SUCESIÓN

Por Alfredo Bielma Villanueva



En esta nueva era, en la que el poder de decisión del presidencialismo autoritario se desplazó hacia los gobernadores de los estados, en el relevo de mandos suceden acontecimientos inéditos, matizados por las circunstancias del entorno social y por las características de los actores políticos que en ellos participan. Las particularidades que se van produciendo en cada caso darán forma y sustancia al nuevo régimen político mexicano que paulatinamente se está configurando.


Para nadie es un secreto que a escasos catorce meses del cambio de gobierno en el estado de Veracruz las aguas sucesorias se han venido agitando desde hace algún tiempo, formando remolinos particularmente en el partido en el poder, el Revolucionario Institucional. Por las características de quien gobierna en Veracruz y por la elevada politización de las gentes de este estado el proceso para el relevo de gobierno seguramente alcanzará elevados decibeles: primero porque el gobernador aspira a proseguir su carrera política en el altiplano y para que se le posibilite ese propósito debe entregar buenas cuentas a la nomenklatura de su partido reteniendo el poder en el estado y, segundo, porque en los tiempos que corren el comportamiento de los políticos dista mucho de aquellos en los que la decisión presidencial simplemente se acataba; cuando el que se movía “no salía en la foto”, según la frase apodíctica de Don Fidel Velázquez, uno de los iconos de los tiempos idos.


Son tan diferentes los modos actuales a los del pasado inmediato que ahora suele ocurrir justamente lo contrario, pues quien se mantiene quieto, salvo circunstancias muy especiales, puede perder la oportunidad de conseguir el cargo político de mayor importancia en una entidad. Así lo hizo en su tiempo Fidel Herrera; así lo quisieran hacer ahora quienes aspiran a sucederlo. Solo que por designios más propios de las añejas autocracias que de partidos demócratas, en el PRI existe una firme predisposición a mantener los viejos y anacrónicos vicios del dedazo.


Atendiendo a esos antiguos moldes el PRI estatal-su dirigencia real- ya ha prefigurado a un candidato al que se promueve abiertamente y se le auspician las oportunidades para su impulso, mientras que a otros se les niega el derecho de manifestarse sin correr el riesgo que les caiga la guadaña. Si bien corresponde a la militancia acatar o no las consignas impuestas desde la cúpula, será interesante descubrir si ha roto las ataduras de una disciplina de sometimiento absoluto o permanece enquistada en los antiguos moldes que la supeditan por completo a una actitud no muy lejana de la ignominia y del rebaño político.


Por lo pronto, asistimos al espectáculo priísta en el que se sataniza a quien se sale del guión autorizado; se coarta así la legítima aspiración de quienes pretenden superar su estatus actual por los senderos institucionales de su partido. ¿Lucha generacional? Ni por asomo, todo se reduce a un ejercicio patrimonialista del poder.


Pero reconcilia escuchar a, por lo menos, dos voces más que autorizadas para señalar que en Veracruz no hay adelantados en las filas del PRI. Lo declaró así el diputado José Yunes Zorrilla, uno de los más avanzados precandidatos que ese partido tiene para hacer frente a la dura lucha electoral que se avecina, pues a pesar de su juventud y su incuestionable experiencia en las lides políticas es un precandidato casi natural para abanderar al PRI en pos de la gobernación veracruzana. La otra voz provino del llano sotaventino; de Flavino Ríos Alvarado (cuya generación, por decreto, ha sido dada de baja en Veracruz), quien acaba de declarar que él no ve adelantados en el PRI. Viniendo de un actor político-tirando a atípico- aunque siempre ortodoxo como lo es Flavino Ríos, además de su insospechable seriedad, habrá que darle crédito a su dicho. Ambas declaraciones hacen insostenible el argumento oficial que sataniza a quienes como Héctor Yunes Landa recorren el estado en un afán legítimo al que tiene derecho, como cualquier ciudadano mexicano que aspira a un cargo de elección popular.


La temperatura del ambiente se está calentando y se torna aún más interesante porque pronto veremos a Fidel Herrera desplegar los hábitos del poder que ostenta, combinados con su reconocida experiencia en lo que se refiere a negociar desde el poder. Veremos si su estrategia de imponer candidaturas de aspirantes jóvenes le produce los resultados deseados, así como la posible reacción de quienes por su edad están en peligro de extinción forzada. Por experiencia se sabe por la maleable disposición de la clase política, algunos quizás darán su brazo a torcer no sin oponer estratégica resistencia para conseguir algún bono de salida, otros lo harán hasta por mendrugos. Eso Fidel lo sabe y tiene suficientes razones monetarias para cubrir ese frente.


Para el proceso electoral que viene, en su calidad de jefe del PRI estatal, el gobernador veracruzano tendrá a su disposición 212 planillas para ayuntamientos y 30 candidaturas a diputados, con sus respectivas suplencias y adicionalmente las listas de plurinominales. Negociará, sin duda, permítase la especulación, hasta las hipotéticas posiciones en el gabinete que viene. Pronto se verá qué ocurrirá al interior del PRI estatal. Pero ésta es solo una vertiente del porvenir veracruzano.


Enfrente está la oposición al priísmo y al fidelismo. También las circunstancias juegan y mucho; allí estarán las consecuencias reales del gobierno de Herrera Beltrán, la evaluación del costo beneficio de su administración; la verificación sobre cuántos puentes, cuantos tractores, cuantas escuelas, cuantas carreteras, cuántos nuevos ricos. La producción por sectores; qué dicen los del cítrico, de la vainilla; del tabaco, de la caña, del maíz, del arroz, de la piña. ¿En cuánto aumentó la tierra agrícola de riego? ¿Creció el hato ganadero? ¿A cuánto ascenderá la deuda en un sexenio?


Esto va empezando apenas ¿cómo terminará? Para saberlo, si 20 años no es nada, cuánto menos 14 meses.


alfredobielmav@hotmail.com


Septiembre 2009