LA VICTORIA

Alfredo Bielma Villanueva


Cada ocasión en que se resuelve una competencia surge como por automático encanto la eterna frase: “La derrota es huérfana, el triunfo tiene mil padres”. Esto es debido a que la condición humana aparta la mirada del fracaso para orientarla hacia la luz del éxito tendiendo los brazos al vencedor y echando al olvido, cuando no menospreciando o llenando de improperios al vencido. En el trance de la victoria todos reclaman su parte exagerando incluso el papel que desempeñaron.


Ahora que es irreversible e indiscutible el resultado electoral obtenido por el PRI, por el que los partidos de oposición fueron sometidos a una estrepitosa derrota, irrumpen las desaforadas loas para el gobernador veracruzano, que es elevado por propios y extraños casi a la categoría de un semi dios político. Son los días de vino y rosa, esa es la gran diferencia entre emerger victorioso de la contienda a ser el subyugado. Mientras estos viven la soledad de la derrota al vencedor le sobra compañía, los eternos chupa miel son, paradójicamente, aquellos cuya actual conducta sería diametralmente opuesta si el resultado hubiera sido adverso.


Aún sin la euforia del ferviente admirador, al margen de consideraciones éticas, sería insensato negar el papel determinante de la indiscutible eficacia operativa, acompañada por la innegable experiencia que el gobernador Herrera Beltrán tiene en estos menesteres, que hicieron posible que se lograran satisfactoriamente los objetivos. No reconocerlo equivaldría a prístina estulticia. En el rango de lo pragmático ha sido una lección de realismo político; actuó conforme al libro de la experiencia, “palo dado ni Dios lo quita”. Que no fue una elección modelo de completo apego a la normatividad es indudable, pero atendiendo al resultado fue impecable porque los contendientes indistintamente jugaron con reglas fuera de lo permitido.


En la fría observación de los hechos se concluye una etapa política que se avizoraba problemática en extremo. O la percepción era incorrecta o la fuerza de los números inhibió todo intento de protesta, en todo caso estas habrán de estar fundamentadas porque la formalidad jurídica así lo exige. Políticamente se podrá hablar de una elección de Estado que rompió con los cánones normativos pero, si bien el asunto es de una obvia y manifiesta verdad, el Tribunal querrá la contundencia de la prueba. El caso es que ésta, siendo tan evidente, (“lo obvio es invisible”), no se encuentra por ninguna parte. Magia electoral.


La contundencia del golpe ha sido de tal naturaleza que los derrotados aún no asimilan el castigo, no atinan a raciocinar del cómo y el porqué de estos resultados. ¿En qué se falló?, ¿Por qué teniendo el inmensurable apoyo de los programas asistenciales del gobierno federal el resultado ha sido tan catastrófico para el PAN? A leguas se puede observar que ni aprendieron de la experiencia oaxaqueña ni esperaron que ésta fuera aplicada en la misma dosis en Veracruz. A fuerza de estarlo viendo y confrontando se olvidaron de la destreza del operador, y en ese pecado llevaron la penitencia.


En otra cultura política este es el momento en que las cabezas responsables del desaguisado ya estuvieran rodando, bien por dignidad o por no resistir el tremendo peso de la culpa; parte de la cual, obviamente la tiene el vencedor. Sin embargo, déjese el beneficio de la duda para que cada quien explique su particular enfoque, no olvidemos que al cargar con la derrota también llevan a encima el costal de improperios proferidos por quienes, si la suerte les hubiera sonreído, ahora mismo, obsequiosos, quemarían incienso a su persona. Condición humana.


En estos recientes comicios, como elección intermedia, estaba en juego el futuro del gobierno y del partido oficial; en la arena política se planteaba la ratificación o el rechazo a la profusamente propalada popularidad del gobernador y el refrendo a sus acciones de gobierno, el veredicto electoral ha demostrado que el ciudadano veracruzano le tiene confianza a Fidel Herrera. Si hubiera otra lectura habría que esperar a que se desvanezcan los humos de la batalla, por lo pronto el PRI volvió al escenario de sus mejores días.


El 2 de septiembre la ciudadanía veracruzana eligió a sus representantes en el Congreso local y a las autoridades municipales, todos los partidos contendieron; tres fueron los protagonistas principales, mas bien dos. Se antojaba una contienda pareja, de desenlace difícil de imaginar y, sin embargo, el resultado fue tan apabullante que cualquiera juzgaría a los analistas ciegos de remate por no haberlo previsto. No era posible hacerlo, simplemente el resultado ha sido el menos imaginado, un contexto nada predecible, aún para los protagonistas principales, excepto-alguien lo dirá- el gobernador del Estado. ¿Lo visualizó así? ¿Quién pudiera saberlo?


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Septiembre 2007