caso de Fox, ¿quién no recuerda aquel famoso “hoy, hoy, hoy” foxista que ganó las ocho columnas en los diarios de México un día después del debate de Mayo del 2000? Hay una gran gama de situaciones que ejemplifican que un debate entre aspirantes no se reduce necesariamente a poses exhibicionistas.


Sin embargo, no escapa al análisis la diferencia que existe entre ser el adversario a vencer y el de ubicarse como el candidato con posibilidades de triunfar. En esta diferencia de tesituras estriba el quid de la estrategia de presentarse o no a un debate. Por ello es explicable el rodeo que se le da a esa idea en el PRI veracruzano; en esa tesitura la definición más sensata la encontramos en el no tener nada que ganar y sí todo para perder. Más aún cuando el formato del debate-a pesar de los esfuerzos al interior del IEV- pudiera implicar el cuestionamiento acerca de los beneficios que el actual gobierno priísta deja a los veracruzanos.


En este renglón, una vez más se comprueba que el ejercicio del poder desgasta, más aún cuando el desdoro comienza. Aunque el modo en cómo manejó Fidel Herrera en estos últimos años sus relaciones con los medios le ha favorecido para no trasladar a la realidad un sin número de pendientes sociales, estos pronto brotarán a la luz. Controlando parcelas mediáticas, eventualmente ha evitado que se corra el velo de la realidad veracruzana, una verdad que pudiera deteriorar el supuesto capital político del que pudiera echar mano el candidato. De cualquier manera constituye una gran ventaja la disponibilidad de esos medios, que permanecerán alineados mientras no tengan que formar fila entre los acreedores de fin de sexenio.


Por lo demás, la confrontación de ideas entre gente civilizada siempre será saludable y constructiva. En Veracruz ya tenemos antecedentes de enfrentamientos de altura. Aunque no de índole electoral, por caso, sin ánimo de insinuar que todo tiempo pasado fue mejor, se recuerda que hace dos décadas, los abogados jalapeños Ignacio González Rebolledo y Julio Patiño Rodríguez sostuvieron un debate que trascendió a los diarios, allí cada cual defendió sus opuestos puntos de vista respecto de la aplicación de una reforma constitucional. Ventilaron sus respectivos enfoques ante la opinión de los conocedores y sin duda fue una controversia con exquisito sabor académico que levantó interés y movió a reflexión jurídica para deducir a quien de los dos asistía la razón. Indudablemente, ese sí fue un debate público de altura que terminó con un amistoso Punto y Aparte.


Como nada de lo que el hombre hace es acabadamente perfecto, en ocasiones se convierte el ágora pública en un auténtico herradero. Por ejemplo, ahora llena los espacios del entretenimiento público la actitud exhibicionista de dos abogados de eficiente desempeño y de buen éxito profesional, ellos hacen la historia melodramática de nuestro tiempo enfrascándose en mutuas acusaciones de barandilla, como si el tema en disputa tuviera alguna importancia social, pero en el fondo no son sino rutinas de la subcultura política, pueriles enfrentamientos muy propios de un circo de aldea tercermundista.


Así pues, cualquiera que observe la realidad sociopolítica de nuestro estado podría concluir que una campaña de proselitismo electoral ayuda para que los contendientes, a más de promoverse, tengan el baño de pueblo y para que se les conozca físicamente. También para que refresquen sus respectivas percepciones del Estado que pretenden gobernar; para que ausculten el estado físico del territorio, incluida la infraestructura urbana y rural. Para que escuchen peticiones y planteamientos de los sectores agropecuario, industrial y de servicios acerca de su realidad, al margen del discurso oficial.


En ese universo no estaría demás que la ciudadanía pudiera obtener una mejor apreciación respecto de los gambusinos electorales, antes de que emita su voluntad a través del voto; al menos para no salir después, como luego suele suceder, que “a chuchita la bolsearon”.


alfredobielmav@hotmail.com

Mayo 2010

LA CORRUPCIÓN SOMOS TODOS

Por Alfredo Bielma Villanueva



En el anecdotario mexicano se dice que durante la primera mitad del siglo XX, cuando le llevaron a un presidente de la república algunos prospectos para conformar su escolta de seguridad, le llamó la atención el que varios de ellos tuvieran notorias cicatrices en el rostro. Preguntando el mandatario por aquel detalle le informaron que eran consecuencia de los frecuentes enfrentamientos contra los enemigos de la ley; ante esa evidencia el gobernante dio la instrucción para que, en abono de su mayor seguridad, en todo caso le llevaran a aquellos que habían ocasionado la marca a los allí presentes.

Conforme pintan las cosas en Veracruz, tal parece que esa debía ser la consigna de la ciudadanía a su inefable clase política, toda vez que se encuentra en la tesitura en la que por mandato de ley elegirá necesariamente a quienes los partidos políticos le presenten como candidatos a los diferentes cargos de elección popular. Si el abanderado resiste o no una investigación judicial o contable es lo de menos, la ya larga experiencia demuestra que se ha venido votando por individuos cuyo perfil moral o intelectual no es precisamente de lo mejor, a juzgar por la forma en cómo terminan manejando el recurso público del que disponen para cumplir su encomienda.

El fenómeno no es nuevo, es parte consustancial de nuestro entorno sociopolítico y tiene profunda raigambre cultural. Viene de lejos, desde mucho antes que alcanzara fama la acertada afirmación de que cada sexenio de gobierno arrojaba una “comalada” de nuevos ricos. Sería ocioso negar que esto ocurre en Veracruz, porque los presuntos señalados de corrupción por vox populi difícilmente resistirían el análisis, tan solo al comparar su modus vivendi de antes de 2004 a la fecha.

Además, está visto que ya sin recato alguno el espectáculo corre a cargo de las esferas oficiales, los partidos son los productores de la obra y los políticos las estrellas del escenario. Así lo testifican las denuncias en contra de los alcaldes de Misantla, de Pánuco, de Córdoba, de Iztacxoquitlán, tan sólo para anotar algunos de los que se atrevieron a sacar la cabeza y presumir sus posibilidades como candidatos a legisladores. Nada nuevo bajo el sol si recordamos que en 1976 la conseja popular convirtió aquel lema de campaña de López Portillo: “la solución somos todos”, en “la corrupción somos todos”, no era gratuita la admonición pues acababa de pasar el tormentoso vendaval echeverrista.

La corrupción en mandos burocráticos es comentario de la bandeja popular. Un somero recuento empezaría- puede empezar por cualquier parte- por referirse a la afamada compra-venta de votos entre los legisladores locales para aprobar leyes, acuerdos o parecer omisos, al gusto del oficialismo estatal. Seguiría con el no menos comentado renglón de las “comisiones” por obra que pronto irán emergiendo con mayor detalle; qué no decir en el nivel municipal, en donde de 212 alcaldes difícilmente habría algún arrojado ciudadano que metiera una uña al fuego en defensa de su honestidad.

Ya se ha revelado la estrategia de corromper a ciertas dirigencias partidistas para controlarlas a modo que no opongan resistencia, o bien para descoyuntar a sus dirigencias con el propósito de generar el caos a su interior. De la venta de candidaturas a alcaldes sería inútil especular, basta con advertir el perfil de algunos precandidatos para conocer el origen de su postulación. Un prototipo se encuentra en Hueyapan de Ocampo, en donde hasta un indiciado por homicidio por el desaparecido ex procurador Namorado Urrutia ventila sus aspiraciones priístas.

Si bien se recuerda, el Orfis ha dado aviso sobre los presuntos malos manejos de un buen porcentaje de alcaldes, nada se sabe que se hubiera actuado en consecuencia. Salvo la abierta presión política sobre el alcalde de Pánuco se nota opacidad respecto de las denuncias contra los de Misantla, Córdoba, Ixtaczoquitln, Minatitlán, etc., etc. Si el rasero para medir la corrupción de los munícipes es el criterio político, entonces asistimos a la más estricta aplicación de la consigna juarista que recomendaba “para los amigos justicia y gracia, a los enemigos justicia a secas”.

En ése trajín se pone en entredicho la viabilidad del Orfis como órgano revisor. En la década de los ´70 del siglo pasado el Estado de Veracruz se dividía políticamente en 203 municipios (apenas nueve menos que ahora), cuyas cuentas eran revisadas por 6 “glosadores” dependientes del Departamento de Glosa” del Poder Legislativo; para agilizar su trabajo se auxiliaban con rudimentarias maquinitas de calculo. Curiosamente, las cuentas de los ayuntamientos siempre salían bien, no muy diferentes que ahora, el contraste radica en que la fiscalización no tenía el enorme costo que actualmente representa el Orfis. En descargo de éste órgano, habrá que voltear a ver de quien depende la instrucción para aplicar las sanciones a que haya lugar.

Por su parte, la actuación de la contraloría del Estado es prácticamente omisa y tal parece que ha reducido su costosa existencia a vigilar que en los lunes de puertas abiertas asistan los encargados de llevar a cabo ese programa y, ya muy estricta, a vigilar el cumplimiento que ordena la declaración patrimonial.

Se habla de corrupción agregada a la descomposición porque en corto plazo por lo menos tres alcaldes están en la picota pública, exhibidos como corruptos según señalamientos de barandilla. Lo “más peor” es que las acusaciones llevan color político, sin que por esto se concluya que no haya bases en las acusaciones. Es decir, de no mediar antagonismo político alguno, como ya antes ha sucedido, los ahora acusados bien pudieron convertirse en “honorables legisladores”. Para no variar, el Poder Judicial veracruzano está inmerso en un debate sobre la corrupción de que es presa.

Mojando lo llovido, el IEV acaba de autorizar que la empresa Proisi realice el Programa de Resultados Electorales (PREP) y el Sistema de Información de la Jornada Electoral (SIJE). Una determinación cuestionada ya por los partidos de oposición porque, argumentan, la empresa cobrará por estos servicios 40 millones de pesos, una radical diferencia con los 7 millones de pesos que cobró en 2007 por el mismo concepto. Seguramente también se atuvieron a “factores socioeconómicos”.

En esa tesitura de poco serviría la propuesta de que los partidos políticos pasaran por la criba del orfis, la contraloría y los expedientes judiciales los antecedentes de cualquier pretendiente a cargo electoral pues, tal como se observa el panorama, el descrédito se ha generalizado.

Admitiendo que los reclusorios están saturados, cualquiera podría deducir que ésta sería la razón fundamental para no actuar en contra de los manirrotos. En sentido contrario, cualquier mal pensado pudiera sugerir la idea que no se actúa porque entonces ¿quién cerraría las puertas?

alfredobielmav@hotmail.com
Abril 2010



BALANCE Y CALIFICACIÓN

Por Alfredo Bielma Villanueva




En 2005, en la instalación del Consejo Editorial de la Crónica de Gobierno 2004-2010, el gobernador dio punto de partida para que en ese documento relator de su gobierno se registraran “las razones y las bases de cada acción y obra con una visión para la calificación futura”. Como no hay plazo que no se cumpla el momento para la calificación se acerca, la ocasión es propicia para exponer la versión ciudadana de dicha crónica, guardando prudente distancia del exorbitado género adulatorio de cuyo abuso hay permanente constancia en los medios.

Origen es destino. Quien esto suscribe, espoleado por una curiosidad científica, en la que mucho tiene que ver el llamativo estilo personal de Fidel Herrera, desde el inicio de este gobierno se dio a la tarea de analizar discurso y acciones; a cotejar la congruencia entre el decir y el hacer del gobernante. Como premisa metodológica se condensó la información del primer año de labores en el libro intitulado “Recuento de un Estilo” presentado en 2006; allí se inscribe el proceso de selección de candidatos de los diferentes partidos al gobierno del Estado, los resultados del proceso electoral de 2004 y la forma en cómo se resolvió por parte del Tribunal el litigio electoral.

De inicio, comentamos la información proveniente de la titular de la Unidad de Vinculación para la Transparencia, dependiente de la Secretaría de la Función Pública, en el sentido de que, en el Estado de Veracruz, más del 40% de los recursos aplicados a la infraestructura pública durante los últimos 30 años, no existía (2004). Adelantamos el juicio de que “esta deprimente situación nos remite, una vez más, a la corrupción y a la impunidad con la que se han manejado los recursos públicos, a pesar de los controles que el propio sistema político ha creado para evitarlos”.

Adelantamos la esperanza: “Es de desear que las nuevas generaciones tengan la oportunidad y la responsabilidad histórica de sumarse al esfuerzo para generar una nueva cultura política, que suprima y reemplace la que heredaron y no pudieron o no quisieron desechar las generaciones ya de salida y que, en el mejor de los casos, la supere en todos sus términos para concluir con la aciaga etapa de autoritarismo, corrupción e impunidad que han sido su sello característico.

Apuntamos: “Es insoslayable reconocer que, por razones de ciclos generacionales, con Fidel se cierra el periodo de quienes iniciaron su trayectoria política hace 30 años. Comienza una generación de jóvenes en el quehacer político de nuestro Estado, algunos ya han sido incorporados al servicio público; se desea para ellos un pronto aprendizaje de la cosa pública en términos de honestidad y autenticidad; apartados de la mentira, el engaño y de la simulación que tanto daño han causado a México. Por la plasticidad de los fenómenos sociales no hay paradigmas absolutos ni mucho menos eternos, pero no será difícil encontrarlos en nuestras efemérides históricas y acomodarlos a sus circunstancias”.

Del primer año de gobierno escribimos en el referido libro: “No se duda de la buena disposición del gobernador para resolver los problemas de los veracruzanos, y en este primer tramo Fidel Herrera ha hablado de miles de obras que su gobierno está haciendo, la verdad es que por su número debieran ser perceptibles pero, a excepción de algunas, las demás no se notan. Sea por el noviciado, o por los problemas financieros, se estará de acuerdo en que ha habido dificultad para iniciar las obras que Veracruz requiere para su desarrollo pero es evidente la desproporción entre lo que se afirma y los hechos.”

Pero advertíamos: “sin embargo, es verdad que conviene una previa visita al escenario, para conocer el elenco, curiosear tras la tramoya y observar los ensayos de una obra que es a seis episodios, el primero de los cuales se encarga de introducir hacia el público a los actores, que presta atención a los personajes y sirve para medir la capacidad histriónica de los figurantes, algunos de ellos con mucho renombre; también para conocer el papel que a cada uno le corresponde y observar el desempeño del protagonista principal, sobre cuya caracterización pesa toda la responsabilidad. Este panorama suministrará los elementos para avizorar como será la representación”.

Abundamos: “Pero esta comedia tiene la muy particular cualidad de ser interactiva; es decir, el resultado no depende tan sólo de la actuación lineal del actor principal, pues en ella participan otros personajes que en la trama piensan y opinan de manera diferente que aquel, de tal suerte que defienden o se oponen a sus deseos y acciones. También está el gran público espectador, interesado en que todo salga bien para salir satisfecho de la representación, no sin antes aplaudir o, en su defecto, rechiflar a los actores”.

Ya es cuarto para las doce, lo que se hizo en el orden del gobierno estatal es todo lo que podrá inventariarse en su haber. Ha llegado el momento de apagar las luces y doblar las butacas porque la función está por terminar. Se sabrá bien a bien si el elenco que ya se va se ha hecho merecedor de aplausos o de abucheos.


Ya estamos por llegar a la otra orilla y nos encontramos insertos en el proceso electoral para relevar mandos en dos órdenes de gobierno y en la integración del Poder Legislativo estatal. Si bien en política todo es permisible, hasta lo éticamente incorrecto, un hecho que la ciudadanía veracruzana ha venido observando en el desarrollo del actual proceso electoral es su preocupante sintomatología que presagia una muy segura judicialización de los resultados. No se requiere demasiada sensibilidad o dominio de la perspectiva para llegar a tal conclusión, un simple ejercicio deductivo fundado en los datos que la realidad arroja sería suficiente.

Es iterativo afirmar que en este proceso se encuentra una elevadísima dosis de intervencionismo oficialista, ya del gobierno estatal, ya del gobierno federal, condimentada por la ausencia de química y el choque entre visiones antípodas de la conducta política, y de antagónicas actitudes frente a la cosa pública. La controversia electoral aquí pinta a reyerta; es ganar o perder, difícilmente habrá espacio para la conciliación, cuando más, para la negociación.

Aunque no hay mucho “pueblo político” que tome conciencia acerca de lo que es un buen o mal gobierno, y atinar si el que termina merece aplausos o abucheos, las campañas de proselitismo servirán para ubicar al ciudadano sobre la realidad que lo circunda para entonces votar en consecuencia. ¿Aplausos o chiflidos?

alfredobielmav@hotmail.com

Mayo- 2010