LA SUCESIÓN

Alfredo Bielma Villanueva


Si bien el deporte favorito-promovido por la televisión mexicana- para la masificada afición deportiva es el foot.ball, la inclinación preferida de la clase política y de buena parte de los comunicadores en México es el tema de la sucesión política, ya sea municipal, estatal o presidencial. Un entretenimiento que, por cierto, deberían tener en cuenta quienes se dedican a la caficultura y aprovecharlo para promocionar el consumo de la aromática infusión.


No acaba el gobernador Fidel Herrera de disfrutar las satisfacciones que le proporcionó el que el PRI se proclamara como absoluto vencedor en las elecciones del 2 de septiembre, cuando ya empieza la rumorología acerca de su sucesión. Apenas festeja por el éxito que le permitió deshacerse de la pesada carga de una oposición política que se había posicionado en buena parte de los ayuntamientos más importantes del Estado y ya se ocupa de detener la avalancha de comentarios acerca de quien será su sucesor. Todavía no empieza cronológicamente la segunda mitad de su gobierno y está en trámites de ajustar su equipo de trabajo, cuando su secretario de Gobierno se autodestapa como precandidato a sucederlo. Además, al propio ejecutivo estatal ya empieza a mencionársele como una de las cartas que participarán en el juego presidencial.


En lo que corresponde a este último proceso quizá no pueda tener el gobernador mucho control sobre el uso de su nombre, pero en lo que respecta al Estado tendrá que poner orden antes de que la inercia convierta este asunto en imparable tema.


Si bien los primeros tres años de su gobierno los pasó Fidel Herrera lidiando con una oposición más que beligerante y le ocupó un valioso tiempo para gobernar, ahora, sin ése miura enfrente, le aparece otro que por cierto él conoce perfectamente por haber sido un protagonista del juego sucesorio que su antecesor en la gubernatura consintió. Cuestión de carácter, estilos y circunstancias. Hace seis años Miguel Alemán permitió al actual gobernador moverse a discreción en pos de su aspiración; lo que ahora se advierte diferente, ya que se supone que el gobernador actual no permitirá distracciones que desvíen la atención de su gobierno por la razón sucesoria.


En apariencia, las circunstancias son distintas a las de hace tres años: ahora el PRI está reposicionado en Veracruz y ya prepara abiertamente sus prospectos a diputados para el 2009, no hay nada oculto porque allí están a la vista de todos; bastan para comprobarlo los casos de Pánuco, Poza Rica, Córdoba, Cosoleacaque etc., en donde cualquiera podría dar el nombre de aquellos prematuros aspirantes. Tienen a su favor la parafernalia gubernamental y, sobre todo, la aquiescencia de quien manda, sólo tendrán que cuidar no salirse de la raya establecida pues saben el riesgo que correrían si traspasan esos límites.


Para la gubernatura, a diferencia de hace cuatro años, ahora no abundan los prospectos fuera del entorno estatal, en esta ocasión de quienes se habla son de la cosecha local y cualquiera concluiría que el localismo ha tomado el lugar que le corresponde. Por otro lado, las condiciones en las que, por el momento, se maneja la dirigencia nacional priísta no parecen darle ninguna ventaja para su intervención. A este respecto, sin embargo, habría que recordar que las condiciones son producto de una dinámica sociopolítica permanente que permite que lo que hoy es mañana puede ya no ser.


A diferencia de hace tres años, excepto de uno, el PRI tiene control político de todos los municipios importantes del Estado y esto significa poder territorial que determina una geopolítica favorable al quehacer priísta.


A diferencia de la sucesión pasada, el gobernador actual es nombrado entre los posibles precandidatos del PRI a la presidencia de la república y esta condición hace del mandatario local un blanco vulnerable de sus adversarios políticos porque le adjudica cargas adicionales de conflictos, agregados a los que pudieran provenir de los grupos opositores a su gobierno en el ámbito federal.


En contraste al pasado inmediato, el gobernador cuenta con operadores políticos con experiencia en la materia; recuérdese que hace seis años la titularidad de la Secretaría de Gobierno recayó en quien, sin experiencia previa a los menesteres de ese encargo, carecía del manejo apropiado, por lo que muchos grupos políticos se mantuvieron retirados del acontecer oficialista, lo que limitó la operatividad durante los primeros cuatro años de aquel gobierno. Sin embargo, las motivaciones de la decisión de Alemán Velasco de nombrar en la Secretaría de Gobierno a quien su bajo perfil no inquietara para convertirse en un factor sucesorio, encuentran cabal explicación en la actitud del actual Secretario de Gobierno.


Cuenta el gobernador veracruzano con el manejo político personal que le permite ajustarse a los rigores que las circunstancias le exijan. Así lo demostró en el asunto de la famosa estatua derribada que provocó revuelo nacional y allende de nuestras fronteras. Ante el escándalo prefirió retomar camino y cortar por lo sano. Quizá la actitud del Secretario de Gobierno, a todas luces maleable a la voz de quien manda, obedezca a la estrategia de formar cortinas de humo que distraigan la atención respecto de aquel asunto que pisó más de un callo y levantó expresivas cejas.


También a diferencia del pasado inmediato, el actual titular del gobierno federal tiene manejo político y partidista, contrario a Fox quien siempre estuvo ayuno de control político en las entidades federativas. Este factor pesa de manera considerable en el Estado de Veracruz, pues no se observa que exista empatía alguna entre los titulares de ambos órdenes de gobierno; esto último, un ingrediente de singular importancia que a no dudarlo, de ser cierta esta especulación, acarreará sus correspondientes efectos, que esperamos no sean adversos para los veracruzanos. El tiempo lo comprobará.


Por último, no está por demás advertir que los tiempos en política no los definen unilateralmente las voluntades personales, obra sobre ellos la condicionante que las circunstancias imponen al acontecer público. El ritmo lo señala el contenido de las agendas públicas, de gobierno y ciudadanas. Por tal razón no hay que hacerle el juego a quienes, ocupados en ejercicios futuristas nada serios, más parecen promotores de consumo de cafeína que acuciosos observadores del acontecer estatal. Lo importante para la gobernabilidad es ocuparse en conseguir que los escasos apoyos financieros de que se disponen, se traduzcan en beneficios materiales para la comunidad veracruzana. Y sin embargo, la sucesión asoma sus enormes y retorcidos colmillos.


alfredobielma@hotmail.com
Octubre 2007