EL LIDER

Por Alfredo Bielma Villanueva


No es el único, pero al menos en México es el más reciente caso de un líder que aparentemente poco a poco va perdiendo adeptos a medida que se alejan las circunstancias políticas que le dieron impulso a su liderazgo. El tema es de importancia para reflexionar a cerca de cuáles son las condiciones que hacen posible la elevación de un ciudadano a la categoría de una luz que los demás siguen, ¿qué mantiene al líder en la cumbre de su convocatoria? ¿Son acaso producto de su natural carisma o simplemente surgen de acuerdo a las circunstancias de tiempo y lugar?


Es la vieja historia de contradicciones entre la concepción idealista de la historia, que sostiene que son las ideas las que transforman la realidad, contra la del materialismo histórico que postula que es la realidad la que genera y modifica a su manera las ideas y los cambios sociales.


Las condiciones que propiciaron el liderazgo nacional de López Obrador están íntimamente vinculadas con su actitud contra las causas que generan la pobreza tradicional de millones de mexicanos y la esperanza de estos de encontrar la fórmula para salir de pobres. En el discurso de este político tabasqueño está la clave, pues sus acerbas críticas en contra del modelo económico neoliberal y sus promesas de terminar con la corrupción y las simulaciones en los programas de gobierno lo situaron en el nicho de las grandes esperanzas del mexicano promedio. Es, en este país de antípodas, lo que ha hecho la diferencia, sobre todo después de la enorme decepción que resultó Vicente Fox con sus grandes expectativas incumplidas.


Quince meses han transcurrido desde julio del 2006 en el que se celebraron elecciones federales con resultados inciertos, que en el documental fílmico de Luís Mandoki “Fraude: México 2006” se muestran como huellas infalibles de un supuesto fraude electoral. Los libros escritos por Roberto Madrazo y López Obrador revelan, según sus experiencias directas, que aquella elección no fue precisamente un dechado de transparencias en sus resultados. Algo que pudiera imputársele a Madrazo es haber desoído las voces que le señalaban un presunto fraude, a lo que no reaccionó tan solo por el hecho de no salir beneficiado con cualquier acción que emprendiera. Se vio, por lo menos, mezquino en esa actitud pues, por lo visto, solo le interesaba su penosa situación en cuanto a ser relegado a un tercer sitio en lo que atañe a los resultados electorales.


El pasado domingo 18 de noviembre Manuel López Obrador convocó a sus seguidores a reunirse nuevamente en la plancha del Zócalo de la Ciudad de México para evaluar los logros del “gobierno legítimo” que él preside. Pero la asistencia distó mucho de aquellas grandes e imponentes concentraciones después de las recién celebradas elecciones de 2006. ¿Acaso sus seguidores se han convencido de lo inútil de su movimiento y ya no desean proseguir en la postura de no reconocer a Calderón como el Presidente de México? ¿O simplemente las condiciones han cambiado y ya no coinciden con los propósitos que hicieron a López Obrador el Mesías de la izquierda y del cambio político nacional?


Esta mas que visto que el Partido de la Revolución Democrática transita por un mal momento, de esos que son su rutina y forman parte de su sustancia porque las múltiples corrientes de “pensamiento” y de intereses a su interior, sumadas a la actitud de los tradicionales parásitos de la izquierda, en donde tres son multitud, no pueden acompañar a plenitud a López Obrador en la aventura que ha emprendido. Si bien algunos cuadros de este Partido se le han sumado no cuenta, sin embargo, con el consenso a su interior y en tiempos de cambios por la vía institucional eso se constituye en una poderosa rémora porque se batalla al interior y hacia fuera, restando tiempo y esfuerzo, que bien son necesarios dada la dimensión de los problemas y del adversario.


Las condiciones sociales y económicas que dieron origen al liderazgo de Manuel López Obrador no han cambiado, pero sí las circunstancias, pues en tiempos electorales mas de un prosélito se sumó a su liderazgo para encaramarse en su efecto y conseguido su propósito se alejan para apoltronarse en su nueva posición revisionista por la comodidad que ello les representa y, lo que es peor, hasta se le oponen.


Con la Iglesia ha topado López Obrador, con el gran capital también, ya ni se diga del poder instituido. Tiene que lidiar también con las facciones que en su Partido se le oponen, ¿resistirá el embate? Condiciones las hay, madera de líder también, a ver quien se cansa.


alfredobielma@hotmail.com

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20 DE NOVIEMBRE,
¿QUÉ CELEBRAMOS?

Por Alfredo Bielma Villanueva


Durante el gobierno del presidente Lázaro Cárdenas, el senado de la república aprobó en 1936 el decreto que estableció como festejo nacional el aniversario del 20 de Noviembre, en ofrenda al Movimiento Revolucionario de 1910. La conmemoración consistiría en un desfile deportivo para expresar el espíritu pacifista del pueblo mexicano.

En octubre de 2006, durante la presidencia de Vicente Fox, último año de su mandato, el vocero presidencial anunció que ese año y todos los subsecuentes ya no habría desfile; en su lugar se realizaría una ceremonia “cívica en Los Pinos que se apegue a una nueva cultura ciudadana y a la pluralidad democrática que se vive”. Así, por decreto tal cual nació, se cancelaba la celebración que durante 76 años se organizó para evocar el aniversario de la Revolución Mexicana.

Dos visiones diametralmente encontradas respecto de un trascendental acontecimiento que provocó un millón de muertos, pero a cambio sembró la ilusión de mejoras sociales y económicas en el ánimo de todos los mexicanos. Muchos años después, lo paradójico es tener que preguntar ¿ahora, qué celebramos? ¿Acaso es sólo una fecha histórica sin contenido social? Para encontrar la respuesta habría que analizar con seriedad si se ha cumplido con las aspiraciones de quienes iniciaron aquel movimiento social: La Reforma Agraria, el Derecho al Trabajo, a la Salud, a la Educación, a la Convivencia Pacífica.

Por supuesto que México ha cambiado; desde luego que hemos avanzado; claro que vivimos en paz, pero ¿lo alcanzado justifica el sacrificio que todo un pueblo ha hecho para conseguirlo, sobre todo considerando los años de su desempeño y que somos un país petrolero?

La referencia a 1910 es en cuanto al inicio del movimiento armado pero todavía hubieron de pasar varios años más para encontrar el sosiego suficiente que propiciara la verdadera transformación, lo que empezó precisamente en 1934 cuando Lázaro Cárdenas llegó a la presidencia de la república. Escrito lo anterior sin menosprecio de las gestas heroicas de Madero, Zapata, Villa, Carranza, Obregón y del gobierno Callista que enfrentó a la rémora del movimiento cristero y sentó las bases para encauzar por vías institucionales los cambios de gobierno.

No son pocos quienes coinciden al afirmar que después de Cárdenas se torció el rumbo de la Revolución y que con tumbos sexenales a duras penas pudo concretar, sin concluir, la Reforma Agraria, por ejemplo. Porque a partir de 1982 la Revolución pasó a ser solo una referencia histórica para los gobiernos del neoliberalismo que desembocaron en la decisión foxiana de suspender en 2006 los tradicionales festejos. Realmente 1982, inicios del gobierno de Miguel de la Madrid, marca una línea bien definida del antes y después. Ese antes que José López Portillo distinguió cuando afirmó que él sería “el último presidente de la Revolución Mexicana”.

Durante el periodo que podemos llamar revolucionario en nuestro país las exportaciones de materias primas reportaban elevados ingresos de divisas que sirvieron para comprar bienes de capital para coadyuvar con el desarrollo industrial. Obviamente teníamos capacidad para satisfacer la demanda interna de alimentos de una sociedad cuya población aumentaba aceleradamente, de la misma manera en que se convertía de rural a urbana. Era el periodo de la economía mixta, con fuerte acento proteccionista, de elevada rectoría del Estado en la Economía.

Después de aflojar los controles del Estado en la Economía, iniciado por de la Madrid, vino la firma del TLCAN en 1994. Entonces, a contracorriente de lo que hicieron los EU y la Unión Europea, el Estado Mexicano se olvidó del campo. De repente se suprimieron los programas de fomento sectorial y la inversión pública en el ramo agropecuario disminuyó 92.8% entre el trienio 1980-1982 y el trienio 2004-2006. Para acabarla, como por encanto, se hicieron raquíticas las reinversiones en PEMEX con el torvo ánimo de llevarlo a la quiebra para justificar su privatización.

En cuanto a crecimiento económico no pasamos de un pírrico 2.5%, o, con suerte lleguemos al 2.8%, contrario al 7% de crecimiento que nuestra economía sostuvo en los años previos al neoliberalismo con el modelo de desarrollo estabilizador. Y nada comparable con el 8% de crecimiento de la economía Argentina que, aparte de la envidia, debía apenarnos al recordar que ése país hace sólo diez años sufría la más terrible crisis económica de su historia, que ni para comprar comida tenían.

Las cifras que engordan el optimismo oficialista mexicano dicen que en los primeros 6 años del presente siglo México obtuvo 167 mil 424.1 millones de dólares en inversión extranjera; que nuestros sufridos emigrantes enviaron al país que no pudo retenerlos 146 mil 165 mmd y que los ingresos por el petróleo exportado ascendieron a 237 mil 334.5 mmd, es decir, un total de 550 mil 923.6 millones de dólares. Cantidad esta última que se antoja increíble que haya sido captada por una nación cuyos gobiernos no supieron capitalizarla en provecho de su pueblo, en el que se cuentan millones de pobres, muchos de ellos en condición extrema. (Según informe del Copladever: setenta mil veracruzanos emigran y Veracruz recibe cerca de mil 500 millones de dólares en remesas este año, casi cien millones más que en 2006).

Bajo estos truenos se le ocurre al presidente calderón declarar que, pase lo que pase a la economía de los EEUU, la nuestra no padecerá las consecuencias; obviamente es un sofisma lo expresado por Calderón pues, fatalmente uncidos a aquella economía es obvia la repercusión; si esta llegare ya se inventarán explicaciones.

Mientras nuestros emigrantes expulsados de su país por la extrema pobreza “celebran” el 22 de Noviembre en los EEUU el “Día de Acción de Gracias”, en México, con estos antecedentes, ¿Qué celebramos el 20 de Noviembre?

alfredobielma@hotmail.com

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MAYORÍA Y UNANIMIDAD

Por Alfredo Bielma Villanueva


No ha muchos días, en amena platica, uno de nuestros amigos hizo alusión al cuento aquel de que los políticos de antes eran mejores que los actuales: “eran entrones, serios, bragados, sostenían su palabra, honestos, dijo. Quien esto escribe se permitió disentir argumentando que ése cuento también lo había escuchado, pero hace ya tres o cuatro décadas, en una versión que se refería a viejos políticos como el “Alazán Tostado”, a Garrido Canabal, a Herminio Ahumada, a Henríquez Guzmán, a Graciano Sánchez, a “El Tigre Avellaneda”, etc. para contrastarlos contra los del momento que entonces figuraban, entre otros, Carlos Madrazo, Carlos Hank González, “El Negro” Sansores”, Jonguitud Barrios, Martínez Domínguez, “El Colorado Mireles”, “El Diablo de las Fuentes”, etc. a los que el cuento contemporáneo ahora coloca como ejemplo de lo mejor respecto a los actuales.


Esto nos lleva a reflexionar que la correspondencia en época no permite una sana objetividad porque las pasiones están vivas y los intereses de grupo, partido o facción impiden una valoración que aprecie con imparcialidad los méritos del coetáneo. Esta premisa cobra mayor vigencia cuando de gobernantes se trata, pues está visto, sobretodo en esta era de la globalización mediática, con cuanta facilidad se derriban o construyen imágenes a petición del cliente. El caso de Vicente Fox es paradigmático pues señala con meridiana claridad inmediatamente el antes y el después del ejercicio del poder. Su figura histórica tomará su dimensión más precisa con el transcurrir de los años, la justicia del juicio histórico dependerá de quien lo escriba.


De igual manera se construyen mitos a partir de la actitud y conducta de quien posee el poder y todo lo que esto implica respecto de los medios de comunicación y sus personeros. Si tuviéramos que ejemplificar tomaríamos un caso a la mano en Veracruz, en donde un gobernante del inmediato pasado, con apenas dos años de ejercicio y sin obra pública a la vista, en sospechosa unanimidad resultó calificado como “el mejor gobernador del Estado”. Pero Cronos, que en la mitología griega devoraba a sus hijos, derribó el mito humano, puso todo en su exacta dimensión y el despropósito quedó en anécdota.


Culpas son del tiempo, dice el poema, también de la unanimidad que pudiera resultar de una aplastante mayoría. Esa que provocó que el dirigente estatal panista cayera en el desafortunado exabrupto que protagonizó cuando después del informe de gobierno intentó satirizar respecto de la aceptación popular en torno de la figura del gobernador del Estado, al compararlo con el Cristo Negro de Otatitlan. Sin duda una pésima ocurrencia, de mal gusto y fuera de contexto. En vez de aprovechar la extraordinaria oportunidad que a la mano tuvo, la desperdició irresponsablemente para su causa.


En contraste, su antípoda, lo encontramos en la elegancia con la que hace más de 40 años trató el tema de la unanimidad parlamentaria otro panista, Adolfo Christlieb Ibarrola, dirigente nacional del blanquiazul (cuando por la reforma electoral de 1963 López Mateos creó los diputados de partido, pero no evitó la aplastante mayoría priísta en el Congreso Federal de 1964), este distinguido político lo describió así: “Ya es hora que el Congreso deje de ser una oficina de correspondencia por donde el presidente remite al país las leyes que a su juicio deben expedirse. Ya es hora que el Congreso deje de ser la voz y la orquesta donde la nota que domina, bajo la batuta del Ejecutivo, es la del sí, señor”.
Frente a la enorme desigualdad económica que priva en nuestra sociedad, la unanimidad en política resulta oprobiosa y es el síntoma de una democracia enferma. Esto provoca fenómenos de retroceso, como el que en el Congreso veracruzano de mayoría priísta ya haya resurgido el obsoleto uso de las maracas, mantas, banderolas y muchedumbres acarreadas, una rutina que se creía superada y que debiera proscribirse, aunque parezca arraigada hasta el tuétano en la manera de ser priísta.


Pero acaso tal conducta se explique si recordamos la antipática actitud de prepotencia que en el mismo recinto parlamentario veracruzano adoptaron los panistas hace precisamente tres años, cuando utilizaron su pírrica ventaja para arrinconar hasta la cohabitación al gobierno recién estrenado. En esa lógica se antoja imaginar qué ambiente privaría en el Congreso si el resultado electoral hubiera favorecido al PAN, al PRD o a cualquiera de los Partidos con registro. Seguramente sería, como dijera Don Manuel Bernardo Aguirre, otro insigne viejo político: “ni bien ni mal, mas bien todo lo contrario”.


Pero resultaría absurdo demandar conductas y actitudes ajenas a nuestro entorno, sería como pedirle peras al olmo, pues tanto el panista como el priísta, el convergente, el perredista, el aliancista, el petista y el perrevista provienen del mismo contexto social, motivo por el cual su actitud solo variará de acuerdo a su posición en la sociedad, matizada obviamente por las particulararidades que la educación imprime. La diferencia estriba no en lo ideológico, no en lo económico, sino en la manera en cómo se abordan las estrategias para hacerse del poder y, en última instancia, en los fines que persigan y que los estimulen para lograr el poder.


En esto último, para nada difieren los políticos viejos de los de nuevo cuño.


alfredobielma@hotmail.com
Noviembre 2007





RAFAEL MURILLO VIDAL
(21 AÑOS DE SU PARTIDA)

Por Alfredo Bielma Villanueva



Rafael Murillo Vidal gobernó al Estado de Veracruz de 1968 a 1974, sucedió en el cargo a su amigo de toda la vida Fernando López Arias, en su juventud ambos formaron parte del grupo cercano a Manlio Fabio Altamirano cuya muerte por asesinato en 1936 ocasionó que dieran el gran viraje político cuando eligieron acercar sus proyectos personales al de Miguel Alemán Valdés, en demérito de las aspiraciones de quien era considerado el heredero del altamiranismo veracruzano, don Manuel Zorrilla Rivera.


Como en política-aunque no siempre- se recompensan las adhesiones oportunas, el licenciado Miguel Alemán Valdés, de bien ganada fama de ser “amigo de sus amigos”, recompensó a Rafael Murillo Vidal haciéndolo diputado local y depositándole la confianza y distinción de ser precisamente quien le tomara la protesta de ley como gobernador del Estado de Veracruz. A partir de aquella astuta visión que los identificó con Alemán muchos de los cargos públicos de Fernando López Arias y de Rafael Murillo Vidal tuvieron sello alemanista.


En política, tiempo y circunstancias se conjugan a la perfección, es una relación de causalidad que explica parte de esta actividad del hombre. Lo ejemplifica, en el caso concreto de Murillo Vidal, la coincidencia en la oportunidad de varios actores de la arena política en México, cuando fueron senadores Adolfo López Mateos, Gustavo Díaz Ordaz, Fernando López Arias, Alfonso Corona del Rosal, Ernesto Uruchurtu, Donato Miranda Fonseca, etc. y el Oficial Mayor de aquella legislatura fue el Lic. Rafael Murillo Vidal. El presidente de la República era Miguel Alemán Valdés, el periodo: 1946-1952.


De esta Legislatura, pocos años después (6 y 12), llegaron sucesivamente a la presidencia de la república López Mateos y Díaz Ordaz, quienes hicieron gobernadores de Veracruz sucesiva y respectivamente a Fernando López Arias y a Rafael Murillo, previa consulta de opinión-no permiso-con el ex presidente Miguel Alemán Valdés.


Diputado local, diputado federal, presidente del Consejo Municipal de Orzaba, Director de Gobierno en la Secretaría de Gobernación con Miguel Alemán Valdez, Magistrado del Tribunal Superior de Justicia, Oficial Mayor de la Cámara de Senadores, Juez, Agente del Ministerio Público, Director General de Correos de México; dirigente de la CNOP en el Distrito Federal. Secretario de Acción Popular del CEN del PRI, a Murillo Vidal le correspondió el privilegio de firmar el Acta que dio nacimiento al Partido Revolucionario Institucional en representación del Estado de Veracruz. Como Senador de la República aspiró a Gobernar Veracruz y su amigo, el presidente Díaz Ordaz, le cumplió su deseo. Ciertamente una gran carrera de éxitos políticos de Rafael Murillo Vidal.


Es uno de los gobernadores veracruzanos que, por su altísima calidad humana demostrada durante el desempeño del cargo, sin duda alguna recuerda un gran número de jóvenes, hoy profesionistas exitosos, que estaban a punto de dejar las aulas universitarias.


Muchos de estos jóvenes fueron recurrentes visitantes del gobernador Murillo Vidal, pocos de ellos podrán decir que sus peticiones no fueron atendidas y sus planteamientos pacientemente escuchados. Recapacitarán, a estas alturas de su vida, acerca del cuento aquel irreflexivamente aceptado que los malquerientes de siempre hacían circular, de que “al gobernador lo engañan sus colaboradores”, adelantando como explicación la “avanzada edad” del gobernante. Por supuesto que esa percepción era favorecida por la inmadurez, la falta de experiencia y de información de quienes la daban como cierta, porque cabria preguntar ahora a quienes rebasan la media centuria de años si a estas alturas podría alguien de 30 a cuarenta años, sorprenderlos con una mentira habida cuenta de la experiencia acumulada, sobretodo en los términos de Murillo Vidal. En ese contexto es difícil suponer que se pueda engañar al depositario del poder.


“Ya está viejo por eso se duerme mientras atiende a la audiencia” decía otro cuento. La jornada diaria del gobernador iniciaba en sus oficinas del Palacio de Gobierno a las 11horas hasta las 18 horas; se reiniciaba a las 21 horas para finalizar a las 2 horas del día siguiente. Durante ese lapso el gobernador atendía en audiencia a no menos de 15 personas, sin contar los acuerdos con sus colaboradores, ¿podría un hombre con esa rutina de trabajo “dormirse” durante una ininterrumpida audiencia? El ejercicio del Poder permite a quien lo detenta imprimirle su muy personal estilo, Murillo Vidal gozó a su modo de ese privilegio utilizado como estrategia la candidez del novato y la maledicencia pública para crearse la imagen del hombre bueno-que en realidad lo era- mientras los otros eran los villanos. Así podía recorrer las calles xalapeñas, del Puerto de Veracruz, Tuxpan, Córdoba, Orizaba, etc. rodeado de ciudadanos y jóvenes a los que paternalmente saludaba.


La formación del carácter de un gobernante es producto de un largo añejamiento en el camino de la vida. Para Murillo Vidal fue una gran ventaja poseer una formación cuya madurez fue tan sólida que le permitió enfrentar con estoicismo los problemas más severos, en situaciones políticas verdaderamente criticas. Fue su recia formación, aunada al profundo conocimiento de la condición humana la que le permitió afrontar con éxito los problemas de su encargo y sobrellevar las veleidades de sus colaboradores.


Es verdaderamente difícil que en un equipo de gobierno se establezca la indeseable unanimidad, lo impide la diversidad de caracteres, los intereses personales y el origen de cada quien. En el equipo de colaboradores de Murillo Vidal se formaron grupos de disenso ocasionados por las diferencias personales. Pero la referencia unánime era Don Rafael Murillo Vidal, aquellos jóvenes bien sabían que no escapaban al escrutinio del gobernante, por tal razón ellos se cuidaban de informarle los detalles de sus acciones.


Por su profundo conocimiento del ser político, sin aceptarla, nunca prohibió la intriga, sería pretender evitar el trueno durante la tormenta; jamás reconvino con palabras al intrigante, era suficiente una mirada severa para acallarlo. Dentro del deber ser de la política demostró Murillo Vidal que un equipo de colaboradores no se integra ni por capricho ni al azahar, sobre todo cuando está en juego el destino social y económico de los conciudadanos. El servicio público-decía - conlleva responsabilidades que incluyen el hacer compatible el sentido de la amistad con el del deber; saber distinguir los límites entre ambos es tarea tan difícil que con bastante frecuencia el gobernante se equivoca.


La capacidad, la eficiencia, la vocación de servicio y la lealtad del colaborador se conocerán en el transcurso del desempeño, la gratitud una vez concluida la relación de trabajo. No ignoraba Murillo Vidal la bipolaridad del hombre ante el poder, conocía a la perfección el antes y el después de su ejercicio.


En la soledad que la practica del poder impone se mide el temple del gobernante. Rodeado por muchos, acechado continuamente por casi todos, no le queda sino resistir el embate del chisme, de la intriga y del halago insulso. A esta plaga Murillo Vidal opuso la enorme barrera de su carácter, sabio como fue no vivió la pena de la ingratitud y de la deslealtad, al concederles carta de naturalización como entidades consustanciales a la condición humana, las superó cual águila que vuela en el nítido firmamento en aires hasta donde no llegan aquellas ortigas de espinosa textura.


Desde sus orígenes, la cultura occidental se orientó a reconocer sus a paradigmas perpetuándolos para la posteridad al rendirles homenaje a su memoria, erigiéndoles estatuas, representándolos en bustos, reseñando sus hazañas, repitiendo sus expresiones y hasta magnificando sus acciones, es la excelsa expresión de gratitud, no por cierto una de las más comunes de la condición humana.


En la capital del Estado una importante avenida lleva el nombre de este ilustre veracruzano, allí también se ubica la estatua que recuerda su imagen, gracias a la voluntad desinteresada de otro buen gobernante, Agustín Acosta Lagunes, quien supo reconocer los lauros de uno de sus antecesores, a quien de alguna manera las nuevas generaciones deben conocer del por qué se le honra. De todo esto, la generación de salida, la que ya entrega al nuevo relevo, es depositaria de invaluables testimonios que hacen la historia.


Y es que la idea que se percibe de un buen gobernante conjuga el binomio de la huella material que se hereda y el sello personal que se imprime, cuyas características sobresalientes son la hombría de bien, la dignidad en la conducta y la honestidad en la actitud, el irrestricto respeto hacia quienes disienten y la sabia virtud de observar en el oponente el complemento perfecto para gobernar para todos. Tal fue Rafael Murillo Vidal.

alfredobielma@hotmail.com
Noviembre 2007



CONTINGENCIAS SINIESTRAS Y CORRUPCION

Alfredo Bielma Villanueva


Una vez repuesto y emergido del estado cataléptico en el que pareció yacer durante las primeras horas posteriores al gran sismo que asoló a la Ciudad de México en 1985, el presidente De la Madrid soltó, con acentuado bouquet a retórica, la frase: “México es más grande que sus problemas”, que después fue repetida con tufo demagógico hasta el cansancio por los cuadros directivos para referirse a la superviviente crisis económica que trajeron las pésimas administraciones gubernamentales y la implantación del neoliberalismo en México.


Es manifiesto que la frase era solo para consumo político y para arrancar forzados aplausos porque el país, todos lo sabemos, conoce que nuestros recursos financieros son exiguos comparados con el enorme reto que representa la solución de los grandes problemas nacionales. Para acabarla, a estos últimos habría que agregar el de la corrupción, un fenómeno moral que azota al país desde tiempos inmemoriales y que corroe ácidamente las entrañas de nuestro sistema político, adicionalmente acompañada con la enraizada incompetencia de los servidores públicos, indefectiblemente demostrada cuando de cumplir con su responsabilidad se trata.


Cuando se suscitó el terrible sismo de 1985, de inmediato se manifestó la tradicional solidaridad mexicana. De todo el territorio nacional llegaron toneladas de ayuda para paliar los daños causados por el desafortunado evento. Frente a la inmovilidad gubernamental, miles de capitalinos tomaron la iniciativa para organizar el recate de lo rescatable; niños que llevan en su nombre el recuerdo amargo de aquel cataclismo fueron salvados por la intrepidez de cientos de improvisados rescatistas, héroes anónimos que desinteresadamente arriesgaron sus vidas para salvar la de sus semejantes en desgracia.


En medio de la tragedia, el denominador común fue el reclamo de quienes aportaron su ayuda para que esta fuera canalizada a través de la Cruz Roja haciéndola llegar a quienes realmente la necesitaban. Pasada la emergencia, se elaboró un censo de los edificios que resultaron dañados y que debían ser demolidos o reforzados en su estructura.


Como siempre ocurre, se organizaron rondas de discusión en la TV y la radio, foros en los que se comentaba y explicaba el origen del fenómeno telúrico y se hacía hincapié en el fenómeno social de solidaridad a que dio lugar. Se buscaban y señalaban culpables de la tragedia; también se explicaba que, dadas las características geológicas del subsuelo capitalino, habría en la década de los 90 otros estremecimientos de igual o mayor magnitud que el ocurrido. El hecho de que no haya sucedido no implica la desaparición del riesgo, que por cierto es latente.


Se formularon manuales de rescatistas y de evacuación; se probaron alarmas que alertan a los habitantes del DF de la proximidad de un sismo a partir de su epicentro. Fueron derribados algunos-solo algunos- de los edificios considerados de alto riesgo, pero la inmensa mayoría aún sigue en pie y, lo que es peor, habitados o acondicionados como bodegas o talleres. A otros, no pocos, se les maquilló y fueron vendidos como departamentos seminuevos. ¿Qué ha hecho la autoridad a este respecto? Nada. Si por desgracia se reprodujeran los siniestros del 85, quienes padezcan la ocasión se enterarán por los comentaristas del momento, con detalles actualizados de aquel desastre, de cuáles fueron las graves omisiones de los encargados de cumplir con la encomienda de derribar los edificios más dañados, a la vez que se preguntarán por el destino del presupuesto aprobado para tales menesteres. Al final, como suele suceder, después de los lamentos de rigor, nada más se hará.


Cualquier semejanza con lo que ahora ocurre en Chiapas y Tabasco será mera coincidencia, pues, como se observa, ya hay cuestionamientos acerca de los programas y recursos destinados para la construcción de obras de infraestructura hidráulica que la federación debió hacer en estos Estados para evitar las grandes inundaciones. Como en el 85, ahora se intenta buscar culpables, que ciertamente los hay; se preguntan por doquier del dinero presupuestado y ejercido en obras que para nada tuvieron que ver con el destino originalmente asignado; de las aportaciones de PEMEX nadie sabe informar.


Hoy, como ayer, se habla de la actitud solidaria del pueblo mexicano ante la desgracia del semejante, y al igual que antaño también se discute y vigila el destino final de la ayuda humanitaria, todo porque el signo trágico de la corrupción institucionalizada no ha desaparecido.


Pero no todo en el pantano es lodo, es rescatable el denominador común que existe entre la desgracia del 85 en el DF. con este desastroso aluvión del 2007 en territorios del sureste: a las muestras de solidaridad del mexicano se aúna la siempre oportuna participación del Ejército nacional, cuya presencia alivia e impone el necesario orden que se requiere en estos casos.


Por otro lado, no se pudo evitar que la ayuda se politizara, como desafortunadamente está ocurriendo, tampoco el que la miseria humana se traduzca en actos de rapiña o en actitudes como las de los lancheros que aprovechan la desgracia-que también es suya- para lucrar; una muestra de que la condición humana es inexplicablemente paradójica, va de la cumbre a la sima.


Ya se desbordaron los ríos y las represas causando un considerable daño en el patrimonio de cientos de miles de connacionales, ahora habrá que estar atentos para evitar que tras la tragedia haya desbordamientos sociales, para los que no se ve que haya diques que los contengan. A pesar de que, como solía decir un genio perverso de la política: “en México no pasa nada y cuando pasa, nada ocurre”.


alfredobielma@hotmail.com
Noviembre 2007

ANTROPOLOGÍA DE LA POBREZA

alfredobielma@hotmail.com



La lamentable tragedia que enlutó a una humilde familia jalapeña al calcinarse su vivienda con dos de sus hijas en el interior, nos lleva a recordar las inclementes condiciones de pobreza que padece gran parte de la población mexicana y que, desafortunadamente, están sujetas a este tipo de desgracias por la indefensión social en que se encuentran. Peor aún porque no hay visos que nos hagan pensar en una drástica solución de tan extendida problemática en nuestro país.


Cuando Oscar Lewis, el excelente antropólogo estadounidense, nos regaló sus extraordinarios estudios sobre la pobreza en México, en los ámbitos culturales y políticos se levantó una ampulosa polémica acerca de la investigación antropológica de Lewis, a tal grado que la Asociación Mexicana de Geografía y Estadística pidió al gobierno mexicano la expulsión de Lewis del territorio nacional, en castigo por exhibir de fea forma las tristes condiciones de vida de un importante sector de la población mexicana.


El gobierno, a través de los consabidos columnistas políticos, comentaristas de radio, televisión y revisteros adjuntos al presupuesto público, se dieron a la tarea de desvirtuar el escenario descrito en el análisis del antropólogo citado. Sin embargo, a pesar de la cruda realidad revelada en aquella investigación, para el criterio oficialista no era tan grave, a juzgar por el amplio horizonte que aún teníamos enfrente para revertir la dramática situación descrita en el libro “Los Hijos de Sánchez”.


Tiempos aquellos de diferente signo, cuando el estudio de la pobreza llegó a ser considerado como una ciencia subversiva, a juzgar por los comentarios en contra que levantó el trabajo de Lewis, acusado de conspirador y hasta de injurioso. Fue contrastante, porque este magnífico estudio de la cultura de la pobreza en México sirvió para conocer los asuntos pendientes de la Revolución Mexicana. Ante la presión de algunos sectores, el gobierno mexicano encabezado por Díaz Ordaz tomó la desafortunada decisión de suspender al Director del Fondo de Cultura Económica que había editado el libro de Lewis.

La cultura de la pobreza está representada por hechos sociales como las condiciones de vida infrahumanas, la violencia doméstica, alta tasa de mortalidad infantil, un sentimiento de desconfianza hacia la autoridad establecida y, en fin, un conjunto de condiciones sociales que implican considerables grados de marginación.

Estas condiciones se pueden dar en los márgenes de las grandes ciudades conocidos como los cinturones de miseria y en el extenso campo mexicano, ahora devastado poblacionalmente por la intensa emigración de sus jóvenes en busca del “sueño americano”.

Tómese en cuenta que el estado general de la nación mexicana en la época en que Lewis realizó su investigación etnográfica, década de los 60 del siglo XX, las gentes en el poder se ufanaban de que “la Revolución se había bajado del caballo”, significando con ello que se había avanzado hacia el progreso, dejando un poco lo rural para convertirse en el lugar de las grandes ciudades; la Ciudad de México era, sin duda, un buen ejemplo, le seguían Guadalajara, Puebla y Monterrey, ésta última como prototipo del gran centro industrial del país que seguía el paradigma americano.

Sin ánimo de parecer catastrofista, el resultado de la relectura de “Los Hijos de Sánchez” y la desgracia de la familia jalapeña a que se hace referencia, sugiere más bien un estudio del tejido social cotidiano de nuestro tiempo que una genial manufactura que data casi 60 años. Para quien peque de positivo optimismo no será fácil rebatir las condiciones de extrema pobreza con los avances que sectorialmente hemos conseguido, pero sería argumentar con verdades a medias, porque ¿qué resultado obtendríamos de una investigación antropológica, en los términos de Lewis, realizada en los municipios que mantienen muy alta marginación y en las periferias de las grandes ciudades? No se duda que la respuesta implicaría descubrir similares condiciones sociales a las descritas en aquel estudio de los años sesenta. Nos engañamos cuando intentamos olvidar que la extrema pobreza de nuestro tiempo está allí enfrente de todos.


Si juzgáramos con los criterios políticos de Aristóteles, quien afirmaba que una amplia clase media es la mejor garantía para evitar una revolución, debiéramos empezar a preocuparnos porque este estrato social se ha venido adelgazando en los últimos 25 años.


Si se nos pidiera definir a partir de cuando empezó el desplazamiento de una parte de la clase media hacia niveles de pobreza, no dudaríamos en afirmar que fue a partir del gobierno de Miguel de la Madrid cuando el espantoso crack de la bolsa dejó en el borde de la pobreza a infinidad de elementos de la clase media que, alentados por la creciente plusvalía en las operaciones bursátiles, vendía propiedades para especular financieramente con el producto de la venta. Solo que el gobierno no pudo manejar el ritmo inflacionario de la economía y esta se precipitó en una devaluación devastadora que hizo talco el valor de aquellas inversiones, arrastrando tras de sí las ilusiones de un amplio sector clasemediero.


El contraste de varios Méxicos se radicaliza entre la opulencia y la extrema pobreza. El primero, registrado en el último número de la Revista News Week que señala que 20 familias mexicanas concentra el 10% del PIB presentando una lista de los hombres más ricos del país; el segundo lo encontramos en los multifamiliares o unidades habitacionales de interés social y en las chozas de los campesinos. Qué bien que haya ricos en nuestro país, sirve de aliciente a quienes trabajan arduamente para conseguirlo, pero en nuestras condiciones son referencia para atestiguar la enorme desigualdad de ingresos y la in equitativa distribución de la riqueza y de satisfactores, lo que conforma un caldo de cultivo para la inconformidad social, que no por hervir lentamente debe dejar de preocuparnos.


Noviembre 2007