DE LA ESPERANZA A LA FRUSTRACIÓN

Alfredo Bielma Villanueva



Fueron citados a Palacio de Gobierno el jueves 12 del mes que corre seis precandidatos priístas a alcalde. Ninguno de ellos logró la postulación pero fueron citados para platicar con el Ejecutivo estatal. De las 10 a las 17 horas esperaron pacientemente hasta que alguien les informó que el propósito no sería cumplido porque “compromisos de última hora lo impedían”.

Mientras esperaban, cada cual llevaba en su agenda la secreta esperanza de una rectificación a su favor o el ofrecimiento de contratos o cargo dentro de la administración pública que les permita resarcir gastos. Se comentaron sus respectivas peripecias; los esfuerzos que realizaron para concretar sus aspiraciones electorales, los préstamos en dinero que tuvieron que hacer para enfrentar a los onerosos gastos que toda aspiración político electoral conlleva.

También surgieron los inevitables recuerdos de momentos políticos de antaño, cómo conocieron al actual gobernador, cómo participaron en su campaña, las promesas que recibieron y que ahora, en la última oportunidad que se presenta para cumplirles, han visto frustradas sus esperanzas. Algunos hablaron del afecto hacia el gobernante, de su estrecha amistad cuando las vacas no estaban gordas. Conforme avanzaba la espera, la antesala se hacía pesada, los recuerdos se fueron haciendo amargos, los comentarios empezaron a tornarse agrios, y se profirió uno que otro improperio.

Cada cual tenía junto así un repertorio de experiencias para el comentario, uno que otro caso parecido al suyo en su región; gente que fue alentada y que finalmente vio sus aspiraciones rodar por el árido surco de la desesperanza, del engaño y de la frustración. Lo peor, como casi siempre sucede, era el desaliento porque consideraban que la carta escogida no era la mejor; no mejor que ellos. De allí el diagnóstico, más cruel y deseado que frío análisis: se va a perder.

Se va a perder, concluían, porque los delegados, “operadores” le llaman algunos, no reciben el apoyo de quien los envía a cumplir la comisión, porque quien los comisionó no los recibe y no tienen oportunidad de explicar su pronóstico. Cuando corren con suerte y se les atiende sus informes no son apreciados en su verdadera dimensión. Otros operadores hacen su agosto con las regidurías y sindicaturas, los nombres de quienes esquilman flotan en el ambiente porque es fama pública lo que sucede.

Planillas integradas como para perder, candidatos con un panorama enfrente colmado de heridas que cicatrizar; de gente que se la jugó con quienes no obtuvieron la candidatura y ahora no quieren participar; ofertas a los perdidosos para que ellos “armen” la planilla. Pero aún quien se decía el de mayor convocatoria y no fue el designado no tendría la capacidad ni la convicción suficientes para invitar a votar por quien le arrebató la oportunidad.

Según la apreciación de estos no escogidos pareciera que no importa el número de alcaldías que se pierdan porque lo más importante es obtener la mayoría en el Congreso, ya que de esta circunstancia depende el futuro del gobierno en sus próximos tres años, los más difíciles, los de la parábola inclinada, los de la lealtad menoscabada, de los francos desafectos, de los terribles-para algunos temibles- días del poder venido a menos.
Voz y experiencia autorizada la de estos frustrados aspirantes. Está en caliente su apreciación; aún les duele el menosprecio y la tomada de pelo, y la calentura demorará, sobre todo porque no hay ni tanto contrato ni suficiente espacio burocrático que repartir. Por lo pronto se conforman con ofrecimientos, pero a medida que se vayan valorando los síntomas de otra tomadura de pelo la calentura se volverá fiebre.

Pero la fiebre afecta a todos, principalmente en los últimos años, esa que en la vejez es letal porque las salvaguardias menguan con el correr de los días. Entonces, como dicen en el rancho, que Dios nos coja confesados, porque con menor defensa no se estará en aptitud para eludir el ataque de los contrarios de adentro y de afuera. Sobre todo con tanto ardor, como el que priva en el sentimiento de aquellos que aún esperan a ser atendidos, mínimo para que se les palmee las espaldas con el gesto reconfortante de una promesa más.

alfredobielma@hotmail.com
Julio 2007