EL CULTO A LA PERSONALIDAD
Alfredo Bielma Villanueva



En su libro “Idea de un príncipe político cristiano”, Diego Saavedra dice que “El arte de reinar no es don de la naturaleza, sino de la especulación y de la experiencia”; un pensamiento que riñe con la actitud de quienes, recibiendo la encomienda de gobernar, se dejan ver como si fueran señalados por el dedo del destino. Para la aparición de este tipo de personajes ayudan las condiciones socioeconómicas y culturales de cada lugar y tiempo. La historia así lo registra.


Abundan ejemplos de gobernantes que han profesado una fe pública respecto de su persona juzgándose los salvadores, guías, redentores de todos cuantos lo rodean. Los casos de Stalin en Rusia, Mao Tse Tung en China, Mussolini en Italia, Hitler en Alemania, Franco en España, etc. son de los más recientes que la historia universal del hombre reconoce. Tuvieron en común el que su permanencia en el poder se debió a un férreo control del mismo y nunca fruto de la voluntad popular.


Todos ellos, “tocados por el destino”, en maniáticos paroxismos electrizaban a las masas. Stalin, por ejemplo, en 1948 hizo publicar un libro sobre su biografía en la que se le pintaba como un sabio y gran estratega, sin comparación planetaria. A la generación ahora de salida nos toco leer sobre las “virtudes” del líder Chino Mao Ste Tung, quien mandó a imprimir ¡700 millones de su “libro Rojo”! que los Jóvenes de la Guardia Roja abrevaban con exorbitado frenesí. ¿Quién no recuerda aquella fotografía del “inmortal” Mao nadando en el río Yangtse, que fue difundida en todo el orbe para presumir la inquebrantable salud y fortaleza física del líder, a pesar de su avanzada edad? De repente esas aguas que bañaron al iluminado se convirtieron en mantos sagrados.


Cómo olvidar las canciones que se referían a Mao como “el sol rojo en el centro de nuestros corazones y el salvador del pueblo”. Solo que, después de aquel aluvión de panegíricos, todo terminó conociéndose como la "década catastrófica" de China.


Acaecimientos del siglo XX, prolífico en esta tipología de líder político que llena una interminable lista en la que aparecen, entre otros, el dictador ugandés Idi Amin, el rumano Nicolae Ceauşescu, el ejecutado Saddam Hussein, a Mobutu Sese Seko, de Zaire, a Robert Mugabe, de Zimbabwe, Arao Moi, de Kenia, etc. Una falange de hombres que en el ejercicio del poder presumieron estar tocados por la mano de Dios, predestinados para hacer las proezas que sus pueblos necesitaban para salir de su atraso. Por supuesto que sería atrevido y hasta audaz asumir que lo lograron.


En el continente americano sobresale Hugo Chávez, a quien sus adversarios apodan “El narciso de Caracas”, por su muy conocida inclinación al exhibicionismo y al protagonismo, frente a un pueblo que padece hambre. Este singular comportamiento como hombre público solo la psicología podría explicarlo. Por ejemplo, la psiquiatra venezolana María Josefina Bustamante dice que Chávez “presenta una deformación narcisista de la personalidad. Busca constantemente aprobación y ha perdido todo sentido de la proporción y de las normas que regulan las relaciones entre semejantes…”


El doctor Edmundo Chirinos, supuestamente el psicoterapeuta de cabecera de Chávez, asegura que éste es un Narciso, y argumenta: “Ya ha sucedido que Chávez hable sin parar desde las seis de la mañana hasta la medianoche sin interrupción. Es extremadamente extrovertido y bastante excéntrico. Además, obsesivo”. ¿Pero un psicópata? Le preguntan, "No, él es un político. ¿Acaso no lo son todos?", responde. Su psicoterapeuta piensa que Chávez se quedó en la pubertad. Al preguntarle sobre su sentimiento hacia el presidente venezolano, contesta: “Me gusta mucho como persona, a pesar de sus defectos. Me gusta su espontaneidad. Fíjese, todos los presidentes y candidatos a elecciones acarician a los niños. Se trata siempre de actos hipócritas. Pero en él es auténtico. En eso radica su popularidad. En ese plano es absolutamente honesto. Esta espontaneidad tiene también que ver con un plano de su subconsciente, su necesidad de afecto. Él da amor para obtener amor”.
Pero, ¿a qué obedece este fenómeno social? Según el diccionario Soviético de filosofía el "Culto a la personalidad" es una “Ciega inclinación ante la autoridad de algún personaje, ponderación excesiva de sus méritos reales, conversión del nombre de una personalidad histórica en un fetiche” Esta interpretación, dice el diccionario, es una concepción idealista de la historia que define el desarrollo de las sociedades gracias a la inspiración y a la acción de ciertos hombres, sin importar las condiciones sociales y económicas del momento en que se producen los acontecimientos.


Lamentablemente la ignorancia y la pobreza son el caldo de cultivo más propicio para germinar esta nociva simiente. En nuestro país, en nuestro Estado, para evitar esa eventualidad, el más sólido valladar contra esta plaga consiste en fortalecer las instituciones, dotarlas de respeto y confiabilidad; consolidar nuestro Estado de Derecho y permanecer vigilantes para arrancar la raíz de cuanta ortiga amenace crecer.


Por lo mismo, no será ocioso comentar, por preocupante, que en nuestro Estado el 23 de marzo, en un programa tempranero de corte campirano, en radio más, “la radio de los veracruzanos” se interrumpe el inicio de una melodía para dejar oír la voz del locutor ( con gran experiencia por cierto): “antes de continuar con la canción, para seguir la programación que nos dejó nuestra productora, quiero comentar este hermoso detalle del gobernador del Estado-dirigiéndose a su compañera de conducción-figúrate que les manda telegramas de felicitación a quienes se casan. Ella: sí, que detalle tan bonito- Él: ya me imagino lo que deben sentir quienes los reciben. El gobernador está en todo, no se le escapa una (risas). Ella, con risitas: ya ves cómo trae a sus colaboradores, los monta en una bicicleta y allí van todos sudados, él en cambio fresquesito, como si nada. Él: que bueno que nos gobierna”.




Obviamente, no se puede atribuir la intención de estos desaciertos al ejecutivo estatal, algún oficioso querrá quedar bien. Los locutores, como ciudadanos, están en su entera libertad de pensar como quieran y lo que expresaron, si hubiera sido en una radiodifusora comercial, pasaría como anuncio pagado y sometido al criterio del radioescucha. Pero habrá que recordar que “radio más” es una emisora que se subsidia con recursos fiscales, es decir con la aportación del esfuerzo de todos los veracruzanos, que no necesariamente piensan igual y merecen una programación ajena a protagonismos políticos; y que su razón de ser es la de proporcionar un sano entretenimiento y a la vez acrecentar el acervo cultural de los veracruzanos.




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Marzo 2007