DISYUNTIVAS

Por Alfredo Bielma Villanueva



“Tengo la obligación de recordar a mi partido que en 2004, a pesar de contar con un muy experimentado y excelente candidato como Fidel Herrera Beltrán, el Revolucionario Institucional apenas ganó por solo 25 mil, 225 votos, pero perdió ante el PAN en 740 casillas”. Es la advertencia que hace a su partido el diputado Héctor Yunes Landa, en ésta etapa pre electoral en el que los partidos velan sus respectivas estrategias para participar en la contienda por el gobierno veracruzano con abanderados que les garantice el triunfo a unos y la sobrevivencia a otros.


El aviso no está de más, sino se quieren revivir los aciagos y angustiosos momentos de aquella tarde del 5 de septiembre de 2004, cuando la televisión local captó los rostros y gestos de Roberto Madrazo, del “niño verde”, de Fidel Herrera, de Mota y adjuntos que los acompañaban en momentos de verdadera angustia e incertidumbre debido a los variables resultados que segundo a segundo se proyectaban en la pantalla del PREP.

Fue perceptiblemente largo y pleno de incertidumbre el interregno entre la jornada electoral del 5 de septiembre y la determinación de la Sala Electoral del Tribunal Superior de Justicia el 30 de septiembre, cuando se declaró por unanimidad Gobernador electo a Fidel Herrera Beltrán, con el siguiente resultado: 962 mil 187 votos para Fidel Herrera; 936,902 votos para Gerardo Buganza y 785,437 votos, para Dante Delgado. Según este computo, la diferencia para el ganador fueron 25,285 votos. Una ventaja pírrica que contrastaba radicalmente con los holgados resultados que rutinariamente el PRI obtenía en elecciones de esta naturaleza. La tranquilidad completa llegó hasta el 18 de noviembre, cuando el TRIFE confirmó por unanimidad el triunfo electoral de quien fuera el candidato de la Alianza Fidelidad por Veracruz; en el mismo paquete se resolvieron los casos de Oaxaca y de Tijuana.


En el libro “Recuento de un Estilo” (2006), de la autoría de quien esto rúbrica, se podrá encontrar un relato pormenorizado del escabroso proceso interno por el que el gobernador Miguel Alemán y el PRI decidieron la candidatura al gobierno del Estado en 2004. Tras esa breve narración, entre otras particularidades, se podría concluir que en política cada quien tiene su forma de leer el librito y cómo el estilo personal orienta y modela las acciones. Para designar a su candidato Miguel Alemán se encartó con 11 precandidatos; Fidel Herrera, hasta ahora sólo ha mostrado a uno y tal parece que ése será el candidato del PRI, a despecho de lo que la realidad expresa. En la referencia citada se podrá observar también la escasa vocación democrática del PRI partiendo, de la base de que prosigue ajustando sus procesos internos en torno a la voluntad de un solo hombre. No es vano recordar que la ruptura del 87 tuvo similares causas.


Hace seis años, ante la evidencia de favoritismo, Gustavo Carvajal propuso la creación de una Comisión de Equidad que se encargara de vigilar el proceso interno de la elección del candidato de su partido. Se mostraba inconforme porque el método escogido para elegir candidato era por delegados y no por consulta a la base. Consideraba amañadas las encuestas que favorecían a Fidel Herrera como candidato y las calificaba como “una más de sus mentiras”. Lo cierto es que el ex presidente priísta “recogía vientos de aquella su institucional retirada hacia la Dirección de Capufe seis años atrás, que decepcionó a sus no pocos seguidores, cuando el dedo del Presidente Zedillo señaló hacia Alemán Velasco”. (Recuento de un Estilo).


Por su parte, Miguel Ángel Yunes pedía elección democrática del candidato, en voto libre, directo y secreto; insaculación de delegados, equidad en los gastos; no intervención de autoridades partidistas ni de gobierno.


Tomás Ruiz coincidía con Yunes, al afirmar que Fidel Herrera no respetaba el pacto de caballeros y que “ha faltado en este escenario decisión y una actuación más firme por parte de la dirigencia del partido a nivel estatal.”


Fidel contestaba que el Pacto había concluido el 15 de diciembre, con la celebración de la Asamblea estatal, así que no se trataba de respetar acuerdos de tres o cuatro sino del Consejo Político Estatal, por lo que la declaración de los otros aspirantes pudiera ser “una falla en la interpretación jurídica.”


Juan Maldonado Pereda, Guillermo Zúñiga Martínez, Eduardo Andrade, Alejandro Montano, Flavino Ríos, Amadeo Flores, Mauro Loyo, Jorge Uscanga, completaban las cartas que el PRI veracruzano manejaba como pre candidatos al gobierno en 2004. De entre ellos: Carvajal, Tomás Ruiz y Yunes Linares, hacían hincapié en la marcada intención del gobierno de Miguel Alemán por apoyar a Fidel Herrera. “Aquí en el Estado se ha dado línea y eso no es correcto”, decía Carvajal. “Hay una decisión tomada y se pretende darle una cobertura democrática y quieren que los demás legitimemos con nuestra participación un proceso en el que no se respetaron los acuerdos convenidos con Madrazo y Alemán el 25 de septiembre de 2003… se puso al servicio del aspirante oficial todos los recursos del gobierno para que hiciera campaña…”decía Miguel Ángel Yunes. Tomás Ruiz, clamaba: “sabemos que ocurrirá lo previsto: el que inició como favorito de la dirigencia terminará como candidato, sin que haya existido una verdadera competencia… Comparto el sentimiento, la percepción, la convicción de que este ha sido un juego cerrado…”.


Zúñiga fue el primero en salirse de la contienda, no sin antes delinear el perfil de quien sería el candidato priísta; dijo que este debía ser “un priísta liberal, vigoroso, dinámico, popular, triunfador, conciliador, humilde, sencillo. Que tenga arraigo en Veracruz; que sepa construir alianzas; que demuestre madurez en la toma de decisiones”; agregó que los priístas debían estar al lado de Alemán para reforzar la unidad y garantizar en la entidad un sexenio histórico del que todos nos sintamos orgullosos.” Después preguntó ¿quien va a ser? Se contestó, no lo sé. “Pero lo que si sé es que no me van a seleccionar a mí”, aseveró: “Me retiro para no lesionar a mi partido, ni a mí”.


Juan Maldonado y Jorge Uscanga decidieron ya no seguir en el juego sucesorio. Maldonado después declaró que, previo a la publicación de la convocatoria, el gobernador Alemán le había comentado que las encuestas ponían a Fidel en primer lugar y que era conveniente dar la impresión de unidad. Montano también se retiró afirmando “tengo cinco años de trabajo político en el Estado y lucho contra 30 años o mas. Hay que buscar los caminos y hay que ver circunstancias.” Loyo hizo lo propio “no declino, me declinan, dijo. Eduardo Andrade, hombre culto y profundo conocedor del sistema político mexicano comprendió muy temprano que no eran sus tiempos y se retiró, con la elegancia que le permite su acendrada preparación universitaria y, hombre de leyes, no de intrigas, adoptó una postura prudente muy de acuerdo a las circunstancias. (Recuento de un Estilo)

Flavino Ríos Alvarado aún en contra de su voluntad, mediando dramáticas circunstancias personales, aguantó hasta el final acatando instrucciones. El 31 de enero se publicó la convocatoria priísta, que definía la selección del candidato a través de 2,640 delegados a la Convención que se llevaría a cabo el 24 de febrero y establecía un tiempo de campaña interna entre el 14 y el 23 de ese mes… De esta manera, el 24 de febrero Fidel Herrera Beltrán fue aclamado por los delegados a la Convención como candidato de unidad.


Así se escribió aquella historia, de la que algunos insisten en señalar la versión interesada de que Fidel llegó aún en contra de la voluntad de Alemán porque no era su candidato. No hay verdades absolutas ni quien la posea por completo, pero ni Yunes, ni Carvajal, ni Tomás Ruiz estaban desinformados. ¿O sí? 25,285 votos hicieron la diferencia para ganar en aquella ocasión con un candidato con toda la experiencia a cuestas. Como dice Martínez Wolf ¡aguas!


(Pedidos del libro Recuento de un Estilo) a alfredobielmav@hotmail.com.
Enero 2010





XALAPA “MODERNO”

Por Alfredo Bielma Villanueva


La incursión de los empresarios en la política militante no es un fenómeno nuevo en México, sobre todo en el norte de la república cuando después de la locura echeverrista que llevó a la invasión de las feraces tierras del Yaqui y del Mayo, se decidieron a participar para contrarrestar los estropicios que causaba la entonces omnipotente clase política, tradicionalmente chambista y corrupta. Fueron los hombres de empresa un ariete del PAN en el ascenso a diversas posiciones electorales y de gobierno, ellos requerían de una franquicia que les propiciara la participación política en los órganos públicos y, además, de la estructura que les facilitara el triunfo. Manuel Clouthier en Sinaloa y Barrio Terraza en Ciudad Juárez son los casos clásicos de empresarios con origen priísta que, inconformes, se lanzaron para hacer oposición en contra de la hegemonía monopartidista.


Surgieron otros casos, Canavati en Monterrey, Masso en Torreón, Correa Rachó en Mérida, Gerardo Poo en Veracruz, etc., empresarios todos ellos que, estimulados por diferentes propósitos, incursionaron en administraciones municipales y estatales y demostraron, con sus diferencias de matices, que era posible gobernar en otros términos que no fuera necesariamente el ejercicio patrimonialista del poder. En Veracruz la primera experiencia que se recuerde es la de Gerardo Poo en la administración de un municipio de la dimensión del primer puerto de la república. Orientado por el gobernador Acosta Lagunes, el alcalde-empresario secundó las intenciones del ejecutivo estatal y lograron sembrar los cimientos de la modernización de lo que ahora conocemos como la conurbación de más explosivo crecimiento urbano en el Estado. Dante Delgado reimpulsó eficientemente el proyecto y los frutos ahora son fácilmente observables.


En 2004 el Partido Revolucionario Institucional, en una situación de verdadero apremio frente al deteriorado prestigio de los políticos, en Xalapa tuvo que echar mano de un candidato auténticamente surgido de la sociedad civil. Un empresario cuyo perfil lo definía más panista que priísta, pero que tuvo la virtud de mantener su candidatura al margen de la identificación con el partido que lo postulaba. Ricardo Ahued fue lo que se puede calificar como un candidato ciudadano, pues hubiera obtenido la victoria independientemente del partido de su postulación. Fue aquella elección más que difícil para el resto de los candidatos, incluso los aspirantes al gobierno del Estado y, no cabe duda, que en Xalapa Ahued remolcó la candidatura de Fidel pues Convergencia sumó en esta capital un buen número de votos a su favor para Dante Delgado y para Armando Méndez, quien acarreó para su causa poco más de 50 mil sufragios que en otra contienda que no fuera esta le hubieran dado el triunfo para la alcaldía.


En esas circunstancias, en 2007 el gobernador (el PRI) decidió repetir la experiencia con otro empresario que, aunque de más bajo perfil político que Ahued, dicho esto sin ánimo de confrontación, orientado por las directrices giradas desde el palacio de gobierno, se pretendía seguir el curso de una administración municipal honesta y de resultados. Lo cierto es que para que obtuviera el triunfo el actual alcalde se le desbrozaron todos los caminos de la oposición, desde Convergencia, en donde Dante Delgado no opuso resistencia, y desde el Palacio de gobierno donde maniobraron para dejarle el campo libre a un candidato que, ciertamente, con una oposición mejor perfilada se las hubiera visto negras.


Para conocer hasta qué grado se están cumpliendo en Xalapa los pronósticos de una administración eficiente depende del resultado de la evaluación del costo-beneficio. Lo cierto es que el alcalde está haciendo su lucha y ni duda cabe que la hace con los mejores deseos de salir bien librado de una responsabilidad para la que quizás no estaba preparado. Su problema más bien estriba en querer clonarse hablando de una obra cuya dimensión en la realidad está muy retirada del discurso. A la sociedad ya no se le sorprende fácilmente, mucho menos en una colectividad reflexiva y enterada como lo es la que habita en la capital del Estado.


Casuísticamente podemos ejemplificarlo en la m0desta y casi hasta sigilosa inauguración del tramo “remodelado” de la avenida Ávila Camacho de esta muy sufrida ciudad capital. Una obra sencilla pero ciertamente muy cara para estos tiempos en que debiera manejarse con más prudencia y responsabilidad el dinero público. Después del magro evento, casi vergonzante, no se ha hablado más de la famosa remodelación que con tanta enjundia se profetizaba en el sentido de que situaría a Xalapa como una de las ciudades más modernas de México (¡!) por su nuevo atractivo turístico. Si bien se recuerda, las obras incluían entre otras bondades el cableado subterráneo, lo que ya será para otra ocasión porque tal hecho no aconteció. De todos modos los colgajos de cables siguen allí como constancia y recordatorio de la incongruencia entre el decir y el hacer; el parto de los montes no estaría mejor representado.


Los problemas urbanos de esta gran ciudad diferidos por administraciones anteriores deben ser tratados con la seriedad del caso por las autoridades encargadas de administrar sus recursos y su destino colectivo. Cierto es que los enormes problemas de vialidad que padece Xalapa no podrán ser resueltos en sólo tres años y la puesta en marcha del programa de movilidad urbana es un buen intento pues algo se tiene que hacer para empezar a solventarlos.


Pero una ciudad con el número de automóviles que tiene Xalapa demanda de algo más que medidas que a estas alturas resultan sólo arreglos cosméticos. Requiere de vialidades nuevas para dar curso a 150 mil automotores que diariamente circulan por sus estrechas y empinadas calles y avenidas. Si bien por el momento no podemos aspirar a la “modernidad” si sería bueno que al menos se diseñara un Plan con visión a corto y mediano plazo que incluya, primero, tapar los innúmeros baches que existen; segundo mejorar el pavimento de avenidas como 20 de noviembre y otras que están para llorar, tercero, pavimentar calles que, o están empedradas y dificultan el paso de vehículos o no se utilizan por falta de orientación vial. Pero lo que se requiere como cirugía mayor es la construcción de vías de circunvalación por el poniente y el oriente que lleven rápidamente de norte a sur y viceversa. Cuesta mucho dinero, pero valdría el esfuerzo y de esa manera se haría congruente el discurso con la realidad.


Lo demás es cuento chino, porque Villahermosa o Tuxtla Gutiérrez, por ubicar capitales de Estados pobres como Veracruz, nos aventajan en demasía en ése ramo; para no citar a Puebla, de la que urbanísticamente estamos a millas de distancia, casi en paralelo con el número de vías rápidas que allá tienen y de las que nosotros carecemos. No hagamos ilusiones vanas de pretender “magnas” obras, como la famosa Cruz Eólica gigante anunciada por el alcalde del puerto jarocho como “símbolo mundial de Veracruz”, que vendría a ser algo así “como la estatua de la libertad de Nueva York, la Torre Eiffel o el Museo Guggenheim en Bilbao”. Algo parecido a la famosa araucaria de fierro que se ha pretendido convertir en símbolo de Xalapa, cuando aquí tenemos al gran Macuiltépetl como natural logotipo que evidentemente nos sobrevivirá tal cual ha subsistido pese a tantos delirios de torpeza.


alfredobielmav@hotmail.com
Enero 2010




VOLUNTARISMO POLÍTICO

Por Alfredo Bielma Villanueva



Corren por la Internet un sinnúmero de comentarios acerca de las intenciones reeleccionistas del gobernador veracruzano; algunos sin pies ni cabeza, otros más serios merecen reflexionarse por cuanto a que forman parte del proceso para renovar los mandos políticos en la entidad, un asunto que a todos nos involucra y debe interesarnos por cuanto a que se trata de nuestro destino colectivo. Entiéndese que los supuestos de esa “reelección” parten de a) la idea de que Javier Duarte sea el candidato del PRI al gobierno estatal, b) que obtenga el triunfo electoral y c) que, ya como responsable del mando, acate sin reserva ni titubeos las instrucciones del antecesor. Tres hipótesis, y como tales habrá que tomarlas hasta que la demostración las confirme o desvirtúe. Por lo pronto, sirve para recordar someramente un capítulo de nuestra historia relativo al tema:


La Constitución de 1857 otorgó el derecho, y también como obligación, al voto a todos los varones mayores de 21 años en un pueblo conformado en su mayoría por analfabetas e ignorantes que pululaban en la miseria. En base a ese mandato de la ley se organizaron elecciones a cual más fraudulentas, como bien lo describió el jurista Emilio Rabasa (1856-1930): “como el sufragio universal era un mandato de la Constitución y un imposible en la práctica, tenía que fingirse para guardar las formas, había que llevar a las casillas electorales a ciudadanos autómatas, para lo cual debían intervenir las autoridades y sus agentes inferiores; de modo que para las ritualidades de la ley, sin las que no hay elecciones, y para hacer la elección, sin la cual no hay gobierno, la de aquél hombre de inmensa popularidad (Juárez) tuvo que verificarse por medio de la superchería que atentaba contra las leyes, que menoscababa la autoridad de Juárez y que enseñaba para lo sucesivo el camino del fraude electoral”.


Para nadie que frise los cincuenta años será un secreto que esa situación permanecía vigente en México todavía en la década de los 70, y aún hasta los noventa, si se considera que fue a partir de la creación del IFE cuando el gobierno dejó de organizar y de calificar las elecciones federales y de todo tipo. Esa es a grandes rasgos la dimensión de nuestro atraso político. Allí podemos encontrar la explicación del porqué nuestros viejos políticos aún mantienen en sus mentes la idea de que nada ha cambiado y de que por lo mismo pueden operar con la impunidad cívica, política y electoral que les dio personales frutos a su trayectoria personal.


Don “perfidio”, le decían a Porfirio Díaz cuando iniciaba su tercer periodo de gobierno (1888-1892). El mote provenía de la sutileza con la que actuaba para deshacerse de sus enemigos; que sólo era la más benigna porque la otra representaba la eliminación física sin miramiento alguno, tal como se manifestó en el “mátalos en caliente” que instruyera al gobernador de Veracruz Luís Mier y Terán en 1879. Era un secreto a voces la manera en cómo “don perfidio” se había deslindado de su “querido” compadre, el expresidentes Manuel “el manco González”, a quien había mandado acusar de peculado en la Cámara de diputados induciendo para ese propósito al Gran Jurado del cuerpo colegiado de tal manera de menguarle posibilidades a sus aspiraciones de volver a la presidencia.


“Mucha administración y poca política”, era el lema del gobierno porfirista, ello significaba domesticar las ambiciones políticas de sus adversarios a las suyas, sembrando la división entre sus enemigos y maniobrando para mantener sujetas las ambiciones de los caciques, jefes militares y cabecillas locales otorgándoles prebendas y corrompiéndolos para hacerlos de su lado. “Pan y palo” era la espada de Damocles para quienes asomaban la cabeza intentando oposición, muchos obedecían al instinto de conservación y prefirieron someterse a los dictados del gobernante a cambio de las suculentas prebendas que éste les arrojaba. Años después, ante Creelman, el tuxtepecano justificó su estrategia: “La experiencia me ha convencido de que un gobierno progresista debe tratar de satisfacer las ambiciones personales tanto como sea posible, pero de que al mismo tiempo debe poseer un extinguidor para usarlo sabia y firmemente cuando anden con demasiada viveza, con peligro para el bien común”. El bien común lo personificaba él, por supuesto.


La destreza de Díaz para manejar sus relaciones con la prensa lo habilitó para hacerse de una imagen de semidios, pues para cuando tomó posesión del cargo en su tercer periodo de gobierno (1888-1892) hasta el tintineo de las campanas de la catedral sonaba como música celestial al anunciar la permanencia en el poder de quien, según sus lanza flores en la prensa, era el salvador de México convertido ya, según la lisonja quincenalmente pagada, en un país próspero, como cuerno de la abundancia. “¿Qué de extraño, pues, que de los 16 709 votantes que forman los 227 distritos electorales del país, el General Díaz haya obtenido mayoría de 16 662, cuando ha sido el autor de tan maravillosa transformación?”, decía El Siglo XIX, un periódico palaciego, de esos que suelen circular en oficinas y organizaciones públicas.


Nada nuevo bajo el sol se dice siempre que encontramos acontecimientos sociopolíticos que se asemejan a anteriores ya aparecidos. Ciertamente no puede haber nada nuevo mientras quien ejecute las acciones sea el hombre y el entorno cultural lo favorezca. Que se sepa, la condición humana en cuanto a sus relaciones con el poder político no ha cambiado y, como diría don Teofilito, ni cambiará.


Así, en el proceso político-electoral en que se encuentra inmerso el Estado de Veracruz se están produciendo acontecimientos que bien vale la pena ponerles atención didáctica para desentrañar los motivos de su acaecimiento. Todos en México sabemos que nuestra historia más reciente estuvo enmarcada por la hegemonía partidista protagonizada por el Partido Revolucionario Institucional de 1946 hasta el 2000 en la presidencia de la república, y que aún hace gobierno en 18 estados de la federación mexicana. También conocemos que a partir del 2000 los gobernadores dejaron de ser empleados del titular de la presidencia de la república y que parte del poder que éste concentraba se desperdigó entre los ejecutivos estatales. Ahora estos son quienes tienen el poder de manejar sus respectivas sucesiones, según sus pertinentes estilos y de acuerdo a las condiciones en que operan.


En ese orden pudiera tomarse el caso de Veracruz, un Estado gobernado por un personaje de la clase política que surgió y desarrolló en los términos del presidencialismo imperial; un contexto en el que privó el voluntarismo más radicalizado de un solo hombre. Tal vez de allí pudiera derivarse una razón subyacente de la ya manifiesta intención de dejar un sucesor a modo, combinado y matizado por supuesto con el estilo personal.


No es fortuito que en el programa dominical del pasado domingo (11-I-2010) “Punto de Encuentro”, de Ricardo Rocha, Granados Chapa haya calificado de autócrata al gobernador de Veracruz cuando hizo referencia a su insistencia para hacer candidato a uno de sus “incondicionales”, sin consideración alguna-dijo- a la clase política del lugar y poniendo en riesgo un posible triunfo priísta.


En el periódico “El Universal” del 13 de este mes, la columna Bajo Reserva abunda sobre el tema cuando habla de las intenciones del mandatario veracruzano de imponer a Javier Duarte como candidato priísta y que ello “pone en riesgo el triunfo de su partido en las elecciones de este año”. Extiende el comentario para señalar que los programas de gobierno “se llaman Fidelidad, en estricto culto a él. Su administración está uniformada con el rojo de su gorra”. Son enfoques que de alguna manera reflejan el acontecer veracruzano actual.


Porfirio Díaz en 1888 ya había juntado en su haber dos periodos de gobierno por lo que tuvo tiempo suficiente para cimentar su imagen de buen gobernante, a ello contribuyó la conformación de un pueblo ignorante y sumido en la miseria. ¿Le alcanzará a Fidel Herrera el proclamado imán electoral de su persona y su larga experiencia en esas lides para coadyuvar eficientemente en la causa del precandidato hasta ahora perfilado? ¿El elector será capaz de distinguir propuestas y programas de personalidades y prestigios?¿Hasta qué grado la ciudadanía veracruzana está preparada para discernir electoralmente lo que le conviene lo constataremos en Julio próximo. El fenómeno es interesante para cualquier sociólogo político, pues la raíz del comportamiento de la clase política encuentra amarres sustanciales en la sociedad que lo permite. Que lo averigüe Vargas, decía el clásico.


alfredobielmav@hotmail.com
Enero 2010





FRENTES POLÍTICOS

Por Alfredo Bielma Villanueva



Poco a poco se van calentando los ánimos de la sucesión, en mayor medida en los dos partidos políticos, el PRI y el PAN que, por sus posiciones en ocasiones irreductibles, tradicionalmente hacen las veces del agua y del aceite mostrando su ancestral incompatibilidad en competencias electorales. De los otros partidos, en Veracruz ya sabemos que Convergencia pudiera dar la batalla por la índole del candidato que se perfila para ser postulado, Dante Delgado.

Los otros partidos solo aspiran a ser bisagras, unos con mayor protagonismo que otros. Del PRV conocemos sus nada profundas entrañas y que sólo aspira a objetivos económicos. Del Partido Verde Ecologista, que su existencia se ha mantenido haciendo alianzas, principalmente con el PRI. De Nueva Alianza, por las particularidades de su membresía a la que habrá que reconocer elevados índices de operatividad, que es el de más alto calibre, a pesar de su reciente noviciado. Del PT, pejista al fin, que se la jugará con Dante. Que del PRD sólo jirones quedan, después de la labor de zapa que a su interior ha hecho el operativo oficial, a tal grado que su otrora pujanza ha quedado exangüe y a expensas de los charales que a la manera de los tiburones lo desgarran desde su interior, buscando sólo el usufructo de las prerrogativas y las oportunidades que permite las bondades del régimen de representación proporcional para encaramarse en algún puesto y desde allí vender caro su amor.

Será la que viene una contienda electoral más que difícil porque estará en juego el gobierno de Veracruz, la conformación del Poder Legislativo estatal y la renovación de los 212 ayuntamientos. Adicionalmente se pone en juego la subsistencia política del recientemente formado grupo de “la fidelidad”. Obvio es decir que si los resultados electorales no favorecen a éste grupo político, el problema no sólo será de supervivencia, porque pasados los tiempos de tronar los cohetes, se avecinan los de recoger las varas, y algunas de ellas han caído en tierras cenagosas, arenas movedizas a cual más de peligrosas.

Durante éste proceso sin duda se producen pensamientos y sentimientos contradictorios entre los diversos precandidatos, algunos de los cuales mantienen lazos de parentesco. Por ejemplo, en circunstancias diferentes a las actuales, sino fuera él mismo un aventajado precandidato por el PAN, Miguel Ángel Yunes Linares, desearía que el candidato del PRI fuera su primo hermano Héctor Yunes Landa y/o, José Francisco Yunes Zorrilla. De similar manera, en la tesitura veracruzana estaría equivocado quien supusiera que Fidel Herrera y Miguel Ángel Yunes no se podrían poner de acuerdo, ya que en esta ocasión existen motivos para deducir que ambos coinciden, aunque por diferentes razones, en que la candidatura del PRI debiera ser para Javier Duarte de Ochoa. En este caso es obvio el conflicto sentimental en el que por designios pragmáticos entra el precandidato panista al preferir a otro candidato priísta que no sea su primo hermano Héctor.

Si de preferencias hablamos, ni duda cabe que al gobierno y al PRI estatal, por lo que se ve, le conviene más una candidatura panista encabezada por Gerardo Buganza que por Miguel Ángel Yunes; al menos ésa es la impresión que se advierte en la acentuada obstinación por publicar resultados de sospechosas encuestas que ponen a la cabeza de los priístas a Javier Duarte y en la de los panistas a Gerardo Buganza.

Por otro lado, está más que vista la crisis al interior del priísmo, en donde no será fácil mantener la pretendida y muy requerida unidad si se juega con cartas marcadas en la selección del candidato. La actitud de Héctor Yunes Landa al buscar la candidatura priísta al gobierno de Veracruz exigiendo un proceso limpio, transparente y democrático le ha complicado la escena al gobernador, y no ha sido precisamente por un comportamiento irregular imputable al diputado por La Antigua. Para nadie es un secreto que al interior del priísmo ha sido manifiesta la inequidad en el trato a las precandidaturas: obstrucción y censura para unos y relajada y hasta apasionada entrega para las aspiraciones del otro. En ése teatro la ciudadanía ha estado expectante y poco a poco, a través de los medios de información no enajenados a la consigna ha venido formándose una opinión al margen de la vocería oficial.

En cuanto a Dante Delgado, no cabe la menor duda que su candidatura atrae simpatías; su acertado desempeño en el cuatrienio que le tocó gobernar mantiene en Veracruz un voto duro que le sigue siendo fiel, agregado a los que le pudiera arrimar la convocatoria de Manuel López Obrador. Tiene en contra, sin embargo, a las circunstancias, o las finanzas. En los tiempos que corren las elecciones se ganan con dinero, mucho dinero, ya sea para publicidad o bien para comprar voluntades electorales. Esto último, que no debiera ser, lamentablemente es una realidad en detrimento de las instituciones creadas para evitarlo. En este sentido, para mala fortuna, el órgano electoral no goza de cabal salud pública.

Si en las elecciones municipales y legislativas de los últimos cinco años se alentó el afán para “echar mano de la imagen del gobernador”, ahora habrá que ver hasta qué grado esa estrategia pudiera funcionar a favor de su partido para sacar adelante las candidaturas. No pasa desapercibido que a medida que los tiempos se cumplen brotan signos de nerviosismo al interior de la estructura partidista que ahora hace gobierno en Veracruz. Ese síndrome provoca deslices tan infantiles como el que se les haya escapado el detalle de presentar los supuestos resultados de la encuesta de IMO a través de un contratista de los más favorecidos por el gobierno, que además está cooptado por sus personales circunstancias. Verdadero o falso el resultado de la consulta, el detalle descrito lo desvirtúa por estar cargado de desconfianzas, más aún por las súbitas y poco creíbles fluctuaciones.

En descargo del desacierto habrá que aceptar que quizás no había mucha tela de donde escoger, pues la misma impresión hubiera causado si el resultado de la supuesta consulta lo transmitiera uno de los muchísimos favorecidos con la entrega de notarías o concesiones de taxis, que es una manifiesta prueba del uso patrimonialista que actualmente se le ha dado al ejercicio del poder en el Estado de Veracruz.

Por lo tanto, la mejor encuesta es la que cada cual haga en su respectivo entorno. Principalmente que valga a los que ahora son delegados a la Convención priísta, muchos de los cuales no lucen convencidos de la aparente orientación que se le dará a la elección de su candidato al gobierno del Estado.

Como en un ejercicio democrático, auténtico, cada cual puede realizar su propia consulta y esa será la percepción más cercana a la preferencia política colectiva. Pudiera ser que el resultado varíe conforme al entorno del que se trate pero la que vox populi trae dice que el orden de las preferencias es el siguiente: Héctor Yunes Landa, José Yunes Zorrilla y Javier Duarte. Y que conste, en ello no interviene nada ad hóminem todo es asunto de Fuenteovejuna.

alfredobielmav@hotmail.com

Enero 2010






PACTOS PATITOS

Por Alfredo Bielma Villanueva



En 1987 la economía nacional atravesaba por una más de sus cíclicas crisis operando una gran presión sobre el gobierno federal y su partido debido a la cercanía del proceso electoral que se celebraría el 6 de julio de 1988. Molesta y atribulada, la ciudadanía culpaba al gobierno de la desastrosa situación económica, el que para enfrentarla acudió a un programa antiinflacionario a través del Pacto de Solidaridad Económica entre el gobierno y los sectores obrero, campesino y empresarial. El intento de inmediato fue calificado como electorero.


Era el quinto año de gobierno de Miguel de la Madrid, que había iniciado con mal fario al recibir de su antecesor López Portillo una economía en pleno desastre, que cargaba a cuestas la estatización bancaria, con la consiguiente animosidad de la clase empresarial y la financiera.


Durante 1983 la moneda se deslizó a razón de un peso por mes, pasando de 149 pesos en enero a 161 para finalizar el año. En 1984 el deslizamiento fue a razón de 4 pesos mensuales y de 6 pesos durante la primera mitad de 1985.


Mientras esto sucedía en la economía, en el área financiera bursátil se produjo un auge extraordinario cuando el índice de precios y cotizaciones de la Bolsa Mexicana de Valores se multiplicó 70 veces, pasando de 4 597 puntos a 369 719. Pero como todo lo que sube, baja, ése índice se desplomó drásticamente el 19 de octubre de 1987, provocando fuga de capitales, una elevada inflación y aparejada una endemoniada devaluación que elevó el precio del dólar a 2 200 pesos. La clase media mexicana que había aventurado su capital en la bolsa, después de vender bienes para invertirlos en valores que deban ganancias exorbitantes, quedó en la inopia, con papeles bursátiles sin valor y ya sin propiedades.


En ese entorno nació el Pacto de Solidaridad Económica el 15 de diciembre de 1987. El compromiso era “ajustar” (un subterfugio por aumentar) los precios y tarifas del sector público; se elevó un 85% el pecio de las gasolinas, gas, teléfono y electricidad. Se proyectaba disminuir el Gasto Público en 22% del PIB en 1987 a 20% en 1988. Además, se “desincorporarían” (sofisma por vender) las empresas públicas no estratégicas ni prioritarias, y muchos etcéteras más.


Había terminado la era de la abundancia, esa que López Porillo exhortó a los mexicanos aprender a administrarla. La locura echeverrista y la frivolidad de López Portillo habían dejado lamentables secuelas y el pueblo pagaba caro su pasado. Los jóvenes de aquella época poco después se convirtieron en los ciudadanos que, cansados de más de lo mismo, fueron presa fácil de las exorbitadas promesas de Vicente Fox y con su voto buscaron saciar su sed de cambio.


Para evaluar los resultados de aquel Pacto débese partir de la base que ciertamente se logró contraer la inflación y que, aprovechándose de los estropicios de un modelo económico supuestamente aniquilado, Salinas de Gortari le dio la puntilla con la instauración del neoliberalismo económico, al que coronó con el asimétrico Acuerdo Económico con los Estados Unidos y Canadá.


Las recientes generaciones conocen de nuevos Pactos estatales y nacionales. Pactos Económicos, Acuerdos sobre Seguridad Pública, compromisos del sector público, en su mayor parte incumplidos y yacen enquistados en la cápsula del tiempo. Forman un grueso expediente de decepciones ciudadanas atribuidas a gobernantes incompetentes y a gobiernos simuladores e irresponsables de su misión que han dado al traste con la confianza que debiera inspirar un servidor público.


Esto de los Pactos y Acuerdos llama la atención porque, al menos en Veracruz, han dejado mucho que desear. Ahora, el gobernador Herrera Beltrán ha anunciado que el próximo 10 de enero (mañana), su gobierno relanzará una nueva etapa del Pacto de Articulación Gubernamental “para enfrentar la crisis con oportunidad y eficacia” a fin de contrarrestar el impacto del incremento al precio de las gasolinas y de la tortilla. De esta última, dijo que no ha subido su precio gracias a “vastos programas de siembra de maíz que han convertido a Veracruz en un gran productor de grano”.


Pero de declaraciones sin sustento está pavimentado el camino de los aplausos fáciles. Por ejemplo: no es dable que la flácida memoria colectiva recuerde que en enero de 2007 se dijo que el gobierno estatal implementaría la siembra de maíz para abatir su costo y mantener el precio de la tortilla entre 8 y 9 pesos. Se declaró entonces que Veracruz producía 1 millón 100 mil toneladas de maíz y que se pretendía incrementar con 600 mil hectáreas adicionales para producir 1 millón 800 mil toneladas. Pero toda la parafernalia se cimbró cuando el Secretario de Agricultura estatal expresó que no se tenía un número exacto de productores de maíz (11-I-07).


En presidente Calderón puso su grano de arena cuando aseguró que no subsidiaría el precio de la tortilla para no caer en el error de gobiernos pasados, por lo que el gobernador se apuró a expresarle: “Señor presidente, estamos de su lado”, ofreciendo un programa piloto para fijar el precio de ese producto en 7 pesos el kilo, una de las tortillerías de la Reserva, en Xalapa serviría de programa piloto.


Después vinieron declaraciones sobre un Programa de subsidio a tortillerías para establecer el kilo de tortilla a 7 pesos; la loza a este programa se la puso Sixto Antonio Jasso, delegado de la Profeco, quien informó que tras el fracaso de la firma del “Pacto de la Tortilla Fidelidad por Veracruz” en la zona Veracruz- Boca del Río se convocaba para que el gobierno del Estado mantuviera el subsidio de 60 millones de pesos para mantener el costo en 10 pesos el kilo. (22-I-08). Y la última palada la echó el diputado José Ruiz Carmona al declarar que el Pacto de la tortilla estaba quebrado debido a la falta de recursos económicos en el gobierno del Estado. “Las tortillas están en precio libre ahora…”dijo. (20-II-08)


Sin embargo, en el gobierno imperaba el optimismo retórico: “Ante la crisis alimentaria en el mundo, Veracruz está blindado, porque cuenta con la capacidad rápida de respuesta y además tenemos recursos naturales y humanos para sacar adelante una producción”, pero menguaba su entusiasmo al reconocer que el Estado tenía la desventaja de una baja producción de maíz blanco, materia prima de la tortilla. Una voz más realista y sensata desde Copladever avisaba que Veracruz no se encontraba blindado para enfrentar la crisis mundial “y las tortillas cuestan más” (8-X-08).


Como con frecuencia suele ocurrir, desde palacio se bajan precios por decreto. Así ocurrió en marzo de 2009 cuando la Cámara Regional de Productores de Tortilla de los Estados de Puebla, Tlaxcala y Veracruz, en voz de Aída Palafox, confirmó el alza en el precio de la tortilla. Entonces, en una breve entrevista el mandatario estatal aseguró que la información difundida era falsa, puesto que en Veracruz el precio se mantenía entre 9 y 10 pesos. Sin embargo, su dicho no encajaba con la queja de los consumidores de municipios como Veracruz, Boca del Río, Papantla y Poza Rica en donde el producto se vendía hasta en 13 pesos el kilo. Informaba la nota periodística: “Cuestionado al respecto, el mandatario realizó un enlace telefónico con un integrante de su gabinete y en un tono un tanto molesto desacreditó la queja ciudadana”. “Es que ustedes leen medios que no están bien informados, no hay tal, no es cierto eso, hay mucha oferta y demanda, no hay realidad en eso, declaran de una manera desinformada, vayan al mercado y chequen los precios de la canasta básica”. (Milenio 2009-III-11)


Pudiéramos seguir eslabonando declaraciones envueltas en facundia pura y engarzarlas con su correspondiente contraparte en la realidad, pero lo descrito es suficiente para sustentar la interrogante acerca de la efectividad de los Pactos y Acuerdos a nivel estatal, sobre todo cuando no se cuenta en éste orden de gobierno con la facultad de fijar las tarifas a la energía eléctrica ni a los precios del café; del tabaco; del azúcar; del peaje en carreteras y puentes y, como ya se ve, ni de la tortilla.


Aunque, ya en plan cínico o indolente pudiéramos concluir que esos Pactos y Acuerdos son necesarios sólo para no cumplirlos, para inducir la idea de que algo se está haciendo y ganarse muy eventuales aplausos, mismos que la vocería del boletín se encargará de magnificar. Ciertamente, una realidad Kafkaiana.


alfredobielmav@hotmail.com
Enero 2010








IGNACIO ALTAMIRANO MARÍN

Por Alfredo Bielma Villanueva



Ignacio Altamirano Marín fue un político veracruzano que no encaja en el concepto negativo que comúnmente tenemos de la clase política mexicana. Fue un hombre serio, integro, honesto y responsable; como servidor público dedicó siempre lo mejor de sí mismo; nada de promesas para salir del paso; nada de antesalas repletas mientras adentro se lee el periódico o se mantienen las pláticas insustanciales de quienes no toman en serio la comisión que se les ha conferido, a cambio de un sueldo cuyo cargo corre a cuenta de todo el pueblo.


Buen estudiante e inquieto desde muy joven desarrolló la facultad innata del buen hablar; dominaba la oratoria con maestría y participó en no pocos concursos estudiantiles obteniendo triunfos de primero y segundo lugares.


En 1968, durante la campaña proselitista del candidato del PRI al gobierno del Estado, destacó en el grupo de oradores que el abanderado tricolor, Rafael Murillo Vidal, mantenía a su lado para que a su nombre hablaran en diversos puntos de la geografía veracruzana. Lo hizo bien Nacho, como se le conocía entre sus amigos. En aquella ocasión tuvo oportunidad de fortalecer sus lazos de amistad con el profesor Rafael Arriola Molina, amigo muy cercano del candidato al gobierno y cuenqueño, como Nacho, a quien esa relación favoreció.


Cuando en noviembre de 1968 integró el equipo de colaboradores para su gobierno el gobernador Murillo Vidal nombró a Ignacio Altamirano Marín Jefe de Acción Social, una dependencia encargada de instrumentar lo necesario en las giras del ejecutivo estatal, un puesto que, sin ser Dirección, era muy codiciado porque de ese escritorio ya habían salido varios candidatos a diputados locales y federales. Nacho no fue la excepción.


En 1970 el PRI escogió a Ignacio Altamirano como su candidato a diputado federal por el distrito de Cosamaloapan pero, muy localistas, los políticos del lugar protestaban porque el candidato era de Tierra Blanca y no de la cabecera distrital. En ese entonces era pan comido cualquier candidatura priísta, y la de Altamirano salió adelante gracias a la voluntad decidida de Murillo Vidal y al apoyo de Arriola Molina, presidente del CDE del PRI. El candidato a diputado por ese distrito tuvo que tejer fino para no despertar ni los celos ni la ira del candidato al senado por Veracruz, nada menos que su paisano Rafael Arriola Molina quien, a pesar de su enorme experiencia en las lides políticas, padecía del mal del poder y sus ímpetus rebasaban los límites de la prudencia, a tal grado de vociferar que había obtenido en la cuenca del Papaloapan más votos que el candidato a presidente de la república, Luís Echeverría Álvarez.


Aquella elección federal en Veracruz se significó porque, en su desaforada actitud, el profesor Arriola Molina ya candidato electo al senado de la república declaró que la Federación era un pulpo que todo se llevaba y sólo dejaba migajas a los Estados. Fue suficiente esa extroversión política para que, en tiempos del presidencialismo imperial, el expediente del candidato veracruzano al senado fuera congelado en el Colegio Electoral y para que el profesor Arriola, junto con su suplente, Juan Maldonado Pereda, perdieran la oportunidad de acceder al escaño senatorial. Sobre las sonadas declaraciones el ex presidente Ruiz Cortines comentó que eran ciertas pero que “Arriola las dijo al cuarto para las doce y no a las doce y cuarto”, por ello pagó las consecuencias. Entonces, el Estado de Veracruz se quedó con un solo senador, que fue Samuel Terrazas Zosaya, por cierto oriundo del Estado de Michoacán, aunque avecindado en tierras veracruzanas y líder nacional del gremio petrolero.


En éste episodio Nacho Altamirano “nadó de a muertito” pues como candidato por el distrito cuenqueño se temía que la “quema” le pudiera llegar. No fue así y formó parte de la primera Legislatura (1970-1973) del sexenio echeverrista (1970-1976). Como diputado, coincidió, entre otros, con Ignacio González Rebolledo, un joven xalapeño ilustre que representaba a la capital del Estado y ya formaba parte del equipo más cercano al líder de la mayoría, Octavio Sentíes Gómez. No fue difícil para González Rebolledo acercar a Altamirano Marín con el líder y, juntos, integraron el equipo de batalla que se desempeñaba con solvente soltura en la “más alta tribuna de la nación”.
Al caer de la Jefatura de la Ciudad de México Alfonso Martínez Domínguez, por efectos del “halconazo” del Jueves de Corpus, Octavio Sentíes Gómez fue designado por Echeverría Regente del Distrito Federal y éste nombró a González Rebolledo su Secretario Particular. Era indudable la fuerza política de Ignacio González Rebolledo en aquél equipo y de ello se valió para nombrar a Altamirano Marín en la Dirección del Trabajo del DF, un encargo delicado y de elevada responsabilidad que Nacho desempeñó con talento y sensibilidad política.


En 1980, el gobernador electo de Veracruz, Agustín Acosta Lagunes, invitó a Ignacio Altamirano Marín para que se encargara de la Dirección del Trabajo. Su entrega y compromiso, además de la habilidad para conducirse políticamente, fue el principal factor para que en su oportunidad Acosta Lagunes lo designara como Subsecretario de Gobierno, puesto en el que permaneció hasta el final del gobierno de Don Agustín.
Larga sería una pormenorizada relación de las tareas públicas y académicas que desempeñó el Licenciado Ignacio Altamirano Marín, pero una breve semblanza no debe excluir el espacioso número de artículos periodísticos que escribió y los libros que de su autoría ha dejado para el porvenir. Es el compendio de una vida exitosa por los frutos que Nacho ha dejado al retirarse de ésta dimensión de la angustiosa levedad del ser, en que nos debatimos todos. Su recuerdo permanece en lo alto, porque en ese anchuroso espacio de ortigas y de yerbas malas que es la política, su pasión de siempre, caminó como las aves de Díaz Mirón, con el plumaje sin manchas ni mácula alguna. Ahora, por todo ello, habiendo cumplido cabalmente en el contexto familiar, social y político en el que realizó los afanes de su vida y mucho más, Nacho debe descansar en Paz.


alfredobielmav@hotmail.com
Enero 2010



¿VAMOS BIEN? ¿VIENE LO MEJOR?
Por Alfredo Bielma Villanueva


“Vamos bien, viene lo mejor”, dice el slogan que el gobierno del estado utiliza para promoverse, insertado en la idea de que ha logrado transformar a Veracruz en mayor medida que lo hicieron sus antecesores y que en adelante estaremos mejor. Sin embargo, el slogan no por repetido parece ser admitido por la mayoría, pues la realidad a la que se enfrenta refleja una situación muy diferente y es más fuerte que la percepción que se quiere crear. En esa tesitura cabe preguntarse si el famoso dicho no resultará contraproducente a la hora de hacer las evaluaciones; cuando se haga la comparación entre lo que se dijo y lo que se hizo; cuando llegue el momento de establecer la relación del costo beneficio, del cuánto se tuvo para hacer lo que supuestamente se realizó.


Hace seis años el gobierno de Miguel Alemán promocionaba la idea de que “Veracruz es un Estado que lo tiene todo”, a lo que el aspirante al gobierno en 2004 agregó durante su campaña que “Veracruz es un Estado que lo tiene todo…por hacer”. Ingeniosa y hasta malévola composición que ahora, por esas cosas raras de la vida, corresponde a los veracruzanos descifrar si el dicho aún está vigente o si efectivamente hay un avance como el que describe el hiperbólico lenguaje oficial. Desafortunadamente no es difícil de comprobar pues, a juzgar por lo que la realidad nos enseña, nuestro Estado está aún muy lejos de patentizar el benévolo efecto de los recursos que la naturaleza ha puesto a la disposición del hombre. Desvanecer esto último con reiteradas frases de aliento no es fácil, por cuanto a que las tercas circunstancias se niegan a mostrar un rostro más amable, y lo peor es que desafortunadamente está muy lejos desaparecer, no al menos en un futuro inmediato.


“Todos ven lo que tú aparentas; pocos advierten lo que eres”, escribió Nicolás Maquiavelo cuando aleccionaba al príncipe sobre la forma de conducirse en política. Una formula que subsiste y es utilizada con mayor asiduidad en los últimos años como resultado de la globalización de las comunicaciones y de la eficiencia de la repetición para inducir a las masas hacia un determinado pensamiento. “Una mentira repetida adecuadamente mil veces se convierte en una verdad”, lo decía Goebbels, y su vigencia es tan manifiesta que incluso quien la repite llega a creerla con verdadera convicción.


Un caso clásico de inducción del comportamiento de las masas lo vivió el mundo durante el delirio hitleriano que logró generar en el pueblo Alemán un sentimiento colectivo de superioridad para sostener la idea de que eran capaces de dominar al mundo. Joseph Goebbels, el ministro de propaganda de Hitler, fue el encargado de la estrategia de mantener dormida a la masa humana en un sueño casi imposible. Lo hizo aprovechando las condiciones sociales y económicas por las que atravesaba el pueblo alemán y la Europa en general, nacidas de la llamada Primera Guerra Mundial y del crack financiero de 1929-1933 que depauperó a aquella región, considerada entonces como el centro del mundo.


Es una gran verdad que en periodos de crisis la mente colectiva es presa fácil de las estrategias gubernamentales orientadas a mantenerlas en relativa calma, abriendo ventanas por donde se fugue la presión. En esas condiciones, la conciencia colectiva es sometida a intenso bombardeo mediático mientras se coopta a sus líderes para que coadyuven en el intento. Es como caminar como sobre un hilo que, o puede romperse o resiste para llegar al extremo opuesto. En México, como en Veracruz, un Estado en donde de siete millones de habitantes cuatro viven en extrema pobreza, el caldo de cultivo es propicio para cualquier brote violento.


Mucho debe hacer el gobierno de Fidel Herrera en éste su sexto año de gobierno para convencer a los gobernados de que efectivamente Veracruz es otro gracias a la labor que autocalifica como extraordinaria. Porque con slogans no se puede borrar que 15 de los 50 municipios más pobres del país están en nuestro Estado y que, según informa COPLADEVER, el próximo año habrá cuatro millones de pobres en Veracruz; que el sector público gasta 31.5% del PIB estatal (el promedio nacional es de 20.4%); ni que nuestra tasa de escolaridad es bajísima; el analfabetismo se ve imposible de abatir, pero debemos congratularnos porque en esto superamos a Chiapas, Oaxaca, Michoacán, Puebla y Guerrero.


Para colmo de las dudas, sus colaboradores no le administran información precisa al gobernador. Como en el tema de los famosos puentes construidos de que tanto se ufana la presente administración. Un día (3-XII) que son 1084; otro día ( 8-XII) que son 1080; otro más (9-XII) que 1089 y uno más (16-XII) la prensa informa que son 1034 puentes más; y cuando se les cuestiona si son nuevos puentes o si muchos de los enumerados son de arreglos cosméticos el Secretario de Comunicaciones contesta con un vago: “Veracruz es muy grande y a veces vemos sólo lo que queremos ver”, ignora e invita a que en esos términos tendríamos que incluir hasta el puente Xalitic. Desafortunadamente, a los diputados, nuestros inefables “representantes”, se les olvida que entre sus funciones bien cabe su compromiso para con la sociedad, no tan sólo de legislar sino de vigilar que el Poder Ejecutivo administre con prudencia el gasto público y que, en casos como los puentes y los tractores que, según se informa han sido entregados en números de miles, para ellos resulta más que fácil comprobarlo, pero no lo hacen.


Ya para 1944 los alemanes estaban perdiendo la guerra, entonces ningún discurso, aún con la música estridente de Wagner de fondo, ni slogan alguno, parecían despertar en el pueblo germano el sentimiento de confianza que los había inflamado para hacer la guerra. El sutil sentimiento de ser la raza superior parecía ahogado por la derrota y se reflejaba en la frase del filósofo de cabecera de los líderes nazis, uno de los grandes pesimistas de la historia, Friedrich Nietzche, quien en alguna ocasión había dicho: “Lo que me preocupa no es que me hayas mentido, sino que, de ahora en adelante, ya no podré creen en ti”, Goebbels había fracasado.


alfredobielmav@hotmail.com
Enero 2010