EL RUBICON
Alfredo Bielma Villanueva


Si alguna duda hubiera acerca de que la próxima elección para el relevo de alcaldes y diputados locales veracruzanos será convertida en un escenario en el que los gobiernos estatal y el federal buscarán conseguir para sí los mejores resultados, bastará con observar el número indeterminado de pendones que con la leyenda “Fiel a Ti”, con fondo en rojo, han aparecido en las carreteras a lo largo de todo el Estado y en las principales ciudades veracruzanas. Del papel de los Delegados Federales ya se ha dicho mucho.


Desde el punto de vista del más crudo pragmatismo político, lo que está en juego y las circunstancias en las que se produce, justificaría la abierta promoción, no así en el campo de un discurso, ya más que hipotético, que privilegia la equidad y la transparencia en el ámbito de los procesos electorales. En primera instancia, está en juego la viabilidad del futuro inmediato del gobierno de Fidel Herrera Beltrán, porque se trata de recuperar para su partido buena parte de las 212 alcaldías que se disputarán y de obtener una aceptable cantidad de las treinta diputaciones por el principio de mayoría relativa, que sumadas a las de representación proporcional que la votación le permita, conformarían una bancada que le facilite el trámite legislativo a modo.


En segundo término, las circunstancias en las que se desarrolla la contienda política no favorecen del todo al Partido en el gobierno veracruzano. No es ya el Partido que lucía invencible hace algunas décadas, pues fue perdiendo la aureola de “aplanadora electoral” de manera acelerada a partir de 1988, hasta la gran debacle del 2000. Aunque en Veracruz ya la había extraviado, parte en 1994 y totalmente extraviada en 1997, “y de ahí pal real”, dijera chencho. Para agravar las cosas, priva en el tejido social un sentimiento antipriísta, sobre todo entre los jóvenes, muy difícil de desarraigar. Y esto lo aprovechan a las mil maravillas las demás siglas partidistas.


Que ya no es el Partido arrollador que fue lo demuestran sus estrategias al acudir a alianzas con diferentes grupos y partidos para, primero, no tenerlos enfrente, sino al lado durante la fragorosa contienda electoral que viene y, segundo, para arrimarse algunos votos extras que nunca ya le sobrarán. Su dramático dilema existencial lo vive el PRI en sitios como la conurbación Veracruz- Boca del Río en donde, al no verse con la más mínima posibilidad de vencer, buscaba aliarse con Convergencia para derrotar al PAN, aunque fuera figurando como segundo en el reparto.


Así luce en Córdoba y en Orizaba. En Coatzacoalcos lleva un buen candidato con posibilidades de triunfo, la paradoja radica en que si no lo hubiera postulado el PRI pudo ser abanderado por el PAN, es decir no tiene corazón priísta; además de que prácticamente le arrebato la candidatura a la voluntad estatal. En Minatitlan, el PRI se resiste a efectuar la consulta a la base para sacar un buen candidato. Flavino Ríos lo sería, pero para escamoteársela han enfocado en contra suya las baterías para desalentarlo en su legítimo intento por conseguir la postulación. La incongruencia se daría a posteriori porque, si gana la candidatura, remarían en contra de sus primarias intenciones, ahora para sacarlo adelante. En Poza Rica, teniendo en Noe Pérez a un aspirante ganador, el PRI, atendiendo a las viejas y viciadas prácticas de la recomendación y el contubernio, se empecina en postular a uno señalado para perder. No se está en jauja y todavía se desperdiga el alimento.


Pero parece que el gobernador Fidel Herrera ha decidido cruzar “el rubicon”, con una aparentemente bien organizada estrategia. Al menos es lo que se espera de quien como él conoce a fondo los recovecos de la política mexicana; defraudaría las expectativas de sus “fans” de no ser así. Confiado en la influencia de su nombre y en el multi promovido trabajo de su gobierno, que los medios con puntualidad gobbeliana se encargan de machacarle a la población día tras día, ha uncido a su gobierno la estrategia priísta. Un último esfuerzo que, aunque no justificado, políticamente está explicado, a juzgar por lo que está en juego.


En el hipotético caso de que el PRI gane el Congreso y rescate para sí la mayoría de las 212 alcaldías se acreditaría que la cercanía del gobernador con la gente le retribuyó ganancias a este partido y que, lo más importante, el pueblo le reconoce su esfuerzo. Si, por el contrario, el resultado le es adverso a su Partido, comprobaremos que el enorme gasto publicitario, al no producir dividendos favorables, habría sido inútil; millones de pesos tirados a las alcantarillas.


Todo en la hipótesis, adicionalmente se establecería que la imagen del gobernador no ha impactado con la suficiente convocatoria en la ciudadanía veracruzana. Por otra parte, si la oposición obtuviera significados triunfos, enrumbada ya para el 2010, veríamos repetido y aumentado el conflictivo inicio que tuvo el gobierno en el 2005, cuyo desenlace será mejor dejarlo a que lo desentrañen “los agoreros del desastre”, un papel que estamos lejos de querer desempeñar.


alfredobielma@hotmail.com

Junio 2007