ENTRE LA ESPADA Y LA PARED

Por Alfredo Bielma Villanueva


Ya encarrerado el siglo XX, la década de los ¨60 en México fue una época de reflexión a partir de los acontecimientos que anunciaban claramente el fin de los colonialismos y la consolidación de la bipolaridad protagonizada por los Estados Unidos y la URSS. Cambios planetarios que olían a Revolución, lo que implicaba, aunque no necesariamente, un paso hacia adelante en la procuración de mejoras en las condiciones de vida de los habitantes de cada país liberado.


Para entonces en México celebrábamos los primeros 50 años de nuestra Revolución nacida con el Siglo y casi obligada por la ya larga estadía de un solo hombre en el poder. Pero ya en la segunda mitad de la centuria se ponían en entredicho los alcances del movimiento armado de 1910, pues ahora convertida en gobierno despachaba las protestas encarcelando a quienes se atrevían a manifestarle su inconformidad.


El régimen político daba signos de cansancio prematuro y de intolerancia pues había dispuesto como instrumento de respuesta a las exigencias sociales el garrote de la represión, oculto tras la norma que establecía el delito de “Disolución Social”, aplicable a todo aquel que bordara en las márgenes de la inconformidad y la protesta.


El nuestro fue un movimiento social al que acompañaron por un trecho de sus inicios la Primera Guerra Mundial y la Revolución Rusa de 1917, aunque nuestra Revolución llevaba la delantera ya que por sus expectativas sociales auguraba prometedoras esperanzas. El doloroso parto nacional había ensangrentado el suelo mexicano con la vida de los grandes generales, aquellos que después de la caída del dictador bregaron por apuntalar la etapa institucional de esa revolución y en el intento encontraron la muerte. Así fueron desapareciendo del escenario nacional, Madero, Pino Suárez, Felipe Ángeles, Zapata, Lucio Blanco, Carranza, Villa, Arnulfo R. Gómez, Francisco Serrano, etc., en una ensangrentada cadena de asesinatos que se cerró con la muerte de Obregón en La Bombilla. Calles, el sobreviviente, inaugura la etapa institucional.


La Hacienda de Chinameca en donde entramparon a Zapata, Tlaxcalantongo en donde emboscaron a Carranza, las Calles de Hidalgo del Parral, Chih., aún guardan el eco de los disparos que acabaron con la vida de Francisco Villa; en Huitzilac las cruces recuerdan la cruel masacre contra Francisco Serrano y sus trece acompañantes. La Bombilla, el sitio de reunión política por excelencia en el Distrito Federal, atestiguó que ni el más poderoso está exento de perder la vida cuando hay otro que está decidido a cambiarla por la suya. Un homicidio que terminó, como por encanto, con el rosario interminable de los magnicidios. Son acontecimientos y lugares en donde se tiñó de rojo la historia patria. No precisamente sangre de mártires, sino de hombres de acción que sucumbieron en la lucha por el poder, convertido éste en la antorcha cuya posesión en relevo parecía premiarse con la muerte.


El lirismo de los actos cívicos habla de héroes, porque de alguna manera de tenía que crear el panteón de nuestros hombres ilustres. Tan arraigada está en la memoria del mexicano la forma en cómo murieron esos próceres que pudiera concebirse que los trágicos episodios fueron el pasaporte a la historia. Acaso en ese siniestro escenario se inspiró el vate veracruzano Salvador Díaz Mirón para poetizar: “el mérito es el naufrago del alma; ¡vivo se hunde, pero muerto flota!” Ciertamente, la lucha por el poder político escribió la historia de la Revolución Mexicana con tinta roja.


¿Todo para qué?, se preguntarán los pesimistas al observar el panorama en el que está entrampada la sociedad mexicana mientras que su gobierno se debate entre las crisis de seguridad y la económica. En la actual disputa política se le recrimina al gobierno haber desatado una confrontación de la que hasta ahora no ha salido muy bien librado y sí, en cambio, ha abierto la caja de Pandora de donde la pus de la corrupción y de la impunidad han brotado con impetuosa fuerza.


Desde la comodidad de la inacción se cuestiona si no hubiera sido mejor empezar por adecentar los corrompidos cuerpos policíacos para después, ya saneados, con ellos emprender la guerra contra el crimen y no sacar inopinadamente al ejército a las calles. Cientos de “hubieras” se escuchan y todos, casi al unísono, promueven las críticas contra el gobierno, lo mismo priístas que perredistas, como si esto fuera un asunto de partidos políticos y pudieran hacerlo mejor. Del PRI hay constancia que no tocó ni con el pétalo de una rosa el problema del narcotráfico, es más, lo dejó crecer. El PRD y colaterales solo teorizan para llevar agua a su molino.


Hasta la década de los ¨90 del Siglo XX mexicano tres partidos habían gobernado el país a partir de la “etapa institucional”: El PNR, el PRM y el PRI. Este último sufría un acentuado deterioro víctima del rechazo social y de la escasa credibilidad de la clase política emergida de sus filas. Salinas de Gortari creó el IFE atendiendo a la presión ciudadana que venía exigiendo procesos electorales confiables; era una manera de darle al pueblo la oportunidad de un cambio pacífico a través del voto. Por ello se legisló en materia electoral y se fortaleció al IFE “ciudadanizándolo”. El ensayo avanzó positivamente y, en vez del rifle, con el Cofipe al hombro, se logró la alternancia en el gobierno.


Sin embargo, el abanderado de la alternancia devino en un gobierno inepto e irresoluto y tras seis años perdidos quien lo relevó entró al escenario con calzadores, y para demostrar resolución dio un golpe de autoridad y echó mano del ejército para combatir al submundo de las drogas.


Se dice en Ciencia Política que el Estado es el que mantiene el monopolio de la violencia y que es el dominio de una clase por otra. No se requiere de doctorados en ésa disciplina del conocimiento para entenderlo así, pues la realidad avisa que quienes deciden se cuentan en número reducido. En esos términos, hablar de democracia (gobierno del pueblo), es caminar hacia la utopía, porque está visto que el dominio lo mantiene una oligarquía, y de ella forman parte quienes por estrategia para obtener el poder, no precisamente por vocación negociadora, le ofrecen al gobierno, no sin regatear, la adhesión necesaria para combatir con éxito al crimen organizado.


Inútil ignorar que la ingobernabilidad es una sombra que se ensancha cada vez más sobre el territorio nacional y que la guerra contra aquel poder fáctico orilla cada vez más al gobierno a entregarse en brazos del ejército, único bastión en el que se apoya. Panorama atroz para una sociedad sometida a la decisión de estas fuerzas, porque las instituciones encargadas de proporcionarle seguridad en base a una auténtica procuración e impartición de justicia están en el más grave de los entredichos, entre la impunidad y la corrupción. Si queremos conservar las instituciones emanadas de la Constitución General más vale que la sociedad civil, el gobierno, la clase política y el ejército formen un frente común. En este escenario, para nuestra tranquilidad, habrá que encomendarse a la tradicional lealtad del ejército hacia las instituciones de la república.


alfredobielmav@hotmail.com


Febrero 2009






PEÑA NIETO, ¿UN NUEVO ESTILO?

Por Alfredo Bielma Villanueva


Quizás debido a la perceptible desconfianza y rechazo de la ciudadanía mexicana respecto a los dichos y a las acciones de los políticos algunos de estos han llegado a extremos que nos hubieran parecido demagógicos no hace mucho tiempo, algo así como artilugios adicionales de la prestidigitación retórica de la que hacen gala. En esa lógica, algunos aspirantes a gobernadores desde su campaña han documentado ante la fe de notarios públicos los ofrecimientos y de la misma manera-ya como gobierno-a cada uno de los cumplimiento se le ha conferido la misma formalidad.


Un procedimiento sin duda bastante plausible porque quien ofrece cumple y al dar cumplimiento a su promesa genera confianza, rescatando del oprobio en que se encuentra a esa noble actividad que es la política, tan vilipendiada por muchos debido a probadas razones de las que en México hay plena constancia.


Independientemente de que sea o no verdad el rumor de que el gobernador del Estado de México, Enrique Peña Nieto, es un invento mediático de una de las grandes televisoras mexicanas para impulsarlo a la presidencia de la república, habrá que reconocerle el puntual cumplimiento que va dando a los 608 compromisos establecidos durante su campaña ante notario público; de ellos ha resuelto 329, según su dicho en la entrevista que Mario Vázquez Raña le hiciera para la OEM y publicada en Diario de Xalapa. De acuerdo a lo que se lee no se trata de cualquier tipo de compromisos, pues allí figuran, entre otros, el Libramiento de Toluca, la Autopista Toluca-Zitácuaro, la Primera Etapa del Circuito Exterior Mexiquense, “que es un gran libramiento de la Ciudad de México”; está el sistema de Tren Suburbano, de Cuautitlán a Buenavista y el “Circuito Exterior Mexiquense, que es un gran libramiento del DF y del cual ya opera su primera etapa de 53 kilómetros de longitud, conectando las autopistas México-Querétaro, México-Pachuca y Peñón-Texcoco”.




También llama la atención que ya se llevan entregados 4,025 tractores, de un ofrecimiento de seis mil. “La meta es mecanizar 240 mil hectáreas, las de mayor productividad en nuestro estado, con seis mil tractores”. De ello hay constancia notariada. De ser cierta tanta maravilla constituye un gran registro en materia de resultados fidedignos de un gobierno estatal mexicano.


No es esta ni remotamente una apología del gobierno mexiquense, eso le corresponde hacerla a sus gobernados. Pero sirve de rodeo y tema introductorio para esbozar una semblanza, aunque muy somera por razones de espacio, de algunos de los más recientes gobernadores veracruzanos.


En su columna “Por si Acaso” del martes 17 del presente mes, el destacado columnista Carlos Jesús Rodríguez, cita un parte del libro “El Ocaso del Camaleón” (que es un repertorio de actores y acontecimientos políticos del Estado de Veracruz de los últimos 40 años), en donde se atribuye al gobernador Agustín Acosta Lagunes la paternidad del despegue a la modernidad de la conurbación Veracruz- Boca del Río; lo cual, salvo pruebas en contrario, es cierto. En su análisis pasa a señalar en breve comparación el estilo de gobernar Hernández Ochoa, Gutiérrez Barrios, Dante Delgado, Patricio Chirinos, Miguel Alemán y Fidel Herrera., un tema siempre interesante que invita a la reflexión, más aún cuando el ejercicio del poder es matizado por la personalidad de quien lo ejerce.


De suyo, cualquier actitud del hombre de poder importa e interesa, por cuanto a que su comportamiento y ejercicio afectan a la población que le otorgó el mandato. Por ello, cuando gobernaba a Veracruz el Lic. Agustín Acosta Lagunes con un comportamiento atípico, al menos respecto de sus tres más cercanos predecesores, surgió en su momento la pregunta acerca de si era positivo gobernar por tarjetas. Esto último porque su alergia hacia los modos políticos le impedía contemporizar con los “Rolleros”, como calificaba a los políticos. Su comportamiento lo aisló de sus colaboradores y de la población en tal medida que, a pesar de haber realizado una indiscutible obra pública sin precedente en Veracruz, pocos se lo reconocen. No “cacaraqueó” el gran huevo.


Los predecesores inmediatos de Don Agustín: Don Fernando López Arias, Don Rafael Murillo Vidal y Don Rafael Hernández Ochoa recibían a sus colaboradores para acordar asuntos que requerían de la aprobación del mandatario y de esta manera darles el curso apropiado, nada de importancia se movía sin la autorización del gobernador. Cada uno de ellos se daba “baños de pueblo” a su manera, aunque siempre mantenían una prudente distancia que los libraba de los rumores de la maledicencia pública.


Acosta Lagunes rompe con el modelo de los acuerdos directos y lo hace solo mediante de tronantes tarjetas, en las cuales transmitía, mas que instrucciones, severas advertencias a sus colaboradores, solo mantenía la línea de comunicación con los Directores de área a través del Secretario y del Subsecretario de Gobierno. Para sus colaboradores era francamente difícil entrevistarse con el gobernador, quien según el criterio del presidente José López Portillo, tenía una “consistencia ideológica no muy rigurosa, mezcla de economista con ganadero…”. (Mis Tiempos). Rechazaba el contacto con la gente que se le acercaba, al igual que con las multitudes y a los “rollos políticos”. Está visto que en el balance de su gobierno sobresale una extraordinaria obra pública y, sin embargo, pocos lo recuerdan como el buen gobernador que fue, solo porque no supo comunicarse con la gente.


En cambio a Don Fernando Gutiérrez Barrios, quien solo estuvo dos años al frente del gobierno veracruzano, los medios llegaron a calificarlo como “el mejor gobernador de Veracruz”. Una opinión sin sustento en obra pública alguna, como no fuera la carretera a Alto Lucero y el inicio de la construcción del Centro Médico Rafael Lucio. Dante Delgado hizo una gran obra pública apoyándose en los ayuntamientos y fue uno de los gobernadores que mayor eficiencia demostró en el uso de los recursos del Programa salinista de Solidaridad. Pero no pudo evitar caer en el uso excesivo de las promesas, a grado tal que alguien de su equipo le tuvo que preguntar cuales de las obras prometidas se eliminarían de la relación de pendientes para darle cabida a nuevos ofrecimientos.


Patricio Chirinos desperdició la oportunidad de ser gran amigo del presidente en turno. Salinas de Gortari dijo desde el balcón del palacio de gobierno veracruzano el día de la toma de posesión de Patricio Chirinos que a Veracruz le iba a ir como nunca en su historia. No fue así, porque a Patricio le gustaba más estar en “Los Pinos” que en Xalapa; no fue oficioso el mote de “La Ardilla” que algunos le endilgaron. Aunque también hay que reconocer que gobernó solo dos años con Salinas y los cuatro años restantes con el presidente Zedillo, quien se convirtió en el adversario público número uno de Salinas.


A Miguel Alemán lo evaluaron, entre otros, el actual gobernador Fidel Herrera quien, cuando buscaba el voto de los veracruzanos aseguró que si resultaba electo daría continuidad a la obra “reformadora” del gobernador Alemán, “pues rescata la esencia histórica, cultural y social de la entidad y promueve el dinamismo económico” También dijo: Alemán encontró una crisis generalizada en la industria azucarera, en la cafeticultura y la ganadería pero ahora hay un Veracruz que tiene infraestructura legal y material, hay obra realizada en educación, salud, comunicación y vivienda”. Y el actual Secretario de Gobierno, como alcalde xalapeño dijo: “a diferencia de otros gobernadores anteriores que sólo veían hacia Veracruz y Boca del Río, deja sentadas las bases del desarrollo de Xalapa.”


No pecaríamos de omisión si no hiciéramos referencia al gobierno de Fidel Herrera Beltrán porque, en términos de resultados, aún no se pueden extraer conclusiones definitivas. Sabemos sí, de su movilidad física y que en Acatlán anunció el lunes pasado que incrementará su cercanía con la gente, lo que no es sino una variable que expresa su muy personal estilo de ejercer el poder. Mal haríamos en evaluarlo si, por ejemplo, se aceptara a pie juntillas que en tres años hizo lo que tenía pensado hacer en seis, o en base a las encuestas de aceptación que se han publicado; un análisis fundamentado en esos considerandos denunciaría precaria solidez.


Se tiene información periodística de que, por ejemplo, en Veracruz se han entregado 2,500 tractores a productores del campo, según se publicó el 12 de febrero de 2008 ante la presencia del Secretario de Agricultura, Alberto Cárdenas Jiménez durante la firma de un Convenio de Coordinación, eso es buena señal. De las obras carreteras hechas por su gobierno habría que deslindar aquellas construidas por la federación, como la México-Tuxpan, Amozoc-Perote, el Libramiento de Xalapa, que es concesionado, etc. de las que se hayan hecho con presupuesto estatal. Aunque ya no falta mucho, todavía no es tiempo para un análisis sereno y confiable, y mal se vería el intentar una calificación a estas alturas porque se incurriría en sospechosa cortesanía o en malévola intención.


En concreto, en vista de la volatilidad de las promesas políticas hechas en campaña, la estrategia de certificarlas con fe de notario público no es mala idea. Al menos se terminaría con los ridículos y costosos spots de los partidos, que nadie escucha, y se obligaría a los candidatos a comportarse con la sobriedad que requiere quien aspira a servir a la sociedad. ¿Para qué dejarlo a la discrecionalidad de estilos en vez de establecerlos como punta de lanza para el cambio en la conducta del político, para adecentar la política? He aquí los recovecos, sinuosidades de la política. El tema da para más, pero allí lo dejamos.


alfredobielmav@hotmail.com

Febrero 2009





CIFRAS SIN PARTIDO
Por Alfredo Bielma Villanueva


Lo que sigue es un sucinto comentario acerca de una pequeña parte de nuestra patética realidad a la que tan grotesca como inútilmente se intenta disfrazar con discursos. Si por casualidad por allí se encuentra con algún político en campaña blandiendo la espada de la resurrección económica sólo escúchelo, pero no le crea mucho porque la realidad se pinta con números y se siente en la mesa familiar, no con retóricas estériles.


La crisis que azota a buena parte de las economías desarrolladas de Asia, América y Europa se veía venir desde finales de 2007 pero cada gobierno esperó al desenlace final para armar sus respectivas políticas de recuperación, las que en gran medida dependen de lo que resuelvan los paladines de los países más desarrollados. Desde aquel entonces el presidente Calderón decía que la economía nacional estaba sólida y que cualquiera que fuera el problema en la estadounidense nosotros lo íbamos a resistir porque teníamos un blindaje resistente a toda prueba.


El problema lo percibía el director del FMI de la siguiente manera: “La economía mundial ha entrado en una fase difícil, en que la crisis financiera se está propagando a la economía real. Esta crisis se ha convertido en un problema global y exige una solución global. Es necesario que las economías emergentes se sumen a los países industriales en la adopción de medidas de política macroeconómica y regulatoria”, y sugería: “podría ser necesario que los gobiernos hicieran uso de la política fiscal” (www.imf.org/external/np/speeches/2008).


Diagnóstico terrible para nosotros porque en recaudación somos cabalmente ineficientes, siempre atenidos a los ingresos provenientes de la exportación petrolera y de las remesas de nuestros compatriotas que laboran allende el Bravo. Debido a que estamos inmersos en una economía cuyo PIB manufacturero durante el periodo 2001-2006 apenas creció a una tasa media anual de 3% ¿cómo podremos resistir los embates de una crisis de las dimensiones de la presente?


En el primer año del actual gobierno federal el crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) fue de un modesto 3%, congruente con el crecimiento que ha venido demostrando a partir de la entrada en vigor del TLCAN (2.9% anual de 1994-2006). Con estas cifras es prácticamente imposible convertir en realidad el slogan de campaña que caracterizó a Felipe Calderón como el presidente del empleo. Una promesa de campaña que la terca realidad se niega a admitir (con crecimiento ahora reducido a cero), pues a estas alturas del presente año ya se han perdido más de 40 mil empleos. Según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), en 2008 se perdieron 750 mil empleos


Qué envidia ver crecer a China a una tasa media anual de 9.5%, o a India, que crece a 7.5% anual. Sin tratado de Libre Comercio China ya ha desplazado a Canadá como principal socio comercial de los Estados Unidos.


Nuestra Constitución General en su artículo 123, establece: “Los salarios mínimos deberán ser suficientes para satisfacer las necesidades normales de un jefe de familia en el orden material, social y cultural”, una aspiración normativa muy lejos de cumplirse tomando como base al patético incremento del 4% establecido como tope al salario mínimo. Qué diferente a los años del desarrollo estabilizador (1959-1970) cuando el salario mínimo crecía a un promedio de 9% anual, mientras la inflación caminaba a un 2.5% en similar periodo


Nos ponemos a llorar si volteamos hacia el campo, casi totalmente desmantelado de sembradíos de maíz, frijol y arroz, muy lejano de los propósitos de la reconversión propuesta en el TLCAN y de aquel sarcástico anuncio de Lorena Ochoa haciendo parecer a nuestra campiña como un vergel del primer mundo. ¿Cómo podría ser real cuando, a diferencia de los Estados Unidos que apoya a su agricultura con el 40.4% del valor bruto de su producción agropecuaria (según la OCDE, datos de 2007), en México el apoyo representa el 21.2%, sin contar que aquí desaparecimos hace décadas los precios de garantía?


El Banco Mundial reconoce que las reformas estructurales a que ha sido sometido el sector agropecuario de México ha tenido “resultados decepcionantes, estancamiento del crecimiento, falta de competitividad externa, aumento de la pobreza en el medio rural” (BM: estrategia de asistencia para el país 2002). Esto se tradujo en 2 millones de empleos perdidos en el campo entre 1994 y 2007 y una emigración anual de más de 400 mil mexicanos del sector rural.


En cambio Argentina, haciendo a un lado las recomendaciones del neoliberalismo después de su lamentable experiencia con Carlos Menen, trae un espectacular crecimiento de 8.8% y en cinco años ha logrado un crecimiento acumulado de 34.9% en su PIB por habitante. Nosotros, durante el lapso del experimento neoliberal tenemos un crecimiento acumulado de 21.8%, a partir de De la Madrid. Mientras al gobernador del Banco de México lo único que le interesa es controlar la inflación aún a costa de salarios de hambre, en Argentina pugnan por una política de crecimiento económico estable, combinándolo con empleos bien remunerados.


Según la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), un incremento de 15% en los precios de los alimentos elevaría el número de indigentes en Iberoamérica y un buen sector de la clase media pasaría al rango de pobreza. En México mas de 14 millones de personas viven en la indigencia, o sea en “pobreza alimentaria”, un decir para referirse al segmento social “cuyo ingreso es menor del necesario para cubrir las necesidades de alimentación establecidas en la canasta alimentaria” (INEGI-CEPAL). Adicionalmente, otros 30 millones de connacionales padecen pobreza no extrema, formando un total de 44 millones de mexicanos en pobreza.


Lejos quedaron los días del famoso “Milagro Agrícola Mexicano” que sorprendía a los expertos del mundo con su crecimiento sostenido del 5%, entre la segunda guerra mundial y 1965, impulsado en un trecho por el modelo del “Desarrollo Estabilizador” (1959-1970). Per apenas después del ensayo del Sistema Alimentario Mexicano (SAM) implementado en el gobierno de López portillo se dio al traste con todo esto al aplicar la “reforma estructural” en el sector agropecuario, que recomendó una menor intervención del Estado en la promoción del desarrollo de este sector y la desaparición de los precios de garantía. El último movimiento de esa partida de ajedrez fue el jaque mate al campo mexicano con la entrada a la globalización en la más obvia de las asimetrías económicas; una vana ilusión el tratar de “competir” con EEUU y Canadá porque nosotros contábamos con yuntas para ganarle a los tractores, equivalente a cambiar la reina por un caballo.


Acabemos este sádico y muy lacónico comentario: Brasil exportó en 2008 alimentos por 37 mil millones de dólares, y Argentina vendió 30 mil millones de productos agrícolas. México, según el Banco Mundial, importará maíz por un equivalente a 2 mil millones de dólares; trigo por más de mil millones, cifras similares en arroz y cereales en los que también somos altamente deficitarios.


Hasta Bush lo entendía, lo que ya es mucho decir: “Una nación que puede dar de comer a su gente es una nación más segura”. Con estos truenos pareciera que un fantasma recorre México, es el amago de la desestabilización social y política, ojo, mucho ojo.


alfredobielmav@hotmail.com
Febrero 2009





CLUB DE TOBIS: PERFILES

Por Alfredo Bielma Villanueva



Es ya casi una tradición el que los veracruzanos nos vanagloriemos de nuestra proclividad hacia la política; de que nos congratulemos del que se diga que aquí en materia de política “el calvo peina trenzas” y el “más chimuelo masca plomo”. Pero si por política entendemos una actividad humana cuyo fin fundamental es la solución de los problemas colectivos la presunción no nos ha servido de mucho pues en resultados somos altamente deficitarios. Allí están los elevados índices de marginación en la que vive buena parte de los veracruzanos, lo que no honra para nada a aquella premisa pues nuestro Estado se encuentre en permanente debate entre la pobreza y la inseguridad. Todo ello, a pesar de los exuberantes, variados y ricos recursos naturales que adornan nuestras hermosas montañas y los ubérrimos valles.


La explicación a ése estado de cosas es múltiple y puede ir desde la pertenencia a un régimen federativo hasta la exagerada dispersión de los poblados en nuestro alargado territorio. Sierras, playas, llanuras y pantanos, por las razones que se quieran, en todas partes el hombre ha hecho su hábitat y esto representa esfuerzos adicionales para la satisfacción de las necesidades que exigen servicios públicos. Con todo, los gobiernos locales que hemos tenido, vistos ya en retrospectiva, en mayor o en menor medida y en justicia cada uno hizo su parte.


Pero hete aquí que ya estamos en los tiempos en que, de acuerdo a la normatividad, empiezan a ponerse en práctica las acciones tendientes a la elección de diputados federales y, en el caso de Veracruz, inmediatamente después se inician los preparativos para el relevo del gobierno que encabeza Fidel Herrera Beltrán, al que aún no es posible evaluar, primero porque aún le faltan 22 meses de funcionamiento y segundo, porque una genuina apreciación de sus resultados requiere de un sustancial desbroce de todo aquello que impida dejar al descubierto lo que del esfuerzo gubernativo se haya traducido en beneficios colectivos, al margen de la movilidad física de la que tanto se habla.


¿Quién de los que ahora aspiran por el PRI al gobierno de Veracruz pudiera suceder a Fidel Herrera Beltrán? Obviamente aquí se trata de solo una fracción de la clase política veracruzana, pues también la encontramos en el Partido Acción Nacional, en el PT, en el PRD y en Convergencia, en donde otros actores políticos de no menor importancia aspiran al honroso cargo de gobernar Veracruz.


En el PRI, el almácigo de aspirantes lo componen (más los que se agreguen), en estricto orden alfabético: Duarte de Ochoa, Javier; Mota Hernández, Adolfo; Yunes Landa, Héctor y Yunes Zorrilla, José, el orden de los factores no influye en el resultado, al menos eso dice la más elemental regla de la aritmética.


De estos cuatro connotados aspirantes al gobierno veracruzano quien formalmente lleva la delantera es Javier Duarte de Ochoa, así lo hacen ver las apariencias y las fotografías del momento. Pero, paradójicamente, es el más presionado porque su entorno inicial contó con todas las ventajas sobre sus contrapartes, pues ocupar la titularidad de la Secretaría de Finanzas de un gobierno no es cosa menor, si nos atenemos a la definición de Poder que dice que es el grado de influencia sobre las circunstancias del mayor número de personas. Pero ahora ya no lo tiene y, aunque cuenta con la abierta disposición del gobernador en su favor, muchos de quienes pululaban en su alrededor lamiendo la dulce sabia del dinero empezarán a reacomodarse en otros “ismos”. Actitud a la que Duarte habrá de acostumbrarse y sumarla a su experiencia personal, porque ahora mucho de lo que haga ya no tendrá el poder de la firma.


De Adolfo Mota Hernández se sabe de su natural disposición para la política que le ha permitido recorrer en poco tiempo importantes pasillos del poder: diputado local, presidente del PRI estatal y ahora diputado federal en sucesivas oportunidades que hablan del favorable acomodamiento de sus circunstancias; su actual posición en el enjambre de legisladores federales expresa su capacidad de maniobra pues es conocida su relevante ubicación en la cúpula de la actual legislatura federal. Miguel Alemán le dio la primera oportunidad; tuvo un serio resbalón en la elección para gobernador en 2004, pero de alguna manera sus hados lo favorecieron para superar ese tropiezo y ahora está en la tesitura de ser un probable candidato del PRI al trono veracruzano, empujado desde el centro a la periferia, aunque se ignora si cupiera una “relación dialéctica” que lo impulsara también de la periferia al centro.


Héctor Yunes Landa, sin ser viejo es el de mayor edad de quienes aspiran a suceder a Fidel en el gobierno veracruzano. Está en plena madurez política, después de desempeñarse como dirigente juvenil cenopista, diputado federal, diputado local, subsecretario de gobierno con dos gobernadores y, como indiscutible y muy positiva referencia, cuenta en su haber con la derrota como candidato a diputado federal en 2006, de la que abrevó, como el Cid Campeador, para de nuevo buscar el apoyo del electorado y convertirse en diputado local. Yunes Landa sabe de los tiempos políticos y de que los mensajes nada sibilinos del apoyo oficial a Duarte no deben ser óbices que inhiban aspiraciones, pues las circunstancias cambian y en política no todo lo que parece, necesariamente es. Por lo pronto, pareciera que Héctor Yunes Landa ha dado un paso adelante con su actitud de abierto pretendiente.


Cuando se habla de relevo generacional debiera hablarse también de cambios en la conducta y en las actitudes del político frente a sus elevadas responsabilidades. Esta es la imagen que evoca José Yunes Zorrilla: Alcalde de su natal Perote, diputado federal, diputado local y presidente del PRI estatal. Como la política es de tumbos, en 2006 vivió la experiencia de no alcanzar la senaduría, a pesar de su intensa campaña por todos los rincones de Veracruz, al verse derrotado por las argucias internas en las filas de su partido y por el incontenible arrastre del Peje y de Dante Delgado. Una experiencia que supo convertir en sabia lección para desempeñar con extraordinaria eficiencia el cargo de presidente de su partido. Esto le dio oportunidad de hacer precampaña en todo el estado y, de alguna manera, se supone, integrar cuadros afines que pudieran apuntalarlo en su legítima aspiración al gobierno veracruzano.


De todos ellos-con sus matices por supuesto- se puede decir que, en términos de mercadotecnia, son un buen producto y habrá que ver en qué medida la marca afecta a cada cual al salir al mercado. Una vez a llano abierto sabremos de qué cuero salen más correas.


Por cierto, ¿Club de Tobis? ¿Porqué creerlo? El gobernador Fidel Herrera Beltrán guarda experiencias históricas y personales que lo acreditan como un político aventajado y como tal nunca jugaría una partida tan importante con una sola carta. Por otro lado, ¿Qué acaso las mujeres no cuentan? ¿Y los empresarios? No hay peor ciego que el que no quiere ver.


alfredobielmav@hotmail.com.


2009-01-27