CULTURA POLÍTICA

Por Alfredo Bielma Villanueva



Es muy propio de la cultura política del mexicano endiosar a sus dirigentes sin importar si estos reúnen las virtudes para merecerlo, sólo basta con tener el poder. El mecanismo funciona aún mejor cuando el poder se maneja con sentido patrimonialista; entiéndase por esto como el ejercicio del poder encaminado a obtener beneficios personales y a favorecer a través del presupuesto público, con prebendas y dinero en efectivo, a amigos, camarillas, cómplices, parientes, amantes, etc. Por definición, alejado de todo interés por el bien común.


El mecanismo del endiosamiento, primero, y de la adoración después, pudiera ser explicado con aquella teoría de la enajenación del hombre por el hombre, de la que tanto gustaba echar mano Carlos Marx para describir el proceso de cómo el hombre termina por adorar a todo lo que crea. Ese es un fenómeno recurrente y fácilmente observable en el terreno político, en el proceso durante el cual un individuo va adquiriendo el poder y casi de manera simultánea exhibe una metamorfosis parecida a la que ocurre entre la oruga y la mariposa. Mírase claramente cuando un individuo, por simple que sea, obtiene el poder político y de inmediato es endiosado. Está claro que el imán para la adoración radica en la capacidad para otorgar favores, requisito sine qua non para ser colocado en un nicho.


Lo anterior acontece en culturas de subdesarrollo político, económico y social, como la nuestra, pues en las sociedades industrializadas con democracias avanzadas es prácticamente imposible que la relación entre el hombre de poder y la ciudadanía se establezca en términos de subordinación. Por el contrario, el servidor público está sometido a un severo escrutinio ciudadano, ya en su conducta personal, ya en su comportamiento como persona pública, más aún en lo que tenga que ver con su condición económica. En esos ámbitos sería difícil ocultar y explicar, por ejemplo, que el súbito cambio de condición económica, de la inopia a la inocultable prosperidad, tiene raíces legítimas y a la vez escapar al repudio público.


(Por cierto, respecto al Poder y sus laberintos, se sugiere la lectura del reciente, muy interesante libro, escrito por el politólogo cordobés Miguel Mina Rodríguez. Un sugestivo ensayo que ilustra mucho de lo que cotidianamente acontece con la mágica influencia que el Poder ejerce sobre el hombre. “El poder es apasionante, dice, bondadoso y perverso a la vez, según se ejerza”).


No es todo lo que ocurre en nuestra subcultura política; en los procedimientos de carácter electoral, por ejemplo, se hacen trampas que convalidan nuestro subdesarrollo político cuando las atribuimos a la “habilidad” de quien las ejercita. En culturas políticas avanzadas esas prácticas son moralmente sancionadas, pero aquí las aquilatamos con un valor positivo y las calificamos como el fruto de la destreza política, cuando no son sino burdas estafas.


De allí la importancia de que la ciudadanía se interese en los procesos políticos, que participe en todo lo que tiene que ver con la cosa pública, con el gobierno, con los gobernantes, con la clase política en general, con el propósito de no dejarles a su libre arbitrio el manejo de los asuntos que a todos conciernen.


Aprovechar la intención de Calderón para la reforma política, impulsándola, mejorándola. No es casual que un sector de la clase política califique la iniciativa presidencial como una cortina “distractora” de la problemática económica; está clara la intención, porque ahora que desde la cúpula presidencial se plantea la reforma, en vez de impulsarla proponiendo avances para la misma, la critican y obstruyen. Es infantil, por lo menos, argumentar que, ante la crisis económica, primero habrá que resolver ésta, después las reformas políticas. En ése trance, por supuesto, nunca vendrá reforma política alguna si se espera a que ya no haya problemas económicos.


No les conviene porque acaso se pudiera terminar con la gran diversidad de partidos que existen, encubiertos en un supuesto “pluralismo” que sólo ha servido para disimular negocios familiares, de grupo, de camarillas, de mafias políticas, y de trapecio para que los y las escaladores (as) del poder prosigan en la rapiña en que han convertido buena parte de la administración pública.


Realmente no es que la reelección sea mala, tal la hace nuestra incultura política, la no participación en asuntos públicos, nuestra decidía al dejar que la clase política actúe sin control ciudadano. En contra de la reelección se habla del riesgo de los cacicazgos y la prolongación en el cargo de gentes dedicadas más al latrocinio que a servir a la comunidad. Como si en la actualidad los cacicazgos no existieran en México y funcionaran en el centro mismo de los partidos políticos.


En fin, mientras eso acontece en la macropolítica, acá en el llano de la aldea jarocha los ánimos sucesorios se calientan aún más y empieza ya a correr la hipótesis que avisa la versión de que Javier Duarte no será el candidato del PRI y que la estrategia para muestrearlo como un precandidato con fuerza política lleva la intención de, llegado el momento, presentarlo a quien finalmente resultará el abanderado priísta como un factor cuyo reciente patrimonio político le garantizaría el triunfo. Ello a cambio- faltaba más- de los consabidos compromisos. Una versión nada descabellada pero su validación la darán las circunstancias que se van bosquejando conforme se acerca la fecha de la elección del candidato de ese partido.


Es esa una hipótesis de las muchas que hay en tiempos de sucesión de gobierno. La comprobación de su veracidad o error está a la vuelta de semanas. En política las circunstancias cuentan y habrá que verificar qué o cuáles circunstancias son las que van a prevalecer en la designación: si las relativas al orden personal, de complicidades, de grupo cerrado y hasta familiar o las de un partido otrora hegemónico que se prepara institucionalmente para enfrentar a una animosa oposición con candidatos de sólida formación política. En política-decía Lenin- no basta tener la razón, es necesario contar con la fuerza.


alfredobielmav@hotmail.com
Diciembre 2009