¿QUO VADIZ PRI?
Alfredo Bielma Villanueva



Para aquellos a quienes les escuece el alma cuando se afirma sobre la necesidad de transformar a las instituciones, pues aducen que no hay que tocarlas, habrá que recordarles que la evolución de la sociedad obliga al permanente cambio de sus estructuras. Nada que sea producto del hombre es inmutable; nada que nazca del avance de la sociedad es permanente; todo cambia, nada es para siempre; “nadie se baña en un río dos veces” decía Heráclito en el amanecer de la filosofía griega.

Hay quienes confunden la legalidad con la perfección y el inmovilismo social, privilegiando todo lo que es “legal” aún en contra de la necesidad del cambio. Así, si es legal, no importa que se convierta en valladar para el progreso, “no hay que desobedecer a las leyes”, dicen. Es la interpretación formal de la historia, por no decir que la más simple, elemental y retardataria; pero las condiciones sociales finalmente se imponen y obligan al cambio o a la adecuación de las instituciones y de las leyes que las crean; las propias leyes son instituciones.


La Iglesia, por ejemplo, es una institución milenaria (la primera trasnacional, dicen) que se ha visto en la necesidad de acomodarse a los tiempos y circunstancias de su devenir. Para no abundar demasiado, cualquiera que vaya a misa, podrá dar constancia de la forma en cómo en los últimos cuarenta años el rito ha sufrido radicales cambios, entre ellos la misa en español, en vez del ininteligible latín para las masas. Atrás quedó la prohibición de no entrar al templo con pantalón, minifalda o sin velo. Atrás también la prohibición al vulgo de leer la Biblia, práctica exclusiva para los clérigos, etc. En estos cambios, la iglesia sólo obedeció al mandato de las circunstancias, no hacerlo era atentar contra su propia existencia. Forzar la realidad cuesta, como lo es para el Vaticano mantener los anacrónicos impedimentos que impone el celibato de sus sacerdotes y de no ordenar a sacerdotisas, por ejemplo; a lo que en cualquier momento tendrá que franquear, o atenerse a mayores descalabros provocados por las acusaciones de pederastia que con mayor frecuencia se van conociendo.


De la misma manera, han cambiado las condiciones sociopolíticas en el planeta y, por supuesto, en nuestro país. ¿Quién se acuerda del “dedazo” como forma de definir candidaturas a cargos de elección? ¿Se ha olvidado que el gobierno organizaba las elecciones y se autocalificaba? Después de aquél “es usted un farsante… ¡asesino!”, que en 1928 en la Cámara de diputados le soltara Aureliano Manríquez a Calles, hasta la interpelación de Porfirio Muñoz Ledo a De la Madrid pasaron muchos años, por lo que causó extrañeza aquel arrojo personal; aunque ahora ya no sorprendió que los diputados de una fracción parlamentaria impidieran al presidente leer su informe.¿Qué diputado sería capaz, 10 años antes del suceso, de ponerse orejas gigantes para burlarse de un presidente electo, como lo hizo Fox en 1988 respecto de Salinas de Gortari? Muy joven será quien no recuerde que desaparecer los poderes de un Estado de la federación, durante el autoritarismo, era un procedimiento que, sino de rutina, bastaba con la voluntad presidencial para “enfermar” a la víctima propiciatoria. ¿Quién en la actualidad podrá dar por seguro vencedor al PRI en alguna justa electoral, como era costumbre en el pasado?

Así se transforma la sociedad, modificando leyes y creando otras instituciones de acuerdo a la realidad. Cuando en el panorama político nacional se escuchan voces que alertan de la caducidad de muchas de nuestras instituciones porque su tiempo ya transcurrió y su obsolescencia está dañando al cuerpo social, es porque la reacción ciudadana así lo está demandando. Allí está la exigencia de la Reforma del Estado, uno de los temas que seguramente figuran como prioritarios en la agenda del próximo presidente de la república. La quisieron emprender De la Madrid, que no supo cómo; Salinas y Zedillo lograron un buen avance. Fox llegó a la presidencia gracias a aquellos antecedentes, montado en la vorágine de inconformidad nacida en 1988 que propició, entre otras, la reforma al artículo 82 constitucional que lo habilitó como candidato, pero ya en el poder, afectado por su ignorancia sobre el tema, no acertó a interpretar con hechos lo que significaba “el cambio” que utilizó como slogan y se perdió una preciada oportunidad.


Las transformaciones en las estructuras económicas invariablemente traen cambios sociales y políticos. De la época del sistema autoritario que prevaleció en México, cuando el auge del desarrollo estabilizador conforme a los lineamientos de la Alianza para el Progreso, a la etapa del Tratado de Libre Comercio en la era de la globalización económica, es impensable la supervivencia de las mismas instituciones. De los tiempos del país con partido de gobierno, hegemónico y protagonista principal en la actividad política nacional, nadie pondría en tela de duda que el Partido Revolucionario Institucional fue factor determinante del cambio, impulsor y dique, del avance democrático. En tiempos de la globalización económica, el pluralismo estabiliza las condiciones para la convivencia política y el desarrollo económico, por lo que se requieren instituciones que otorguen confianza y transparencia a los procesos electorales.


Es pues, claro que, al cambiar las condiciones, cambian las circunstancias de cada cual de los actores. Veamos, por ejemplo al de mayor historia política, al más convulsionado de la actualidad y el que padece, hoy por hoy, la incertidumbre más patética sobre su futuro: el Partido Revolucionario Institucional. El espacio no nos permite un análisis de fondo pero si podemos con un ejemplo exponer la calamitosa situación de este Partido en el país y en Veracruz; limitémonos a Jalapa: Ante la evidente carencia de opciones que le permitan participar con relativa competitividad en el próximo proceso electoral municipal, se ha acrecentado el rumor en el sentido de que el PRI, echará mano de la actual diputa federal, Elizabeth Morales, recientemente elegida, para competir por la alcaldía jalapeña. El razonamiento que fundamenta la hipótesis deriva del hecho de que ganó con holgura su elección; es un joven valor de este partido, no cabe duda pero ¿a pesar de lo magro que está en cuanto a cartas por jugar decidirá el PRI lanzarla y ella aceptará participar? Por otro lado, ¿la ciudadanía jalapeña, versátil en su conducta electoral, respaldará a Elizabeth tal cual hizo en la anterior elección? Sería volver a lo dicho, lo que ayer fue hoy no es; y nos trae al ejemplo del torero que ayer tuvo una buena tarde y hoy lo cogió el toro.


Este panorama nada halagüeño lo enfrenta el Partido Revolucionario Institucional en casi todo el Estado de Veracruz, las culpas son del tiempo. Si las universidades son el reflejo de lo que ocurre en la sociedad, la opinión de los jóvenes que en ellas estudian es un interesante termómetro cuando se les ausculta acerca de los Partidos Políticos. Las nuevas generaciones nacieron en las épocas de crisis económica, entre devaluaciones, inflaciones y deflaciones, atribuidas al deficiente manejo gubernamental, y como quienes conformaban el gobierno eran del PRI, este Partido terminó por cargar todas las culpas de aquellos entuertos. Esta, entre otras, es la razón por la que infinidad de jóvenes militan o simpatizan con otros partidos y es difícil, con sus excepciones, encontrarlos en el otrora invencible PRI.


Las elecciones en el Estado de Veracruz se realizarán después de que el Consejo Político Nacional haya elegido a su nueva dirigencia que, mucho se teme, se conformará con los rostros de siempre, aunque más viejos; salvo que tenga la capacidad de regenerarse a sacudidas y nuevas gentes orienten y estabilicen sus derroteros. En Veracruz se ha dado oportunidad a jóvenes con vocación política para asumir puestos de mandos partidistas quienes, si bien requieren de la asesoría que la experiencia y los años otorgan, el exceso por concentrar las decisiones los despersonaliza y minimiza, al grado de restarles autoridad y confianza entre los militantes y ante la opinión pública, lo que les resta capacidad de convocatoria. De esta manera, a la innegable designación autoritaria de los cuadros dirigentes, se carga a su aparente noviciado la idea de que quien decide no está allí; luego entonces, si no es ese el lugar en donde reside la capacidad de negociación ¿para qué gastar tiempo acudiendo a una dirigencia que sólo transmite instrucciones? Parece que talento hay, deseos de demostrarlo también, la medida la darán los resultados.


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Octubre 24-07