MATAMORFOSIS POLÍTICA

Alfredo Bielma Villanueva





Pues si, ¿Quién podría negarlo ante la evidencia? hemos cambiado en la forma de hacer política en el Estado de Veracruz. Si el cambio ha sido para mejorar poco vivirá quien no lo alcance a comprobar, pues día tras día somos testigos de lo que ocurre en el ámbito político, particularmente respecto de las relaciones entre los Poderes que integran el gobierno veracruzano.


Aunque son signos de los tiempos, para quienes rebasamos con creces la media centuria de años y hemos sido testigos de la tácita supeditación al Ejecutivo de los poderes Legislativo y el Judicial, no deja de llamar la atención la metamorfosis política en nuestro Estado, de ninguna manera privativa de Veracruz, pero es la que observamos y afecta nuestro entorno social y político de manera directa.


En esta mutación intervienen varios factores sociales, entre ellos la globalización cultural y la económica; la intervención y participación de los medios de comunicación con toda su indiscutible influencia; la toma de conciencia de los servidores públicos (Alcaldes y Diputados), cuyo origen es la elección popular, de que ya no son el producto de un solo voto sino del esfuerzo en campaña; de la actual dinámica política que hace de los partidos que antes fueron sólo de oposición, convertidos ahora en auténticos factores de poder y, por supuesto, el patético tránsito del otrora hegemónico Partido Revolucionario Institucional hacia la oposición, obligado, quien lo imaginara, a buscar las coaliciones para mantenerse en el juego del poder.


El cambio lo constatamos, por ejemplo, en la advertencia que le hace al gobernador el dirigente estatal del PAN en Veracruz, acerca de que si veta las reformas al Código electoral aprobadas por mayoría en el Congreso local ellos, junto con otros partidos que forman mayoría en la Comisión de Presupuesto, podrían aprobar un presupuesto estatal diferente al enviado por el Ejecutivo Estatal.


Lo observamos, cuando el gobernador exhorta a los otros Poderes estatales a reducir el sueldo de sus integrantes y estos hacen caso omiso a la convocatoria.

En los medios, el cambio se adivina, por ejemplo, en un reportaje de Federico Lagunes Peña, publicado en el periódico Imagen el 27 del mes pasado, relatando las peripecias vividas por los alcaldes de Coatzacoalcos, Minatitlan y Cosoleacaque cuando negociaban en Tatahuicapan con el alcalde de este lugar para que dejaran libre el paso del agua hacia aquellas ciudades. Explica el reportaje, entre otras cosas, que quienes llevaron las negociaciones fueron los alcaldes, y no como se publicó en ciertos diarios de que el convenio que se suscribió había sido gracias a la determinante intervención del gobernador. Puntualiza el reportero que, después de horas de negociaciones, ya casi para terminar el arreglo, llegó el Secretario de Gobierno y fue este quien acordó mas que generosamente que el 50% de las “ganancias” del sistema de aguas de Coatzacoalcos y Minatitlan se entregara a Tatahuicapan. Al leer el reportaje se deduce el porqué el alcalde de Coatzacoalcos expresó, dos días después de aquel arreglo, que aún persistía el riesgo de que volvieran a cerrar las válvulas del agua. Y cómo no, si seguramente el 50% de “las utilidades” jamás llegarán a Tatahuicapan, pues estas simplemente no existen. Todavía más, en el mismo diario, al día siguiente del reportaje en comento, en su columna, “Maquiavelo” sugiere que el peligro de una agresión en contra de los alcaldes en aquella población serrana estuvo siempre latente y que fue presumiblemente orquestada desde Jalapa. Textualmente: “Todas las versiones confluyen a un sólo punto. El grave problema que confrontaron las autoridades de Coatzacoalcos, Minatitlán y Cosoleacaque, en donde estuvieron a punto de perder la vida de manera violenta, por el grave conflicto de la presa del Yuribia, fue fabricado desde el palacio de Gobierno”. Qué diferencia de actitud respecto del tiempo en el que la prensa estaba uncida al Poder.


Qué decir del asunto aquel de SAS de la zona conurbada Veracruz-Boca del Río, en el que, habiendo declarado el gobernador la posibilidad de que la administración de ese organismo pasara a cargo del gobierno del Estado, se desató una guerra de declaraciones entre las partes que concluyó con el acuerdo de que la administración seguirá como está, a cargo de los municipios.


Y ahora, con la pretendida reforma electoral, aconteció lo que por muchos años era inimaginable esperar: que diputados priístas fueran superados en una votación cameral respecto de una iniciativa del gobernador. Todavía más, el diputado con licencia, Francisco Herrera, seguirá “en sueños”, luego del frustrado intento de reincorporarlo a su curul en una estrategia que no fructificó, contrario a como antaño sucedía.
Lo que todavía no ha cambiado son ciertas actitudes de la militancia (no toda) del Partido Revolucionario Institucional, a juzgar por la fotografía aparecida en la primera plana del Diario “Política” de este lunes 2 de octubre. En la imagen, se ve al Presidente del PRI estatal en el presidium, acompañando al Gobernador, sostener y mostrar a la concurrencia una antigua fotografía de Fidel Herrera Beltrán, cuando joven. Salvo prueba en contrario, Ricardo Landa Cano es un hombre serio y responsable, al que le ha tocado bailar en tiempos de zapateado, pero debiera medir las consecuencias de sus actitudes, ya que está al frente de un Partido históricamente importante. Sobre todo, ahora que constituimos una sociedad más participativa, enterada y crítica y que con creces hemos superado todo culto a la personalidad, por anacrónico y por el significado negativo y retrógrado que este tiene en la historia universal del hombre. La juventud de México y de Veracruz, con inquietudes de carácter político, debe orientar sus pasos siguiendo los paradigmas de los cuales está colmada nuestra historia patria. No es para nada un pretexto para restarle méritos al gobernador Herrera Beltrán, porque indiscutiblemente los tiene bien ganados en su larga trayectoria política. Pero lo adecuado sería aguardar a que la dorada, aunque transitoria, aureola con la que el poder reviste a quien lo ostenta, transcurra al termino de su mandato para, entonces sí, lejos de sospechosas zalamerías, si persiste la alta estima y hay motivos para hacerlo, convertirlo en icono de las nuevas generaciones.


Largo sería referir los signos que muestran el cambio que ha experimentado la conducta política en nuestra sociedad, pero los aquí comentados sustancian la realidad actual y ya habrá oportunidad de analizar en la perspectiva del tiempo, los que sin duda se agregarán.


3 de octubre 2007

alfredobielma@hotmail.com