SI “A” ES = A “B”, ENTONCES ¿ES “B”?

Por Alfredo Bielma Villanueva


Cuando casi toda la atención de la ciudadanía estaba concentrada en las noticias sobre los “levantados” y en los cadáveres arrojados en plena vía pública en la ciudad de Veracruz; cuando en los comederos y bebederos políticos el menú principal consistía en saber qué partido o candidato presentaba la mejor denuncia; cuando las apuestas se centraban en el número de distritos electorales que ganará la oposición en Veracruz; cuando más se dudaba del triunfo de Amadeo Flores en Huatusco y se conocía de ciertos non santos apoyos enviados a sus contrincantes por infieles designios, de pronto, como si explotara un petardo en una iglesia, se da a conocer que el diputado Héctor Yunes Landa dejará la coordinación de la bancada priísta en la Cámara legisladora local y por lo consiguiente la presidencia de la Junta de Coordinación Política del mismo órgano colegiado.


De suyo, un relevo de esta naturaleza causaría singular revuelo, pero en las circunstancias de tiempo y lugar es una noticia con efectos diferidos, considerando la cercanía de los comicios del 5 de julio y el que Héctor Yunes encabeza una fuerte corriente que trabaja a su favor para el próximo relevo de gobierno en Veracruz, que ya está a la vuelta de la fecha referida.


Ya es del todo conocido que ante la falta absoluta del otrora poderoso dedo presidencial, que fungía como destapador de candidatos, en los tiempos que corren los gobernadores priístas han suplido con suficiencia esa función. También está visto que ahora para resultar elegido como candidato del Partido Revolucionario Institucional a un cargo de elección popular, el aspirante debe contar con atributos adicionales a la anuencia del gobernador en funciones.


En los tiempos de la hegemonía priísta un factor de peso específico era el afecto, pero esta arista difícilmente fue un factor determinante en la larga historia de los destapes, sin embargo siempre formaba parte de la parafernalia sucesoria; agentes de primordial importancia lo fueron el trabajo de partido, experiencia en lides electorales, respaldo de algún sector partidista y, por supuesto cercanía a los altos círculos de poder. En los tiempos de la transición y la alternancia se agrega al peso de la balanza el respaldo de la base militante y de la ciudadanía en general; el precandidato que reúna estos requisitos en Veracruz contará sin duda con buenas posibilidades de alcanzar la candidatura anhelada. ¿Quién de los que se mencionan como aspirantes agrupa el mayor número de factores en su favor?


Los nombres flotan en el ambiente político veracruzano. Con mucha anticipación (inusual se diría, considerando la experiencia de quien manda en el PRI), se colocó en la palestra sucesoria a Javier Duarte, un bisoño político que se desempeñó por algunos meses como Secretario de Finanzas en el gobierno que encabeza el actual gobernador, antes de ser postulado por el PRI como su candidato a diputado por Córdoba. De la administración que haya hecho de los recursos del erario, eficiente o no, como suele ocurrir, se sabrá al final del sexenio, que ya es ahora. Se sabe sí que se ha preocupado por superarse académicamente, lo cual abona en su favor. De la forma en cómo desarrolló su campaña poco pudiérase decir sino se hubiera distinguido por el abultado recurso monetario que se gastó, a juzgar por el esfuerzo propagandístico para crearle imagen. Duarte aparece como el Plan A del gobernador en la lucha sucesoria.


Si hay Plan A, lógicamente debe haber Plan B. Situados en esa hipótesis, si Duarte es A, el resto de aspirantes serían B, lo que los sitúa en lugar de privilegio. Siguiendo el símil de Porfirio Díaz cuando se refería a los políticos con el término de “Caballada”, en la historia de las sucesiones político-electorales en México difícilmente ha habido un caballo que estando de puntero finalmente alcanzara la meta, en primer lugar. Respecto de la presidencia, cuando Miguel Alemán concluía su mandato el más mencionado era el Cordobés Fernando Casas Alemán, pero el elegido fue Adolfo Ruiz Cortines. Cuando Don Adolfo terminaba-inducidos por éste- todo el mundo decía que el bueno era el “Pollo”, Gilberto Flores Muñoz, pero el bueno fue López Mateos. En tiempos de Echeverría se privilegiaba a Moya Palencia, pero el ganador resultó López Portillo, y así por el estilo.



Normalmente el precandidato que puntea es el más atacado y quizás ésta sea la razón por la que siempre es una “carta que se gasta”. Se ignora si Duarte se vaya a “gastar”, pero lo que sí es una realidad es que es uno de los favoritos del golpeteo, ya sea por adversarios propios -que no deben ser muchos dada su corta trayectoria y, según dicen, por su nada conflictiva personalidad- y por los adversarios de quien lo ubicó en la delantera; con estos-que sí deben ser muchos-tendrá que lidiar.


Esta disquisición ciudadana ha venido a cuento por el relevo de Héctor Yunes Landa en las funciones que viene desempeñando en la legislatura local y porque es un político veracruzano con experiencia, de aquellos “echados pa´ alante”, que aglutina en su entorno a grupos generacionalmente afines, congregados tras una larga trayectoria político-administrativa generada a pulso y que ahora tendrá pista libre.


Ya se ha apuntado: La política es de circunstancias y no todo lo que parece, necesariamente es. Se puede engañar con la verdad. También es cierto que como cosa pública la política y lo que en ella sucede es inocultable, por muy sibilinos que parezcan sus procedimientos. Por ello, en cuanto a sucesión gubernamental, nadie con la experiencia de quien gobierna en Veracruz, dadas las circunstancias actuales, de competencias sucesorias divorciadas de los antiguos “dedazos”-, podría convencer al más candoroso de que no hay Plan B. Además, la ventaja que tiene el Plan B es su incógnita, y hay importantes actores que, como Pepe Yunes, por ejemplo, permanecen en la reserva estratégica con inobjetable prestigio.


Por supuesto que hay Plan B. Sobre todo cuando la amplia gama del espacio político veracruzano es rica en actores que brillan con luz propia. Sangre nueva, que aún sin desconocerlas está ya poco familiarizada con las artimañas del viejo régimen. Quienes nos aplicamos en aquellas añejas prácticas supimos del guiño de ojo tras de quien se daban palmadas en la espalda; de patadas bajo la mesa; de intrigas, de chismes; era el primitivismo político en el que reinaban la mentira, el engaño y la simulación, que por fortuna están cumpliendo su ciclo histórico, ya va de salida. Pero volviendo al punto: Si A = B, entonces B, ¿es la incógnita? Preguntaría un neófito en aritmética elemental, porque como ya es sabido en política no siempre el dos le sigue al uno.


alfredobielmav@hotmail.com
Julio 2009