IGNACIO ALTAMIRANO MARÍN

Por Alfredo Bielma Villanueva



Ignacio Altamirano Marín fue un político veracruzano que no encaja en el concepto negativo que comúnmente tenemos de la clase política mexicana. Fue un hombre serio, integro, honesto y responsable; como servidor público dedicó siempre lo mejor de sí mismo; nada de promesas para salir del paso; nada de antesalas repletas mientras adentro se lee el periódico o se mantienen las pláticas insustanciales de quienes no toman en serio la comisión que se les ha conferido, a cambio de un sueldo cuyo cargo corre a cuenta de todo el pueblo.


Buen estudiante e inquieto desde muy joven desarrolló la facultad innata del buen hablar; dominaba la oratoria con maestría y participó en no pocos concursos estudiantiles obteniendo triunfos de primero y segundo lugares.


En 1968, durante la campaña proselitista del candidato del PRI al gobierno del Estado, destacó en el grupo de oradores que el abanderado tricolor, Rafael Murillo Vidal, mantenía a su lado para que a su nombre hablaran en diversos puntos de la geografía veracruzana. Lo hizo bien Nacho, como se le conocía entre sus amigos. En aquella ocasión tuvo oportunidad de fortalecer sus lazos de amistad con el profesor Rafael Arriola Molina, amigo muy cercano del candidato al gobierno y cuenqueño, como Nacho, a quien esa relación favoreció.


Cuando en noviembre de 1968 integró el equipo de colaboradores para su gobierno el gobernador Murillo Vidal nombró a Ignacio Altamirano Marín Jefe de Acción Social, una dependencia encargada de instrumentar lo necesario en las giras del ejecutivo estatal, un puesto que, sin ser Dirección, era muy codiciado porque de ese escritorio ya habían salido varios candidatos a diputados locales y federales. Nacho no fue la excepción.


En 1970 el PRI escogió a Ignacio Altamirano como su candidato a diputado federal por el distrito de Cosamaloapan pero, muy localistas, los políticos del lugar protestaban porque el candidato era de Tierra Blanca y no de la cabecera distrital. En ese entonces era pan comido cualquier candidatura priísta, y la de Altamirano salió adelante gracias a la voluntad decidida de Murillo Vidal y al apoyo de Arriola Molina, presidente del CDE del PRI. El candidato a diputado por ese distrito tuvo que tejer fino para no despertar ni los celos ni la ira del candidato al senado por Veracruz, nada menos que su paisano Rafael Arriola Molina quien, a pesar de su enorme experiencia en las lides políticas, padecía del mal del poder y sus ímpetus rebasaban los límites de la prudencia, a tal grado de vociferar que había obtenido en la cuenca del Papaloapan más votos que el candidato a presidente de la república, Luís Echeverría Álvarez.


Aquella elección federal en Veracruz se significó porque, en su desaforada actitud, el profesor Arriola Molina ya candidato electo al senado de la república declaró que la Federación era un pulpo que todo se llevaba y sólo dejaba migajas a los Estados. Fue suficiente esa extroversión política para que, en tiempos del presidencialismo imperial, el expediente del candidato veracruzano al senado fuera congelado en el Colegio Electoral y para que el profesor Arriola, junto con su suplente, Juan Maldonado Pereda, perdieran la oportunidad de acceder al escaño senatorial. Sobre las sonadas declaraciones el ex presidente Ruiz Cortines comentó que eran ciertas pero que “Arriola las dijo al cuarto para las doce y no a las doce y cuarto”, por ello pagó las consecuencias. Entonces, el Estado de Veracruz se quedó con un solo senador, que fue Samuel Terrazas Zosaya, por cierto oriundo del Estado de Michoacán, aunque avecindado en tierras veracruzanas y líder nacional del gremio petrolero.


En éste episodio Nacho Altamirano “nadó de a muertito” pues como candidato por el distrito cuenqueño se temía que la “quema” le pudiera llegar. No fue así y formó parte de la primera Legislatura (1970-1973) del sexenio echeverrista (1970-1976). Como diputado, coincidió, entre otros, con Ignacio González Rebolledo, un joven xalapeño ilustre que representaba a la capital del Estado y ya formaba parte del equipo más cercano al líder de la mayoría, Octavio Sentíes Gómez. No fue difícil para González Rebolledo acercar a Altamirano Marín con el líder y, juntos, integraron el equipo de batalla que se desempeñaba con solvente soltura en la “más alta tribuna de la nación”.
Al caer de la Jefatura de la Ciudad de México Alfonso Martínez Domínguez, por efectos del “halconazo” del Jueves de Corpus, Octavio Sentíes Gómez fue designado por Echeverría Regente del Distrito Federal y éste nombró a González Rebolledo su Secretario Particular. Era indudable la fuerza política de Ignacio González Rebolledo en aquél equipo y de ello se valió para nombrar a Altamirano Marín en la Dirección del Trabajo del DF, un encargo delicado y de elevada responsabilidad que Nacho desempeñó con talento y sensibilidad política.


En 1980, el gobernador electo de Veracruz, Agustín Acosta Lagunes, invitó a Ignacio Altamirano Marín para que se encargara de la Dirección del Trabajo. Su entrega y compromiso, además de la habilidad para conducirse políticamente, fue el principal factor para que en su oportunidad Acosta Lagunes lo designara como Subsecretario de Gobierno, puesto en el que permaneció hasta el final del gobierno de Don Agustín.
Larga sería una pormenorizada relación de las tareas públicas y académicas que desempeñó el Licenciado Ignacio Altamirano Marín, pero una breve semblanza no debe excluir el espacioso número de artículos periodísticos que escribió y los libros que de su autoría ha dejado para el porvenir. Es el compendio de una vida exitosa por los frutos que Nacho ha dejado al retirarse de ésta dimensión de la angustiosa levedad del ser, en que nos debatimos todos. Su recuerdo permanece en lo alto, porque en ese anchuroso espacio de ortigas y de yerbas malas que es la política, su pasión de siempre, caminó como las aves de Díaz Mirón, con el plumaje sin manchas ni mácula alguna. Ahora, por todo ello, habiendo cumplido cabalmente en el contexto familiar, social y político en el que realizó los afanes de su vida y mucho más, Nacho debe descansar en Paz.


alfredobielmav@hotmail.com
Enero 2010