LA HISTORIA Y EL PÉNDULO
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Alfredo Bielma Villanueva


“La historia, cansada de crear se repite”; una y otra vez se pronuncia también esta frase porque ninguna como ella refleja la realidad que en su devenir generan las sociedades. Fue en 1907 cuando, después de la matanza de trabajadores del Gran Circulo de Obreros Liberales en Río Blanco, el gobierno, preocupado por la latente inconformidad que existía y temiendo más brotes de violencia contra Porfirio Díaz, suprimió los festejos conmemorativos de la independencia nacional. El paralelo lo encontramos ahora en la suspensión del desfile conmemorativo de la gesta heroica del 20 de noviembre en la Ciudad de México porque el gobierno federal ya no quiere pan, sino salir de la ratonera. Pero la historia de nuestro país se está reescribiendo, algo que es muy válido si de actualizaciones se trata, siempre y cuando de ello se encarguen quienes realmente la han estudiado con análisis objetivo, nunca a la manera de Vicente Fox, ínclito ejemplo de la ignorancia suprema.


Fox, apenas tomó posesión, hizo a un lado dos iconos de la historia nacional: la figura de don Benito Juárez y el Escudo Nacional; relegando de la residencia presidencial al primero y desfigurando hasta la caricatura al segundo, en este caso violando flagrantemente el artículo 2° de la Ley sobre el Escudo, la Bandera y el Himno Nacionales. También hizo a un lado la conmemoración de la expropiación petrolera y menospreció otras fechas que tradicionalmente habían formado parte de la iconografía política mexicana. “Revolución Mexicana” no es un concepto que se haya fijado en la mente inculta del presidente Fox.


En el discurso que le escribieron para leerlo en la conmemoración del 20 de noviembre, que a puerta cerrada se hizo en Los Pinos, dijo que “A lo que realmente tiene temor es al abuso del poder o a ejercer equivocadamente ese poder”. Si se hablara de “erróneamente ejercer el poder” lo ha hecho con una autosuficiencia extraordinaria. Pero un peligro subsecuente de quienes como Vicente Fox han escalado al poder, es el que pretendan erigirse en inventores de la historia porque, según él, la democracia en México llegó cuando asumió el poder y gracias a esto “ahora toca a los mexicanos preservar y mantener el camino de la democracia, pese a la dureza de los retos y los desafíos”, y enlistó entre los demócratas al fundador del PAN, Manuel Gómez Morín, a Cuauhtémoc Cárdenas, a Heberto Castillo, a Manuel J. Clouthier, a Carlos Castillo Peraza, a Salvador Nava, a Amalia González, a Daniel Cosío Villegas y a José Vasconcelos”; júzguese con esto la malévola intención foxista de inventar la historia contemporánea. Pronto se sabrán los verdaderos motivos por los que Cuahutémoc Cárdenas renunció a la Comisión que organiza los festejos del bicentenario y del centenario de nuestras máximas efemérides.


¿Quien pudiera negar que en nuestra historia haya mitos que ingresaron a ella por el camino del interés del grupo gobernante en turno? Sobre todo para exaltar a quien representara o personificara las motivaciones de su tendencia política. Sabemos que las grandes figuras, incluso la de Juárez, hombre al fin, al calor de los acontecimientos y las circunstancias en las que se vieron envueltos, tuvieron serios resbalones, como los tratados de Mc Lane y Ocampo; o el de Obregón con los tratados de Bucareli.


El caso de Iturbide, que habiendo prestado un invaluable servicio al México que nacía, sucumbió después del efímero momento de gloria del 21 de mayo de 1822, cuando es coronado como “emperador constitucional”, en su momento arropado en una popularidad sin comparación, gracias a que con él se daba fin a una década de sangrientos episodios en los que los próceres de la patria, sacrificados por la represión colonial, eran ya parte de la nueva historia del México que emergía.


Frescos para su tiempo, estos acontecimientos fueron recopilados por Don Justo Sierra con el aval de su integridad intelectual y política: “El Imperio, a pesar de su popularidad, nació muerto, porque nació indigente y defraudó instantáneamente las esperanzas de cuantos en él veían una piedra filosofal (…). La ceremonia de la coronación que naturalmente tuvo un aspecto lujoso, y ridículo, una verdadera apoteosis de advenedizos, pecado imperdonable para la parte culta de la sociedad mexicana, dada al epigrama y que todo lo tolera menos la suficiencia; la organización de la casa imperial, a la que pertenecieron varios de los nobles de la aristocracia colonial; la composición del ministerio, del consejo de Estado, de la dirección del ejército, en todo lo que Iturbide fue pródigo y generoso, halagando a sus mismos enemigos... los besamanos, las funciones religiosas, los festejos y las oraciones populares animaron y encantaron a la sociedad en los primeros días de la dinastía nacional”. Un trono de arena que pronto sería derrumbado por la vorágine de los acontecimientos, promovidos por quienes querían imponer la visión de país que más convenía a sus intereses.


México nacido así, fue victima de la política del péndulo, expresada en el pensamiento de quienes eventualmente se hacían del poder: federalistas y centralistas que se alternaban en la búsqueda por imponer sus condiciones. Así fue hasta que Juárez venció a la invasión y Porfirio Díaz tomó para sí el monopolio del poder durante 30 años, hasta el adiós al “Ipiranga”. Madero, Zapata, Carranza, Villa, Obregón mojaron con su sangre el camino hacia la institucionalización de la Revolución Mexicana, Le sucedió la era de la hegemonía corporativizada sucesiva del PNR, del PRM y del PRI con los inevitables, aunque sutiles movimientos pendulares de derechas a izquierdas. Luego llegó la alternancia sin esbozo alguno de transición, y de la hegemonía se pasó a la oposición y, mucho se teme, a la necesidad de la coalición.


Poco falta para saber si el gobierno de Felipe Calderón proseguirá el fenómeno pendular de nuestra política pues, aunque de origen ideológico conservador, nos inclinamos a pensar que las circunstancias sociales, económicas y políticas que vive el país, lo obligarán a conciliar su adoctrinamiento ideológico con la realidad, tal y como ha sucedido en otros países del planeta. En efecto, sin bien la presidencia de Calderón (tachada por las dudas que generó su reconocimiento como vencedor de la justa electoral), se suscita en base al apoyo de la alianza de las derechas ideológicas con el poder fáctico de los dueños del capital, no sería noticia si, obligado por la fuerte presión de la otra mitad ideológica en el espectro mexicano, se dispone a implementar políticas sociales de beneficio a los desprotegidos y es encaminado a privilegiar las demandas sociales de un amplio sector de la población que ya no aguanta más el peso de su condición y está convertida en un potencial polvorín.


En su viaje sexenal Calderón no va sólo, lo acompañará la actitud contestataria de López Obrador; y a pesar de que haya quienes califican de ridícula la actitud del tabasqueño habrá que observar el manejo del timón y hacia donde señala la brújula. Porque, a propósito de repeticiones históricas: ¿Recordará alguien el capítulo aquel denominado “Éxodo por la democracia” de 1991? La filosofía de la historia dice que esta camina en espiral, no en círculos, razón por la cual los resultados no son exactamente igual.


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22-XI-06