LA EVALUACIÓN CIUDADANA
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Alfredo Bielma Villanueva


“La naturaleza de los pueblos es inconstante y es fácil persuadirlos de algo, pero es difícil mantenerlos convencidos. El favor popular se gana y se pierde por cualquier minucia.” Maquiavelo.



Dos años de intenso trajín en un ir y venir por la geografía veracruzana hacen constancia de la preocupación del gobernador Herrera Beltrán por hacer su trabajo en correspondencia con la confianza que la ciudadanía le depositó con su voto en las apretadas elecciones del 2004. Como no hay escuela para hacer gobernadores el aprendizaje se da en la práctica, es, como dice el poeta, un camino que se hace al andar. Él lo ha recorrido con plena fruición porque se acomoda con la aptitud que ha desarrollado en la ya larga trayectoria de su vocación. Pero en la función pública intervienen diferentes factores, ajenos a la capacidad individual de quien manda, entre ellos una clase política y una clase dirigente que no siempre caminan ni en el sentido ni a modo del titular de un gobierno.

No hace falta ser un profundo observador para constatar lo señalado, como tampoco es necesario para corroborarlo repetir el importante papel que juegan las circunstancias en la política. Desde que el gobernador integró su equipo de trabajo fue más que obvio el pago de facturas a ciertos grupos económicos que, tal vez a petición de parte, individualizaron sus propuestas en quienes ahora desempeñan cargos de administración. Otros lugares del gabinete son ocupados por quienes apoyaron la causa fidelista desde sus posiciones de poder u ocupaciones financieras. Con esos antecedentes podemos entender parte de lo que ha sucedido cuando de gabinete se habla, incluso los ya innúmeros cambios que en él se han producido. La otra parte de la explicación reside en el estilo de hacer gobierno y en el carácter personal de quien manda, tema de la psicología política, materia en donde reside la causa del porqué un gobernador no se parece a otro.

La evaluación sobre el gobierno que está desarrollando Fidel Herrera corresponde a la ciudadanía veracruzana. En la observación se deben distinguir variables: una es la apreciación sobre su gobierno y otra respecto del mérito por el esfuerzo personal de quien lo ejerce. Por otro lado, en el análisis, habrá que considerar si quién emite la valoración tiene alguna capacidad para hacerlo, sin que el ruido mediático le impida ver una realidad que aquel pudiera torcer, lo que por los términos de la mercadotecnia es difícil evadir.

Dos años de trabajo sirven ya para un ejercicio valorativo, se trata del primer tercio en el que, aprendizaje incluido, ha habido de todo. Desde las iniciales fricciones con los grupos opositores, hasta alcanzar el Acuerdo para la Gobernabilidad que les dio cauce; desde la obra realizada hasta el reconocido pago de la deuda heredada; de las promesas formuladas sobre el terreno que no han sido cumplidas, hasta la protesta y el reclamo para que lo ofrecido no se estacione en el discurso; así el saldo en algunas áreas del gobierno ha sido positivo, ni duda cabe. Desafortunadamente, no en todas.

Es solo el primer tercio del camino, por lo que aún el más exigente deberá aguardar en sosegada espera para calificar lo que en el pronóstico, según programas, parece prometedor. Ahora se adentra en el imperecedero camino en donde ya no habrá culpables del pasado, empero sí la responsabilidad de aplicar sanciones, si los hubiere. Un trayecto de cuatro años de soledad entre la muchedumbre que pronto olvida ¿adonde está Fox? El Tránsito dentro de un túnel al final del cual llegará con las tradicionales cargas de las omisiones y de reos por comisión, para renovar el ciclo. Ese es el precio del ejercicio del poder que, como Zeus tronante, devora a sus hijos, tras el fugaz momento de la también efímera gloria.

La operación bursátil que proporcionó al gobierno del Estado la oportunidad de pagar la deuda heredada por Miguel Alemán y obtener un remanente importante de 3 mil millones de pesos estuvo bien estructurada, no cabe duda. El hecho de contar con esa cuantiosa millonada le dará oportunidad de realizar un impresionante monto de obras, de las que mucho requiere Veracruz. Pero no estaría de más que de una vez por todas se dijera a la población la verdad de que ahora debemos 6 mil millones de pesos a los inversionistas tenedores de bonos, porque obviamente el dinero que se obtuvo no fue de regalo, aprovechando para ello que la operación es un éxito en términos bancarios y que en términos políticos es aceptable, conclusión a la que se llega sin requerir la presteza de un genio financiero.

Pero no todo es jauja, y no está por demás referirse a lo que tiene que ver con la apreciación de inseguridad que se está adueñando de la ciudadanía veracruzana. Lo que menos importa en estos momentos es voltear hacia quienes desempeñan esa función tan trascendente para la convivencia humana con el propósito buscar culpables. Tampoco es viable diagnosticar la situación en base a los acontecimientos de los últimos días; un análisis tiene que ver con la totalidad del fenómeno que se observa. Y lo que se ve, como dicen en los pueblos, no se juzga pues salta a la vista.

Ya se ha escrito que la seguridad es una de las funciones más sensibles para la colectividad; con una elevada percepción de inseguridad poco puede hacerse para las actividades que corresponden al desarrollo social. En el año que ya se va se han suscitado incontables eventos de violencia en el Estado; negarlo es caer en la insensatez. Acudir al sobado argumento de que quienes los perpetraron vinieron de fuera es peor, porque con esa explicación se pretende escurrir una realidad incontrastable. Veracruz no es parte aislada del contexto nacional y este, quiérase o no, está contaminado por todas las lacras que pervierten la convivencia humana: prostitución, drogadicción, pandillerismo, alcoholismo, desintegración familiar, etc. que ligados a la pobreza extrema de millones de nuestros conciudadanos generan el caldo de cultivo del que se alimenta el delito.

Desde el poder hay una lacra que complica estos epifenómenos: la corrupción y la impunidad, ambas permanentemente ligadas, no hay una sin la otra. Negar que la haya en juzgados y ministerios públicos es otra de las causas de lo que ahora padecemos. También habrá que agregar que no es un fenómeno nuevo, pues forma parte de nuestra nada acendrada cultura de subdesarrollo. Pero su repercusión al interior de la sociedad ni duda cabe que es determinante, puesto que nada desespera tanto a la colectividad que la visión de la impunidad comprobada en la multiplicidad de crímenes sin castigo que duermen a la espera de la actuación de una policía que pareciera que no sabe ni por donde empezar a investigar. Mientras que en Inglaterra cada policía está preparado para investigar, los nuestros apenas se utilizan para vigilar, y eso ya es mucho decir, si se compara el enorme costo fiscal de su mantenimiento.

Intentar una relación de los crímenes pendientes sería ocioso pues están en la mente de todos, de la misma manera en que están la infinidad de declaraciones sobre el particular de parte de quienes tienen la responsabilidad de esclarecerlos. Lo peor resulta que con frecuencia priva más la frase pueril e insensible de un servidor público que el fondo del asunto, pues el mal es social y está compenetrado en Veracruz; para qué negar esta insoslayable realidad cuando lo importante es enfrentar sus causas.

Pero en fin, después de la breve desviación hacia este apresurado periplo por el submundo del crimen en Veracruz, ramo en el que el gobierno local tiene asignaturas pendientes, a cambio supera con favorables calificaciones la atención personal que el Ejecutivo local dedica a la problemática veracruzana; un reconocimiento que sería pobreza de miras dejar en el tintero.
Diciembre 2006