CIFRAS SIN PARTIDO
Por Alfredo Bielma Villanueva


Lo que sigue es un sucinto comentario acerca de una pequeña parte de nuestra patética realidad a la que tan grotesca como inútilmente se intenta disfrazar con discursos. Si por casualidad por allí se encuentra con algún político en campaña blandiendo la espada de la resurrección económica sólo escúchelo, pero no le crea mucho porque la realidad se pinta con números y se siente en la mesa familiar, no con retóricas estériles.


La crisis que azota a buena parte de las economías desarrolladas de Asia, América y Europa se veía venir desde finales de 2007 pero cada gobierno esperó al desenlace final para armar sus respectivas políticas de recuperación, las que en gran medida dependen de lo que resuelvan los paladines de los países más desarrollados. Desde aquel entonces el presidente Calderón decía que la economía nacional estaba sólida y que cualquiera que fuera el problema en la estadounidense nosotros lo íbamos a resistir porque teníamos un blindaje resistente a toda prueba.


El problema lo percibía el director del FMI de la siguiente manera: “La economía mundial ha entrado en una fase difícil, en que la crisis financiera se está propagando a la economía real. Esta crisis se ha convertido en un problema global y exige una solución global. Es necesario que las economías emergentes se sumen a los países industriales en la adopción de medidas de política macroeconómica y regulatoria”, y sugería: “podría ser necesario que los gobiernos hicieran uso de la política fiscal” (www.imf.org/external/np/speeches/2008).


Diagnóstico terrible para nosotros porque en recaudación somos cabalmente ineficientes, siempre atenidos a los ingresos provenientes de la exportación petrolera y de las remesas de nuestros compatriotas que laboran allende el Bravo. Debido a que estamos inmersos en una economía cuyo PIB manufacturero durante el periodo 2001-2006 apenas creció a una tasa media anual de 3% ¿cómo podremos resistir los embates de una crisis de las dimensiones de la presente?


En el primer año del actual gobierno federal el crecimiento del Producto Interno Bruto (PIB) fue de un modesto 3%, congruente con el crecimiento que ha venido demostrando a partir de la entrada en vigor del TLCAN (2.9% anual de 1994-2006). Con estas cifras es prácticamente imposible convertir en realidad el slogan de campaña que caracterizó a Felipe Calderón como el presidente del empleo. Una promesa de campaña que la terca realidad se niega a admitir (con crecimiento ahora reducido a cero), pues a estas alturas del presente año ya se han perdido más de 40 mil empleos. Según el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), en 2008 se perdieron 750 mil empleos


Qué envidia ver crecer a China a una tasa media anual de 9.5%, o a India, que crece a 7.5% anual. Sin tratado de Libre Comercio China ya ha desplazado a Canadá como principal socio comercial de los Estados Unidos.


Nuestra Constitución General en su artículo 123, establece: “Los salarios mínimos deberán ser suficientes para satisfacer las necesidades normales de un jefe de familia en el orden material, social y cultural”, una aspiración normativa muy lejos de cumplirse tomando como base al patético incremento del 4% establecido como tope al salario mínimo. Qué diferente a los años del desarrollo estabilizador (1959-1970) cuando el salario mínimo crecía a un promedio de 9% anual, mientras la inflación caminaba a un 2.5% en similar periodo


Nos ponemos a llorar si volteamos hacia el campo, casi totalmente desmantelado de sembradíos de maíz, frijol y arroz, muy lejano de los propósitos de la reconversión propuesta en el TLCAN y de aquel sarcástico anuncio de Lorena Ochoa haciendo parecer a nuestra campiña como un vergel del primer mundo. ¿Cómo podría ser real cuando, a diferencia de los Estados Unidos que apoya a su agricultura con el 40.4% del valor bruto de su producción agropecuaria (según la OCDE, datos de 2007), en México el apoyo representa el 21.2%, sin contar que aquí desaparecimos hace décadas los precios de garantía?


El Banco Mundial reconoce que las reformas estructurales a que ha sido sometido el sector agropecuario de México ha tenido “resultados decepcionantes, estancamiento del crecimiento, falta de competitividad externa, aumento de la pobreza en el medio rural” (BM: estrategia de asistencia para el país 2002). Esto se tradujo en 2 millones de empleos perdidos en el campo entre 1994 y 2007 y una emigración anual de más de 400 mil mexicanos del sector rural.


En cambio Argentina, haciendo a un lado las recomendaciones del neoliberalismo después de su lamentable experiencia con Carlos Menen, trae un espectacular crecimiento de 8.8% y en cinco años ha logrado un crecimiento acumulado de 34.9% en su PIB por habitante. Nosotros, durante el lapso del experimento neoliberal tenemos un crecimiento acumulado de 21.8%, a partir de De la Madrid. Mientras al gobernador del Banco de México lo único que le interesa es controlar la inflación aún a costa de salarios de hambre, en Argentina pugnan por una política de crecimiento económico estable, combinándolo con empleos bien remunerados.


Según la Comisión Económica para América Latina (CEPAL), un incremento de 15% en los precios de los alimentos elevaría el número de indigentes en Iberoamérica y un buen sector de la clase media pasaría al rango de pobreza. En México mas de 14 millones de personas viven en la indigencia, o sea en “pobreza alimentaria”, un decir para referirse al segmento social “cuyo ingreso es menor del necesario para cubrir las necesidades de alimentación establecidas en la canasta alimentaria” (INEGI-CEPAL). Adicionalmente, otros 30 millones de connacionales padecen pobreza no extrema, formando un total de 44 millones de mexicanos en pobreza.


Lejos quedaron los días del famoso “Milagro Agrícola Mexicano” que sorprendía a los expertos del mundo con su crecimiento sostenido del 5%, entre la segunda guerra mundial y 1965, impulsado en un trecho por el modelo del “Desarrollo Estabilizador” (1959-1970). Per apenas después del ensayo del Sistema Alimentario Mexicano (SAM) implementado en el gobierno de López portillo se dio al traste con todo esto al aplicar la “reforma estructural” en el sector agropecuario, que recomendó una menor intervención del Estado en la promoción del desarrollo de este sector y la desaparición de los precios de garantía. El último movimiento de esa partida de ajedrez fue el jaque mate al campo mexicano con la entrada a la globalización en la más obvia de las asimetrías económicas; una vana ilusión el tratar de “competir” con EEUU y Canadá porque nosotros contábamos con yuntas para ganarle a los tractores, equivalente a cambiar la reina por un caballo.


Acabemos este sádico y muy lacónico comentario: Brasil exportó en 2008 alimentos por 37 mil millones de dólares, y Argentina vendió 30 mil millones de productos agrícolas. México, según el Banco Mundial, importará maíz por un equivalente a 2 mil millones de dólares; trigo por más de mil millones, cifras similares en arroz y cereales en los que también somos altamente deficitarios.


Hasta Bush lo entendía, lo que ya es mucho decir: “Una nación que puede dar de comer a su gente es una nación más segura”. Con estos truenos pareciera que un fantasma recorre México, es el amago de la desestabilización social y política, ojo, mucho ojo.


alfredobielmav@hotmail.com
Febrero 2009