EL LIDER

Por Alfredo Bielma Villanueva


No es el único, pero al menos en México es el más reciente caso de un líder que aparentemente poco a poco va perdiendo adeptos a medida que se alejan las circunstancias políticas que le dieron impulso a su liderazgo. El tema es de importancia para reflexionar a cerca de cuáles son las condiciones que hacen posible la elevación de un ciudadano a la categoría de una luz que los demás siguen, ¿qué mantiene al líder en la cumbre de su convocatoria? ¿Son acaso producto de su natural carisma o simplemente surgen de acuerdo a las circunstancias de tiempo y lugar?


Es la vieja historia de contradicciones entre la concepción idealista de la historia, que sostiene que son las ideas las que transforman la realidad, contra la del materialismo histórico que postula que es la realidad la que genera y modifica a su manera las ideas y los cambios sociales.


Las condiciones que propiciaron el liderazgo nacional de López Obrador están íntimamente vinculadas con su actitud contra las causas que generan la pobreza tradicional de millones de mexicanos y la esperanza de estos de encontrar la fórmula para salir de pobres. En el discurso de este político tabasqueño está la clave, pues sus acerbas críticas en contra del modelo económico neoliberal y sus promesas de terminar con la corrupción y las simulaciones en los programas de gobierno lo situaron en el nicho de las grandes esperanzas del mexicano promedio. Es, en este país de antípodas, lo que ha hecho la diferencia, sobre todo después de la enorme decepción que resultó Vicente Fox con sus grandes expectativas incumplidas.


Quince meses han transcurrido desde julio del 2006 en el que se celebraron elecciones federales con resultados inciertos, que en el documental fílmico de Luís Mandoki “Fraude: México 2006” se muestran como huellas infalibles de un supuesto fraude electoral. Los libros escritos por Roberto Madrazo y López Obrador revelan, según sus experiencias directas, que aquella elección no fue precisamente un dechado de transparencias en sus resultados. Algo que pudiera imputársele a Madrazo es haber desoído las voces que le señalaban un presunto fraude, a lo que no reaccionó tan solo por el hecho de no salir beneficiado con cualquier acción que emprendiera. Se vio, por lo menos, mezquino en esa actitud pues, por lo visto, solo le interesaba su penosa situación en cuanto a ser relegado a un tercer sitio en lo que atañe a los resultados electorales.


El pasado domingo 18 de noviembre Manuel López Obrador convocó a sus seguidores a reunirse nuevamente en la plancha del Zócalo de la Ciudad de México para evaluar los logros del “gobierno legítimo” que él preside. Pero la asistencia distó mucho de aquellas grandes e imponentes concentraciones después de las recién celebradas elecciones de 2006. ¿Acaso sus seguidores se han convencido de lo inútil de su movimiento y ya no desean proseguir en la postura de no reconocer a Calderón como el Presidente de México? ¿O simplemente las condiciones han cambiado y ya no coinciden con los propósitos que hicieron a López Obrador el Mesías de la izquierda y del cambio político nacional?


Esta mas que visto que el Partido de la Revolución Democrática transita por un mal momento, de esos que son su rutina y forman parte de su sustancia porque las múltiples corrientes de “pensamiento” y de intereses a su interior, sumadas a la actitud de los tradicionales parásitos de la izquierda, en donde tres son multitud, no pueden acompañar a plenitud a López Obrador en la aventura que ha emprendido. Si bien algunos cuadros de este Partido se le han sumado no cuenta, sin embargo, con el consenso a su interior y en tiempos de cambios por la vía institucional eso se constituye en una poderosa rémora porque se batalla al interior y hacia fuera, restando tiempo y esfuerzo, que bien son necesarios dada la dimensión de los problemas y del adversario.


Las condiciones sociales y económicas que dieron origen al liderazgo de Manuel López Obrador no han cambiado, pero sí las circunstancias, pues en tiempos electorales mas de un prosélito se sumó a su liderazgo para encaramarse en su efecto y conseguido su propósito se alejan para apoltronarse en su nueva posición revisionista por la comodidad que ello les representa y, lo que es peor, hasta se le oponen.


Con la Iglesia ha topado López Obrador, con el gran capital también, ya ni se diga del poder instituido. Tiene que lidiar también con las facciones que en su Partido se le oponen, ¿resistirá el embate? Condiciones las hay, madera de líder también, a ver quien se cansa.


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