EMPIRISMO Y POLÍTICA

Alfredo Bielma Villanueva



El hábito no hace al monje, dice un conocido refrán que se ajusta a la medida de quienes pretenden hacer creer que, por ser candidato de un partido determinado, al alcanzar el poder conducirá sus acciones según la Declaración de Principios y el programa de acción del partido al que eventualmente pertenezca. Sin duda, un interesante tema para la reflexión, del que la Ciencia Política se ocupa al analizar la interrelación que existe entre el individuo y el ambiente cultural en el que se desenvuelve y el grado de desarrollo político alcanzado.


Pero no es necesario acudir a ninguna clase de teoría psicológica o política para someterlo al análisis; en nuestro ámbito existe una diversidad extraordinaria de ejemplos a partir de los cuales se pueden sacar conclusiones válidas y nada apriorísticas. Si a dos gemelos se les separa y son educados en culturas diferentes, la sangre que corre por sus venas no será determinante en su conducta ni los hará de pensamiento idéntico ni será similar la manera en que enfoque la realidad que los circunda. En cambio actuarán según los patrones culturales que su entorno y la educación les hayan inculcado. Si por alguna razón se volvieran a juntar, a parte del parecido físico, habrá entre ambos tal diferencia de criterios y de conductas que de inicio haría difícil su convivencia.


Es la fuerza de la educación y la cultura la que une a un pueblo y construye una nación, a ella se debe que en la concepción de sus proyectos de vida la conducta de los individuos no sea radicalmente distinta en un país, aunque piensen diferente por razones ideológicas, condición económica y variantes culturales.


En lo que corresponde a las instituciones, estas son el reflejo del sistema o régimen político en el que se desempeñan y del cual son su producto, a la vez que mantienen con él una relación de interdependencia en la que mutuamente se condicionan. Así sucede con los Partidos Políticos, cuya razón de existir y de ser guarda relación directa con el Sistema Político y, por supuesto, con la militancia que los mueve, no podría ser de otra manera pues son la consecuencia de un fenómeno social.


Con estos antecedentes no es difícil explicarnos la conducta de quienes operan el régimen y los partidos políticos, es decir, los políticos. Como en el ejemplo de los gemelos, no podríamos esperar que un político israelí se comporte de igual manera que uno Italiano; o que un político mexicano se conduzca como lo haría un Inglés. Si bien habrá rasgos comunes a su desempeño como, por ejemplo, el uso nada ocasional de ambigüedades y hasta la mentira u ocultar estratégicamente los pasos a seguir para alcanzar un objetivo, de cualquier manera la gran escala de los valores vigentes en el contexto social es la que va a condicionar la actitud de cada cual.


Esta es la razón por la que observamos conductas análogas en nuestros políticos, independientemente del partido al que pertenezcan. Por esto es que vemos a un político nacido en un partido y emigrado a otro actuar con la misma rutina en una como en otra organización.


¿En qué difieren las conductas de los alcaldes panistas y de los alcaldes priístas? ¿Son acaso diferentes los políticos panistas de los políticos priístas, convergentes o perredistas? No, a pesar de militar en Partidos que enarbolan tesis ideológicas diferentes. Porque, aunque con ligeras variantes, todos han emergido del mismo seno cultural en el que un valor paradigmático es la búsqueda insaciable de la riqueza material como sinónimo de éxito. Si gozas de fortuna eres un hombre de éxito, cualquiera que sea la forma, lícita o no, en que aquella se haya conseguido.


Otro denominador común son los modus operandi del político mexicano. Tomemos como caso concreto el de la guerra de los colores rojo y azul que se planteó en el carnaval jarocho, convertido en arena política por los diversos actores; nos servirá de referencia un dato histórico: En 1974, durante la campaña proselitista del lic. Rafael Hernández Ochoa para alcanzar el gobierno de Veracruz, el Partido Popular Socialista se adhirió a esa candidatura. Su táctica de apoyo consistió en abanderar a cinco o diez de sus prosélitos con sus emblemas solferinos y colocarlos estratégicamente en los nutridos mítines organizados para recibir al candidato priísta. La impresión que causaban era la de que ellos, los del PPS, contribuían con buena cantidad de gente para abultar la recepción. Pero a nadie engañaban, mucho menos al candidato; sin embargo era un valor entendido que a nadie dañaba y a todos dejaba contentos.


En la actualidad sucede lo mismo, aunque con ligeras variantes. Es igual porque la guerra de colores y sus protagonistas, aparte de provocar hilaridad se hace por proselitismo, y es diferente porque ahora los ánimos están caldeados y hay fuerte competencia por el poder que unos tienen y desean conservar y otros lo pretenden para su causa y en asuntos del poder, como se decía en los tiempos más álgidos de la revolución Cubana, “el poder no se entrega ni se comparte, se defiende con las armas en la mano”. ¿Tendrá la guerra de los colores algo que ver con la ideología? Obviamente no, pues no alcanza a pasar de una pugna entre dos grupos de actores del prisma veracruzano cuyo único objetivo es la conquista del poder.


La ideología es expresión que refleja las condiciones materiales de la estructura económica de una sociedad, decía Marx, y está en toda actividad que el individuo realiza; la política no podía ser la excepción. Casualmente todo Partido Político tiene que presentar para su registro, aparte de sus estatutos y su programa de acción, su declaración de principios. Un formulismo que se queda en esa primera instancia, porque en la práctica debe sujetarse a la realidad imperante y esta dice que en México, en los tiempos que corren, la ciudadanía que vota no se orienta, como teóricamente debiera ser, por los principios postulados por uno u otro partido.


Finalmente es la práctica política la que prevalece ¿El asunto de las despensas descubiertas enterradas en el municipio de Alvarado es tan grave como para levantar la alharaca desatada en contra del alcalde panista? ¿Es privativo de los panistas esta clase de procedimientos? ¿Qué es peor, el asunto de las despensas enterradas o el presunto homicidio del que se acusa al alcalde de Las Choapas? ¿Y qué de la sindica de Minatitlan acusada del homicidio cometido en contra de la humanidad de su esposo? En todos los casos, después del ruido mediático, el alboroto quedó atrás, se distrajo la atención ciudadana y de nuevo todo en calma. Pan y circo es la divisa.


El diputado René Chiunti en su propuesta para la creación de una comisión investigadora de las despensas alvaradeñas expresa: “en mi calidad de diputado manifiesto mi rechazo total y absoluto a este acto de mezquindad, arbitrariedad, negligencia y a la insensibilidad social”. Es la actitud política de un legislador priísta ante una grave acción de un alcalde panista. ¿Actuaría de la misma manera si aún militara en el PAN, partido por el que fue alcalde de Cosamaloapan? Ante su airada indignación sus antiguos correligionarios le recordaron que hay una denuncia en su contra por un presunto entierro de despensas atribuido a su administración. En este caso, como en muchos más, la incongruencia no es privativa de un determinado militante partidista sino de un tipo de político que confía su actitud al hecho de que “el pueblo no tiene memoria”, cuestión que en cosas de política se contradice con el refrán que reza: “al violador se le olvida el agravio pero a la preñada nunca”.



Febrero 2007








PRI: ¿BEATRIZ O JACKSON?
Alfredo Bielma Villanueva


Para aderezar el comentario sobre la elección del nuevo dirigente priísta nacional, nada más elocuente que la historia: el general Francisco R. Serrano era considerado el sucesor natural de Calles en la presidencia de la república; así lo había decidido el general Obregón antes de que lo atacara la fiebre reeleccionista. Inconforme y molesto por el viraje Serrano visitó a Obregón en junio de 1927 para enterarlo que de todos modos él buscaría la presidencia. Francisco Serrano a Obregón: ¡Bueno General, ya sabe usted que vamos a una lucha de caballeros! Obregón a Serrano: “Yo te creía inteligente Serrano, si en México no hay lucha de caballeros, en ella uno se va a la presidencia y el otro al paredón” En octubre de aquel año la dramática advertencia de Obregón se cumplió en Huitzilac, en donde Serrano fue ejecutado junto con trece de sus partidarios por ordenes del gobierno callista.

Para entonces, buena parte de los militares más sobresalientes del movimiento armado había pasado a mejor vida, inducido este tránsito por la vía de la eliminación física. Después del trágico suceso de “La Bombilla”, desaparecido Obregón, que era el verdadero poder tras deL trono, ya sin esta pesada sombra del caudillo, a Calles se le facilitaron las condiciones para entronarse en la cúspide política.

Con indiscutible visión y conocimiento del panorama nacional se fundó el Partido Nacional Revolucionario, creado desde el poder para retener el poder, utilizado como instrumento para la transición pacífica entre los rescoldos de la lucha armada y la instalación en el poder por la vía institucional de la clase política triunfadora. Mediante el PNR se mantuvo el control del gobierno en manos de un reducido grupo de individuos, integrados en torno al promotor de la idea unificadora, el sobreviviente de Obregón, Plutarco Elías Calles, al que señalaron como el “Jefe Máximo”, factor determinante de la integración y del rumbo gubernamental.

Una vez establecido en el poder el PNR se afianzaron los mecanismos de control localizados en las Cámaras del Congreso Federal, en los caciques y en los gobernadores de los Estados. Su primera experiencia fue la escaramuza política en la que se desechó al “favorito” Aarón Sáenz como candidato a la presidencia, para poner en su lugar al maleable Pascual Ortiz Rubio. Mejor estructurado seis años después y con pleno control, en 1933 Plutarco Elías Calles decidió la candidatura del General Lázaro Cárdenas a la Presidencia, frustrando las esperanzas de su entrañable amigo y leal seguidor Manuel Pérez Treviño. Cárdenas inicia su gobierno copado con gentes adeptas al “Jefe Máximo”.

El presidente Lázaro Cárdenas, para hacer frente al desaforado callismo, integró organizaciones de obreros (CTM), campesinos (CNC), maestros (SNTE), empleados federales; obtuvo la adhesión del Partido Comunista Mexicano y de los sindicatos que este controlaba. Sobre esta base política “El Tata” Cárdenas fincó su plataforma ideológica para transformar al PNR, la expresión callista, en Partido de la Revolución Mexicana. Esta nueva organización fue utilizada por el presidente para controlar, aglutinándolos, a la clase política, a los intelectuales, a los militares y a los trabajadores de las diversas ramas productivas. Con este respaldo pudo manejar los conflictos derivados de la expropiación petrolera y maniobrar para su sucesión a favor de Ávila Camacho, un militar moderado que templaría los caldeados ánimos que la actividad revolucionaria del cardenismo había levantado en el país.

La capilaridad de mandos entre las organizaciones de este nuevo partido (PRM) con la institución presidencial y la ascendencia de Cárdenas sobre la milicia sirvió para desactivar el peligro electoral que representó la fuerte candidatura oposicionista de Juan Andrew Almazán a quien, derrotado por la vía política, se le desalentó para que no intentara la ruta armada.

El gobierno de Manuel Ávila Camacho se caracterizó por atenuar los ímpetus revolucionarios del cardenismo. La economía repuntó por efectos de la segunda guerra mundial y proporcionó seguridad a la incipiente clase empresarial del país, buena parte de ella surgida de la clase política, beneficiada por prebendas y sus arreglos con el sector público. La relativa estabilidad económica se reflejó en el ámbito político con la transformación en 1946 del Partido del Gobierno (PRM) en Partido Revolucionario Institucional (PRI) que, además, coincidió con el arribo de una nueva clase política al escenario nacional.

Con Miguel Alemán Valdez a la cabeza, este partido y la nueva clase gobernante, cultivada en las aulas universitarias tenía, por inercia o por convicción, la consigna de preservar el pensamiento de la Revolución Mexicana y mantener entre sus objetivos prioritarios la Reforma Agraria, la defensa obrera, la Justicia Social, la Educación Pública gratuita y laica; el Municipio Libre, la separación del Estado y la Iglesia; la Economía Mixta. Principios que permanecieron en el lenguaje oficial, aún varios lustros después de pasada la primera mitad del Siglo XX mexicano.

En la década de los ´60 los reclamos sociales hicieron explosión violenta obligando al gobierno a abrir los cauces políticos a través de los cuales se manifestaran las expresiones de inconformidad, sin poner en riesgo la estabilidad institucional. Por esta razón, el gobierno del Presidente López Mateos reformó en 1963 la Constitución Política para dar cabida a la figura de Diputados de Partido, que además sirvió para dar carta de legitimidad a las elecciones de Estado.

A los diputados de partido los innovó la Reforma de López Portillo al crear la figura de diputados electos por el principio de representación proporcional que expresan la pluralidad política nacional, aunque nada tiene nada que ver con el crecido número de legisladores que ya representan una onerosa carga para el erario. Con este estímulo normativo se propició la creación de nuevos partidos que ampliaron el abanico de opciones que a su vez motivó a participar a la ciudadanía para que decidiera el destino del país por la vía pacífica del voto.

Con el cataclismo priísta de 1987 cuando la “corriente democrática” escindió al Partido, exhibiéndolo al mismo tiempo como un instrumento para la instauración del neoliberalismo en México, su estructura empezó a resentir golpes demoledores como la elección federal de 1988, que desencadenaron los acontecimientos electorales que dieron fin a la hegemonía del PRI en el ámbito político nacional. Con todo lo negativo de estos sucesos para el PRI, lo peor resultó cuando este partido no pudo, no supo o no quiso ajustarse a los nuevos tiempos políticos y económicos.

De ser un Partido auspiciado por el Estado de Bienestar, promotor de la economía mixta. De postulante de la intervención del Estado en la rectoría económica del país, defensor apasionado del ejido, intransigente en la idea de la separación del Estado con la Iglesia, la Educación laica, etc. pasó de pronto a la economía globalizada del Tratado de Libre Comercio, al llamado neoliberalismo social, al privatizador de las empresas propiedad del Estado y del ejido. Ambas, posiciones políticas diametralmente opuestas, fueron avaladas por el PRI, con las dos contemporizó, con su misma estructura, sus estatutos y su declaración de principios intocados. En estas condiciones obviamente hubo desfases entre la forma y la realidad y esto le impidió tomar conciencia de que esta ya había cambiado.

Una realidad en la que la exigencia ciudadana presionaba al gobierno para instalar instituciones que otorgaran confiabilidad a los procesos electorales. Un gobierno que encontró campo fértil en los diputados de su partido para hacer las reformas, tan necesarias para la gobernabilidad. Pero a la vez un gobierno que no supo reestructurar a su partido para ponerlo al día. Una ciudadanía cansada del fraude electoral y de las crisis económicas. Un Partido necesitado de línea que, huérfano ya, se debatió en la vacilante pero contundente “sana distancia” de un Presidente que nunca fue priísta y que lo entregó al destino manifiesto de la modernización. Al fin, la economía globalizada no era concebible con el PRI en los Pinos. Vino la debacle, el desconcierto y ciertos aires de supuesta recuperación lo resucitaron con eventuales triunfos electorales, a los que no se les dio una lectura correcta.

Una nueva elección presidencial se perdió y puso al PRI en la tercera posición en la arena política nacional. Ahora sufre antagonismos internos porque el domingo 18 de febrero este partido se juega una vez más su destino. Ya no es la lucha por revivir los días de vino y rosas de la hegemonía, no, ahora el desafío es por la sobrevivencia ya no del Partido sino de la franquicia. Padece también los síntomas de la edad pues requiere de apoyos porque sólo ya no puede; sin coalición, alianza o candidatos comunes resulta difícil imaginar su tránsito hacia la victoria.

Pero dentro de lo dramático de su crisis existencial el PRI tiene militancia y tiene historia que rescatar. Beatriz Paredes posee el talento, la experiencia, la voluntad y los atributos para sacarlo adelante y situarlo en el nuevo escenario multipartidista como una institución de centro izquierda, nacionalista y revolucionaria. Aunque, como el Jesús de los últimos días, tendría la ingente tarea de expulsar del templo a los mercaderes, y después ¿con quien se queda? Allí está el gran nicho de la juventud mexicana, en el campo, en los talleres y en las universidades, quien se atreva a entrar a estas como político y convenza allanará el camino para formar la nueva clase dirigente que este país necesita.



Febrero 2007







TRANSFUGUISMO POLÍTICO

Alfredo Bielma Villanueva




Con frecuencia se escucha decir, o de escriben, ácidos comentarios acerca de los políticos y de la política; la reiteración seguramente se debe a que todo en la vida social tiene que ver con la cosa pública y, por supuesto, con quienes la hacen posible. La sentencia original de Aristóteles es la de que el hombre es un animal social, luego entonces la derivación hacia lo político es una secuencia lógica.


El más superficial de los observadores podrá colegir que es prácticamente imposible para el hombre abstraerse de la vida en sociedad razón de ser de su existencia, como tampoco podría sustraerse de lo que significa la política en su diario acontecer. Es válido por tanto reflexionar acerca de lo abstracto y de lo concreto en que se convierten para el análisis, en este caso, respectivamente la política y el político. También es permitido elucubrar acerca de la clase gobernante, de la elite política y de su composición así como de las motivaciones que incitan al individuo a desempeñarse en la arena política de su pueblo, municipio, estado o nación.


Debido a que el universo político es bastante amplio, en su disección se puede apartar un capítulo cuya comprensión es fácilmente digerible debido a su permanente actualización y porque es uno de los fenómenos más destacados del acaecer mexicano y del veracruzano en lo particular: el transfuguismo político Habrá que empezar por reconocer que la emigración de políticos de uno a otro campo es sólo aparentemente un producto de nuestro tiempo, pero en un rápido repaso de constancias históricas concluiremos que es una acción, más que habitual, reiterada en el individuo que busca el poder. No es un fenómeno nuevo, es simplemente pragmatismo político.


Durante la hegemonía del PRI como partido del gobierno, en el gobierno, quien deseaba participar en la cosa pública no encontraba otra alternativa más que adherirse al Partido Revolucionario Institucional, circunstancia muy propia de un régimen monocrático. Para el ingreso no era necesaria, como tampoco ahora, una confesión de fe revolucionaria, mucho menos había pruebas de aptitud (es evidente que ahora tampoco), bastaba con el deseo de ser político. Entonces no había más que una clase política, la adepta por necesidad y acaso por convicción al PRI, que era el conducto idóneo para acceder al poder. El Partido Acción Nacional, cuya estructura y militancia era débil no atraía fácilmente a nuevos adherentes pero configuraba una decorosa oposición al lado de los partidos denominados paraestatales, el PPS y el PARM.


Por la anterior razón, en la elección municipal veracruzana de 1973 los militantes del PRI que decidieron apartarse momentáneamente de sus filas para participar como candidatos de oposición formaron sus propios partidos, como sucedió en Coatzacoalcos, en Acayucan y en Papantla. Otros, los de Poza Rica y Pánuco se acogieron a las siglas del Partido Popular Socialista. Todos le ganaron la elección a su ex partido, al cual se reincorporaron sin mediar sanción alguna una vez convertidos en alcaldes. Esa actitud de emigrar a la oposición la tomaron una y otra vez subsecuentes aspirantes en diferentes municipios y con asombrosa regularidad triunfaron contra su alma mater política. También una y otra vez regresaban al redil priísta.


El fenómeno perdura en nuestros tiempos, con una variante que debe preocupar aún más al PRI: el que se va ya no regresa, asestando un doble golpe a su ex partido. Primero porque lo priva de su militancia y segundo porque va a engrosar las filas del adversario. Las consideraciones valorativas acerca de que una militancia así no conviene ni es deseable, alegando la lealtad como primicia de pertenencia, no pesan en la realidad porque quien se va y triunfa adquiere poder y, en la práctica, éste es el que cuenta por las implicaciones de carácter burocrático, financiero y político.


La política pura ha cedido el paso al realismo político, desprovisto del recubrimiento ideológico que teóricamente debe tener todo partido; es una acción común y no es difícil observar cómo cada uno de estos supedita su crecimiento a la indiscriminada aceptación de una militancia sin afinidad ideológica.


Sabemos que el Poder es como una mansión ocupada sólo transitoriamente por el ganador del momento y que en México sería indistinto, como lo fue, el que llegara un representante de PRI o del PAN a la presidencia de la república. Habrá quien del Revolucionario Institucional salte de inmediato ante esta aseveración, que considerarán hasta ofensiva; bastará para calmarlo con recordarle que el proyecto económico actual del PAN es el mismo que los últimos tres presidentes priístas consolidaron.


Pero también en la llamada izquierda se hacen torbellinos de confusión ideológica y de práctica política. Independientemente de la permanente guerra en que se debaten las sectas que la integran ahora juegan también al pragmatismo y fomentan el transfuguismo. Resulta que amenazan con hacer su candidata al gobierno de Yucatán a la señora Ana Rosa Payán, una excelsa representante de la extrema derecha mexicana, militante del Yunque. En la incongruencia en que se debaten, el señor Jesús Ortega quiere justificarse declarando que “Ahora los defensores de nuestra pureza ideológica hoy, son los que nos acusaban antes de estrechos y de dogmáticos, son los mismos. Me estoy refiriendo a analistas y a periodistas que ahora se han convertido en defensores de nuestra pureza ideológica”. Vaya cachaza ideológica de una clase política cuya única consigna, al no tener oportunidad de triunfar, es la de desbarrancar al más fuerte, sin importar quien obtenga el poder.


Mientras los “grandes” se desgarran internamente, en Veracruz, un partido a semejanza de la hormiguita del cuento, con laboriosa enjundia teje día a día su futuro más próximo. Convergencia, el más versátil de todos, se presta a ganar el mayor número de alcaldías y diputaciones de su historia. No padece ataduras históricas que lo detengan y su aún reciente incorporación a la arena política coadyuva a evitar que en sus filas haya tránsfugas y, a su vez, le permite cachar a los que de afuera vengan con perfil ganador y enriquecer así su alforja electoral. Tiene a su favor, en el ámbito de lo formal, la también relativa identidad ideológica con el PRI y con el PRD. Aunque en estos tiempos de realismo político, a nadie extrañaría una eventual alianza con el PAN.











Febrero 2007

PERSEVERANCIA

Alfredo Bielma Villanueva


“Nunca segundas partes fueron buenas”, dice la conocida sentencia que, como todas las de su tipo, expresan la sabiduría popular. Pero si a la sabiduría popular nos referimos también hay otro refrán que reza que “nadie experimenta en cabeza ajena”; este último dicho me recuerda al sentido común, que paradójicamente es “el menos común de los sentidos”.

Saber interpretar el pensamiento de las masas no es asunto de sabiduría porque, para empezar, habrá que descubrir si estas tienen pensamiento. No es lo mismo una expresión popular, o echa popular porque el pueblo la haya hecho suya. Sería la diferencia entre “famoso” y “popular”, que pareciéndose no son lo mismo.

La reflexión viene a cuento a propósito del programa radiofónico que la candidata perdedora del PRI a diputada federal en las elecciones de julio pasado ha inaugurado en una escuchada radiodifusora del puerto de Veracruz. Nadie ignora que ella busca ser de nuevo candidata, en esta ocasión para diputada local. Es una aspiración muy legítima, dada su condición de ciudadana veracruzana; aunque la fuente de los recursos por ella empleados para sus distintas promociones será cosa de sus adversarios averiguarlo, pues no deja de llamar la atención su curiosa condición de inagotables cuando no hay veneros particulares a la vista que los expliquen.

En política las estrategias para alcanzar un objetivo se extraen de experiencias pasadas o del particular entorno en que se trabaje. A las primeras se podría adjudicar la idea del programa inaugurado por la precandidata. Qué jarocho no recuerda el programa de noticias que por muchos años se transmitió en las tardes veracruzanas por una muy escuchada radiodifusora del puerto. Socorro Aubry era la locutora que a través de los años logró buena interlocución con su auditorio, su voz y presencia llegaron a obtener una aceptable convocatoria. Por esta condición fue tentada por el Partido de la Revolución Democrática para hacerla su candidata a Diputada Federal en las elecciones intermedias de 1997, obteniendo el triunfo por mayoría sobre el PRI y el PAN, aunque este último conservó la alcaldía del puerto.

En el reciente proceso electoral de julio pasado, el PRI lanzó como su candidata a diputada por Xalapa a Elizabeht Morales, una locutora de radio con bastante éxito en la capital veracruzana. Su identificación con los grupos menesterosos de las colonias marginales de Xalapa le dieron un indiscutible perfil ganador que ahora como legisladora federal no descuida y fomenta extendiendo la proyección de su imagen en la televisora del gobierno veracruzano; la pírrica militancia ganadora que tiene el PRI la tiene posicionada como una opción para la candidatura a la alcaldía jalapeña.

Tal vez la aridez que padece la campiña priísta obligue a este partido a repetir las mismas candidaturas, también puede deberse al deseo de quien manda en sus filas de promover a cuadros jóvenes en la política; porque bien requiere el PRI de sangre nueva que lo tonifique.

En política no es válido el argumento maniqueamente manejado de que un candidato perdedor no debería insistir en segundas oportunidades. Si así fuera Natividad González Parás, por ejemplo, no sería el actual gobernador de Nuevo León, pues seis años antes de su victoria fue derrotado para aquel cargo por el PAN. Vicente Fox no hubiera llegado a gobernador de Guanajuato y luego a la presidencia de la república si se hubiese atenido al argumento de candidato perdedor, pues recordemos que seis años antes Salinas le hizo tablas la elección y él no fue el gobernador de los “panzas verdes”, como políticamente se les llamaba a los guanajuatenses.

Ejemplos hay por doquier, el propio presidente Calderón fue derrotado en Michoacán cuando aspiró a ser gobernador de aquel Estado. Si nos atenemos al refrán que recuerda que una derrota enseña más que mil triunfos entonces observaremos cosas nuevas. La pregunta aquí es si a Carolina Gudiño le alcanzará el tiempo para, a través del programa radiofónico que ahora inicia, hacerse de imagen, convocar la simpatía de sus coterráneos y convencerlos de sus propósitos.

Por lo que se ve, el problema no será de recursos; cómo arropen esa candidatura para hacerla triunfar será asunto de alianzas o coaliciones, sino se hiciera así, en el resultado leeremos la cartilla: A.- Si pierde no es buena candidata y lo mediático no funcionó; E.- toda elección es a favor de alguien; I.- En toda elección también se vota en contra de alguien; O.- El PAN es invencible en Veracruz; U.-El PRI no puede ganar en Veracruz, diría Perogrullo. Poco vivirá quien no lo vea porque septiembre está doblando la esquina.




Enero 2007







TENSIÓN EN LA DISCREPANCIA

Alfredo Bielma Villanueva



Está registrado en los anales del acontecer político nacional el episodio del 19 de diciembre de 1948 cuando miembros de la Unión Nacional Sinarquista, militantes del Partido Fuerza Popular, colocaron una capucha negra para cubrir la cabeza de la efigie del Presidente Benito Juárez en el Hemiciclo erigido en su honor, en la Ciudad de México. El Partido Fuerza Popular fue creado en 1945, pero como resultado de este acto que el gobierno consideró un insulto al icono nacional por excelencia, le retiró el registro.


Aquel agravio era el sedimento aún caliente de la guerra cristera y los resentimientos históricos acumulados contra el Liberalismo y el laicismo que el régimen mexicano enarbolaba. Muchos años más tarde ¿en qué categoría pudiéramos ubicar o inscribir la pintarrajeada al busto que recuerda al ex gobernador Gutiérrez Barrios en Boca del Río?
Guardadas las debidas proporciones entre los despropósitos de una y otra acción, de los méritos de uno y otro mexicano que alcanzan proporciones cósmicas a favor del primero y de los tiempos en que han ocurrido, el suceso aunque no es para desgarrarse las vestiduras, expresa intolerancia y una rústica manera de manifestar las diferencias políticas. Mientras la sangre no llegue al río, está dentro del rango de lo controlable; pero debe preocupar al gobierno municipal de Boca del Río y al Gobierno estatal, porque representa un indicio de descomposición del tejido político y puede extremar sus secuelas cuando se disputen los puestos públicos por cuya adquisición competirán los diferentes actores en septiembre venidero.


Aún en la pluralidad se observan signos preocupantes de la intransigencia sectaria, a los que habrá que poner dique, pues las pasiones ya desbordadas pueden tornarse peligrosas en la medida que se adentre en el proceso electoral que se avecina.


En una democracia electoral cualquier proceso decisorio en el que intervenga la voluntad ciudadana es importante; lo es para elegir a los gobernantes y lo es para medir el grado de aceptación de su mandato en elecciones intermedias. Así se vio cuando Salinas de Gortari obtuvo un voto de confianza en 1991 al ganar el Congreso y pudo conseguir la gobernabilidad suficiente para consolidar el proyecto neoliberal al firmarse el TLC con los EEUU y Canadá, bajo los auspicios del Consenso de Washington. Gracias a la favorable disposición del Congreso, en el que las fracciones del PRI y del PAN se aliaron, Salinas pudo realizar las reformas constitucionales necesarias para consolidar su proyecto; encontró también las condiciones favorables para la implementación del eje rector de su gobierno: el programa de solidaridad. Apenas tres años antes, 1988, los comicios para su elección como presidente estuvieron enmarcados por serias dudas respecto del resultado a su favor.


Con Zedillo las circunstancias se presentaron a la inversa. Como candidato sustituto a la presidencia de la república obtuvo una muy aceptable votación a su favor en 1994, aunque la ciudadanía ensayó por vez primera el voto diferenciado. En cambio, en las elecciones intermedias de 1997 el PRI perdió la mayoría legislativa y entonces se le obstaculizaron en el Congreso la aprobación de sus propuestas, al grado incluso de negarle la autorización de un viaje al extranjero. Superó los problemas gracias a la alianza de congresistas del PRI y del PAN que unieron sus votos para sacar adelante el proyecto neoliberal de su gobierno.


En Veracruz, los comicios electorales del 2004 para elegir gobernador arrojaron resultados tan ajustados que en el arranque se impusieron las condiciones para un cogobierno entre el PRI y el PAN, en el que curiosamente quien fuera el candidato perdedor de aquella disputa electoral ni participa ni es punto de referencia, pues la operación se hace a través de los diputados y de la dirigencia estatal del partido blanquiazul. Al apoderarse de importantes comisiones del Congreso, la fracción de legisladores panistas y el PAN han logrado penetrar por la vía de la negociación y de la presión en órganos estratégicos como el Orfis y el IEV, esto les ha permitido un considerable poder burocrático. Se antoja innecesario explicar lo que implica el poder burocrático cuando los hechos expresan con meridiana claridad su significado y sus alcances; tampoco el daño que ambas partes “negociadoras” han propinado a estas instituciones que, por el fundamento que les dio origen, debieron haber permanecido al margen de toda sospecha.


El número de alcaldías de las que se hizo el PAN también ha influido en la práctica del poder, pues a través de ellas han orientado el programa de obras del gobierno estatal en beneficio de sus gobernados y, por extensión, de sus siglas partidistas. Es a través de sus actitudes frente al poder estatal en que han orientado su postura: bienvenida la obra pública, que al cabo beneficia a veracruzanos, pero sin condiciones ni concesiones de ninguna naturaleza que involucre o afecte su proyecto final, que es el de hacerse del gobierno del Estado, pretensión muy legítima por cierto.


Frente a este contexto hay quien sugiere que lo importante de la próxima jornada electoral para el PRI, y por lo consiguiente para el gobierno estatal, será ganar el Congreso, no tanto como la mayoría de los 212 ayuntamientos. En la inmediatez de un análisis fugaz quizá esta sea una conclusión correcta; pero no olvidemos que en dos años más se desatará con mayor intensidad la lucha por el gobierno estatal y que un factor adicional de indudable influencia en los resultados será el número de alcaldías que cada partido, coalición o alianza, mantenga en el poder para cuando llegue el momento crucial.


En su libro “Mi Lucha”, Adolfo Hitler escribió sobre uno de los fundamentos de su política expansionista, el “espacio vital”. Hacia donde crecer era el dilema para encontrarle nuevos espacios a la “raza superior”. En el caso veracruzano, en la nueva correlación de fuerzas, el “espacio vital” lo conforman los municipios; por eso es de cardinal importancia para el PRI recuperar el mayor número de alcaldías, sobre todo en los municipios con ciudades medias. Aunque la cohabitación permite la convivencia civilizada, no hay nada mejor que compartir la mesa con quienes al menos se tendrá, así sea muy relativa, la seguridad de que al término del banquete los tridentes no se claven en la confiada espalda.


El ejemplo lo tenemos en la conurbación Veracruz-Boca del Río, convertida en el escaparate del panismo veracruzano; sin demérito de Poza Rica, Tuxpan, Orizaba a cual más importantes, pero es la conurbación la que enarbola el paradigma panista. Aquí los alcaldes, por motivaciones propias o inducidos, han variado de un tiempo acá sus relaciones con el poder estatal, al grado de adoptar actitudes nada cordiales ni siquiera ocultas; al menos esta es la visión que se observa desde el llano.


Las elecciones intermedias son de calificación a quien gobierna, esto destaca su importancia. En estas circunstancias vendrá la contienda electoral, o la “guerra de lodo” como algunos vaticinios ya la califican; sin poner en tela de duda que eso vaya a suceder porque “en la política todo se vale”, las posibilidades bien pudieran reducirse con una selección escrupulosa de candidatos que no tengan cola que les pisen, y si esto es mucho pedir al menos que la cola no sea tan larga. Aunque en este sentido habrá pesimistas a quienes quizá otorgue la razón el adagio que reza que “el pesimista es un optimista bien enterado”.



Febrero 2007



GRUPOS DE PRESIÓN


VÍA VERACRUZANA

Alfredo Bielma Villanueva



Entre la clase dirigente y la sociedad existen grupos de diversa índole cuya acción influye, en mayor o en menor medida, en el gobierno y en la gobernabilidad. Entre estos grupos están los de presión; la Iglesia, los grupos empresariales, los sindicatos, las agrupaciones políticas, los cacicazgos, etc. son sólo algunos de ellos, que por la dimensión de su presencia en el contexto social en la vida cotidiana adquieren singular importancia en el destino colectivo.


Vale una definición previa de grupo de presión: es “la combinación de personas, agrupadas por actitudes y finalidades comunes, que tratan de conseguir decisiones favorables para sus valores preferidos, poniendo en práctica todos los medios que están a su alcance y en especial mediante el acceso a los centros donde se toman las decisiones gubernamentales”. (Ehrmann)


Así pues, todos estos grupos buscan hacerse presente ante la clase gobernante, bien para influirla acomodando a alguno (s) de sus miembros o bien para orientarla a realizar acciones que se acomoden a sus intereses.


Lo anterior es fácilmente observable en la forma en cómo integró su equipo de gobierno el flamante presidente de la república o también en en cómo integró su gabinete el gobernador veracruzano. En ambos equipos encontramos a individuos provenientes de una recomendación de algún grupo de presión. La simple observación nos permite ver cómo los empresarios, tradicionalmente alérgicos al ejercicio del poder político, cada vez con mayor frecuencia incursionan directamente en la operación gubernamental. En teoría dejan de pertenecer al grupo de presión para convertirse en factotum de poder, porque ya no sólo recomiendan sino que operan gubernamentalmente.


Ubicados en el contexto político veracruzano podemos observar un fenómeno producto de los tiempos actuales: “Vía Veracruzana”, organización política integrada por individuos pertenecientes a la clase política del Estado, los más han sido actores en la arena veracruzana durante los últimos 30 años. Su promotor original, Amadeo Flores Espinoza, ha sido Director de Seguridad Pública, Secretario de Gobierno, tres veces diputado y dirigente del PRI, entre otros desempeños. El actual dirigente, Miguel Ángel Díaz Pedroza, ha sido dirigente camaral, dos veces diputado, Secretario de Gobierno, etc. Otros conspicuos adherentes a esa organización, como Francisco Montes de Oca, por ejemplo, quien ha sido Director de Enseñanza Media, dos veces diputado, Subsecretario de Gobierno y frustrado aspirante al gobierno municipal de Coatzacoalcos, lo que por circunstancias no se le ha dado aunque mantiene un considerable capital político en aquella ciudad. Ellos sustancian una larga lista de protagonistas políticos que pertenecen a Vía Veracruzana.


Nuevos actores se van sumando a las filas de esta agrupación, Alejandro Montano y Flavino Ríos Alvarado, con todo lo que ambos representan; Ignacio González Rebolledo, José Lima Cobos, Ricardo Olivares, Jorge Moreno, Pedro Rivera Pavón (¿cuántas veces al frente de ganadería?), sus nombres dicen mucho a la clase política y a la sociedad veracruzanas y ahora suman su experiencia a este puerto político que, en las presentes circunstancias, menguará o crecerá, según el sesgo que los constituyentes de esta agrupación le quieran dar.


Lo sustantivamente trascendente es el papel que esta agrupación juega en el panorama veracruzano de nuestro tiempo; cualquiera podría preguntarse el por qué no han dado el paso final para transformarse en partido si, como está visto, en sus filas militan quienes son factores de poder en diferentes regiones veracruzanas y todos ellos, como animales políticos que son, buscan conservar o readquirir el poder por lo que, a primera vista, se antoja que como agrupación el proyecto original ha sido rebasado, a grado tal que corre el riesgo que el contenido desborde al continente. (El Partido Veracruzano Revolucionario nació mucho después, sin contar con la experiencia acumulada de Vía Veracruzana).


Un político veracruzano (Dante Delgado), con voluntad y capacidad de organización proyectó y formó un partido nacional que ahora le está sirviendo como plataforma para su proyecto personal en su Estado, muy legítimo visto desde el derecho ciudadano que le asiste; en Vía Veracruzana militan muchos de sus amigos, incluso ex colaboradores, que están atrapados entre la lealtad y la disciplina a un Partido que los formó y les dio las primeras oportunidades. Tal vez esta sea la razón por la que no han dado el paso definitivo de agrupación a partido político, lo que los llevaría a confrontarse con su plataforma original. Sin embargo, habrá que coincidir que en la sociedad como en la naturaleza los frutos no crecen por generación espontánea, sino que son el producto de un proceso social que escapa a la voluntad individual.


Esto significa que no crecerán por voluntad desde el poder, atenerse a esta posibilidad es sujetarse al capricho o deseo de quien manda; será perder el potencial que cada uno de sus militantes encierra. En el curso que lleva Vía Veracruzana se somete al riesgo de seguir dependiendo de un manejo discrecional desde el poder, pudiendo obtener en la lucha posiciones legítimamente conquistadas. La realidad está evidenciando que se están quedando atrás, y el rezago costará caro porque la edad biológica, como el tiempo en los juegos de foot ball americano, se convierte en el mejor de los casos, en un adversario adicional, cuando no en un seguro impedimento. En el símil, habrá que agregar que en la realidad no hay oportunidad de parar el reloj porque el tiempo inexorablemente sigue su marcha.


Es irresistible citar a Georges Burdeau: “Sabemos que la clase política comprende el conjunto de individuos que participan en la vida política y no sólo los que comparten los puntos de vista del gobierno (…) Justamente la razón de ser de la clase política consiste en ofrecer al Poder o, más precisamente todavía, al régimen que encarna su estructura y espíritu, esta base social indispensable. La clase política no es, pues, una camarilla de partidarios ni una clientela de los gobernantes; es el soporte del régimen”.


Convertir la potencia en acto pareciera ser la divisa a seguir por Vía Veracruzana; ¿deben permanecer en la quimera de fortalecer a un partido al que involuntariamente desgajan, o emigrar fundando nueva colonia con principios político-ideológicos apegados al centro izquierda? ¿Añoranza o práctico apego a la realidad? He aquí un dilema a resolver; no está por demás recordar que existe una responsabilidad para con la sociedad y que el tiempo apremia, porque nada es para siempre.


Enero 2007