ANIVERSARIO CON RESCOLDOS

Alfredo Bielma Villanueva


Ante un auditorio de jóvenes estudiantes un servidor público encargado de velar por la seguridad pública de los gobernados y formalmente el garante de la buena marcha de los asuntos públicos les arengaba acerca de las bondades del gobierno del que forma parte, a la vez que les presentaba a un bisoño político aspirante a la alcaldía del lugar. La médula del discurso era la de que el aspirante contaba con el pleno apoyo del número uno del Estado, motivo por el cual ellos, los jóvenes, debían aportar su esfuerzo, simpatía y apoyo para la causa del nuevo valor.


Después de un buen tiempo de escuchar la engolada voz del servidor público, una avispada estudiante hizo uso de la palabra para pedir que el aspirante les expusiera sus proyectos pues si la solicitud era de apoyo, ellos, los jóvenes, querían conocer a quien se lo iban a brindar. El funcionario les ratificó sus argumentos e insistió en que el susodicho era el candidato de quien mandaba en el Estado por lo que, debido a la alta aceptación popular del mandatario, la propuesta debiera ser aceptada. La joven insistió en su petición aduciendo que esto no era suficiente y ante su obstinación, apoyada a gritos por sus condiscípulos, el funcionario permitió que el aspirante balbuceara algunas palabras, pero apenas dos minutos después lo interrumpió con el argumento del tiempo agotado y compromisos de agenda, ofreciendo regresar con ellos en otra fecha.


Sobra repetir los ácidos comentarios en contra, mas que del aspirante, del servidor público que, desfasado en el tiempo y las circunstancias, pensará quizá que los auditorios modernos son pieza fácil de convencer por el sólo argumento del cargo público o de la edad. Y es que, si bien en ocasiones las canas y las arrugas imponen respeto, no siempre existe congruencia entre ellas y la conducta o el desempeño de una función-la pública-que por antonomasia debiera ser y parecer digna de la confianza ciudadana.


Mal empieza la semana a quien ahorcan el lunes, dice un sabio proverbio, que parece adecuado para aplicarse al aspirante a la alcaldía jalapeña, a juzgar por el perfil de quien supuestamente fue el encargado de su promoción. Más le hubiera valido salir al ágora acompañado únicamente de sus buenos propósitos que exponerse flanqueado por dudosas reputaciones políticas. Aunque más temprano que tarde comprobará, si su intención es ser postulado por el PRI, que hay un contrasentido entre su aspiración y la calidad política de su “padrino”, de cuya filiación partidista deberá estar seguro pues éste ha recorrido como militante casi todas las pistas partidistas y las circunstancias lo acercan ahora a un antiguo redil. ¿Hasta cuando permanecerá en él?


Los tiempos que corren son de una sorda revolución de acontecimientos; de la alternancia hacia la transición, y todos sabemos que en la metamorfosis social lo viejo no muere del todo, convive con lo nuevo coadyuvando en su consolidación. En esa inercia arrastra tras de sí algunos vicios y residuos del pragmatismo viejo que por la fuerza de los sucesos poco a poco irán desapareciendo. Es un cambio de régimen y de estructura política que implica, entre otras características, nueva clase política, con individuos preparados para la función pública buscando cómo servir mejor a la sociedad y no, como ahora ocurre con frecuencia, atropellándose para convertirse de la noche a la mañana en tenedores de abultadas cuentas bancarias, cuya procedencia es a todas luces producto de prácticas deshonestas e inmorales porque le son arrebatadas a una población en su gran mayoría en extrema pobreza.


Además habrá que exigir congruencia entre el esfuerzo del militante y la obligación de adherirse a candidaturas forzadas. Al menos así lo pensaría cualquier priísta que recuerde lo que el comisionado para presentar en sociedad al núbil pretendiente del trono jalapeño expresó, después de comprobar su derrota como candidato del PFCRN a la alcaldía jalapeña, en la elección municipal de 1988: “El PRI obtuvo el triunfo en forma vergonzante en Xalapa y en muchos otros lugares del Estado, no fue capaz de ganar limpiamente sino mediante infinidad de acciones deshonestas, fraudulentas y totalmente ilegales.”

Igualmente, allí mismo explicó que los motivos de su renuncia al PRI fueron por su “falta de democracia, por la hipocresía de sus dirigentes, allí se pisotean los derechos de sus militantes y para obtener algún puesto hay que ser arrastrados y lambiscones y ahí se pierde la dignidad de las personas. Yo no estoy de acuerdo con tanto chocholeo”. (“Política” 4-X-88 p.8)


“Arrastrados y lambiscones”, antidemocráticos e hipócritas, además de indignos del PRI, un tratamiento nada cordial de quien ahora aspira a que estos denostados “correligionarios” lo apoyen. En cuanto al aspirante, cuya pretensión por lo demás es legítima y respetable, deberá parar antenas para detectar si la intención de proyectarlo es sana, o solo es parte de un valor entendido. Muchos obstáculos habrá de sortear antes de su real presentación ante la ciudadanía para que esta emita su veredicto.


Pero si el PRI realmente quiere superar su actual situación deberá cambiar muchos hábitos, entre otros, formar una clase política con vocación de servicio, que provenga del esfuerzo individual y no de la canonjía, congruente con el decir y el hacer, solidaria con las clases desprotegidas, ideológicamente identificada con la búsqueda de la justicia social, que no privilegie lo que Fouché representa (deslealtad, ingratitud, traición, utilitarismo) como forma de permanecer en el poder; porque si sus valores humanos son los que se dejan ver, ( de “gente menor” los calificó el ex rector de la UNAM Barros Sierra en 1968), no será difícil encontrar las causas de sus ya más que reiteradas derrotas.


Por lo pronto Mariano Palacios, presidente saliente del PRI nacional, aprovechó para delinear conductas nuevas: No queremos más un programa de acción que justifique al programa del gobierno, sino que lo rectifique, lo critique, lo enmiende, a la luz de nuestros compromisos ideológicos”. Claro, esto último deberá estar referido a los espacios en donde el PRI es gobierno, sino caerá en la tradicional complicidad al callar las lacras de la corrupción, la ineptitud y la ineficiencia que son fácilmente observables en muchos de sus gobiernos. Beatriz Paredes representa lo rescatable del PRI, ojala cristalice en hechos lo que de ella se espera.


No obstante, la Asamblea de Aniversario resultó trunca en sus definiciones pues no supo precisar la línea ideológica a seguir ¿centro izquierda?, ¿Izquierda? Para qué buscarle, si con la tesis de la socialdemocracia o democracia social ha convivido durante tres décadas y no basta sino adecuarla a las circunstancias impuestas por la globalización planetaria. Salvo que se desee encontrar una fórmula innovadora que en lo ideológico no se parezca a ninguna otra entre el amplio y plural pluripartidismo mexicano, aunque no encaje en el contexto social, económico y político del México actual. O quizá, jugando al más rancio oportunismo, se ajustará al contenido del proyecto de la Reforma del Estado ya inminente.


Pero lo de mayor trascendencia es la línea de conducta a seguir por la dirigencia y la militancia en un borrón y cuenta nueva al alejarse de las rémoras caciquiles, de dirigentes sindicales con enorme cola de corrupción, de dirigentes agrarios que a nadie representan y del juniorismo que insulta a las bases. Lo de las grandes concentraciones ya no engañan a nadie, basta con recordar que a Salinas de Gortari una gran multitud lo “vitoreó” en el malecón porteño, en contraste con los resultados de su elección en 1988.

Marzo 2007