VEINTE AÑOS NO ES NADA


Continúa . . .

Alfredo Bielma Villanueva




En el paisaje citadino el gran “Juanote” estaba a punto de pasar a la historia por la desigual competencia que las camionetas de carga ya le hacían. De todos modos el entorno del centro de la ciudad se enorgullecía con la presencia de este hombre fuera de serie. El solidario grito de guerra de José Zayden ya era conocido, sobre todo por las extraordinarias dotes de experto ajedrecista y calidad humana, reacio a malearse con las triquiñuelas políticas. El “Compadre” Manuel Pérez Magaña, de aquellos dirigentes cetemistas ya extinguidos, presumía por las tranquilas calles xalapeñas, con el escape abierto de sus automóviles deportivos de chillantes colores.


En el Café Enricos, tarde a tarde, se podían ver reunidos en amena charla al exgobernador Antonio M. Quirasco y a don Manuel Zorrilla Rivera, de quienes sus acompañantes abrevaban, además del fresco humor político, el conocimiento de cómo se desarrollaron los eventos en los que ambos habían participado y que forman parte vertebral de la historia veracruzana.


La apacible Xalapa, que aún no olvidaba los acontecimientos estudiantiles de 1968, se estremeció de nuevo con el movimiento cañero de Roque Espinosa Foglia, que por más de una semana calentó comida con enormes cacerolas y fogatas en plena calle Enríquez, Plaza Lerdo y corredores del Palacio de Gobierno. El parque Juárez se adornó entonces con sombreros y guayaberas que sobresalían de las chamarras, típico atuendo que los campesinos cañeros utilizan como prenda distintiva.


Qué nuevas experiencias para la clase política naciente, que se estremeció con el fenómeno político por excelencia, que marcó aquella época: “El Carbonelazo”. Un evento registrado en los diarios de su tiempo y de cuyos protagonistas principales alientan vida solo Luís Echeverría Álvarez y Augusto Gómez Villanueva. También el “congelamiento” de las aspiraciones senatoriales del poderoso profesor Arriola Molina, quien por hablar de más (“El Gobierno Federal es un pulpo”) suscitó la ira del Presidente Díaz Ordaz, quien con fulminante disposición evitó su arribo al Senado, dejando al Estado de Veracruz con un solo senador durante el sexenio echeverrista.


Todos estos acontecimientos fueron registrados en las páginas de los diarios y revistas de la época por los reporteros de su tiempo. Expresado en símil con la naturaleza podríamos decir que “en donde hay lagartos hay tortugas”. De la misma manera es inconcebible la actividad política sin el concurso de la actividad periodística. Si narráramos las correrías de los periodistas nos meteríamos en senderos tan sibilinos que es mejor que cada cual los cuente; seguramente se colmarían páginas ricas de anecdóticos contenidos; vivencias, muchas de ellas entremezcladas con las del acaecer político estatal, forman un todo con lo que su trabajo registró.


La cantera periodística veracruzana era riquísima en frutos; en los tiempos que comentamos (65-70) ya brillaban en el periodismo del Distrito Federal, Francisco Cárdenas Cruz, Ángel Trinidad Ferreira, José Robles Martínez, Fausto Fernández Ponte, y el terrablanquense Manuel Mejido, a quienes los políticos veracruzanos acudían con frecuencia para ver sus nombres impresos en la circulación nacional.


Maestro en el arte de las relaciones públicas con los periodistas lo fue Mario Vargas Saldaña, cuyo talento especial lo acomodaba de inmediato entre las amistades más cercanas de aquellas vacas sagradas del periodismo veracruzano. Manuel Ramos Gurrión, paisano de “Chico” Cárdenas, también exploraba ese rentable camino.




ES FUGAZ LA MIRADA


Es un hecho que la historia reposa en las añejas y amarillentas páginas de los diarios; en ellas reposan también, in Vitro, las plumas que dieron vida a la noticia del momento y que, al releerlas ya sin el apasionamiento de lo coetáneo, traslucen con mayor fidelidad el acontecimiento narrado.


De allí la importancia de quien lo escribe, de allí la responsabilidad cuando se escribe. En nuestro breve viaje al reciente pasado encontramos que en aquel entonces había diarios de la importancia de El Dictamen de Veracruz, “El Decano de la Vida Nacional”, que mantuvieron por muchos años muy bien enterados a sus lectores, pues su información era bastante completa respecto a noticias del Estado, de la Nación y del Planeta, con una variada gama de secciones. Pero, respecto del Estado, su información debía extraerla de los mandos altos o medios del sector público, para lo cual contaba con hábiles corresponsales que sabían cómo penetrar los vericuetos del poder.


A nivel de directivos mantenían una excelente relación con el gobernador en turno a quien no dudaban en preguntar para sacar la nota. Qué decir de su rol de reporteros, eficientes y profesionales, incluso los de la sección política, se convertían en influyentes conductos, en una retroalimentada relación entre políticos y reporteros.


“Vaca sagrada” en este periódico lo fue sin duda el poderoso columnista político Bartolomé Padilla, excelente periodista al que le fallaron los cálculos en su abierta diferencia con el entonces alcalde jarocho Mario Vargas Saldaña, su amigo de toda la vida. Esta disputa lo enfrentó al sector público estatal cuyo resultado evidenció que en donde manda capitán no gobierna marinero.


El poderoso columnista fue defenestrado de su tribuna y, al faltarle ésta, como soldado sin fusil, ya no pudo seguir participando en la guerra. No al menos con la inconmensurable fuerza con la que contaba en El Dictamen.


En Poza Rica, el Diario “La Opinión” proyectaba su influencia informativa a casi todo el Norte del Estado y la Sección 30 de petroleros tenía en este diario un conducto idóneo para dar a conocer sus actividades que, como centro de decisión de los asuntos políticos de la región, servían de guía para la toma de decisiones.


En Minatitlán, la Sección 10 de petroleros manejaba con entera disposición “El Sotavento”, un leído Diario cuya Dirección por muchos años se convirtió en la Meca de los políticos estatales que viajaban al Sur y, por supuesto, de los que iniciaban su actividad en el periodismo y en la política. La influencia de este Diario irradiaba casi todo el Sur veracruzano, incluso en el Puerto México de antaño.


En San Andrés Tuxtla el “Eyipantla” de los ´50, en papel revolución, equilibraba su modesta presentación con entusiasmo periodístico digno de todo encomio. Contemporáneo al nacimiento de la XEDQ, estación de radio que pronto cubrió con la música romántica del momento la ensoñación tuxtleca de mitad de siglo; no tenía sección informativa de asuntos políticos. Poco después les hizo compañía el Diario de San Andrés”, al que el maestro Adalberto Toto Linares imprimió su sello personal. Ya en Cosamaloapan señoreaba, como Reina del Papaloapan, la XEFU, potentísima radiodifusora que engalanaba los aires del mediodía cuenqueño y de todo el Sotavento con el cadencioso danzón alternando Memo Salamanca con su virtuosismo en el piano.


En Acayucan, poco después de “El Eyipantla” de San Andrés, surgió “El Diario del SUR” cuyo director-fundador, el “Yayo” Gutiérrez, al crearlo lo hizo acicateado por el especial acontecer social y político de aquella turbulenta zona; percibiéndolo, no ignoró el ambiente de peligro cotidiano en el que los pleitos y las diferencias se arreglaban con balazos. Independientemente de sus destacados logros políticos, superó acres diferencias con actores políticos regionales y con aquella experiencia previa no le fue difícil, al menos en lo que a la parte profesional se refiere, fundar en Xalapa otro Diario que, por su alto perfil contestatario, pronto se convirtió en referencia noticiosa de singular relevancia. (Continuará)


alfredobielma@hotmail.com


Mayo2007