EL PRI Y LA HETERODOXIA

Por Alfredo Bielma Villanueva


Sin excepción, buena parte de los siete millones de ciudadanos que poblamos el Estado de Veracruz debiéramos acompañar con nuestra participación a la poco decantada clase política, en la que hemos depositado, de manera irresponsable, los asuntos de nuestra vida en común. Al acercarse los tiempos normativamente establecidos para el arranque de las precandidaturas y candidaturas al gobierno veracruzano, la ciudadanía debiera ejercitar su derecho a participar activamente en el proceso, de tal manera de posicionarse como efectiva orientadora de lo que sucede en el ámbito electoral para que quien vaya a gobernar Veracruz los próximos seis años, independientemente del partido de donde provenga, lo haga con auténtica entrega, sin las consabidas simulaciones; que demuestre capacidad para la política y la administración; que sea honesto y que privilegie por sobre cualquier consideración política o partidista los asuntos que la colectividad le plantee.


El informe de Héctor Yunes Landa sobre sus actividades como legislador, rendido ante los pobladores del distrito por el que fue electo y un bien nutrido grupo de invitados y de simpatizantes, puede servir como parámetro para dimensionar hasta qué grado han venido cambiando las formas políticas. En ese proceso de transformación interactúan combinadamente los actores de la arena política, conformada por las diversas fuerzas que participan en la búsqueda del poder y, sin duda, las inexorables circunstancias, ya de los actores, ya del entorno mismo.


El informe de Héctor Yunes Landa sobre sus actividades como legislador, rendido ante los pobladores del distrito por el que fue electo y un bien nutrido grupo de invitados y de simpatizantes, puede servir como parámetro para dimensionar hasta qué grado han venido cambiando las formas políticas. En ese proceso de transformación política participan combinadamente los actores de la arena conformada por las diversas fuerzas que participan en la búsqueda del poder y, sin duda, las inexorables circunstancias, ya de los actores, ya del entorno mismo.


Signos del cambio puede ser la heterodoxa actitud asumida por Héctor Yunes Landa respecto de la disposición oficialista de no hacer olas y mantenerse quieto, según los viejos moldes de la disciplina acrítica, que tanto distinguió a la militancia del Partido Revolucionario Institucional de los viejos tiempos de la hegemonía perdida. Al adoptar esa conducta y lanzarse en pos de su legítima aspiración, el diputado Yunes Landa ha recibido el trato que se le dispensa a la disidencia: gran vacío en los medios de comunicación (aunque honrosas excepciones sí las hay), y consignas a la clase política para que se abstenga de engordarle el caldo. De esto último también han sabido otros precandidatos, como José Yunes Zorrilla, quien aún con otra estrategia, recibe sin embargo sus correspondientes cuotas de “llegues”.


Cualquier asistente al mitin informativo pudo percatarse que, tratándose del informe de un legislador priísta, ni él ni la concurrencia acudieron uniformados del rojo intenso que ha caracterizado en los últimos cinco años a este tipo de reuniones masivas. Un signo evidente de cómo la consigna se obedece por conveniencia y no por convicción. Lo curioso y llamativo es que los medios de comunicación apenas hicieron referencia a este acto político, aún bajo la forma de inserción pagada. Esto último sólo confirma la desigualdad de condiciones en la que participan quienes desean conseguir la candidatura priísta en Veracruz. Lo lamentable es que, a excepción de unos cuantos, la masa electoral ni idea tiene de los porqués de ése fenómeno que oculta soles y devela lunas.
El fenómeno que suscita la heterodoxia de Yunes Landa propicia las condiciones para ratificar la tesis que informa que en política los aplausos hacia uno casi siempre representan críticas hacia otro. La proposición incluye el argumento de que al precandidato incómodo se agregan no pocos inconformes con la línea de la “fidelidad” y muchos más que han tomado conciencia de lo inaceptable que resulta la persistencia de actitudes políticas absolutamente incompatibles con los tiempos que corren.

Los plazos se cumplen, y van arreciando los rumores acerca de que la decisión anticipada se confirma. Esto último patrocinado desde el poder, ámbito en el que, como se puede percibir, no se tiene aún la certeza de la decisión porque la realidad le viene reflejando que el proyecto no crece, a pesar del incalculable apoyo. Lo peor es que la terca realidad se empeña en recordar que existen otras opciones que, cual santos venerados, sin necesidad de tanto incienso, en sus nichos arden los encendidos fuegos de la esperanza y de la voluntad de ser.


Aún con toda la ventaja que el Partido Revolucionario Institucional pudiera llevar sobre los otros Partidos, en Veracruz el PRI se encuentra en un dilema. Se trata de que el gobernador, una “chucha cuerera” en estos lances, pudiera jugar la sucesión empecinado en un proyecto, confiado a la supuesta querencia popular hacia su persona, sin tomar en cuenta los signos políticos que empiezan a demostrar, una vez más, lo aleatorio del sentir colectivo. Por lo demás, sin poner en tela de duda su promocionada popularidad, dado a orientarse por las consultas de opinión, no debería soslayarse el hecho de que el candidato no sería Fidel Herrera, el de los discursos de fácil palabra y de vastos recursos, provenientes de una larga experiencia en lides electorales.

A esa circunstancia se suma la personalidad de quienes se están perfilando como candidatos de Acción Nacional y de Convergencia, cuya sola mención bien valdría tomarla con la seriedad del caso y reconocerles el valor de ser la causa de los desvelos.
Sin duda que la actitud adoptada por el legislador de La Antigua constituye un fenómeno interesante, que debe ser sopesada con detenimiento, por cuanto a que revela una reacción de inconformidad a las formas de hacer política al interior del PRI en Veracruz, que por cierto guarda antecedentes en las amargas experiencias de éste partido en Zacatecas, en Tlaxcala, en Chiapas, cuando por atender a las consignas desde el poder el PRI no escuchó razones, la oposición “cachó” esas candidaturas e hizo morder el polvo al todopoderoso partido.


Todo por el bien de la sociedad; visto en la perspectiva de los tiempos, la actitud de Yunes Landa es positiva por donde se le vea, por cuanto a que representa un aire que refresca el contaminado ambiente de una práctica política que debe ir desapareciendo de una vez y para siempre.


Ahora, al margen de lo que decida el gobernador sobre la candidatura priísta, los nuevos tiempos proporcionan a la ciudadanía la oportunidad de decidir por un más amplio abanico de posibilidades, ello contribuye a la democracia y enaltece a la política, una actividad totalmente envilecida por años de sojuzgamiento ciudadano a la voluntad de unos cuantos. Participar, he allí lo que no debe ser el dilema.


alfredobielmav@hotmail.com
Diciembre 2009