ENTREVERAMIENTO GENERACIONAL

Por Alfredo Bielma Villanueva


En política, el entreveramiento generacional es un fenómeno social comprobado históricamente. La sustitución drástica de una generación por otra es prácticamente imposible, no cabe siquiera en la hipótesis; el enlazamiento entre el noviciado y la experiencia es imprescindible para conservar sano el tejido social, lo contrario son sueños guajiros, impensables aún en los sueños de una noche shakesperiana de verano.

Hace casi cien años, se incubaba en México una nueva generación con individuos provenientes de las clases medias mexicanas; su desarrollo educativo coincidía con el surgimiento de las condiciones que harían propicia la caída de la dictadura porfiriana. Aquella juventud en la que destacaba la llamada “generación de 1915”, que daba lustre al ámbito universitario (Alberto Vázquez del Mercado, Antonio Castro Leal, Manuel Gómez Morín, Vicente Lombardo Toledano, Jesús Moreno Baca, Alfonso Caso y Teófilo Olea y se les conocía como “Los Siete Sabios”), coincidía en el contexto social con el despliegue político e intelectual del famoso “Cuadrilátero”, integrado por Nemesio García Naranjo, José María Lozano, Querido Moheno y Francisco María Olaguíbel, que hacían época con sus combativos discursos contra Madero.

Antonio Caso y José Vasconcelos ya habían integrado en 1909 el Ateneo de la Juventud, paraninfo desde el que se opusieron al positivismo en boga, que tanto agradaba al grupo de los científicos, la élite política del Porfiriato. Allí surgiría la base magisterial que serviría de magistral antorcha a la futura generación de gobernantes mexicanos. Abrevaban de las enseñanzas de Justo Sierra, Emilio Rabasa, Francisco Bulnes y de la rebeldía de Filomeno Mata, de Flores Magón, de los hermanos Cerdán. La Revolución los sorprendería en las aulas universitarias, tomando clases o impartiendo enseñanzas.

Desde la muerte de Madero en 1913 hasta la de Obregón en 1928, inicio y fin de la etapa armada de la Revolución, los generales fraguados en las revueltas y campos de batalla orientaron el destino de México. A partir de 1929 se enrumba al país por la vía institucional bajo la batuta de Calles, hasta que en 1935 el presidente Cárdenas lo manda al extranjero recordándole que el poder no se comparte. Lázaro Cárdenas, el radical y Ávila Camacho, el moderado, fortalecieron la vía institucional y entregaron el poder a una clase política auténticamente nueva, encabezada por Miguel Alemán Valdez en 1946. Pero quienes integraban esa nueva clase política no iniciaron allí, provenían de los estados de la federación, de donde habían despegado hacia la capital de la república. Venían escalando tiempo atrás, amarrando compromisos, haciendo grupos, porque nada en política es por generación espontánea.

Cuando en 1946 llega a la presidencia de la república Miguel Alemán Valdez, este ya había sido senador y gobernador de Veracruz, le había dirigido su campaña a Ávila Camacho y como Secretario de Gobernación tuvo la oportunidad de formar cuadros afines que posteriormente integrarían el “alemanismo” cuya influencia trascendió a sexenios posteriores.

En la vía institucional la movilidad política tuvo en las Cámaras legisladoras una importante fuente de recursos humanos, pues a la vez que se constituyeron en escala casi obligada para el ascenso político, en ellas se integraron fuertes grupos de interés en torno a compromisos. Como Secretario de Gobernación a Alemán le correspondió integrar la XXXIX legislatura de diputados federales (1943-1946); en esa Cámara estuvieron Ruffo Figueroa, Corona del Rosal, Carlos Serrano, Carlos Madrazo, Fernando López Arias, Gustavo Díaz Ordaz, Rafael Murillo Vidal, Teófilo Borunda, Fidel Velazquez, Jesús Yuren, Sacramento Joffre, Sánchez Madariaga y muchos más.

En 1946, como candidato a la presidencia de la república, Alemán dio el visto bueno para integrar la Cámara de Senadores que trabajaría durante su sexenio y en ella estuvieron Adolfo López Mateos y Díaz Ordaz, ambos llegaron a la presidencia de la república. También: Carlos I Serrano, Corona del Rosal, Fernando López Arias, Donato Miranda Fonseca, Teófilo Borunda, Fidel Velázquez, Jesús Yuren, Ruffo Figueroa y varios más que llegarían al gobierno de sus respectivos estados (el oficial mayor de esa cámara de senadores era el Lic. Rafael Murillo Vidal quien fuera gobernador veracruzano). Después, cada presidente formó sus respectivos cuadros, que se entrelazarían con los ya existentes y con los que surgirían en el porvenir; era “la familia revolucionaria”.

Al cumplirse el ciclo de 30 años, el presidente Luís Echeverría formó sus propios cuadros con el iluso propósito de desaparecer a los “viejos” políticos. Invitó a colaborar a muchos Jóvenes: Carlos Armando Biebrich, a quien luego defenestró del gobierno sonorense porque prefirió defender a sus coterráneos que participar en las componendas del Pacto de Ocampo. También estuvieron Porfirio Muñoz Ledo, Ignacio Ovalle, Cantú Peña, Fausto Zapata Loredo, Pedro Luís Bartilotti, Ignacio Pichardo, Ignacio Vázquez Torres, Ángel Bonifaz Ezeta, Guillermo Morfín, Manuel Iglesias, entre otros. En su afán de desaparecer lo “viejo” denostó a la antigua clase política y, por igual a los empresarios, los calificó como “emisarios del pasado”, apodo en el que cabía todo aquél que no apareciera en su proyecto transsexenal. Con tan mal fario que, cuando el futuro lo alcanzó, el dedo flamígero de la historia lo ha señalado como uno de los responsables de la masacre de Tlatelolco, y ni migajas quedan del pretendido maximato.

Un ciclo más se inició con Salinas de Gortari, con su anunciado proyecto de 24 años, “por lo menos”, en el poder. Pero, como ya se ha visto, las circunstancias no se le acomodaron, su equipo se fragmentó y Zedillo, como antes lo hiciera Cárdenas con Cálles, en legítima defensa, lo tundió de tal manera que la imagen de Salinas no inspira confianza alguna y está obligado a trabajar en lo oscurito.

Así parece que lo está haciendo empujando la candidatura de Enrique Peña Nieto para la presidencia de la república en un proyecto de relevo generacional de dimensiones nacionales. Tal se observa en Aguascalientes y Querétaro con gobernadores recién electos bastante jóvenes; al igual que en las ciudades de Monterrey y Guadalajara con alcaldes que no rebasan los cuarenta años. Es todo un bien armado juego político atribuible a una mente brillante, como siempre se le reconoció a Carlos Salinas de Gortari.

El próximo año electoral veremos esa tendencia en Oaxaca. En Veracruz ya lo estamos observando. Pero, como arriba decíamos, nada surge por generación espontánea y habrá que esperar a lo que digan otras fuerzas políticas.

Grupos políticos, clase política, son conceptos sociológicos que sirven para explicar realidades. Bueno es recordar que si bien en años anteriores hablábamos de clase política para referirnos a la nacida desde el PRI, única que transitaba los pasillos del poder, ahora debemos aludir indefectiblemente a grupos políticos nacidos en el PAN, en el PRD, en Convergencia, en el PT, en Nueva Alianza, en el Verde Ecologista, juntos conforman la clase política nacional.

El relevo generacional es un proceso de necesaria regeneración social imposible de atribuirlo a un solo individuo. El hecho de que quien eventualmente ostenta el poder tenga capacidad presupuestal para incorporar al trabajo a jóvenes no le concede capacidad para ejecutar un relevo generacional, acaso señala una renovación parcial de cuadros y grupos, lo otro sólo es posible cuando las condiciones de la sociedad lo permiten. Entonces, no hay que dar tantos brincos porque el suelo es parejo.

alfredobielmav@hotmail.com

Agosto 2009