Las cuitas de un gobierno

Alfredo Bielma Villanueva

Gobernar es administrar, y administrar implica dirigir, organizar, evaluar, controlar, etc., estas son características inherentes a todo gobierno que se precie de eficiente y organizado para allegarle a los gobernados los beneficios colectivos que por sí solo el ciudadano no tiene capacidad para conseguirlos y por esa razón organiza un gobierno y elige a los operarios de este; si erró o no en la elección es un veredicto sujeto al aval de los resultados. Y en estos influirá subrayadamente una de las funciones más importantes de toda administración: el reclutamiento y selección del personal que se encargará de implementar las políticas públicas. Una errónea selección de personal podría dar al traste con la implementación de los programas de gobierno.

Un gobierno cuyos integrantes padezcan en su mayor número el síndrome de Piter con bajos umbrales de eficiencia y eficacia carecerá de capacidad para desarrollar eficientemente programas de largo alcance, en México hemos tenido gabinetes integrados con gente catapultada a cargos públicos sin rigor selectivo, escogida en base al compadrazgo, al amiguismo y al nepotismo simulado, aquí radica una de las causas del porqué la realidad no refleja los miles de millones de pesos que la cúpula burocrática ha manejado de manera incompetente. Veracruz no ha escapado a ese síndrome, siendo el más próximo de los casos, y acaso hasta emblemático el gobierno encabezado por Javier Duarte de Ochoa.

En la historia de los equipos de gobierno federal, a partir de la etapa de reconstrucción nacional después del movimiento armado, época de gobiernos de los generales, quienes obviamente reclutaban entre sus correligionarios de fracción a sus colaboradores; Obregón y Calles fueron pioneros; Portes Gil, Pascual Ortiz Rubio, Abelardo Rodríguez y después Cárdenas continuaron la tendencia. Manuel Ávila Camacho reclutó un buen número de civiles: Ezequiel Padilla, Primo Villamichel, Eduardo Suárez, Jaime Torres Bodet, Gustavo Baz, José Aguilar y Maya, Javier Rojo Gómez, Miguel Alemán Valdez, entre otros, en cargo de Secretarios de despacho. Con Miguel Alemán Valdez se abrió la puerta a un mayor número de universitarios, amigos cercanos al mandatario fue la fuente principal del reclutamiento. A partir de ese gobierno el civilismo tomó auge para dar cabida a actores políticos que iniciaron su trayectoria desde la alcaldía, legislaturas locales y las Cámaras del Congreso, auténticos semilleros para gubernaturas, secretarías de despacho y primera magistratura.

De larga carrera político burocrática Luís Echeverría alcanzó la presidencia sin haber ocupado un cargo de elección popular, porque su eficiente entrega al trabajo convencieron a Díaz Ordaz;  transfirió el cargo a su amigo López Portillo, tampoco con antecedentes Camerales, pero se calificó como “el último presidente de la Revolución” después de su ruptura con quien dejó en el cargo, Miguel de la Madrid, el primer “tecnócrata” en la presidencia, surgido de oficinas hacendarias y del Banco de México, obviamente esa fue la fuente principal que escogió para reclutar a buena parte de sus colaboradores.

En nuestra ahora trastocada aldea ¿de dónde y bajo qué criterios escogió Duarte a sus colaboradores? Para entenderlo tendríamos que retrotraernos al periodo (decir “gobierno” sería eufemístico) presidido por Fidel Herrera y enumerar las causas por las que éste se inclinó por su candidatura. Pero esa materia es objeto de detenido análisis, y en vistas de lo contemporáneo es posible darlo por entendido. Debe partirse de la base que Duarte de Ochoa no conocía bien a bien el territorio veracruzano, no al grado, por ejemplo de Fidel Herrera, o del senador José Yunes Zorrilla o del candidato del PRI al gobierno del estado Héctor Yunes Landa, quienes en diferentes tiempos y facetas le han dado la vuelta a este universo (aunque a decir verdad cualquiera que haya sido delegado del PRI también lo conoce).

En esa lógica, Duarte de Ochoa tampoco conocía a la clase política veracruzana, apenas fue durante el periodo fidelista cuando contactó con algunos actores políticos veracruzanos, que en número y calidad no hacían verano. Magister dixit: el 10 de agosto de 2006 así expresaba Fidel Herrera respecto a Javier Duarte “… es un muchacho que necesita maduración y entrenamiento”. Duarte conocía, eso sí y muy bien, al grupo de jóvenes formados, o deformados, por Fidel Herrera, unos con más o menos talento para el desempeño político, y la relación amistosa se convirtió  en la fuente básica para reclutar a sus colaboradores. Entreveró la selección con cercanos a Fidel, y con amigos de este que habían conocido a Duarte en la condición de modesto auxiliar del antaño senador; el resultado de ese escogimiento está a la vista.


La composición del actual gabinete ya no es la misma del titubeante inicio, pero en última instancia en ese contexto seis años apenas alcanzan para empezar a conocer lo desconocido, y no son suficientes para arrogarse el mérito de jalar la historia veracruzana hacia adelante con resultados apetecibles. Si el gobernador Duarte de Ochoa está satisfecho con su gestión es asunto meramente de apreciación personal, porque en términos de un gobierno la evaluación la hace el respetable público, el que aplaude o rechifla cuando la función termina.

14-febrero-2016.