NO REELECCIÓN

Por Alfredo Bielma Villanueva


“En el mismo gabinete existen personas que aún ayer lo detractaron, llenándole de ridículo y acusándole de incapaz y ambicioso; otras personas, también muy allegadas y de influencia lo negaban y los más lo compadecían, así es que el pobre general Díaz no cuenta con una lealtad reconocida.

“Porfirio está amagado por sus mismos partidarios que en público protestan su lealtad y firmeza, y en secreto maldicen al caudillo que con sus desaciertos prepara un triunfo seguro a la revolución restauradora”.

Hasta aquí una cita del periódico La Orquesta, que criticaba la falta de acción del flamante gobierno de Porfirio Díaz cuando éste se había hecho del gobierno de la república después de derrocar a Lerdo de Tejada y no se le veía mas que un enorme apetito de poder, aunque le faltaba la aptitud para desempeñarlo. La prensa adicta al general, sobre todo El Monitor Republicano y El Siglo, regodeaban en sus escritos sobre el lema que había llevado al poder-tras dos revueltas- al nuevo gobierno: Sufragio Efectivo, No reelección, en aquel entonces de gran significado y de profundo contenido social por cuanto a que Juárez se había reelecto tres veces y Lerdo intentaba hacerlo cuando Díaz lo frustró.

Ya sabemos lo que sucedió con aquel titubeante inicio de gobierno de Porfirio Díaz, convertido más tarde en una feroz dictadura de poco más de seis lustros. Una ambición nunca simulada por buena parte de los gobernantes mexicanos que sucedieron al caudillo de los treinta años. Uno de los últimos que acariciaron el sueño reeleccionista fue Carlos Salinas de Gortari, quien pretendía hacerlo tras un periodo de un sucesor al que presumía a modo para realizar sus designios. Pero sus sueños fueron frustrados por Zedillo quien, por vocación democrática o simplemente por instinto de conservación, lo impidió. Lo cierto es que el proyecto salinista estaba programado para una vigencia de, por lo menos, cuatro sexenios, o “los próximos 24 años”, como se señaló.

Es éste un síndrome del político mexicano o simplemente vocación cultural de quienes en México acceden a una porción de poder, pues tal parece que renace cual ortiga en llano irrigado; los veracruzanos pudiéramos sospecharlo de ésa manera, según los síntomas públicos que se han venido manifestando en los últimos meses, en los que ha arreciado el rumor sobre la designación de un posible sucesor a modo del gobernante en turno. Una sospecha cuya sola propuesta ofendería a una ciudadanía medianamente educada para la política.

No sería dable poner en tela de duda ni regatear la indiscutible habilidad y malicia del actual gobernador veracruzano para hacer política a la mexicana. A su muy reconocida manera de ofrecer y en muchas ocasiones no cumplir, se agrega ahora el hecho de que, con un manejo patrimonialista del poder, ha arropado con canonjías a buena parte de los personeros de los medios de comunicación y a no pocos de la clase política veracruzana. Prácticamente los ha “cebado” y atraído hacia su proyecto o, al menos, los ha maniatado para alejarlos de toda tentación para la reacción. Sin duda, una buena estrategia, aunque arropada en recursos que por su origen debieran destinarse a las mejoras públicas y no sólo a las particulares.

Al observar el panorama nacional, en cuya arena política el Partido Revolucionario Institucional opera por todos lados para arrebatarle el poder al Partido Acción Nacional, no se advierte la manera en cómo ése proyecto pudiera ser impedido, en virtud de que el gobierno encabezado por Felipe Calderón luce pasmado ante la problemática nacional, y la izquierda sufre sus eternas luchas intestinas que le impiden competir con probabilidades de ganar. Además, está visto que detrás de la estrategia priísta está gran parte de su nomenklatura política, encabezada, entre algunos otros, por Salinas de Gortari que así retoma el camino que le obstruyó Zedillo, pero que reinicia ahora con renombrados bríos y en condiciones bastante propicias.

Cualquier mediano observador podrá percatarse cómo se han venido renovando los cuadros priístas del alto mando. El gobernador Peña Nieto es un caso paradigmático. ¿Quién era éste joven gobernador hace solo seis años? De muy cercano colaborador de Arturo Montiel, gobernador del Estado de México, fue catapulteado a su actual cargo, desde el cual fuertes grupos de interés lo han convertido en un polo político de referencia nacional. Los reflectores de la política se orientan hacia su figura cada vez que se hace necesario y no es casualidad el que haya estado cerca de los triunfos de los candidatos priístas a los gobiernos de Nuevo León, Aguascalientes y San Luís Potosí. Tampoco es aleatorio el que su Estado cuente con una de las bancadas legislativas más experimentadas en la actual legislatura federal y que de allí, por cierto, vaya a salir su sucesor, al que ya han perfilado ubicándolo en la presidencia de una de las Comisiones legislativas más importantes.

La misma estrategia que sirvió a Montiel para hacer gobernador a Peña Nieto, y la que este sigue para su posible sucesor, con algunas variantes la estamos viviendo en Veracruz en la ya evidenciada voluntad del gobernador Herrera Beltrán de hacer a su ex secretario de finanzas, ahora diputado federal, el candidato del PRI al gobierno de Veracruz, es decir, su sucesor en el cargo. Al menos así lo ha mandado decir con los apologistas a su disposición y, por si no bastara, es por todos muy conocida la ayuda que se le proporciona al presunto candidato a través de la prensa y de los canales políticos por los que transcurren las solicitudes para arropar al ya calificado como “delfín”; mote utilizado para describir las intenciones hereditarias de un cargo político en pleno siglo XXI.

En un plano meramente pragmático las intenciones hereditarias del gobernador veracruzano no tendrían ningún pero pues, como es lógico, qué mejor que dejar el cargo a un ex colaborador que sabe bien a bien el estado de las finanzas, pues es co responsable de las mismas. Sólo que en esa arena política participan otros actores con los mismos derechos que el presumiblemente señalado, y en el rango de experiencias lo aventajan considerablemente, lo que hace injusto que se les pretende escamotear la oportunidad de participar en igualdad de circunstancias. Porque nadie podrá negar que en las filas del PRI estatal tanto Héctor Yunes Landa, como José Yunes Zorrilla y Ranulfo Márquez Hernández aventajan con creces, en cuanto a experiencia, los merecimientos partidistas de Javier Duarte, “El Delfín” quien, por cierto, no por llevar el sello de la casa pierde el derecho a su legítima aspiración.

Nada oculta que las ideas de prorrogar mandatos son atribuibles a la condición humana. Pero, ¿La ciudadanía no cuenta? Desgraciadamente, como en los tiempos de Porfirio Díaz, hay poco “pueblo político”, entendido esto último como un sustrato poblacional preparado para oponerse a toda intentona que pretenda retrotraer la política a los tiempos en los que el Sufragio Efectivo, No Reelección era una bandera propia para enarbolar insurrecciones. Ya habrá oportunidad para comprobar en qué medida existe ése “Pueblo político”.

Quieran las circunstancias que impere un prurito democrático y se abran las apuestas con limpieza a una competencia justa, y que quien resulte el abanderado participe en la contienda electoral, mas que atenido a la compra de votos y en la ventaja que a estas alturas lleva el PRI sobre los otros partidos, en la confianza que el respaldo de sus bases le acredite y en su capacidad para convocar a los veracruzanos a votar a su favor.

alfredobielmav@hotmail.com

Noviembre 2009