LA POLÍTICA-LA ECONOMÍA, EL PRI: BEATRIZ PAREDES
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Alfredo Bielma Villanueva





La interacción dialéctica entre la economía y la política es literalmente comprobable en el caso de nuestro país si comparamos la situación política en los tiempos de la economía cerrada, de acentuada intervención del Estado en la conducción económica del país, con la nuevas condiciones políticas en el apogeo neoliberal de economía abierta, globalizada, con un Estado apenas regulador, “adelgazado”, después de haber enajenado más de 800 empresas que eran de su propiedad.

En la economía mixta del desarrollo estabilizador, la de la sustitución de importaciones, teníamos un Estado regulador con determinante intervención en la economía, con una estructura política en la que el presidencialismo autoritario era prácticamente el factótum de todo. Sin pesos ni contrapesos que atendiera lo que en la teoría debía ser la separación de poderes, federalismo hipotético centralismo real, unipartidista, y un Poder Legislativo totalmente subordinado al Ejecutivo. Por el contrario, observamos en la Economía globalizada, con predominio de las condiciones del TLC, limitaciones al Ejecutivo por parte de un Poder Legislativo que interviene, ahora sí, en importantes procesos que tienen que ver con la política económica del país; aunque relativa, una mayor participación ciudadana en eventos electorales; elecciones organizadas por órganos electorales ciudadanizados que, aún con sus evidentes fallas, contribuyen a transparentar y dar certidumbre a los procesos que enmarcan la participación ciudadana para encauzar el cambio pacífico y ordenado de poderes.

Ante la transformación que social y económicamente se ha experimentado en México el PRI no tuvo capacidad para ajustarse a esos cambios. Sus vicios corporativos chocaron con una realidad en la que sus políticas clientelares ya no tenían cabida y en ese tenor se fue desfasando entre su discurso y sus acciones. Por un lado la retórica revolucionaria apegada a los principios de la justicia social y principios de la Revolución Mexicana y por el otro la supeditación y soporte para las políticas gubernamentales que implantaban el neoliberalismo económico, plenamente antagónico con su original declaración de principios.

Si bien la vida de las instituciones como toda creación terrenal fatalmente debe llegar a su fin, en asuntos de política el desenlace es incierto y respecto del PRI, acaso se ocurra pensar en una vida aún más larga. Ello puede ser posible si nos atenemos a lo formal, pero nada real si nos ocupamos de la existencia de esa extraordinaria institución política a la que sus variados avatares la han venido convirtiendo en otro diferente, y en lo que las condiciones sociopolíticas del México y el mundo actual le imponen.

¿Quién podría seriamente sostener que el PRI actual es el mismo de cuando Alemán, Ruiz Cortines, López Mateos, Echeverría o López portillo; si aún en cada uno de estos sexenios tuvo las características que el estilo de gobernar de cada presidente le imprimió? ¿Podría alguien contradecir a la realidad argumentando que el PRI de De la Madrid, Salinas o de Zedillo fue el mismo que el de los cinco primeros presidentes citados? ¿Es el PRI, ya fuera de la presidencia de la república, el mismo que recordamos imbatible?

Lo que es seguro es que las relaciones entre la sociedad y el Estado son diferentes desde la aplicación del modelo neoliberal. Esto obviamente ha introducido variados cambios que incluye la relación de los partidos entre sí; la relación del gobierno y los partidos y la influencia de estos en la participación ciudadana. El ascendiente del PRI en el acontecer nacional ha variado sustancialmente; para empezar, a su interior el corporativismo clásico desapareció; los sindicatos ya no son la parte organizada más importante de su estructura y los campesinos, de pronto, perdieron su vocación para los mítines y su sector popular tiene la brújula perdida en su inquietante dispersión, a la que su desparramada versatilidad le condena. De los empresario ya ni hablar, por el paso de los años flaquea la memoria de quienes escuchamos al propietario de televisa decir que era un soldado del PRI.

Ahora quieren los dueños cupulares del PRI regresarle el poder que perdió; pero lo están haciendo sin vertebrar sus acciones con la sociedad a la que una y otra vez mandan mensajes de su voraz apetito por el poder. En estas condiciones será difícil resolver el dilema. Hace seis años, recién se perdió la presidencia, se escucharon voces alentando a levantar el orgullo pisoteado, dolía la amarga experiencia:

A preguntas expresas sobre aquel dramático episodio el ex presidente López Portillo respondía OEM:

P. “¿Qué es más difícil, perder o volver a levantarse?”

JLP: “Va a ser muy difícil volver a levantarse. ¡Claro! Requerirá de una fuerte voluntad, determinación y solidaridad”.

P.”¿El presidente tiene realmente el poder para vender el país como sus zapatos?”

JLP: “El poder lo tiene el pueblo y la conducción política le corresponde al presidente…”

P. “¿Cómo se siente e estos momentos?”

JLP: “No puedo estar contento. Lamento profundamente que en la política nacional hayamos llegado a estos extremos”.

P.”¿Cómo explica ese dolor”?

JLP: “Me lo explico como hazaña del propio partido que tuvo la honestidad de establecer un régimen jurídico y que permitió a la oposición reaccionaria llegar al poder”.

En un documento al que tituló “La Alternativa Priísta, Reforma Democrática Integral o el Gatopardismo Fulminante” el gobernador tabasqueño Roberto Madrazo expresó: “Que la maña no atropelle a la inteligencia y a la sensibilidad. Seamos por fin capaces de asumir con hmildad la elección de la sociedad a la que queremos representar y servir”. Proponía la construcción de un nuevo Pacto Político “que permita incluir la transición y asegurar la normalidad democrática. (…) Se tiene la posibilidad de reconstruir al partido desde la oposición y regresar, sin ataduras democráticas a la vanguardia del cambio nacional”.

“…Miles de ciudadanos se hartaron de la simulación, la cerrazón de espacios reales de participación y la defensa ciega de políticas y decisiones impopulares… miles de priístas se han cansado de llevar a cuestas las carreras políticas de arribistas y simuladores…se debe reconocer y apremiar la democracia interna y legítima aspiración de los militantes priístas.” Pero continuaba: “De qué nos sirve si es nombrado desde la cúpula…El PRI no puede seguir siendo patrimonio de un grupo. Esa concepción nos costó muy cara. Sería aberrante obstinarse en preservar los viejos moldes”. “No le tengamos miedo a la democracia o la marea de la nueva realidad nos pasará encima. Resistirse al cambio es suicida.” (OEM)

Por su parte, Miguel de la Madrid, optimista decía: P. “¿Aprovecharán la oportunidad para aplicarle al PRI la eutanasia?”

MdM: “El PRI perdió las elecciones, de acuerdo, pero tuvo 13 millones y medio de votos. No podemos dejar morir al PRI. Seguimos conservando 20 gubernaturas y mantenemos una presencia en Congresos locales, presidentes municipales, en fin, el PRI no quedó en estado de agonía para que le apliquen la eutanasia, como usted le llama”. (OEM)

¿Aprendió el PRI la lección? ¿Se podrá ajustar ahora sí a las condiciones sociales, económicas y políticas actuales? De la capacidad que demuestre para conseguirlo dependerá su futuro y su existencia. Lula en Brasil, Ortega en Nicaragua, Allende en Chile son ejemplos de perseverancia y congruencia política; regresaron desde la derrota al poder. Salvador Allende fue a las urnas por primera vez en 1958 y fue derrotado por Jorge Alessandri, pero obtuvo el 26.5%. En 1964 nuevamente participó y su patrimonio electoral ascendió al 38.6% pero insuficientes para superar el 55.6% de Frei Montalvo. Por tercera ocasión participó en 1970 y Allende cosechó el 34.6% de la elección, apenas superando al 34.9% de Jorge Alessandri; empero, el democristiano Rodomiro Tomic con su 27.8% apuntaló a Allende elevándolo a la presidencia trágica.

Pocos actores hay en el panorama de la clase política nacional que dimensionen con exactitud el presente y el futuro de México, Porfirio Muñoz Ledo, Manuel Camacho Solís, destacan entre otros. Habrá que agregar sin lugar a dudas a Beatriz Paredes Rangel, quien ya lo ha demostrado no tan solo en el discurso conceptuoso sino con actitudes de congruencia en su práctica política. Sería ella, si la clase política priísta y los grupos de intereses creados al interior de su partido se lo permiten, la punta de lanza que esa organización requiere para salir adelante en su reencuentro con la sociedad mexicana, de cuyos intereses por muchos años se alejó arropando a De la Madrid, Salinas y a Zedillo para instalar el neoliberalismo, sin importarle el destino de los más desprotegidos que fueron según el tradicional discurso revolucionario, la razón de su origen.






Enero 2007