LUCES ROJAS

Por Alfredo Bielma Villanueva


Al igual que hace seis años, también ahora existe un apreciable número de aspirantes al gobierno del estado, algo que en materia política suele acontecer normalmente en Veracruz. En este contexto, aquí no padecemos miserias porque somos una ciudadanía politizada, una característica que no necesariamente implica ser muy duchos en política, a juzgar por como nos ha ido en la solución de los problemas colectivos.

A simple vista, es posible observar la riqueza del recurso humano en el panorama que conforma el abanico partidista estatal, en el que por cierto nada tiene que ver la ideología que supuestamente postula cada partido o los individuos que en ellos militan. En la práctica, el proyecto ideológico de Dante Delgado poco pudiera diferenciarse, por ejemplo, del de Miguel Ángel Yunes Linares del PAN, o con respecto de quienes militan en el PRI, Héctor Yunes Landa, José Yunes Zorrilla, Ranulfo Márquez Hernández, Javier Duarte, etc. Las discrepancias son, si acaso, de carácter, de temperamento, de actitud ante la función pública, pero difícilmente encontraremos una diferencia en la cepa ideológica de cada cual; es decir, desde este enfoque su militancia partidista es absolutamente indistinta con respecto a sus programas de acción. En los tiempos que corren, el denominador común que los identifica entre sí es su aspiración a suceder a Fidel Herrera Beltrán en el gobierno de Veracruz.

Debido a que todo análisis político tiene como referente principal el Poder, y siendo que quien gobierna en Veracruz es un militante del PRI, los reflectores se enfocan con mayor insistencia hacia éste partido, más aún cuando lleva una marcha electoral triunfadora, sin dejar de lado que cada elección es distinta una de otra, inclusive en el mismo contexto sociopolítico.

Un día sí y al otro también escuchamos y leemos que la candidatura del PRI al gobierno estatal ya está decidida y que no existe Plan B. Las versiones basan sus supuestos en el dicho y la actitud del gobernador, quien con mucha antelación ha señalado a Javier Duarte como si éste fuera ya el candidato. Al dicho se asocia una inocultable voluntad de apoyo, pues es evidente el gasto realizado en promoción de imagen para hacer aparecer al diputado cordobés como el procurador de los futuros beneficios económicos del Estado.

En ésa actitud Herrera Beltrán da la impresión de ser un gobernante que, sin ambigüedades, desea prolongar sus designios de poder más allá del mandato constitucional, al suponer en Duarte de Ochoa la maleabilidad a modo. Al menos ésta es la apreciación pública, que por cierto en nada ha venido favoreciendo al destinatario del respaldo, ya por considerarlo como el producto de una imposición, ya por identificarlo como el designio de una instancia continuista.

Olvidan, quienes suponen una candidatura ya decidida, que las condiciones sociopolíticas actuales no son las mismas de cuando en el PRI la voluntad presidencial era incontestable. Se inclinan a pensar que ahora los gobernadores son quienes deciden, lo cual es una verdad, pero a medias. Si bien es cierto que los gobernadores llevan mano en la designación del candidato de su partido, la franquicia no les pertenece en modo absoluto, no al grado de capacitarlos para una decisión unilateral sin cortapisas.

Suponiéndonos en la hipótesis de que el pretendido candidato único no creciera ¿insistiría el gobernador en su postulación? Y si así fuera ¿Acaso, el Comité Ejecutivo Nacional del PRI no intervendría para corregir el despropósito? Recordemos que está en juego la gobernación de Veracruz, no cualquier cosa. Además, Fidel Herrera se juega su futuro político inmediato y mucho más. Razones de mucho peso sobran para pensar que sería hasta infantil no contar con una candidatura alterna.

Si bien el gobernador ha llevado al extremo su aparente decisión a favor de un candidato único, la lógica más pura plantearía que debería existir un Plan alterno porque el escenario esta muy complicado y anuncia que pronto pudieran empezar a encenderse las luces rojas. Primero, porque, un arranque temprano no siempre resulta bueno, pues lleva el peso de la delantera y en éste caso carga con el prejuicio de ser una posible imposición y, segundo, porque al gobernador se le acaba el gas. Entendiendo por esto último el hecho de que su próxima salida del gobierno le va restando capacidad de convocatoria.

Para evitar posibles reconvenciones acerca de parcializar el análisis, conviene para ése propósito recordar que los gobernadores de Oaxaca e Hidalgo ya han señalado a posibles candidatos a sucederlos, ambos refieren a seis aspirantes cada uno; paradójicamente en nuestro Estado, más poblado y aparentemente más politizado, sólo se habla-oficialmente- de uno.

Pero, por si no bastara el riesgo de que el precandidato aparentemente puntero se “gaste” habrá que agregar el deterioro al que será sometido el gobierno del estado en los próximos días, semanas y meses. Como siempre ocurre, pronto se empezarán a conocer los detalles de la administración estatal en turno, muchos ya se conocen y andan en los corrillos políticos. Pronto observaremos las crecientes protestas de quienes se llamarán engañados por no recibir los beneficios prometidos; no pasará mucho tiempo para que el lenguaje hiperbólico que ha caracterizado al actual gobierno se vea cuestionado por el manejo financiero que deja una deuda descomunal, inocultable a pesar de los sofismas que se intentan para explicar que no existe deuda alguna. Se sabrán de caminos y carreteras recién abiertos que no resisten el paso de las semanas por el pésimo material utilizado en ellas; la Brecha Huasteca, tan promocionada, aún luce inconclusa y la región norte-antes ilusionada-cobrará caro el desengaño. La inseguridad pública permanece como un expediente sin resolver; y muchos etcéteras más. Y lo peor: ya no hay tiempo para promesas adicionales que encuentren credibilidad.

Por si fuera poco, los índices de “fidelidad” empezarán a ponerse a prueba una vez que empiece la repartición de candidaturas a diputados y alcaldes porque los no beneficiados con la postulación seguramente practicarán el consabido transfuguismo político.

Pronto sabremos si la experiencia política de Fidel Herrera lo lleva a buen término en el próximo proceso electoral; conoceremos también si consolida su proyecto político con Duarte al frente y evita las amenazantes fisuras al interior de su partido.

Como se recordará, hace seis años el gobernador Alemán protegió a su candidato al gobierno estatal, Fidel Herrera, encartándose con elementos a los que podía disuadir sin problemas y encubrir su decisión con signos aparentemente democráticos. Sin embargo, no pudo evitar las escisiones que provocaron la salida de Yunes Linares y Tomás Ruiz principalmente, porque Gustavo Carvajal, a pesar de su inconformidad, no representó problema alguno. Esto hizo Alemán con un candidato ya formado políticamente y con experiencia en lides electorales, de tal manera que en adelante éste pudo conducirse, aunque no sin problemas, en la selección de candidaturas adyacentes a la propia.

He aquí la gran diferencia, porque de inicio se duda que Duarte, en caso que él sea el candidato, vaya a manejar a su conveniencia las candidaturas para ayuntamientos y diputados. Sería un mal comienzo ver a un candidato al gobierno estatal copado por decisiones que, debiendo corresponderle, provengan de otra fuente. Una mala señal que sus adversarios aprovecharían para señalar la intermediación política a que estaría sometido el candidato priísta.

Por otro lado, rico en recurso humano: Héctor Yunes, José Yunes, Ranulfo Márquez, Javier Duarte, Adolfo Mota Hernández, Reynaldo Escobar, etc. para sólo citar a seis por el PRI, ¿cuál sería la razón de insistir en sólo uno? Estas, entre otras reflexiones saltan a la vista de cualquier observador del acontecer político veracruzano. Y aún hay más.

alfredobielmav@hotmail.com