¿PAN COMIDO?

Por Alfredo Bielma Villanueva


Los resultados de la elección federal del 5 de julio no constituyeron una sorpresa por cuanto a que el pronostico generalizado decía que el PRI iba a la cabeza y que el PAN, debido a los errores de una estrategia mal planeada y peor ejecutada no ganaría las curules suficientes para sentirse cómodo en las negociaciones y cabildeos legislativos. Respecto del amplio espectro de la izquierda en los prolegómenos de los comicios poco se especuló acerca de su posible repunte porque el diagnóstico de su triste realidad no le auguraba nada bueno; más bien movía a pena ajena la dirigencia nacional del PRD, en tanto que Convergencia y el PT luchaban por no perder el registro pegados a la convocatoria de López Obrador.


La LXI Legislatura (2009-2012) se conformará de la siguiente manera: 237 diputados del PRI (184 de mayoría y 53 de representación proporcional), 143 del PAN (70 de mayoría relativa y 73 plurinominales), del PRD estarán 71 diputados (39 de mayoría relativa y 32 plurinominales) del Partido el Trabajo 13 diputados (3 de elección directa y 10 de la vía plurinominal), el PVEM contará con 22, Nueva Alianza tendrá 8 y Convergencia 6 diputados de representación proporcional.


Como se podrá observar la gran ventaja del Partido Revolucionario Institucional lo coloca en situación de privilegio para acometer el reto de la sucesión presidencial que viene. Estas circunstancias guardan un parecido inverso a las condiciones que existían al término de los comicios de 1991 cuando el PRI ganó sobradamente esas elecciones intermedias.


La referencia a la elección intermedia de 1991 no es de ninguna manera ociosa porque sirve de referencia para recordar que tres años antes, en 1988, el PRI había transitado por un proceso electoral de elevada dificultad, que ahora está considerado como un parteaguas en nuestro país. Recordemos que la Cámara Federal que inició funciones en 1988 se integró con una ruidosísima diputación opositora que cambió para siempre el comportamiento al interior de aquél recinto parlamentario: gritos, interpelaciones al presidente en su informe, toma de tribuna, exhibición de pancartas, etc. Después nada ha sido igual, al grado de que la sociedad mexicana se ha acostumbrado a no ver como sacrílego el que un diputado interrumpa e interpele al mismísimo presidente de la república, antes intocado en su elevado nicho de santo patrono de los políticos.

La elección del 18 de agosto de 1991, según sus resultados, fue inversamente proporcional a los obtenidos en la elección del 6 de julio de 1988. Primero porque se regresó a los rangos de votación priísta de anteriores votaciones intermedias (1985, por ejemplo) y segundo, porque la fuerza electoral encabezada por el PRD que supuestamente era el partido a vencer, fue considerablemente disminuida, triturada, si se comparaba con la que sólo tres años antes había demostrado el Frente Democrático Nacional. El Partido Acción Nacional con todo y su creciente pragmatismo alcanzó en esa elección un modesto 17%.


¿Cuál habría sido la causa del drástico cambio de comportamiento electoral de la ciudadanía mexicana en solo tres años? En 1988 finalizaba el gobierno de Miguel de la Madrid con una inflación galopante, como corolario de un sexenio que se debatió en crisis permanente y que con el crack de la bolsa había depauperado aún más a la clase media mexicana, esa que en la elección de ese año se cobró asestándole el “voto de castigo” al gobierno. Sin embargo, tres años después, en 1991, el gobierno de Carlos Salinas había logrado cierta estabilidad en los precios, la inflación estaba controlada y el PRONASOL hacía su parte envolviendo en buena aureola al gobierno. Resultado: el PRI recuperó con creces su ventaja parlamentaria al obtener 319 curules, el PAN 89 y el PRD 41 (PFCRN: 23, PARM, 15 y PPS, 12).


Ahora, ¿la elección del 2009 es inversamente proporcional a la del 2006? Asumiendo las diferencias implícitas entre una elección presidencial y otra federal podemos destacar algunos puntos de referencia:


1.-En 2006 el presidente Calderón ganó los comicios con un apretadísimo margen y no consiguió la mayoría absoluta en el Congreso, tuvo que negociar con la tercera fuerza que era el PRI y que se prestó a desempeñar el papel de “bisagra”, es decir, el gozne indispensable para darle viabilidad a los trabajos del Congreso; un papel de singular importancia porque tendió los puentes necesarios para la gobernabilidad. 2.-La fuerte crisis económica que nos sorprendió casi amaneciendo el gobierno calderonista, aunque no imputable en su origen al gobierno, ha repercutido electoralmente en su contra, tal cual había ocurrido en 1994 con “los errores de diciembre” cuyo efecto electoral se pudo comprobar en 1997 cuando el PRI perdió la mayoría en la Cámara de Diputados. 3.-La guerra al crimen organizado con su larga estela de sangre ha originado una elevada percepción de inseguridad al interior de la sociedad y debido a que sus resultados aún no pueden ser evaluados, no rinden frutos favorables al gobierno.
(Solo imaginemos que efectivamente disminuya el elevado consumo de estupefacientes en México y que se reinstale en las calles de las grandes ciudades un sentimiento de seguridad para los jóvenes del país, para deducir los efectos que tendría la actual guerra respecto de la figura presidencial, factor que indudablemente repercutirá en la elección que viene).


La limitación del espacio impide detallar más elementos para un análisis meticuloso de los resultados de la reciente elección. Queda en el tintero la pregunta acerca del porqué estando bien posicionado en la opinión ciudadana el presidente de la república esto no redundó favorablemente en su partido.


Por lo pronto recordemos que la alternancia ya se instaló en México; que ya no hay sistema de partido casi único; que en las entidades federativas hay, indistintamente, en unas un sistema de partido único, sistema bipartidista en otras o bien sistema multipartidista. Todo ello vinculado por un comportamiento del electorado mexicano con raíces multifactoriales, que está sujeto a los vaivenes de la economía y de la política. Esa conducta electoral del ciudadano está orientada por un sistema de partidos que operan en base a dos premisas fundamentales: 1) apoyo en estrategias de gobierno (“siga usted valiente, señor presidente”, “Piso Fiel”, por ejemplo) y apoyo en la estructura partidista. Por esto último pudiéramos colegir qué partido trabajó mejor.
Es obvio que la situación económica tuvo parte importante en el desenlace final pero dada la gran diferencia cabe preguntarse: ¿Qué le falló al PAN, que contando con el recurso suficiente para ganar una elección se vio ampliamente superado este año? ¿La estructura de partido con deficiente operación, la imagen del gobierno o las dos variables? Como se puede ver la elección de ahora solo es una fotografía, la del 2012 pudiera tener otros actores y factores, el PRD incluido. ¿Será otra o la misma historia?


alfredobielmav@hotmail.com


Julio 2009