LA LECTURA Y LA POLÍTICA.-LECTURAS POLÍTICAS

Por Alfredo Bielma Villanueva



Con periódica reiteración se insiste que el pueblo de México no lee, una afirmación que se acompaña de estadísticas, como si eso hiciera falta para comprobar el patético aserto. En apariencia es un fenómeno bastante obvio y fácilmente acreditable, pero a cualquier acucioso investigador se le pudiera ocurrir iniciar una indagación de campo sobre este particular. Entonces se plantearía una primera pregunta: ¿si no se lee porqué los puestos de periódicos están repletos de todo tipo de revistas, desde las que hablan de amor, de encueratrices, de luchadores, de foot ball, de ciencia y tecnología, de deportes, de aprendizaje de idiomas, de automóviles, de salud, y mil etcéteras más? Es evidente que si salen a la luz pública es porque algún rendimiento le produce a los editores, luego entonces, se leen.


Entonces, una primera comprobación de que en México sí se lee basaría sus premisas en la rica proliferación de la vasta literatura citada. En las premisas habría que apuntar que esta literatura tiene como común denominador el ir acompañada de fotografías.
Hace poco más de 60 años, en un lugar aislado, semiselvático, sin carreteras, apenas brechas, lejos del ferrocarril, al que se accedía tras una hora de caminata, sin energía eléctrica, sin agua potable, sin drenaje, sin pavimento, sin médicos, una que otra y muy respetable partera. Allí, el único libro que se conocía era el “Poco a Poco”, que la escuela primaria del lugar y sus alrededores (Artículo 123, para hijos de trabajadores), repartía gratuitamente a sus alumnos; en la portada se mostraba a un niño con mochila en la espalda que subía una pirámide en cuya cima resplandecían los primeros rayos del sol. Un libro de texto que llegaba a aquella apartada orilla, gracias a la influencia de Aarón Sáenz, propietario que era del ingenio Azucarero que da vida al lugar.


Las incansables amas de casa, las jóvenes casaderas y los niños, semana a semana, para ayudarse a romper la rutina, esperaban con ansiedad las revistas de la época: “Memin Pingüin”, “La Pequeña Lulú”, “La Familia Burrón”, “Los Halcones Negros”,etc. revistas de “monitos” que eran devorados en múltiples intercambio cuando llegaban al único lugar en que se expendían. Entonces se desprendían de la respetable cantidad de 0.50 centavos que era el costo de la revista; algo equivalente a cinco huevos o un kilo de café o de azúcar. Hasta allá llegaban también dos o tres ejemplares de “El Universal” o del “Excélsior”, que algún poblador atípico del lugar compraba.


Si esto sucedía hace sesenta años en un sitio inhóspito, aislado en la penumbra de los tiempos, ¿qué no ocurría en las ciudades? ¿Cómo que no se lee en México? Lo que ocurre en este país es algo aún más lamentable que la ausencia de lectores de libros. Es un mal social bastante grave, se trata de una pandemia llamada pereza mental pues a todas luces se ve que no nos gusta pensar, que tragamos todo tal cual se nos dice, y pudiera ser la razón de muchas de nuestras dolencias políticas.


Esa pereza mental ha permitido a quienes gobiernan actuar con toda la premeditación posible, con perversa alevosía y con manifiesta ventaja sobre sus teóricos mandantes. De ella se han valido nuestros gobernantes para crear sus falsas imágenes, dosificando a placer medidas que debieran traer bienestar colectivo, a la vez que se retraza la educación popular, porque nada conviene más a quien gobierna que un pueblo inculto, y si no piensa mejor.


De aquí proviene esa contradicción monstruosa que vemos todos los días: tribunos exaltados que al oírlos parece que no rebosan más que amor al pueblo, ternura por las clases desheredadas, filantropía que abraza a todos los miembros de la humanidad, luego que ocupan algún puesto en que pueden dar rienda suelta a sus verdaderos instintos, se convierten en despreciables tiranuelos que conculcan todas las garantías y pisotean y ultrajan a la sociedad que tiene la desgracia y la paciencia de sufrirlos.. El secreto de ese fenómeno, lo repetimos, está en la ignorancia del pueblo; mientras no desaparezca ese yugo moral que mantiene el hombre en la abyección más completa no podemos aguardar una regeneración efectiva; tendremos una República de pequeños sátrapas que viven y prosperan a costa de la miseria general; que ven a la nación como un patrimonio del que pueden disponer a su capricho, con la seguridad de quedar impunes, pues los cambios de gobierno no alteran la sustancia de las cosa y la palabra responsabilidad no existe en nuestro diccionario político.


Este es un texto de 1879, tomado del periódico “El Monitor”, que hacía referencia al gobierno de Porfirio Díaz en su primer periodo, después de que este derrocara a Lerdo de Tejada. Su actualidad es tan vigente que cualquier ensayista con ánimo de decir verdad lo suscribiría hoy sin inconformidad en contrario.


¿No leemos? Entonces ¿por qué la irrefrenable proliferación de revistas sobre temas políticos, por ejemplo? Si profundizamos aún más, habría que buscar la posible correlación directa entre la lectura y la “politización”, a juzgar por el éxito de revistas y columnas dedicadas al tema de la política y los políticos. Qué decir de sitios que utilizando la World Wide Web obtienen de repente un éxito extraordinario de acuerdo al número de visitantes que capturan.


En Veracruz, lo observamos con sitios como Gobernantes. Com., un exitoso pionero en el ramo que, con un poco más de un lustro, está en plena expansión. Sitios exitosos como acentos.info; periodicoveraz.com; observadorciudadano.com; pulsocritico.com; alcalorpolitico.com; crónica del poder.com que, por cierto, en su aún muy joven presencia en la red ya le valió una mención honorífica del Club de Periodistas de México A.C., estimulando el esfuerzo de sus directivos, Emilio Cárdenas Escobosa y Felipe Hakim Simon, quienes recibieron constancia de Celeste Sáenz y Joaquín López Dóriga, en calidad de testigos del merecido y aplaudido reconocimiento.


Si algún valor social tiene la lectura de la abundante literatura política, es porque valida el derecho a la información y evita en lo posible el monopolio de la información manipulada, diluyendo en parte la orientación mercantilista de la noticia. En ese mundo ya nada virtual se produce la saludable confrontación de opiniones y criterios sobre el acontecer social. La saludable proliferación de estos sitios pudiera ser el reflejo que corresponde a una sociedad plural que busca cada vez con mayor afán participar en la toma de decisiones en los asuntos que conciernen a todos.


Participar en la toma de decisiones implica la oportunidad de elegir libremente a los gobernantes, y la capacidad de respuesta de una ciudadanía enterada se traduce en la aptitud para discernir a quien elegir. Al evitar que le den gato por liebre una ciudadanía pudiera demostrar madurez política; sino, no, como dijera el gallego. De darse este último caso, se demostraría con ejemplar claridad la confirmación de que sí leemos, pero que nos aqueja una tremenda pereza mental para deducir qué es lo mejor para el bien común.

alfredobielmav@hotmail.com

Diciembre 2009

A CARLOS DOMÍNGUEZ MILIAN, DESCANSE EN PAZ.