NADA NUEVO BAJO EL SOL
Alfredo Bielma Villanueva



Apenas trece días después de tomar posesión del cargo de gobernador de San Luís Potosí, Fausto Zapata Loredo dejó el puesto. Una noche antes, ya avanzada la hora, ajeno a lo que se decidía en la cúspide del poder nacional, el gobernador preparaba la documentación relativa a las políticas públicas que desarrollaría durante su mandato y que al día siguiente plantearía en la Secretaría de Programación y Presupuesto.


En la Ciudad de México el Director del Instituto del Fondo Nacional de la Vivienda para los Trabajadores (INFONAVIT), Ing. Gonzalo Martínez Corbalá, era llamado a Los Pinos con urgencia. Allí se le comunicó que se preparara para salir de inmediato a la capital potosina en donde se darían noticias importantes para aquel Estado. Se trataba de convertirlo en el gobernador provisional que sustituiría a Zapata Loredo a quien entrada la noche le llegó a la Casa de los Gobernadores la llamada que le inquietaría el ánimo y le transformaría el destino.


Con dificultades para acceder al palacio de gobierno, porque una concentración de partidarios del doctor Salvador Nava apostados en la plaza pública se lo impedía, Zapata Loredo no había tenido un día fácil desde que asumiera su responsabilidad al frente del gobierno potosino. El Dr. Nava había iniciado una caminata hacia la Ciudad de México en protesta por lo que el consideraba un fraude electoral en su contra y que había favorecido a Zapata con la gubernatura de su Estado. El PAN, con Luís H. Álvarez a la cabeza, apostaba al luchador social potosino. Las condiciones en que se encontraba el país no consentían darle largas a las protestas ciudadanas, porque la experiencia dictaba que era peligrosa extenderlas en el tiempo por el riesgo de que a ellas se sumaran otras que contaminaran aún más el ambiente político.


Por esto es que, el 9 de octubre de 1991, apenas trece días de su ascenso al poder, obligado, Zapata discurre hacia la historia “He tomado la decisión unipersonal de renunciar con esta fecha al cargo de gobernador constitucional del Estado libre y soberano de San Luís Potosí.


“Mi determinación de no poner nunca en riesgo las posibilidades de convivencia pacífica entre los potosinos, me ha llevado a la decisión de allanar el camino mediante mi renuncia a una solución política de los problemas que experimenta nuestro Estado.
Queda constancia en el H. Congreso del Estado de la limpieza y testimonio de la constitucionalidad de la elección que me otorgó el mandato al que hoy hago renuncia expresa”.


No tuvo oportunidad de iniciar “Los Cien Días” diseñados para el arranque de su gobierno; atrás se quedaron las propuestas para seis años de mandato. El Congreso del Estado recibiría la carta de renuncia que estremeció a toda la república y la noticia llegó al campamento del Oftalmólogo Salvador Nava, que se encontraba en los límites de su Estado con Guanajuato, en su caminata hacia la Ciudad de México. Tomó con reserva la llamada hasta en tanto no se conociera la decisión del Congreso potosino sobre este particular.


Para ese entonces otro defenestrado, Ramón Aguirre Velásquez, ya estaba en la reciente historia de una elección con conflictos posteriores que le impidieron asumir el cargo de gobernador de Guanajuato y el beneficiario fue el alcalde panista de León, Carlos Medina Plascencia, quien sin comprar boleto se sacó la lotería.


“La voluntad del pueblo es la que manda” declaró el Secretario de Gobernación Fernando Gutiérrez Barrios en el café La Parroquia de Veracruz, el 13 de octubre de 1991, cuando acompañado por el gobernador Dante Delgado explicó que la solución a los problemas de Guanajuato y de San Luís se dieron “para buscar la tranquilidad social, la paz en beneficio del pueblo, y que se diera con ello una solución política a los problemas que vivían en sus respectivas entidades. Hay que recordar la vieja sentencia que dice que cuando un pueblo a las doce del día dice que es de noche, hay que ir prendiendo los faroles. Quiero decir que la voluntad del pueblo es la que manda”.


Otros tiempos, otras circunstancias. En la superficie del análisis cualquiera se pronunciaría por colegir, comparando, que eran más hábiles los operadores políticos de antaño que los de hogaño. Para poner en tela de duda aquella conclusión bastaría con recordar que los tiempos del autoritarismo presidencial han terminado, tal como los días de la supremacía política y electoral del Partido Revolucionario Institucional. Ahora la autoridad presidencial sigue siendo respetada pero no representa la última palabra. La vigencia de las instituciones se antepone cada vez más a la cultura política de la consigna. La figura del diputado, aunque con lentitud por los tantos años de sumisión al Ejecutivo, tiende a recuperar dignidad; que se hará efectiva cuando se cobre conciencia plena que su dependencia es respecto de la ciudadanía. Que esta, como lo ha ejemplificado el Dr. Salvador Nava en múltiples ocasiones, cuando se organiza mueve montañas y que no hay poder que se le resista.


El PAN apenas figuraba en procesos electorales; el PRD mantenía sobre el gobierno salinista su presión inalterable, la iglesia luchaba por su reconocimiento; la economía dependía del famoso Pacto Económico entre los factores de la producción; se vendían a un ritmo acelerado las empresas paraestatales y el gobierno de Salinas implementaba todos los procedimientos para incorporarnos al Tratado de Libre Comercio con los EEUU y Canadá. Políticamente el PRD se quejaba de que el gobierno salinista privilegiaba al PAN para instaurar en México un bipartidismo, sólo el PRI y el PAN.

Quince años después vemos la razón de aquellos cambios. Todo esto forma una diferencia colosal; es un antes y un ahora.
¿Por qué creció a la dimensión que ahora tiene el problema de Oaxaca? Por supuesto que la ineptitud cuenta, pero con voluntad, tarde y lentamente, pero se hubiera resuelto. Otras causas han mediado para que la capital de aquel estado sea un polvorín, el conocimiento de la realidad nacional es una de ellas. Si en el caso de San Luís se desactivó una causa y se evitó que hubiera derivado en mayores problemas, es bastante obvio que en Oaxaca la solución debía ser inmediata. El movimiento del 68 empezó con un pleito entre estudiantes.


Nada nuevo bajo el sol, lo que cambia es la sombrilla.


alfredobielma@hotmail.com

11-XI-07