LAS CRISIS

Alfredo Bielma Villanueva



Por fin, después de la actitud contemplativa agravada por la política del avestruz, el gobierno federal se decidió a hacer “algo” para enfrentar la grave crisis financiera y económica de la que todos los mexicanos en mayor o menor medida sufriremos sus impactos; con mayor crudeza la resentirán, por supuesto y como siempre, los más desprotegidos. Retrasado pero, como se dice en el llano, peor es nada, anunció el presidente de la república el Acuerdo Nacional a Favor de la Economía Familiar y el Empleo, que entre otras medidas establece el congelamiento de los precios de los combustibles… no sin antes haber incrementado 35 veces el precio de las gasolinas y el diesel, artículos de lujo en una economía petrolizada que permite a un país kafkiano venderla más caro que en la metrópoli imperialista.


País de planes y programas sin ejecución, en México ya estamos acostumbrados a la política de la simulación a través de la cual los gobernantes anuncian sus idealizados propósitos, que no son sino fijaciones transfiguradas del decálogo de Moisés (“no desearás la mujer de tu prójimo”, “no matarás”, “no robarás”), que en infinidad de veces son tan aludidos como correspondientemente incumplidos. El de Calderón no deja de ser un Acuerdo más, cuyo contenido es de programas reciclados y no fue conocido previamente por los firmantes, algunos de ellos, prestos pronunciaron su adhesión, aunque hubo honrosas excepciones (gobernador de Sonora, y Jefe de Gobierno del Distrito Federal, por ejemplo) que no se prestaron al simulacro cuyo tufo recordó los añejos tiempos del autoritarismo presidencial.


¿Alguien se acuerda que en enero de 2008 el gobierno federal hizo el anuncio de una gran inversión para infraestructura, que según comentaron se ajustaba a las propuestas hechas por Carlos Slim? Ese mismo programa de tintes Keynesianos fue reiteradamente anunciado a fines del año pasado, como para expresar que el cambio se demuestra con movimiento.

Trasladados a la aldea veracruzana, en donde para enfrentar a la crisis también tenemos nuestro decálogo, confeccionado con programas ya multianunciados antes, algunos incumplidos, y que hasta ha servido para potenciar nuestra aldeana ingenuidad de hacer creer que sirvió de base al de Calderón. ¿Quién recuerda que en Veracruz en 2007 se anunció un programa de siembra de maíz para desacelerar el costo de la tortilla y que en 2008 se presentó un esquema similar, pero éste para combatir el déficit alimentario? Aparte de los insustanciales y momentáneos aplausos que levantaron aquellos anuncios, en el campo veracruzano no se observa la profusión de las verdes milpas ni que cambie su agricultura de temporal, a pesar del presunto incremento de tierras de irrigación. Pero la simulación es posible porque no se informa de resultados ni hay un evaluador confiable que los audite.


Debido al deprimido campo veracruzano, somos uno de los principales estados expulsores de migrantes (mídanse por las remesas) pues no hemos podido crear las condiciones que retengan a quienes se ven obligados a buscar el sustento en otras partes de la república, el norte sobre todo, y en los Estados Unidos. Todavía, para desmentir con hechos que no todo se hace en base a programas, o que al menos hay mucho de inspiración en el método de gobierno, de última hora se manda al Congreso estatal una reforma al Decreto 255 para reorientar los recursos de la bursatilización correspondiente al 20% del impuesto sobre tenencia vehicular a los municipios para que se destinen en “proyectos productivos” al campo.


(Esto último es otro galimatías porque cualquier ciudadano sabe de las limitaciones administrativas de los ayuntamientos para resolver a través de planes y programas los problemas de la infraestructura urbana, cuanto más para diseñar programas de desarrollo agropecuario. Pero se dice que la amenaza latente de retirar a los ayuntamientos el apoyo del “peso por peso”, no es sino la mampara para ocultar el que no se ha podido vender en la bolsa de valores el total de las exhibiciones puestas a la venta por el gobierno veracruzano).


Un panorama nada halagüeño, e incurriríamos en la reiterada utopía que nada resuelve si pretendiéramos observarlo de otra manera.


Adicionalmente, el gobierno de Fidel Herrera Beltrán está por concluir y pronto seremos testigos de los estragos que sufre la investidura que da el cargo cuando el mandato fenece y el poder amaina, entonces quedará al descubierto si es oro u oropel lo que éste recubría. Los 23 meses que restan transcurrirán aceleradamente para las gentes en el poder, sobre todo porque las implicaciones de la inminente actividad electoral serán intensas. Añádase que, por la misma razón, fatalmente el gobierno habrá de ocupar parte del valioso tiempo que le queda en atajar y desmentir una buena variedad de arremetidas en su contra y que, por si fuera poco, se enfrentará a las ineludibles protestas de diversos sectores sociales a los que se les ofrecieron mejoras que no llegan debido al incumplimiento de los responsables de los programas y que, como dijera don Teofilito, ni llegarán.


El influjo electoral sembrará dudas, tempestades y un montón de asuntos de contenido presumible, que nos harán recordar lo que solía decir el famoso cacique potosino, Gonzalo N. Santos, acerca de que “la moral es un árbol que da Moras”. Lamentablemente en Veracruz el cultivo de la mora no está incluido en los programas como planta de temporal, ni mucho menos en plantíos de riego. En cambio, la corrupción y la impunidad son como ortigas que crecen al amparo del candente sol tropical de nuestras fogosas latitudes y así, ¿cuál crisis?


alfredobielmav@hotmail.com


Enero 2009