COMPARECENCIAS Y PODERES FÁCTICOS

Alfredo Bielma Villanueva



Se presume que pudiera ser porque no se tiene sentido de servicio público; se adivina que no se tiene idea de lo que es la auténtica política; se advierte que se entiende que lograr un cargo de elección popular es una graciosa concesión a la inversión en dinero o tiempo; se observa que se ha renunciado al sentido del poder como búsqueda del bien colectivo; a leguas se ve que hay pereza para enterarse de lo que realmente ocurre en el estado y que el hábito de la lectura (con honrosas excepciones) es una señal muy remota entre quienes por su elevada responsabilidad como integrantes del Poder Legislativo debieran permanecer atentos al acontecer político, económico y social del estado.


Tal como se aprecia por sus declaraciones públicas, a algunos legisladores locales les parece que las comparecencias de los titulares del despacho del gobierno veracruzano ante las comisiones respectivas son “aburridas” y que, por lo mismo, debe cambiársele el formato a esta elemental práctica de una democracia representativa; a éste ejercicio de rendición de cuentas que todo régimen de poderes equilibrados debiera practicar con permanencia rutinaria.


Como si pretendieran correr sin antes aprender a caminar, se lee que la dirigencia estatal del Partido del Trabajo piensa presentar una iniciativa de reformas a la Ley Orgánica del Poder Legislativo para cambiar el formato de las comparecencias de los secretarios de despacho. Al parecer la idea es trasladar el ámbito de la comparecencia a espacios más abiertos “para darle oportunidad a más gente de presenciar el evento” e incluso para darles la oportunidad de formular preguntas al compareciente. Es decir, de la democracia representativa desean pasar a los rudimentos de la democracia participativa, sin apenas cumplir cabalmente con el elemental requisito de la primera.


Ante la hipotética propuesta, el primer interrogante que surge es el que si acaso olvidan que, al menos formalmente, los diputados son la representación popular. Se escucha como un despropósito solo imaginado en el subdesarrollo político, ya que de esta manera se pretende evadir, o peor, inhibir, una de las funciones consustanciales al cargo de diputado a un Congreso legislativo, y de paso olvidan que entre sus atribuciones está la de certificar fehacientemente el sistema de equilibrio de poderes.


Si se toma a la comparecencia como un motivo baladí para que se luzca quien comparece y si quienes lo cuestionan carecen de la preparación necesaria para entender el asunto de que se trata, al margen de la decepción y pena ajena que provocan -no precisamente del compareciente sino por las preguntas que se les formulan - entonces sí, que se cambie el formato.


Pero hasta donde cuerdamente se entiende, la comparecencia es el cumplimiento a una disposición normativa que se ha diseñado para que quienes manejan recursos públicos en el Poder Ejecutivo informen con veracidad del destino que le han dado al dinero del erario. Por esta última razón es conveniente que un Poder de equilibrio (éste, en su carácter de representación popular), vigile que lo que otro poder informa se apegue a la realidad; que su informe refleje en documentos lo que a la verdad corresponda.


Ahora, en vez de cambio de formatos de las comparecencias, para despejar dudas de cualquier naturaleza, ¿no sería más conveniente que se dispusiera una comisión integrada por legisladores de todas las fracciones representadas en el Congreso, expresamente conformada para verificar la comprobación de lo informado? O, también, ¿por qué no integrar una comisión de ciudadanos representativos, designados por las Comisiones legislativas, para que realicen una consulta pública en diferentes lugares del estado respecto de lo que se informó?


¿Porqué no integrar Comisiones de ciudadanos que se trasladen al lugar de las obras anunciadas para verificar su existencia? Si de carreteras se trata, saber cuando se hicieron, en qué condiciones se encuentran y cuánto costaron. Esa sí sería una labor de auténtica evaluación democrática, en una responsable relación de respeto entre poderes y no del “ahí se va” en las comparecencias.


En cuanto a que los ciudadanos formulen directamente las preguntas ¿qué creen que responderá quien comparece? pues en el mejor de los casos lo mismo que a los diputados, quienes, si a pesar de su encargo, del presupuesto a su disposición para comisiones y viáticos, no disponen de tiempo para comprobar el dicho ¿de qué le valdrá a un simple ciudadano hacer una pregunta cuya respuesta no podrá verificar?


¿Se preparan los diputados para elaborar sus cuestionamientos? Bueno sería que ocuparan parte de su tiempo en leer, por ejemplo, el mensaje navideño que representantes de un importante poder fáctico como lo es la Iglesia han publicado en Veracruz. Es el mensaje de los obispos que según el vocero de la curia está fundamentado en la realidad “y la realidad es difícil que se puede tapar con un dedo”. Afirma que está bien fundamentada porque los 10 obispos (8 en funciones y 2 eméritos) realizan trabajo pastoral en toda la entidad y por consiguiente tienen una visión de la realidad, pues están muy cercanos a las comunidades”. Ojo: “Lejos de las cifras alegres que luego nos dan, la realidad es que la gente se está empobreciendo y muchos han perdido la capacidad para vivir con lo necesario, vamos pa´bajo”.


El contenido del mensaje clerical evidencia una realidad social y económica tan preocupante que ciertamente riñe con el exagerado optimismo oficial al que la realidad descrita en el documento despoja de toda sustancia. Por esta razón debiera despertar, siquiera, la curiosidad de los legisladores por comprobar ellos también, tal cual les corresponde, si lo que se informa coincide con la realidad.


Esto, al margen de estériles suspicacias, sería un ejercicio democrático y la expresión de una ciudadanía que debe empezar a madurar y a participar más intensamente en los asuntos públicos, abandonando la tradicional actitud de obsecuencia para con el poder. Es, además, una obligación ética.


Por supuesto, para una democracia con un grado más avanzado de desarrollo se requiere la participación ciudadana en los resortes del poder, pues una sociedad organizada sobre bases de conciencia social, educada en la participación política y no permeable a los dictados mediáticos sería lo ideal. Mientras no llegamos a esa instancia algo pudiéramos hacer para acercarnos a lo que en el papel supuestamente somos: un pueblo maduro, capaz de conducir su propio destino.


alfredobielmav@hotmail.com


Diciembre 2008