FIDELIDAD Y RECONOCIMIENTOS

Por Alfredo Bielma Villanueva


“Piedad por la nación que aclama al vanidoso como héroe y juzga al oropelesco conquistador como hombre de bien.” “Piedad por la nación que da la bienvenida a su nuevo gobernante con toda pompa, y lo despide a gritos, tan sólo para dar la bienvenida a otro con todos los honores”. A estas reflexiones de profundo contenido de Gibran Jalil la realidad mexicana les proporciona cotidiana validez.

Para comprobarlo basta repasar en nuestra historia los incontables eventos en los que se exhiben quienes se afanan hasta el delirio por agradar a quien ostenta poder y que, al desaparecer éste, abandonan al otrora objeto de su idolatría para irse a postrar, sumisos, ante un nuevo tlatoani. Un fenómeno humano, comprobable en todas las latitudes del orbe. La revisión es posible llevarla a cabo porque está impresa, ya en ensayos, ya en novelas, ya en el recuerdo más fresco de quienes actúan en la arena política de cualquier lugar.

Tal vez esta circunstancia es lo que intenta evitar quien ahora gobierna Veracruz y por ello acude al sutil retorno del nervioso comienzo de su mandato cuando se utilizó la estrategia, sádica por cierto, de poner la espada de Damocles sobre las cabezas de sus colaboradores al tiempo de sugerirles que quienes no se sintieran a gusto debían renunciar al cargo que con desgano-según él- desempeñaban. Una pequeña variante será que para estos tiempos ya sería demasiado tarde para volver hablar de las “reingenierías administrativas” que tanto se anunciaron durante todo 2005, porque a estas alturas muchos serán quienes se pregunten en qué consistió la famosa reingeniería y en dónde están los frutos de la misma.

Más bien, la reiterada conminación es un síndrome de sadismo, en el que mucho tiene que ver la aportación masoquista de quienes, por “el placer de ser”, prefieren ser tratados como gente menor que dejar el puesto, con todo lo que éste conlleva. Pero a estas alturas para la ciudadanía es irrelevante saber quién del grupo del gobierno veracruzano se queda o quién se va, debido a que el titular del ejecutivo concentró en sí mismo tantas funciones de gobierno que dejó casi en el ostracismo y el anonimato a sus colaboradores. Por el centralismo funcional la ciudadanía se entera directamente por el gobernador de asuntos como la influenza y la crisis económica, así como de las bondades de la bursatilización, al igual que de las condiciones del clima y un poco más atrás, de cómo se dirigía al equipo de foot ball de los Tiburones Rojos, que por cierto, visto el estrepitoso fracaso, finalmente fue vendido por una bicoca, se entiende que al mejor postor.

Por otro lado, no obstante la reiterada estrategia de amenazar con desemplearlos, ha sido posible advertir que en el actual gobierno estatal pareciera haber algunas posiciones intocables. Son aquellos que pueden darse el lujo de hacer lo que se les antoje sin ser molestados, si acaso sólo con “regaños” mediáticos y a distancia. Porque ha sido notorio que más de un Secretario se comporta ajeno a las advertencias de su jefe, confiados, ¿quién sabe en que bases? de que no pueden ser removidos; lucen intocables y que, en todo caso, podrían irse cuando ellos decidan. Son aquellos a quienes importa una pura y dos con sal el inocente comentario del presidente del PRI en Veracruz acerca de que estará pendiente para vigilar y sancionar a los servidores públicos que no vayan al ritmo del gobernador. Eso es al menos lo que las apariencias señalan, lo que nos recuerda que con frecuencia, en política, lo que parece, es.

En fin, pronto estaremos advirtiendo si efectivamente el gobernador consiguió integrar a su alrededor un sólido equipo de “fieles”, dispuestos a jugárselas con “el proyecto”. Sin lugar a dudas tiene en su entorno a jóvenes por él iniciados a la actividad política y a algunos de quienes se le unieron hace ya varios ayeres. A otros se los ha encontrado en el camino, pero de éstos no se pudiera asegurar con certeza que se hayan sumado a sus querencias, ya que simplemente han coincidido en el camino y van por el mismo rumbo por donde él anda. Por cierto, esto de las querencias, nos debe recordar que el amor cuando es comprado no es sincero, no es amor, ni suele ser fiel.

Es éste un fenómeno interesante, que despierta curiosidad científica a los practicantes del quehacer investigador, ahora que los tiempos se van cumpliendo y en ése trance están a punto de producirse acontecimientos que podrán confirmar asertos. ¿Cuántos “Pedros” habrá cuando el gallo cante? ¿Quiénes de los actuales quema inciensos permanecerán en la eucaristía? ¿Quiénes de los ahora sádicamente sermoneados permanecerán “fieles”?

En esa lógica, adicionalmente, el gobernador quizás ya ha empezado a percibir con mayor intensidad el vacío que ofician los últimos meses y días en el poder. Tal vez con mayor detenimiento habrá observado que varios de sus colaboradores no han entrado en su frecuencia, que nunca estuvieron allí, y que no pocos están en patética paradoja con el mundo de la “fidelidad”.

La cercanía del relevo de mandos estatales traerá una serie de “reconocimientos” a quien ya se va; esto es un rito tradicional en nuestro país; forma parte de la liturgia política, y nace de entre quienes, agradecidos, desean manifestar su retribución con eventos en los que se quema incienso al que está a punto de la despedida pero que aún puede conceder así sea migajas. El que sea merecedor o no del agasajo pasa a segundo término. Lo que importa es patentizar supuestas adhesiones, quizá esperando sacar algo más de lo que pueda haber quedado para el reparto. En el fondo, todo eso forma parte de la liturgia que se resume así: Muerto el Rey, ¡Viva el Rey!

En el caso particular del gobernador Herrera Beltrán, esto de los reconocimientos ha sido parte del rito sexenal, no es ajeno a la personalidad de quien gobierna. Ha habido gobernantes circunspectos cuya idiosincrasia no les permite recibir el halago fácil, porque el sentido común, cuando lo hay, les comunica el versátil origen de su oficiosidad. Sin embargo, seres humanos al fin, es posible que se conciba al reconocimiento como una manera de paliar la nostalgia de las despedidas. “Me halagas, pero me gusta”, decía el Rey Sol cuando recibía muestras de la veleidosa cortesanía que lo vitoreaba a su alrededor.

En cuanto a gobierno, quienes desde el llano observamos el acontecer político suponemos que no estaría dentro del parámetro de lo preciso, de lo objetivo y de lo correcto, orientar cualquier análisis sobre la realidad y realizaciones de un gobierno cuando, como el veracruzano, aún no concluye su gestión. No obstante, un estudio de esa naturaleza sólo sería válidamente aceptable si incluye en el inventario las obras realizadas y aquellas que se quedaron larvadas, en su etapa de cuando fueron promesas. No por vano egoísmo, pero sería hiperbólico un reconocimiento de misión cumplida a quien está encargado de llevar a buen puerto la nave de su responsabilidad cuando aún no atraca a su destino y, aún más, cuando todavía no se establece la comparación correspondiente entre lo que se deja como constancia del trabajo realizado y la disponibilidad presupuestal de que se hizo uso. Más todavía, cuando no se percibe un cambio substancial, en términos de desarrollo económico y social, entre el antes y el ahora. Salvo que las estadísticas mientan.

Esto último es lo que finalmente importa a la sociedad, lo otro es tradición, costumbre, egolatría, parafernalia, cultura política. ¿Correcta?, ¿Incorrecta? Qué más da. Es la liturgia sexenal que permite el eterno ir y venir de los hombres en la política. Aquí constatamos con meridiana claridad la transitoriedad del hombre y la durabilidad de la política.

alfredobielmav@hotmail.com

Octubre 2009