LA CLOACA

Por Alfredo Bielma Villanueva


Sin lugar a dudas vivimos en un país en el que “no pasa nada, y cuando pasa tampoco pasa nada”, según reza un muy conocido adagio que retrata con diáfana claridad nuestra forma de ser como nación sumergida en las oscuras aguas de un régimen político que no termina por irse y en otro cuya aparición es dificultada por los pesados lastres del pasado más inmediato. Un régimen el en que la impunidad y la corrupción se entronizaron y no ha habido la suficiente voluntad para desaparecerlas. Tómese en cuenta que cuando se habla de corrupción no necesariamente se alude al obtener beneficios del erario de manera ilícita sino a una disposición muy generalizada al interior de la sociedad que se traduce en el muy liberal deporte del dejar hacer y el dejar pasar respecto de las conductas y actitudes de nuestra muy demeritada clase política.


Cuando pensábamos que el ex presidente De la Madrid por la medianía de carácter que siempre lo caracterizó pasaría a mejor vida preservándose de la aguda y penetrante opinión pública, de pronto nos regala una reveladora entrevista cuyo contenido no por sospechado deja de ser escandaloso en un país paradójicamente acostumbrado ya a esos temas. Con la decepcionante cuanto inútil marcha atrás respecto de lo que había declarado De la Madrid sufrimos pena ajena, pues para apoyar el desmentido se hizo referencia a los problemas de salud, mentales y físicos, del ex premier magistrado de la nación.


Pareciera que entre los malos augurios para los ex presidentes de la república que no mueren a tiempo está el de sufrir el escarnio público o, de perdida, por su notoriedad exhibir los estragos del paso de los años. Aún se recuerda la imagen de Adolfo López Mateos cuando ya ex presidente se le veía arrastrando penosamente los pies y esbozando una involuntaria sonrisa que el movimiento incontrolable de sus labios no evitaba disimular. Él, que otrora se había distinguido por su extraordinaria oratoria, por su figura esbelta y de talante de hombre bien plantado, formando un todo que el poder del cargo magnificaba, llegando a ser uno de los presidentes más queridos del siempre generoso pueblo mexicano.


Del ex presidente Luís Echeverría ya mucho se ha hablado, no muy bien por cierto. De José López Portillo conocimos los penosos últimos días que un amor senil le deparó, ventilado bajo los reflectores noticiosos como un melodrama de mefistofélica manufactura. De Ernesto Zedillo poco se sabe, como no sea su maleable capacidad para asesorar grandes consorcios en el país del norte; pero mientras viva no estará exento de un resbalón.


De Salinas de Gortari pensábamos que ya se había dicho todo, pero ahora De la Madrid lanza rayos y centellas al reconocer que en el gobierno de su sucesor se produjeron corruptelas y ligas con el narcotráfico. Que se robó parte de la partida secreta del gobierno, coincidiendo en esto con Luís Téllez, el ex secretario de comunicaciones que fue pescado en una grabación que se hizo pública. Semanas antes, Ahumada había levantado polvos, restos del pantano aquel en donde florecieron las ligas y las bolsas llenas de dinero y que dieron lugar al siempre negado complot, según él coordinado por el inefable Salinas en contra de López Obrador.


De mentiras y de engaños, de robo de dinero, de asesinatos, de truculentas lucubraciones está repleto el cosmos de la política a la mexicana. Está visto que aquí todo se sabe por el rumor y cuando de este se pasa a la confirmación a través de voces autorizadas, como en este caso De la Madrid, basta con un desmentido a secas para termina con todo.


Aquí para encarcelar a un adversario político se le pueden sembrar cadáveres en su patio trasero o armas en sus recamaras, como lo hicieron con la Quina encarcelándolo por años y nada sucede al atrabiliario que manipula el plan. Se puede acusar de robo a un dignatario y nada ocurre; se pueden manejar spots que infaman y a parte de las risas, chistes y comentarios, nada, absolutamente nada ocurre. Aquí lo Kafkiano sucede en Utopía.


Por ello, no deja de llamar la atención el contenido de un mensaje que corre por la red a manera de reclamo anónimo o de venganza popular, en el que se expresa con ingeniosa inspiración lo que ocurre en el submundo de los grupos dedicados a la política nuestra: *Dice el maestro al discípulo: “los diputados, senadores, asambleístas y demás, son como una tortuga en un poste. Después de un breve lapso, el joven responde: “No comprendo la analogía… ¿Qué significa eso, señor”? “Entonces el señor le explica: si vas caminando por el campo y ves una tortuga arriba de un poste de alambrado haciendo equilibrio ¿Qué se te ocurre?" Viendo la cara de incomprensión del joven, continúa con su explicación: "Primero: No entenderás cómo llegó ahí. Segundo: No podrás creer que esté ahí.- Tercero: Sabrás que no pudo haber subido allí solito.- Cuarto: Estarás seguro que no debería estar allí. Quinto: Serás consciente que no va a hacer nada útil mientras este allí. Entonces lo único sensato seria ayudarla a bajar."


¿UTOPÍA? Se deja al criterio de cada quien, lo cierto es que indiscutiblemente hay muy dignas excepciones y fácilmente pueden ser enumeradas, no faltaba más; no todo está podrido en Dinamarca, decía el vate inglés.


*NOTA: esta ingeniosa analogía circula por la Internet, cualquier reclamo que sea por esa vía al autor desconocido.


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Mayo 2009