¿PAN O PRI?

Por Alfredo Bielma Villanueva



Como respuesta a las acciones implementadas por el primer gobierno revolucionarias de México, el de Lázaro Cárdenas, representantes de un sector, el más retrógrada de la sociedad mexicana, decidieron salir a la superficie para exponer su inconformidad en contra de quien, según ellos, “llevaba al país al comunismo”.Estaba aún muy fresca la sangre derramada en el movimiento cristero (1926-1929) contra el gobierno de Calles, por lo que cuando en 1937 se fundó el Partido Sinarquista, hubo inquietud. La identificación de esta corriente política con la cristiada conjugada con una clara tendencia fascista lo contraponía con el deseo de un pueblo que cicatrizaba heridas y aspiraba a construir un país lo más alejado de su reciente pasado, una historia de cruentos cuartelazos.


Sin embargo, la conformación social de aquel México rural y semifeudal colocaba en la cúspide de la pirámide a una clase integrada por individuos recientemente enriquecidos, por una oligarquía rural que se empeñaba en defender a toda costa la propiedad de sus grandes latifundios y por una flamante burguesía urbana ligada a la incipiente industria, todos pujaban por impedir que se trastocara un sistema que mantenía a los campesinos en calidad de siervos y a los obreros como esclavos. En ese elenco no podía faltar la Iglesia desarrollando un papel de elevado protagonismo. En defensa de sus intereses tenían que expresarse políticamente; era la manifestación actualizada del viejo Partido Conservador decimonónico que se había mantenido latente, como larvado, mientras quienes hacían la Revolución peleaban entre sí por sus respectivos cotos de poder.


Una sociedad de demasiados pobres y de ignorancia supina no podía estar a salvo del engatusamiento. Además, la pobreza seguía siendo extrema, como si el país no hubiera caminado a pesar de la sangre derramada por generaciones de mexicanos.
En ese contexto social nace el Partido Acción Nacional en 1939, como una opción ciudadana en contra del “comunismo” cardenista, del repartidor de tierras, en contra del expropiador del petróleo, enfrentada a quien había mandado al exilio a la última sombra del caudillismo amenazante de Calles y sus adláteres, de la misma manera en que confinó a la historia al nada viejo Partido Nacional Revolucionario, de tufo callista, el mismo que lo había postulado a la presidencia y para sustituirlo fundó al Partido de la Revolución Mexicana, el joven padre del PRI.


Manuel Gómez Morín creó al PAN, que de inmediato fue acogido por sus aliados naturales en la defensa de sus intereses y por políticos que estaban siendo desplazados por el cardenismo. De entrada se alió con quienes apoyaban la candidatura de Juan Andrew Almazán a la presidencia de la república en contra de Manuel Ávila Camacho, del PRM en 1940. Pero pronto el PAN obtuvo su primera alcaldía en 1946 en Quiroga, Michoacán. En 1947 conquistó dos más: en Santa Rosalía, Chihuahua y en Magdalena Llano Hondo, en Oaxaca. Sus primeras diputaciones federales las ganó en 1946 en: Monterrey, Tacámbaro, Distrito Federal y Aguascalientes y en 1947 logró su primera diputación local, en Zamora, Mich.. Su nutriente ideológico tuvo su fuente principal en las encíclicas Rerum Novarum, Cuadragésimo Anno, Mater et Magistra y Pacem in Terris.


Adolfo Christlieb Ibarrola, uno de sus líderes más destacados, escribió páginas brillantes en el escenario político mexicano; desde la tribuna de la Cámara de Diputados, en donde coordinó a los primeros diputados de partido de origen panista, fijo interesantes tesis al hablar de solidarismo social, “la participación responsable de la persona en la convivencia” convocando a una reforma de las estructuras económicas aún en contra de los grupos económicamente poderosos.


La reforma electoral de 1963 fue un gesto de apertura democrática del gobierno de López Mateos para que la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión tuviera componentes de “las minorías”; el dirigente nacional panista Christlieb Ibarrola la interpretaba de esta manera: “Ya es hora que el Congreso deje de ser una oficina de correspondencia por donde el presidente remite al país las leyes que a su juicio deben expedirse. Ya es hora que el Congreso deje de ser la voz y la orquesta donde la nota que domina, bajo la batuta del Ejecutivo, es la del sí, señor”.


El 11 de octubre de 1984 José Ángel Conchillo, otra cumbre de los años dorados del PAN como partido opositor, decía: “Si llegáramos a la presidencia de la república se reformarían los artículos 1°, 3°, 27, 123 y 130, así como todo el capítulo de las garantías constitucionales y los nuevos apartados demagógicos de los derechos a la salud y a la vivienda”. Coincidía en esto con lo que en 1917 y en 1926 había declarado el Arzobispo de México, Mora y del Río: “La doctrina de la Iglesia es invariable, porque es la verdad divinamente revelada. La protesta que los prelados mexicanos formulamos contra la Constitución de 1917 en los artículos que se oponen a la libertad y dogma religiosos, se mantiene firme. No ha sido modificada sino robustecida, porque deriva de la doctrina de la Iglesia. La información que publicó el Universal de fecha 7 de enero, en el sentido de que (la Iglesia) emprendería una campaña contra las leyes injustas y contrarias al Derecho Natural, es perfectamente cierta. El episcopado, clero y católicos, no reconocemos y combatiremos los artículos 3°, 5°, 27 y 130 de la Constitución vigente. Este criterio no podemos, por ningún motivo, variarlo sin hacer traición a nuestra fe y a nuestra religión”. (El Universal, 7 de agosto 1926).- De allí, a la cristiada.


La fuente de la militancia panista fueron: el Consejo Coordinador Empresarial, la Confederación Patronal de la República, la Confederación de Cámaras Nacionales de Comercio; del Opus Dei, Caballeros de Colón, Movimiento Familiar Cristiano, Caballeros del Santo Sepulcro, y ahora El Yunque, todos ellos poderosos, unos por la fe, otros por el dinero. Hicieron uso de ése poder para negociar con Salinas de Gortari los márgenes de gobernabilidad que éste requería para superar la difícil crisis postelectoral de 1988 y poder concretar su proyecto de nación basado en el Neoliberalismo Económico. Allí emprendió el PAN su carrera hacia la Presidencia de la República; allí nació el amasiato entre el PRI y el pan exhibido sin recato en las (re) cámaras legisladoras y allí consiguieron el PAN y el clero, paradójicamente de un gobierno priista, las reformas a la Constitución tan caras a la Iglesia y al propio PAN, pues Salinas de Gortari reformó, entre otros, los Artículos: 3°, 5°, 25, 27, 28, 83, 130. Para los priístas “de izquierda”, cualquier similitud sería solo coincidencia.


No fue fácil para el PAN llegar a la presidencia de la república y concretar la alternancia; de 1939 año de su creación al 2000 transcurrieron 61 años de duras luchas político-electorales e ideológicas, diferencias que se fueron zanjando cuando el PRI dio el viraje hacia la derecha, al grado de que los propios panistas se regodeaban recordándole al PRI que estaba gobernando con su programa. Por razones de espacio, de la interesante historia del PAN queda mucho en el tintero por cuanto a que está colmada de luchas y frentazos electorales.


Ante la carencia de propuestas serias y con un pelotón de candidatos anodinos (hay respetables excepciones); con dos partidos, PRI y PAN que se parecen en esencia por el proyecto económico que defienden-pero no en historia porque divergen en prosapia, ya que uno es de estirpe revolucionaria y el otro de rancia alcurnia-no debiera extrañarnos el porqué surge un movimiento como el del Voto Anulado, o Voto Blanco, recordemos que en política los vacíos se ocupan de inmediato. Además, como decía el vate orgullosamente veracruzano: “No viendo más que sombras en el camino, me contempla el resplandor del cielo”.


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Junio 2009