CIUDADANÍA CATALEPTICA

Por Alfredo Bielma Villanueva


Desde el punto de vista de una investigación sociológica, orientada a descubrir el grado de desarrollo político alcanzado en nuestro país a partir de la alternancia en la presidencia de la república y de la interrupción de la hegemonía priísta en el mando presidencial, bien pudiérase colegir que hemos avanzado en algunos rubros, el desplazamiento del excesivo poder presidencial, por ejemplo; aunque, por otro lado, mantenemos un bajo nivel de participación ciudadana en los asuntos públicos y no pocos de quienes detentan el poder se resisten a abandonar los viejos procedimientos que por ser represivos inhiben el avance democrático.

La indumentaria blanca, la capucha del mismo color y en alto la amenazante antorcha inflamada decoraban la imagen del terrible Ku Klux Kan, un primitivo grupo de blancos reaccionarios y violentos, adversos a la igualdad racial en los Estados Unidos, que intentaban evitar con una sangrienta confrontación verificada a mediados del siglo XX. Sin embargo, ése eructo social represivo no impidió aquél valiente rugido: “No me preocupa el grito de los violentos, de los corruptos, de los deshonestos, de los sin ética. Lo que más me preocupa es el silencio de los buenos”. Tal dijo Martin Luther King cuando heroicamente lideraba la cruzada por la Ley de Derechos Civiles y la Ley de Derecho al Voto para los de su raza. Visión, lucha y sacrificio nada estériles, pues 50 años más tarde ha sido un sueño felizmente alcanzado con la llegada de un individuo “de color” a la presidencia del país más poderoso del orbe.

En México estamos a punto de celebrar el bicentenario del grito de Dolores y el centenario de la Revolución Mexicana, sin que hayamos alcanzado avances sustantivos, que justifiquen el gran jolgorio con el que pretendemos recordar a Hidalgo, Morelos, Guerrero, Juárez, Zapata, Madero, Villa, Filomeno Mata, Ricardo Flores Magón y hasta a Carranza y a los sonorenses de Agua Prieta. Por asociación de ideas, recordamos que a tan sólo dos décadas de que el priísmo celebre el centenario de su nacimiento, los logros para la nación no son lo magnífico que debían ser y van acompañados con un lamentable sentimiento de frustración, si comparamos nuestros pírricos avances en lo económico y lo político con lo alcanzado en los Estados Unidos, China, Japón, España, por ejemplo.

Durante los años de la dictadura porfirista, el grupo de élite conocido como los “científicos” utilizó el falaz argumento que pregonaba la incapacidad del pueblo para elegir a sus gobernantes, una tarea a la que estaba avocado el Dictador pues “faltaba pueblo político”, según sugerían sofísticamente. Cien años después, tal parece que seguimos en las mismas y para comprobarlo basta con observar el comportamiento político de quienes ejercen el poder en cualquiera de las aldeas, feudos o estados, que cualquier denominación encaja.

En Veracruz, por ejemplo, asistimos a un singular caso en el que a trasmano de un Partido se le niega a la ciudadanía el derecho a elegir a quienes desean y no pueden competir en igualdad de circunstancias. Ello sucede porque al privilegiar a uno, otorgándole todas las facilidades, por otro lado se inhibe a quienes teniendo aspiraciones y méritos suficientes se les coopta o se les margina.

¿Quién en su sano entendimiento pudiera intentar siquiera discutirle al diputado Javier Duarte su inalienable derecho a aspirar a gobernar su estado?, una apetencia muy legítima. Tampoco sería dable reñirle al gobernador del estado su intención de hacer que la sucesión recaiga en uno de sus adláteres, ni modo que propusiera a un adversario. Pero en todo caso es discutible el que se produzca el lamentable escenario en el que uno haga campaña con holgura de recursos, ensabanado en un baladí pretexto de engaña bobos, mientras a otros se les constriñe la oportunidad para manifestarse. Esto que lo permita la militancia priísta, si a bien lo tiene. Además, ¿por qué intentar hacerle creer a la ciudadanía que la gira de un precandidato, acuerpado por algunos de sus pares, tiene como fin defenderla de un mal gobierno y subrepticiamente, en base a ése cuento, hacer campaña al margen de lo que la ley establece? Pero, ¿y si a pesar de todo no crece?
Se entiende que es poco lo que se puede cambiar mientras buena parte de la clase política se integre por individuos cuya actividad está relacionada de alguna manera con el gobierno, de cuya autorización o desautorización depende en gran medida el éxito o el fracaso de la empresa, concesión, negocio o despacho. En la gama anterior están englobados contratistas, proveedores, dueños de taxis, transportistas, de escuelas, comunicadores, etc. a quienes se les tiene tomada la medida y basta con un solo gesto para mantenerlos a raya, es decir, sujetarlos dentro de los cánones establecidos por un manejo patrimonialista del poder.

Si bien no está en la actitud de la generalidad de los políticos la primicia de sobreponer los escrúpulos a las ambiciones de poder, hay ocasiones en la vida de los pueblos en las que bien valdría la pena ensayar tirar un poco del lastre indigno que recubre a algunas de sus actitudes, escrito sea con todo respeto.

De Centenarios y de Bicentenarios hablamos y nos adornamos para los próximos festejos, sin tomar cabal conciencia del vacío de su significado. Porque si los “científicos” de hace un siglo hablaban de la inexistencia de un “pueblo político” para justificar al Porfiriato, en los tiempos que corren, algunos políticos de hogaño se comportan como si la ciudadanía mexicana aún permaneciera en estado cataléptico, somnoliento, aletargado, haciendo las veces de un gran rebaño político que, a juzgar por su prolongado silencio, permanece en el limbo de la participación, o peor, de la sumisión política. Algo parecido al citado “silencio de los buenos”, de Martin Luther King.

Con la honrosa categoría de “ciudadano” que la Revolución Francesa rescató para el individuo de occidente, éste fue liberado de su condición de súbdito medieval. Lastimosamente el vasallaje persiste, sobrevive y está profundamente arraigado en el costumbrismo político mexicano. Aunque usted no lo crea.

alfredobielmav@hotmail.com

Octubre 2009