FIDELIDAD Y RECONOCIMIENTOS

Por Alfredo Bielma Villanueva


“Piedad por la nación que aclama al vanidoso como héroe y juzga al oropelesco conquistador como hombre de bien.” “Piedad por la nación que da la bienvenida a su nuevo gobernante con toda pompa, y lo despide a gritos, tan sólo para dar la bienvenida a otro con todos los honores”. A estas reflexiones de profundo contenido de Gibran Jalil la realidad mexicana les proporciona cotidiana validez.

Para comprobarlo basta repasar en nuestra historia los incontables eventos en los que se exhiben quienes se afanan hasta el delirio por agradar a quien ostenta poder y que, al desaparecer éste, abandonan al otrora objeto de su idolatría para irse a postrar, sumisos, ante un nuevo tlatoani. Un fenómeno humano, comprobable en todas las latitudes del orbe. La revisión es posible llevarla a cabo porque está impresa, ya en ensayos, ya en novelas, ya en el recuerdo más fresco de quienes actúan en la arena política de cualquier lugar.

Tal vez esta circunstancia es lo que intenta evitar quien ahora gobierna Veracruz y por ello acude al sutil retorno del nervioso comienzo de su mandato cuando se utilizó la estrategia, sádica por cierto, de poner la espada de Damocles sobre las cabezas de sus colaboradores al tiempo de sugerirles que quienes no se sintieran a gusto debían renunciar al cargo que con desgano-según él- desempeñaban. Una pequeña variante será que para estos tiempos ya sería demasiado tarde para volver hablar de las “reingenierías administrativas” que tanto se anunciaron durante todo 2005, porque a estas alturas muchos serán quienes se pregunten en qué consistió la famosa reingeniería y en dónde están los frutos de la misma.

Más bien, la reiterada conminación es un síndrome de sadismo, en el que mucho tiene que ver la aportación masoquista de quienes, por “el placer de ser”, prefieren ser tratados como gente menor que dejar el puesto, con todo lo que éste conlleva. Pero a estas alturas para la ciudadanía es irrelevante saber quién del grupo del gobierno veracruzano se queda o quién se va, debido a que el titular del ejecutivo concentró en sí mismo tantas funciones de gobierno que dejó casi en el ostracismo y el anonimato a sus colaboradores. Por el centralismo funcional la ciudadanía se entera directamente por el gobernador de asuntos como la influenza y la crisis económica, así como de las bondades de la bursatilización, al igual que de las condiciones del clima y un poco más atrás, de cómo se dirigía al equipo de foot ball de los Tiburones Rojos, que por cierto, visto el estrepitoso fracaso, finalmente fue vendido por una bicoca, se entiende que al mejor postor.

Por otro lado, no obstante la reiterada estrategia de amenazar con desemplearlos, ha sido posible advertir que en el actual gobierno estatal pareciera haber algunas posiciones intocables. Son aquellos que pueden darse el lujo de hacer lo que se les antoje sin ser molestados, si acaso sólo con “regaños” mediáticos y a distancia. Porque ha sido notorio que más de un Secretario se comporta ajeno a las advertencias de su jefe, confiados, ¿quién sabe en que bases? de que no pueden ser removidos; lucen intocables y que, en todo caso, podrían irse cuando ellos decidan. Son aquellos a quienes importa una pura y dos con sal el inocente comentario del presidente del PRI en Veracruz acerca de que estará pendiente para vigilar y sancionar a los servidores públicos que no vayan al ritmo del gobernador. Eso es al menos lo que las apariencias señalan, lo que nos recuerda que con frecuencia, en política, lo que parece, es.

En fin, pronto estaremos advirtiendo si efectivamente el gobernador consiguió integrar a su alrededor un sólido equipo de “fieles”, dispuestos a jugárselas con “el proyecto”. Sin lugar a dudas tiene en su entorno a jóvenes por él iniciados a la actividad política y a algunos de quienes se le unieron hace ya varios ayeres. A otros se los ha encontrado en el camino, pero de éstos no se pudiera asegurar con certeza que se hayan sumado a sus querencias, ya que simplemente han coincidido en el camino y van por el mismo rumbo por donde él anda. Por cierto, esto de las querencias, nos debe recordar que el amor cuando es comprado no es sincero, no es amor, ni suele ser fiel.

Es éste un fenómeno interesante, que despierta curiosidad científica a los practicantes del quehacer investigador, ahora que los tiempos se van cumpliendo y en ése trance están a punto de producirse acontecimientos que podrán confirmar asertos. ¿Cuántos “Pedros” habrá cuando el gallo cante? ¿Quiénes de los actuales quema inciensos permanecerán en la eucaristía? ¿Quiénes de los ahora sádicamente sermoneados permanecerán “fieles”?

En esa lógica, adicionalmente, el gobernador quizás ya ha empezado a percibir con mayor intensidad el vacío que ofician los últimos meses y días en el poder. Tal vez con mayor detenimiento habrá observado que varios de sus colaboradores no han entrado en su frecuencia, que nunca estuvieron allí, y que no pocos están en patética paradoja con el mundo de la “fidelidad”.

La cercanía del relevo de mandos estatales traerá una serie de “reconocimientos” a quien ya se va; esto es un rito tradicional en nuestro país; forma parte de la liturgia política, y nace de entre quienes, agradecidos, desean manifestar su retribución con eventos en los que se quema incienso al que está a punto de la despedida pero que aún puede conceder así sea migajas. El que sea merecedor o no del agasajo pasa a segundo término. Lo que importa es patentizar supuestas adhesiones, quizá esperando sacar algo más de lo que pueda haber quedado para el reparto. En el fondo, todo eso forma parte de la liturgia que se resume así: Muerto el Rey, ¡Viva el Rey!

En el caso particular del gobernador Herrera Beltrán, esto de los reconocimientos ha sido parte del rito sexenal, no es ajeno a la personalidad de quien gobierna. Ha habido gobernantes circunspectos cuya idiosincrasia no les permite recibir el halago fácil, porque el sentido común, cuando lo hay, les comunica el versátil origen de su oficiosidad. Sin embargo, seres humanos al fin, es posible que se conciba al reconocimiento como una manera de paliar la nostalgia de las despedidas. “Me halagas, pero me gusta”, decía el Rey Sol cuando recibía muestras de la veleidosa cortesanía que lo vitoreaba a su alrededor.

En cuanto a gobierno, quienes desde el llano observamos el acontecer político suponemos que no estaría dentro del parámetro de lo preciso, de lo objetivo y de lo correcto, orientar cualquier análisis sobre la realidad y realizaciones de un gobierno cuando, como el veracruzano, aún no concluye su gestión. No obstante, un estudio de esa naturaleza sólo sería válidamente aceptable si incluye en el inventario las obras realizadas y aquellas que se quedaron larvadas, en su etapa de cuando fueron promesas. No por vano egoísmo, pero sería hiperbólico un reconocimiento de misión cumplida a quien está encargado de llevar a buen puerto la nave de su responsabilidad cuando aún no atraca a su destino y, aún más, cuando todavía no se establece la comparación correspondiente entre lo que se deja como constancia del trabajo realizado y la disponibilidad presupuestal de que se hizo uso. Más todavía, cuando no se percibe un cambio substancial, en términos de desarrollo económico y social, entre el antes y el ahora. Salvo que las estadísticas mientan.

Esto último es lo que finalmente importa a la sociedad, lo otro es tradición, costumbre, egolatría, parafernalia, cultura política. ¿Correcta?, ¿Incorrecta? Qué más da. Es la liturgia sexenal que permite el eterno ir y venir de los hombres en la política. Aquí constatamos con meridiana claridad la transitoriedad del hombre y la durabilidad de la política.

alfredobielmav@hotmail.com

Octubre 2009




EL GOLPE AVISA

EL GOLPE AVISA

Por Alfredo Bielma Villanueva


Ruido, sólo fue un persistente y hasta grotesco bullicio que llenó las páginas de los diarios y revistas durante los últimos 15 días. Fue materia de comentaristas y analistas políticos y cubrió buena parte del tiempo de los leedores de noticias por televisión. Algunos diputados se permitieron colgar de este asunto para hacer campaña política; los gobernadores, entre ellos el de Veracruz, adoptaron un aire de comandantes en jefe mandando a sus gentes al campo de batalla para “defender” la economía popular. Ríos de tinta, retórica plagada de mentiras y de engaños. Una película vieja, ya muy vista por el espectador mexicano que, sin embargo, porque la esperanza muere al último aguardaba algún cambio en la trama; pero, iluso, olvidó que eso no es posible porque desde el cubículo de proyección todo lo tienen ya preestablecido.


Falto de memoria será quien no recuerde que los nuevos diputados priístas veracruzanos fueron lanzados al ruedo como un pelotón de infantería para hacer frente a los malos designios del ogro, previamente identificado como el gobierno federal. Era la batalla de los buenos contra el malo, habría que derrotarlo para bien de la mayoría indefensa. La fortaleza política de su gobernador les daba capacidad negociadora; nada menos que 20 diputados.


Obviamente todo era para consumo estatal, porque en el escenario de la batalla el número de diputados se reducía a sólo una cantidad de votos utilizables por los verdaderos estrategas de las operaciones.


Como se sabe, la Cámara de diputados federales está integrada por 500 individuos. El Partido Revolucionario Institucional tiene 237 legisladores, el PAN 143; el PRD 71; el PVEM 21; el PT 13; Nueva Alianza 9 y Convergencia 6; por estos números es fácil deducir que cualquier votación en ésta Cámara pasa ineludiblemente por el consenso de los priístas; en ésas circunstancias, ¿qué asunto podría aprobarse sin su anuencia?
Entonces, se puede observar con relativa facilidad que la votación para la aprobación de la Ley de Ingresos contó con la aquiescencia del Partido Revolucionario Institucional y que sus votos, sumados al de su ya antiguo socio en estas lides, el PAN, fueron más que suficientes para imponer los criterios legislativos.


Sólo que la enorme oleada de protestas que levantó la aprobación de la referida Ley ha hecho recapacitar al Partido Revolucionario Institucional, de tal manera de dar marcha atrás en algunos puntos de singular importancia, el IVA, por ejemplo. Los senadores deberán darle una barnizada al atroz engendro aprobado por los diputados, para no cargar con toda la culpa y el bochornoso descrédito de los diputados que en sus provincias se rasgaron las vestiduras prometiendo que no aceptarían mayores cargas fiscales.


Esta última actuación de los diputados ha dejado en evidencia que actúan más en función de intereses del partido que los postuló que en la atención a los intereses de las mayorías o de algún sector social en lo particular. Da grima pensar que si acaso dan marcha atrás en algunos artículos lo harán más por no verse como verdugos populares que por una auténtica vocación social. Para ellos, la importancia del voto de castigo está por encima de la dura carga impositiva sobre una población que ya se está cansando de los dislates de su clase política.


Con estas amargas experiencias queda demostrada la necesidad de reformas constitucionales que incluyan la reelección de diputados, para que éstos sean auténticos representantes del pueblo y para que respondan a los intereses de la mayoría o, de perdida, al sector del que procedan y no de los gobernadores o de la camarilla de dirigentes partidistas del momento.


La mentada reforma debe ir colateralmente acompañada de otras medidas que fortalezcan la viabilidad de una democracia participativa: referéndum, plebiscito, revocación de mandato, gobernación compartida y, de pilón, que se establezcan candados para evitar el trapecismo de políticos y políticas saltimbanquis y trepadores que sólo buscan el beneficio personal.


Como la verdad siempre sale a flote, se podrá sacar a conclusión lo que ya se había venido observando: que a los gobernadores lo único que les inquieta en este tinglado es cuánto van a obtener del incremento fiscal. Las penas populares poco les importan; el cuánto para las elecciones es el quid de su preocupación.


Mientras las élites pelean espacios políticos, económicos y financieros, al interior de la sociedad continúan formándose preocupantes signos de impotencia y desesperación. Más de 50 millones de pobres esperando salir de ésa condición conforman un elevado riesgo de desestabilización que, como van las cosas, pudiera estar a la vuelta de la esquina. Si ello ocurriera no habrá valla institucional que lo detenga. Así observarlo no es sedición, tampoco una visión pesimista de nuestra realidad, sino el reconocimiento de un campo fértil para la violencia que la clase política no puede ver porque sus vivencias inmediatas son la retórica, la simulación, la mentira y el engaño.


(A propósito de mentiras y engaños o medias verdades, en nuestro estado la noticia del momento que acompaña a la aprobación de la Ley de Ingresos es la metida de pata del Congreso local al anunciar la donación de un bien público, propiedad de los veracruzanos, a la empresa China Auman y Aumark, Foton IH, ensambladora de autos y maquinaria agrícola, que originalmente-noviembre de 2008- se había anunciado que se instalaría en Coatzacoalcos y que seguramente por lo bien planeado de nuestra economía ahora se quiere instalar en el famoso “Armadillo”. Un asunto que bien vale aclarar por parte de las autoridades veracruzanas que, una vez más, parecen confirmar su inclinación al ejercicio patrimonialista del poder). “No hagas cosas buenas que parezcan malas”.


alfredobielmav@hotmail.com

Octubre 2009

SUCESIÓN & CONTINUISMO

Por Alfredo Bielma Villanueva



Después del largo periodo durante el cual Porfirio Díaz ocupó la presidencia de la república el pueblo de México añoraba un ensayo electoral, elemento básico de toda democracia que le permitiera conocer la experiencia de elegir a sus gobernantes. Una práctica desconocida en nuestro país, si consideramos que sólo dos hombres, Juárez y Díaz, ocuparon la silla presidencial por un largo periodo de 45 años de nuestra azarosa historia nacional.

Ese prolongado ayuno de prácticas electorales se combinó con la ambición de quienes, una vez adquirido el poder, sufren la metamorfosis que le provoca fruición de poder y pretenden seguir gobernando, así sea interpósita persona. A Madero las circunstancias no le dieron tiempo, pero dio señales muy claras por dónde iba cuando escogió para la Vicepresidencia a Pino Suárez, en lugar de aquel que lo había acompañado en 1910.

Venustiano Carranza pretendió sobrevivir en la cima del poder imponiendo a Ignacio Bonilla, para no dar el lugar a los sonorenses de Agua Prieta, lo que finalmente aconteció mediando la muerte del propio Varón de Cuatro Ciénegas. Cuando en 1923 Adolfo de la Huerta decide buscar la silla presidencial, contraviniendo los deseos del presidente Obregón que había decidido por la candidatura de Calles, se produjo una purga de militares, y los cuarteles se cubrieron de luto porque el “Manco de Celaya” era proclive a cortar de raíz toda oposición que obstaculizara a sus proyectos.

El 26 de junio de 1927 Obregón hizo públicas sus intenciones reeleccionistas y de inmediato brotó la inconformidad al interior de las filas militares. Los Generales Arnulfo Gómez y Francisco Serrano abrieron el fuego opositor y fueron víctimas de los crímenes de Estado. Serrano fue muerto en Huitzilac con trece de sus acompañantes y Arnulfo Gómez fue aprehendido en Teocelo y fusilado en el panteón de Coatepec. Caro pagaron la osadía de oponerse al caudillo, quien no escatimaba la aplicación de medidas drásticas para conseguir y retener el poder.

Álvaro Obregón fue víctima de la orgía sangrienta que él iniciara en los años veintes y con su muerte se cerró el círculo del militarismo en México. Calles decidió institucionalizar las sucesiones presidenciales inaugurando la nueva era con la creación de un Partido Político de Estado, cuya primera participación electoral fue bautizada con la sangre inocente de jóvenes idealistas, y dio paso al retiro de la política de José Vasconcelos, maestro y guía de las nuevas generaciones del México posrevolucionario.

Un fraude electoral inauguró la institucionalización de los procesos electorales o, como se quiera ver, en 1929 los procesos electorales de México arrancaron con evidentes signos fraudulentos, en un país ávido de paz y de progreso.

Setenta años después, con la alternancia partidista en el gobierno federal, el centro del poder presidencial se ha desplazado hacia los gobernadores de los Estados, una vuelta a la realidad de 1929 cuando los gobernadores alimentaban al Partido y decidían a su arbitrio el destino político de sus respectivas ínsulas de poder. Con sus matices, es la realidad que ahora vivimos, son los gobernadores los que deciden quién los sucederá en el cargo. Veracruz, faltaba más, no podría ser la excepción.

Por razones que encuentran base y raíz en la condición humana, el fenómeno de la sucesión lleva aparejado el síndrome del continuismo. Nada nuevo, ésa fue la pretensión de Carranza, de Obregón, de Calles, de Cárdenas, de Alemán, de Echeverría y de Salinas. ¿Por qué el Estado de México, Nuevo León, Zacatecas o Veracruz tendrían que ser diferentes?

A medida que transcurren los días de éste acelerado final de 2009, en la arena política veracruzana se va confirmando, cada vez con mayor vigor, la idea de que el único precandidato al gobierno del estado, capaz de unificar hasta a la oposición, es el candidato del gobernador, muy prematuramente señalado por éste para sucederlo. A estas alturas a nadie escapa que las dirigencias del PAN y de Convergencia velan sus armas electorales con el ya nada secreto deseo de que el candidato del PRI al gobierno del Estado sea el diputado Javier Duarte de Ochoa.

Tampoco es un secreto que al interior del Partido Revolucionario Institucional los nudos o amarres pueden desatarse en determinadas circunstancias y que el gobernador requerirá de un ejército de operadores y mucho dinero para restablecer entuertos, en previsión de una posible desbandada que pudiera convertirse en estampida.

Se ignora a ciencia cierta la estrategia del gobernador Herrera Beltrán sobre éste particular, pero puede adivinarse partiendo de la base que un hombre de su experiencia difícilmente expondrá su futuro político, y algo más, en una decisión que no corresponda a los tiempos que transcurren.

Para ningún aspirante del PRI escapa el hecho de que toda candidatura pasa por el gobernador o las oficinas del poder, el PRI incluido. Ésta es una realidad políticamente comprobada en Veracruz a partir de la elección de 2004, en la que sin el concurso del gobernador Miguel Alemán, Fidel Herrera difícilmente hubiera resultado el ganador. Prueba fehaciente es que, con todo aquel respaldo, la diferencia con respecto de su más cercano seguidor electoral fue pírrica.

De amarres, de nudos y de dinero se habla cuando se debe evitar lo que sucedió en la elección para el senado en 2006, en la que José Yunes Zorrilla, aún con todo su carisma, su popularidad y extraordinaria cruzada proselitista no pudo acceder a un escaño, todo porque fuerzas “amigas” mostraron su perfil perversamente egoísta y entraron en conflicto con la aspiración del ahora diputado y precandidato al gobierno del Estado, con elevados índices de popularidad, por cierto.

En la reciente elección para diputados federales, Jorge Uscanga Escobar probó el efecto del bumerang y mordió el polvo de la derrota, provocada, dicen, desde adentro. Algo parecido a lo que estuvo a punto de ocurrirle a Amadeo Flores Espinosa, quien encontró el triunfo por la rendija que el exceso de confianza dejó abierta y sólo así pudo librarse de una inminente y muy anunciada derrota.

Qué decir de la incontenible gira de muestreo que realiza Héctor Yunes Landa por el territorio veracruzano y que, sin duda, llegado el momento hará valer porque va sumando prosélitos. Nada tiene que perder porque, de entrada, con su actitud puede mirar de frente al sol. Las lecciones enseñan si se aprenden. En 1998, Gustavo Carvajal desaprovechó la oportunidad de encabezar un movimiento similar, que la historia hubiera registrado destacadamente, pero sucumbió ante el peso del sistema, derrochó su capital político y dejó colgados de la brocha a cientos de sus seguidores.

Son muchas las cruces sembradas en el camino y para exorcizarlas se requerirá de brujos, chamanes y toda la jerga de exorcistas de que se pueda echar mano. En fin, que en tiempos de definiciones electorales no hay verdades absolutas, las razones son del tiempo.

alfredobielmav@hotmail.com
Octubre 2009



EL MUNICIPIO, SEGURIDAD Y TRÁNSITO

Por Alfredo Bielma Villanueva



En 1983 el gobierno federal convocó a una consulta popular para reformar el artículo 115 Constitucional, una iniciativa en la que se involucraban diversos aspectos de la vida nacional pues formaba parte de un proyecto que tenía que ver con la reforma económica que el grupo de neoliberales ya en el poder se proponía establecer en México. Por supuesto que lo relativo al 115 Constitucional revestía por sí mismo un asunto de capital importancia, por cuanto a que el tema fundamental tenía que ver con el Municipio, la célula básica de nuestra división política y primer ámbito de nuestra convivencia social.

La iniciativa de reformas comprendía a casi todas las fracciones del 115, y por ellas (Fracción III) se atribuía a los municipios una amplia gama de servicios públicos: agua potable y alcantarillado; alumbrado público; limpia; mercados y centrales de abasto; panteones; rastro; calles, parques y jardines; seguridad pública y tránsito; “y los demás que fije la legislatura atendiendo a las condiciones territoriales y socioeconómicas de los municipios y así como su capacidad administrativa y financiera”.

En base a esta reforma constitucional los municipios pudieron adjudicarse las funciones relativas al ordenamiento vial y al transporte en sus respectivas demarcaciones; significaba, entre otras consideraciones, el reconocimiento y certificación de la mayoría de edad de la institución municipal, porque también se le reconocía la responsabilidad de normar el crecimiento urbano de sus centros de población. Nótese que, además, le correspondía atender la seguridad pública.

El crecimiento poblacional y las transformaciones derivadas del desarrollo económico provocaron cambios en la estructura social. Los índices de inseguridad se elevaron sustancialmente y el comportamiento de las nuevas generaciones obedecía, entre otros factores, a la pérdida de valores.

Las nuevas condiciones sociales obligaron al gobierno a tomar cartas en el asunto relativo a la seguridad pública. La intención se concretó en 1994 con las reformas a los artículos 21 y 73, fracción XXII, de la Constitución General de los Estados Unidos Mexicanos, que abogaron por una nueva visión del Federalismo en materia de Seguridad Pública, al concebirla como una función a cargo de la Federación, del Distrito Federal, de los Estados y de los Municipios, es decir, de todo el Estado Mexicano.

Como consecuencia de este proceso legislativo, el nuevo marco normativo permitía articular programáticamente las acciones punitivas con las políticas públicas implementadas para el combate a las causas generadoras de la patología social, que son el caldo de cultivo de conductas antisociales propiciadoras del delito.

Así lo determina el párrafo III del Articulo 3°, de la Ley General que establece las Bases de Coordinación del Sistema Nacional de Seguridad Pública (Reglamentaria del artículo 21), cuando dice que: “El Estado combatirá las causas que generan la comisión de delitos y conductas antisociales y desarrollará políticas, programas y acciones para fomentar en la sociedad valores culturales y cívicos, que induzcan el respeto a la legalidad.” Esta es la base que fundamenta las acciones del gobierno en materia de prevención del delito.

Por estas reformas se crearon en el país el Consejo Nacional de Seguridad Pública y los correspondientes Consejos Estatales de Seguridad Pública, así como sus equivalentes en los municipios. Serían los órganos para coordinar, planear y supervisar el Sistema Nacional de Seguridad Pública en sus respectivos ámbitos de gobierno. El paradigma era hacer realidad lo prescrito en el artículo 21 constitucional: la coordinación, planeación y supervisión del Sistema Nacional de Seguridad Pública en sus espacios concernientes.

Pero la realidad nos ha demostrado, una vez más, que nuestro país camina por sexenios, por lo que, obviamente, ningún plan o programa pueden aterrizar con éxito, tal vez porque despegan durante el ejercicio y cuando deben concluir el vuelo la pista ya está ocupada.

De allí la inestabilidad en las decisiones de gobierno. Ahora se pretende dar marcha atrás al proponer una policía unificada y reincorporar la función de tránsito al centralismo del pasado. Para sustentar el motivo se arguyen pretextos de inseguridad pública, cuando la situación que priva se debe a falta de voluntad para resolver los problemas. Parece conjetura reduccionista y hasta simple, pero si quienes deben asumir su responsabilidad de gobernar no cumplen a cabalidad con el encargo nunca resolveremos nada a favor de México.

Verdad de Perogrullo en México es la existencia de buenas leyes que no se aplican, y la muestra es que la reforma de 1994 al 21 constitucional aspiraba formar a formar una policía federal, estatal y municipal cuya conducta fuera inspirada por la “legalidad, objetividad, eficiencia, profesionalismo y honradez y respeto a los derechos humanos”.

De aquel año a la fecha se han gastado miles de millones de pesos para alcanzar el mandato de la ley. Juzgue usted si se han cumplido los requisitos anotados. Sabrá entonces que por eso estamos como estamos.

alfredobielmav@hotmail.com
Octubre 2009







CIUDADANÍA CATALEPTICA

Por Alfredo Bielma Villanueva


Desde el punto de vista de una investigación sociológica, orientada a descubrir el grado de desarrollo político alcanzado en nuestro país a partir de la alternancia en la presidencia de la república y de la interrupción de la hegemonía priísta en el mando presidencial, bien pudiérase colegir que hemos avanzado en algunos rubros, el desplazamiento del excesivo poder presidencial, por ejemplo; aunque, por otro lado, mantenemos un bajo nivel de participación ciudadana en los asuntos públicos y no pocos de quienes detentan el poder se resisten a abandonar los viejos procedimientos que por ser represivos inhiben el avance democrático.

La indumentaria blanca, la capucha del mismo color y en alto la amenazante antorcha inflamada decoraban la imagen del terrible Ku Klux Kan, un primitivo grupo de blancos reaccionarios y violentos, adversos a la igualdad racial en los Estados Unidos, que intentaban evitar con una sangrienta confrontación verificada a mediados del siglo XX. Sin embargo, ése eructo social represivo no impidió aquél valiente rugido: “No me preocupa el grito de los violentos, de los corruptos, de los deshonestos, de los sin ética. Lo que más me preocupa es el silencio de los buenos”. Tal dijo Martin Luther King cuando heroicamente lideraba la cruzada por la Ley de Derechos Civiles y la Ley de Derecho al Voto para los de su raza. Visión, lucha y sacrificio nada estériles, pues 50 años más tarde ha sido un sueño felizmente alcanzado con la llegada de un individuo “de color” a la presidencia del país más poderoso del orbe.

En México estamos a punto de celebrar el bicentenario del grito de Dolores y el centenario de la Revolución Mexicana, sin que hayamos alcanzado avances sustantivos, que justifiquen el gran jolgorio con el que pretendemos recordar a Hidalgo, Morelos, Guerrero, Juárez, Zapata, Madero, Villa, Filomeno Mata, Ricardo Flores Magón y hasta a Carranza y a los sonorenses de Agua Prieta. Por asociación de ideas, recordamos que a tan sólo dos décadas de que el priísmo celebre el centenario de su nacimiento, los logros para la nación no son lo magnífico que debían ser y van acompañados con un lamentable sentimiento de frustración, si comparamos nuestros pírricos avances en lo económico y lo político con lo alcanzado en los Estados Unidos, China, Japón, España, por ejemplo.

Durante los años de la dictadura porfirista, el grupo de élite conocido como los “científicos” utilizó el falaz argumento que pregonaba la incapacidad del pueblo para elegir a sus gobernantes, una tarea a la que estaba avocado el Dictador pues “faltaba pueblo político”, según sugerían sofísticamente. Cien años después, tal parece que seguimos en las mismas y para comprobarlo basta con observar el comportamiento político de quienes ejercen el poder en cualquiera de las aldeas, feudos o estados, que cualquier denominación encaja.

En Veracruz, por ejemplo, asistimos a un singular caso en el que a trasmano de un Partido se le niega a la ciudadanía el derecho a elegir a quienes desean y no pueden competir en igualdad de circunstancias. Ello sucede porque al privilegiar a uno, otorgándole todas las facilidades, por otro lado se inhibe a quienes teniendo aspiraciones y méritos suficientes se les coopta o se les margina.

¿Quién en su sano entendimiento pudiera intentar siquiera discutirle al diputado Javier Duarte su inalienable derecho a aspirar a gobernar su estado?, una apetencia muy legítima. Tampoco sería dable reñirle al gobernador del estado su intención de hacer que la sucesión recaiga en uno de sus adláteres, ni modo que propusiera a un adversario. Pero en todo caso es discutible el que se produzca el lamentable escenario en el que uno haga campaña con holgura de recursos, ensabanado en un baladí pretexto de engaña bobos, mientras a otros se les constriñe la oportunidad para manifestarse. Esto que lo permita la militancia priísta, si a bien lo tiene. Además, ¿por qué intentar hacerle creer a la ciudadanía que la gira de un precandidato, acuerpado por algunos de sus pares, tiene como fin defenderla de un mal gobierno y subrepticiamente, en base a ése cuento, hacer campaña al margen de lo que la ley establece? Pero, ¿y si a pesar de todo no crece?
Se entiende que es poco lo que se puede cambiar mientras buena parte de la clase política se integre por individuos cuya actividad está relacionada de alguna manera con el gobierno, de cuya autorización o desautorización depende en gran medida el éxito o el fracaso de la empresa, concesión, negocio o despacho. En la gama anterior están englobados contratistas, proveedores, dueños de taxis, transportistas, de escuelas, comunicadores, etc. a quienes se les tiene tomada la medida y basta con un solo gesto para mantenerlos a raya, es decir, sujetarlos dentro de los cánones establecidos por un manejo patrimonialista del poder.

Si bien no está en la actitud de la generalidad de los políticos la primicia de sobreponer los escrúpulos a las ambiciones de poder, hay ocasiones en la vida de los pueblos en las que bien valdría la pena ensayar tirar un poco del lastre indigno que recubre a algunas de sus actitudes, escrito sea con todo respeto.

De Centenarios y de Bicentenarios hablamos y nos adornamos para los próximos festejos, sin tomar cabal conciencia del vacío de su significado. Porque si los “científicos” de hace un siglo hablaban de la inexistencia de un “pueblo político” para justificar al Porfiriato, en los tiempos que corren, algunos políticos de hogaño se comportan como si la ciudadanía mexicana aún permaneciera en estado cataléptico, somnoliento, aletargado, haciendo las veces de un gran rebaño político que, a juzgar por su prolongado silencio, permanece en el limbo de la participación, o peor, de la sumisión política. Algo parecido al citado “silencio de los buenos”, de Martin Luther King.

Con la honrosa categoría de “ciudadano” que la Revolución Francesa rescató para el individuo de occidente, éste fue liberado de su condición de súbdito medieval. Lastimosamente el vasallaje persiste, sobrevive y está profundamente arraigado en el costumbrismo político mexicano. Aunque usted no lo crea.

alfredobielmav@hotmail.com

Octubre 2009




PEREGRINO POLÍTICO

Por Alfredo Bielma Villanueva



Realmente es difícil que pudiera pasar desapercibida una visita del ex presidente Carlos Salinas de Gortari a la entidad veracruzana, adonde llegó bajo el pretexto de haber sido invitado a dar una conferencia para empresarios. Atender exclusivamente al detalle de lo que dijo en su exposición sería quedarnos en la superficie de lo que objetivamente significa su presencia, sin glosar lo que en renglón aparte dijo a la prensa. En un país como México, cuyo futuro se mide por sexenios, a tres años de la sucesión presidencial nada de lo que ocurra entre la clase política puede ser una casualidad. Menos tratándose de un político de la talla de Salinas de Gortari.


De lo que éste dijo habrá que buscarle el fondo y desbrozar las mentiras, porque dijo muchas, lo cual no es raro en un político de su perfil con elevada dosis de perversidad e inteligencia. Sólo como un ejercicio, y no precisamente de terapia ocupacional, valdría la pena recordar algunas de sus afirmaciones relativas al Estado de Veracruz.


El día en que tomó posesión de su cargo Patricio Chirinos, por razones de la agenda presidencial el 30 de Noviembre de 1992, desde el balcón del Palacio de Gobierno de la capital veracruzana, el dilecto amigo del flamante gobernador, el presidente de la república, anunció a los veracruzanos congregados en la Plaza Lerdo que Veracruz tendría “en los hechos el firme apoyo de su amigo, el presidente de la República (…) yo ya he señalado que vamos a reafirmar el apoyo del gobierno federal a favor del desarrollo de Veracruz. Ése es el compromiso y lo vamos a hacer realidad” (El Ocaso del Camaleón, p. 240). Salinas terminó su periodo presidencial y los veracruzanos nos quedamos esperando las grandes obras, que por supuesto jamás se hicieron realidad.


Dos años más tarde, ya a punto de entregar el mando a Zedillo, Salinas vino a Minatitlán y a Coatzacoalcos, el 11 de noviembre de 1994, (justo dos días antes de la jornada electoral en la que se elegirían a los nuevos alcaldes veracruzanos), para inaugurar en “La Cangrejera” el Parque Industrial Celanese Mexicana, Fertilizados y Productos Agropecuarios, Tereftalato y Agro nitrogenados; en ésa oportunidad enfatizó: “(…) hoy, con convicción y firmeza declaro: Patricio Chirinos tiene mi pleno reconocimiento por su trabajo excepcional. Veracruz tiene un gran futuro bajo la conducción del gobernador Patricio Chirinos”. Compárese ese dicho con el referido al actual gobernador y concluiremos que Salinas de Gortari hace ciertas declaraciones utilizando un “machote”, que lo mismo emplea en Veracruz o, como lo acaba de hacer en su reciente vista a Oaxaca, en donde con similares términos el “alabado por el señor” fue el gobernador Ulises Ruiz.


Ahora, el entusiasta impulsor del ingreso de México a la economía globalizada, regida por el Consenso de Washington (léase, “la matriz del neoliberalismo”), viene al puerto de Veracruz a decirnos que “El Liberalismo Económico se impartió en México a partir de 1995, y nos ha llevado durante más 10 de años a lo que se ha llamado en los medios internacionales la Década Perdida, así que no ha sido bueno para el país y ha creado condiciones para que la recuperación económica se dificulte”. Independientemente de que haga uso de su libertad para decir las cosas, no se vale argumentar a mansalva con tantas mentiras, y de paso faltarle el respeto a la inteligencia ajena.


Es muy difícil saber con precisión las verdaderas razones de su visita a Veracruz, sólo Salinas y el Gobernador saben el fondo de las motivaciones. Pero no está por demás recordar que el expresidente ha estado recorriendo el país visitando gobernadores priístas, y ya no es un secreto el rumor acerca de que está operando la sucesión en favor del actual gobernador del Estado de México. En esa tesitura, lo mismo pudo haberle sugerido al gobernador veracruzano amplias posibilidades para su causa, o bien que calmara sus ímpetus proselitistas, en virtud de la requerida unidad en el PRI y que “no se hagan bolas” porque el arroz se está cocinando en el fuego de otro hogar. Esto es una especulación más, pero bien pudiera encajar dentro de lo posible.


No han transcurrido muchos días desde que Salinas visitó la capital oaxaqueña. Allá se reunió con el gobernador Ulises Ruiz, quien, según las noticias locales, presentó al expresidente a uno de los precandidatos al gobierno estatal, obviamente del PRI. Coincidió la estancia de Salinas en la vieja Antequera con un recorrido que por esos días hacía Andrés Manuel López Obrador por la Sierra Madre del Sur. Una semana más tarde, López Obrador visitó Veracruz en donde, interrogado sobre la sucesión por el PRI, dijo que el bueno era “ masculina Enrique Peña Nieto” (sic), apoyado por Salinas y que el gobernador de Veracruz era para estos efectos “un actor secundario”, (lo que por cierto le valió una anodina respuesta del dirigente formal del priísmo veracruzano).


Sea lo que fuere, en términos del bienestar veracruzano, indudablemente que convendría a nuestro Estado un presidente de la república originario de estas feraces tierras. Miguel Alemán Valdez y Adolfo Ruiz Cortines desempeñaron ese cargo en forma consecutiva en el siglo pasado. Con Alemán llegaron a México las grandes obras; antes de él había sólo diques, después de él las grandes presas. Pensar y hacer en grande fue su principal divisa. Con Adolfo Ruiz Cortines se continuaron algunas de las obras iniciadas por su antecesor y su gran legado vive en el pensamiento político nacional como un paradigma, pues la honestidad en la función pública se ha convertido en un deber ser, en un ideal aparentemente difícil de alcanzar en la política mexicana.


Pero de buenos deseos está empedrado el camino a la felicidad. Con diversos matices, en Veracruz hemos tenido buenos gobernadores, más de uno ha dejado huella imperecedera de su paso por Palacio de Gobierno. Desde la sapiencia para gobernar que mucho distinguió a Murillo Vidal, hasta el áspero comportamiento pero de constructiva labor de Acosta Lagunes, a quien se debe la infraestructura que impulsó a la modernidad la conurbación Veracruz- Boca del Río, y que Dante Delgado consolidó para hacer realidad el polo de desarrollo turístico e inmobiliario en que se ha convertido ésa zona. Dante aprovechó el programa de Solidaridad y pobló de banquetas, pavimento y luminarias los pueblos y ciudades veracruzanas. Alemán Velasco construyó cerca de 500 puentes y acercó más a Xalapa con Veracruz-puerto. El gobierno de Fidel Herrera ya pronto podrá ser evaluado con seriedad y veremos el resultado real de su gobierno. Pero, para bien de los veracruzanos, qué más quisiéramos que se superaran todos lo índices de construcción, acaso con un presidente veracruzano.


El asunto es que el periplo de Salinas por tierras veracruzanas levantó polvo y dejó un fuerte olor a azufre; todo por la propensión muy mexicana de especular en torno a temas políticos. La visita y dichos de Salinas, sin restarle la importancia que indudablemente debe tener para los priístas, es para consumo de los iniciados y más pronto que tarde se conocerán los motivos del lobo. ¿Para qué adelantar vísperas si el futuro es hoy?


alfredobielmav@hotmail.com

Octubre 2009