RADIOGRAFÍAS

Por Alfredo Bielma Villanueva



Para nadie es un secreto que en México las transferencias de gobierno se convierten en sádicas imposiciones constitucionales para quienes están obligados por la ley a entregar al sucesor el bien preciado después de usufructuarlo durante seis o tres años, según el caso. Una de las razones de este fenómeno, cuya cíclica repetición debiera ser aprovechada para abrevar experiencia, es la patológica adhesión al poder y a la parafernalia que lo acompaña. Su influencia es tan fuerte que es capaz de convertir, virtualmente por supuesto, a quien lo ostenta en el más capaz, inteligente y hasta el más guapo de los alrededores y anexas. Los síntomas empeoran cuando quien se encuentra en esa tesitura padece fruición de poder, en cuyo caso el efecto es potencialmente mayor.


En nuestro país los fines de sexenio se convierten en verdaderas arenas movedizas para quien encabeza una administración pública. Carranza lo padeció hasta la muerte; Calles sufrió la Cristiada y el asesinato de Obregón y para acabarla tuvo que lidiar con Vasconcelos, de quien dicen que le ganó al PNR en 1929; con Cárdenas casi le gana-¿o le ganó?- al PRM el General Juan Andreuw Almazán en los comicios de 1940 para dejar a Ávila Camacho en el poder; a Alemán se le frustró el proyecto de reelección o el pretendido continuismo y casi le gana-¿o le ganó?- la votación al PRI el General Miguel Henríquez en 1952, a su candidato Ruiz Cortínez; Díaz Ordaz acabó su sexenio más solitario que nunca después del demoledor golpe de Tlatelolco en 1968; Echeverría terminó su mandato con un país incendiado por sus pendencias con “los emisarios del pasado” (empresarios y pequeños propietarios agrícolas) y por una insólita devaluación del peso a la que aclamaron y aplaudieron a rabiar y de pie senadores y diputados del Congreso de la Unión, aunque usted no lo crea; José López Portillo terminó su gobierno sin poder “defender como un perro” al peso tal cual lo había ofrecido, estatizó la banca y se fue dejando una incontrolable inflación y una imparable devaluación monetaria.


De la Madrid sufrió la debacle de la bolsa y como consecuencia los electores lo castigaron en la votación del 88, de la que Carlos Salinas salió avante gracias al pragmatismo panista que supo sacar raja de la situación; Salinas de Gortari cargó con el peso de los asesinatos de Colosio y de Ruiz Masieu, el levantamiento campesino en Chiapas y el corolario de “los errores de diciembre” en los inicios del gobierno zedillista; Ernesto Zedillo carga con los muertos de Acteal y de Aguas Blancas y la derrota priista en el 2000. Del inefable Vicente no hay mucho que decir porque acaso aún no se ha enterado de los estropicios que su gobierno le provocó al sufrido y decepcionado pueblo mexicano, porque sin saber volar aviones de papel pretendió hacer un aeropuerto. A calderón le faltan tres años, que si son del jaez de los tres primeros su final es de pronósticos reservados.


Acerca del fin de mandato de los gobernadores, de las que corresponden a Veracruz poco se pudiera decir antes del año 2000, a partir del cual cada gobernador se convirtió en el factor principal para decidir a su sucesor. Así lo supimos cuando Miguel Alemán logró hacer gobernador a Fidel Herrera Beltrán; también nos enteramos de los problemas financieros que lo obligaron a concertar un gravoso préstamo que endeudó al estado y ha servido para hacer cuentos sobre el destino real de ése dinero.


¿Podrá Herrera Beltrán dejar un sucesor a modo? ¿Terminará al igual que su antecesor solicitando un préstamo a los bancos ahora que la deuda del estado después de la bursatilización excede a los 9 mil millones de pesos? (Algo que se ve remoto, si nos atenemos al dicho de que las finanzas estatales están más sanas que nunca, ¿o no?).


El lunes pasado el gobernador convocó a los alcaldes veracruzanos para conminarlos a no quejarse de sus males financieros, que no cunda el pánico les recomendó, y ofreció transferirles 195.2 millones. ¿Hasta cuando se mantendrán quietos los munícipes cuyas administraciones a leguas se ve, se adivina, que están haciendo agua? ¿Fin de mandato sobre aceitados rieles o en veredas sembradas de espinas?


Además, mucho esfuerzo adicional tendrá que hacer el gobernador para evitar que sus colaboradores digan incongruencias. Como las recientes declaraciones de Theurel en las que asentó que “los 529 puentes estatales que funcionan en Veracruz” han tenido trabajos de reconstrucción (prácticamente son nuevos, dijo) y que 79 se han rehabilitado. Aparte de la limitada y poco inteligente declaración, el secretario de comunicaciones debiera recordar lo que expone y sobre todo leer lo que dice su jefe, por lo menos en lo que a su ramo se refiere. Porque vale hacer memoria que en su comparecencia para hacer la glosa del cuarto informe del gobernador comunicó que en los 4 años transcurridos se habían construido 343 puentes y alardeó que cada 4 días se construía uno más. Obligado está a revisar bien sus cuentas porque el gobernador declaró el 5 de junio próximo pasado que su gobierno ya llevaba 806 puentes construidos.


Pareciera que todos los finales son difíciles por los cuestionamientos que suelen hacerse. Por ejemplo, antes de acceder a la Secretaría de Finanzas, todavía siendo subsecretario Duarte de Ochoa declaró que el equipo de foot-ball “Tiburones Rojos” estaba valuado entre 230 y 240 millones de pesos. Mientras que el actual titular de Sefiplan, acaba de afirmar que la franquicia está valuada en 13 millones de pesos. Esas no son buenas cuentas si las comparamos con lo que se decía al amanecer del sexenio acerca de que Los “Tiburones” costaban más de cuarenta millones de dólares. En fin, ahora se dirá que se hizo un buen negocio vendiendo el equipo en 30 millones de pesos; lo mejor es que estará en manos de quienes realmente sabrán administrar y dirigir un equipo de foot ball.


Esto del fin de mandato y de las sucesiones recuerda el mito de Sísifo en la mitología griega que, condenado a empujar una rueda cuesta arriba al llegar a la cima esta vuelve a caer obligando a Sísifo a emprender nuevamente la tarea de empujar hacia a lo alto indefinidamente. ¿Será éste el destino de todo pueblo?

Lo que aquí se ha descrito muy sucintamente correspondería en el argot médico a la imagen de una radiografía, insuficiente sin duda para llegar a conclusiones más ciertas; por lo que para un mejor diagnóstico el especialista recomendaría esperar al resultado del ecosonido o la tomografía, si antes la enfermedad no hace crisis.


alfredobielmav@hotmail.com

Julio 2009