LOS EMPRESARIOS Y LA POLÍTICA

Alfredo Bielma Villanueva


Desde siempre, los hombres del capital han participado en política, las más de las veces orientándola de manera subrepticia a través de personeros bien identificados con sus propósitos; no podría ser de otra manera puesto que lo que está en juego es la defensa de sus intereses desde posiciones de poder. De allí que quienes de democracia conocen no sean tan optimistas como para repetir lo que el incienso cotidiano dice acerca de la obsoleta cantaleta de que es el gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo.


Las formas de gobierno deben sus características a la experiencia histórica, a la cultura y al grado de desarrollo económico que los pueblos alcanzan; nada en la sociedad es un producto ajeno al contexto social y económico. En México, por ejemplo, es un hecho que tanto los partidos políticos como los políticos-políticos, es decir aquellos que viven de la política y en la política, ya han perdido la credibilidad y la confianza de la ciudadanía; su descrédito es tal que ha motivado que la clase empresarial haya decidido prescindir de intermediarios para intervenir directamente en los asuntos públicos, ya sea a través de la vía electoral o en el ámbito de la administración pública. De esto último el gobierno de Fidel Herrera es un notorio caso.


En el escenario nacional hay ejemplos que sirven para subrayar el gradualismo con el que la clase empresarial ha avanzado en la toma de posiciones políticas. Se observó claramente cómo, ante la amenaza echeverrista de expropiar las tierras del Yaqui y del Mayo, surgieron en Sinaloa y en Sonora los representantes de la clase propietaria de los medios de producción agrícola en defensa de sus intereses. En Sinaloa Manuel J. Clouthier, cuando invadieron su rancho “Paralelo 38” y en Sonora Carlos Sparrow presidente de la Cámara de Comercio de Ciudad Obregón, después dedicado a escribir en la revista Impacto sus puntos de vista acerca de lo que él consideraba las desviaciones del régimen hacia el comunismo. En 1983 Francisco Barrio Terrazas logró para el PAN la alcaldía de Ciudad Juárez y en 1992 conquistó el gobierno de Chihuahua.


En 1995 un empresario ganó por el PAN la alcaldía de Aguascalientes y dos años más tarde alcanzó por la misma vía electoral y partido el gobierno estatal.


En Guanajuato la clase empresarial estimuló la actividad de Vicente Fox para hacerlo diputado en 1988 y en 1995 gobernador, para más tarde impulsarlo, aprovechando su carisma y desparpajo, a la presidencia de la república. En Nuevo León, los empresarios hicieron perder a Natividad González Parás como candidato al gobierno estatal, pero seis años después, aclarados los términos, lo convirtieron en su gobernador. En el presente, una expresión muy clara de éste fenómeno y de la maraña de intereses en juego es Jorge Hank Rhon como candidato del PRI al gobierno de Baja California Norte, su carisma y su perfil de empresario exitoso en aquella entidad le proporcionaron la oportunidad para ser un candidato con posibilidades de triunfo.


En Veracruz lo hemos venido observando a nivel municipal cuando en 1979 el PRI echó mano de un empresario, Juan Osorio López, para recuperar lo que en dos elecciones municipales (1973 y 1976) habían perdido los políticos tradicionales del lugar. Ya desde entonces se notaba en aquellos lares una abierta animadversión hacia los grupos políticos que bien tipificaban el sentido patrimonialista del poder.


Después vinieron los casos de Veracruz y Boca del Río, en donde los dos primeros alcaldes panistas no tuvieron el perfil de los políticos de siempre. Aunque actualmente en Boca del Río gobierna municipalmente un empresario, que nos da pie para el argumento de que ser hombre de empresa metido a político no implica ni garantiza necesariamente una gestión pública eficiente.


En Córdoba y Orizaba es un fenómeno que se ha convertido en regla el que sean hombres de empresa quienes participen, principalmente por partidos políticos de oposición al PRI. En Lerdo de Tejada un empresario priísta aspira actualmente a conducir por cuarta ocasión el ayuntamiento de ese lugar. En Tuxpan el actual alcalde es de extracción empresarial. En Xalapa se observó el fenómeno en las elecciones de 2004, cuando el PRI postuló al empresario xalapeño Ricardo Ahued, quien prefirió mostrarse como candidato ciudadano que ser referido como priísta. Su convocatoria resultó arrolladora pues no estaba identificado con ninguna corriente partidista.


Ahora el PRI lanza a otro empresario, David Velasco Chedraui, pero en esta ocasión no hay visos de que pretenda desligarse de estas siglas y presentarse como candidato de la ciudadanía. El PAN lanza como candidato a Diputado por Xalapa rural a otro “iniciativo”, de familia cuyo éxito empresarial se debe a una laboriosa dedicación al trabajo, con largas jornadas cotidianas durante ya muchos años; muy diferente al tipo de empresario surgido en los pasillos del poder, que encaja bien en lo que dijo Monsivais: “El político de éste sexenio es la iniciativa privada del siguiente”.


¿Por qué la incursión directa de estos hombres de empresa en la política? Desconfianza en los políticos, corrupción en el manejo de los recursos públicos, pudiera ser parte de la respuesta. Principalmente ahora en que la aplicación del impuesto del 2% a la nómina los incita a conocer de cerca la aplicación de sus tributos.


Desafortunadamente, por razones propias del interés de clase, será muy difícil conciliar el beneficio de los que nadan en la abundancia con la esperanza de quienes carecen de casi todo, por lo que inevitablemente se radicalizarán aún más las posiciones políticas entre la dupla PRI-PAN con el partido que realmente exprese los intereses populares, que por supuesto no es la congregación de tribus-sectas- aglutinadas en el PRD que, salvo contadas excepciones, están más preocupados por atrapar la siguiente liana que en buscar mejores condiciones sociales para la comunidad a la que dicen representar y servir. Se admiten argumentos en contrario.


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Julio 2007