EL RECURRENTE PIRRO

Alfredo Bielma Villanueva




Si el Tribunal Federal Electoral dictamina que el Presidente electo de México es Felipe Calderón Hinojosa, con toda seguridad se producirán radicalizados reclamos de los opositores, pero no se acabará México; no habrá una revolución trágica con millones de muertos que lamentar; no se suspenderán las clases; la bolsa sufrirá algunos tumbos pero seguirá su viaje. Después de pasar el trago amargo de su 6° informe de gobierno, Vicente Fox celebrará que quien lo suceda en la presidencia sea un correligionario suyo; los dueños del capital festejarán su triunfo; los banqueros relajarán su tensión porque el Fobaproa no será tocado; mas de un priísta buscará acomodo en las filas de la nueva alta burocracia; los militantes del Partido Acción Nacional verán coronados sus esfuerzos porque ratificaron el triunfo del año 2000. La “gente bonita” (¿¡) también sentirá alivio porque los “desarrapados” no alcanzaron el poder que amenazaba con hacerlos sus iguales. En fin, como en este país nunca pasa nada, hasta que pasa, todo seguirá pasando.

Aunque todo pudiera suceder, no obstante, para empezar, Felipe Calderón iniciará funciones en una presidencia aún más acotada que la que tuvo Carlos Salinas de Gortari. Recordemos que éste, para sobrevivir su presidencia y estabilizar el rumbo, se vio en la necesidad de negociar con los panistas y la Iglesia a quienes concedió, entre otras facturas, las gobernaciones de Baja California Norte y de Guanajuato y las relaciones con el Vaticano. Negoció con la bancada panista en el Congreso para que junto con la del PRI accedieran a incinerar las culposas actas electorales y para aprobar todas las reformas a la Constitución General de la República convenientes para el proyecto neoliberal acerca del cual, por cierto, los diputados panistas alardeaban que ese era el proyecto del PAN. Al PRD, Salinas ni lo vio ni lo escuchó, pero es histórico que fue la gran piedra en el zapato que nunca pudo evadir y que lo obligó a operar, quiérase o no, pensando en aquella activa militancia.

Ahora, las paradojas de la política encumbran a un militante del panismo doctrinario en la presidencia de la república, que nada tiene que ver con la oportunista y muy circunstanciada llegada de Vicente Fox, a quien los poderosos capitales del país y las transnacionales llevaron a la presidencia utilizando las siglas del PAN, de las que se valió la extrema derecha para al fin acceder al trono mexicano con la complacencia del presidente Zedillo. Así se hizo del poder el Yunque en México, pasando incluso por encima de la tradicional militancia panista, muchos de cuyos representantes prefirieron hacerse a un lado ante el tropel que amenazaba con arrollarlos. ¿Qué sucederá con Felipe Calderón en la presidencia de la república considerando que él no forma parte de la poderosa corriente que maneja a su partido?

Al arribar a la presidencia Carlos Salinas de Gortari tuvo tras de sí el apoyo de toda la nomenclatura priísta, incluido el gobierno federal, y enfrente encontró a un panismo proclive a la negociación; en contra tuvo a una reunión de tribus mas vociferante que efectiva en el manejo de la cuota de poder adquirida; desorganizados pero eso sí con muchos bríos para gritar, desde adentro, los motivos de su inconformidad. Ahora, Felipe Calderón cuenta con el apoyo del gobierno federal, el de los gobernadores de su partido y dentro de éste el de la fracción de la más extrema de las derechas que espera a cobrar la parte que le corresponde. En contra se ve a un movimiento de centro izquierda organizado, experimentado en la movilización y dispuesto a hacer sentir su presencia, con procedimientos que recuerdan al “madurar de las condiciones”, como se decía en la década de los sesentas del siglo pasado. Tendrá también de su parte a algunos de los gobernadores y a buena parte de la ciudadanía mexicana que adquiere cada día mayor madurez en los asuntos de carácter político-electoral; y una fracción de ella, por cierto, no tiene nada que perder, lo que habrá que considerar en todo lo que pudiera significar en un ambiente al que superficialmente muchos califican de paz y de tranquilidad.

Al igual que el resultado de la trágica victoria de Pirro contra los romanos, que lo hiciera exclamar: “otra victoria como esta y estaremos perdidos”, según las consecuencias de la contienda electoral del pasado julio, en términos del interés nacional, pareciera que nadie ha ganado y pocos pudieran estar optimistas respecto de un muy relativo triunfo. Si bien será presidente, con la formal legitimidad que otorgan las instituciones que validan el voto ciudadano, Felipe Calderón va a requerir mucho más que de la condición de ser un hombre académicamente instruido, pues en la ruta de los conflictos que inevitablemente vendrán tendrá que conceder asignaturas en un ambiente tenso y de permanente reclamo. Contrario a la frustrada expectativa que Fox dejó a los panistas, ahora sí estos exigirán formar parte del gabinete limitando a Calderón las posibilidades de negociación con los diferentes grupos políticos que, como los grandes tiburones, buscarán propinar su tajada. Y para empezar la fiesta, se pondrán a temblar aquellos que abusaron del poder para enriquecerse, porque para ellos no habrá oportunidad de protección. Como en el circo romano, esta será una de las formas de las tantas que haya para complacer y entretener a una ciudadanía que ha quedado peligrosamente segmentada.

En este ambiente de aguas revueltas habrá pescadores que en el más crudo de los pragmatismos políticos subirán en la escala de poder, validos de su habilidad para aprovechar las circunstancias. De esta manera es como en la historia se distorsionan los proyectos; así es como cambian las prístinas intenciones, pues si bien la voluntad individual cuenta, siempre será mayor la fuerza de las circunstancias.

Por esta razón, habrá que recordar a quienes atribuyen a Manuel López Obrador la causa de los desarreglos políticos, que él es efecto y no causa. Él encabeza un movimiento en el que cree, pero no es el movimiento y si bien su voluntad participa intensamente, inscribiendo su sello personal, también está la de muchos otros actores con idéntica convicción que van en el mismo sentido. No olvidar que en política como en la vida el hombre en su calidad individual es producto de sus circunstancias y que la plasticidad de las condiciones sociales, políticas y económicas propician los movimientos del cambio social. La rueda de la historia no se mueve a voluntad de un individuo, aunque a éste su talento, su carácter y sus circunstancias particulares lo lleven a destacar entre sus iguales; llámese Benito Juárez, Bolívar, Napoleón, Lenin, Ghandi, De Gaulle, Churchil, Mao Tse Tung, Chau in Lai, Cesar Augusto, Alejandro el Magno, Atila, Hitler; Mandela; Lázaro Cárdenas o Fidel Castro Ruz, etc. todos ellos han sido producto de sus circunstancias y han actuado conforme a las condiciones del desarrollo social y económico de su momento; fuera de su contexto sus acciones carecerían de explicación y de sustento. Sería un despropósito comparar a López Obrador con los arriba enlistados, pero no está por demás recordar que a la mayor parte de aquellos personajes también se les endilgó el mote de “mesiánicos”.

Agosto 2006
alfredobielma@hotmail.com