LA MENTIRA, LA POLÍTICA Y EL PUEBLO
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Alfredo Bielma Villanueva


“La naturaleza de los pueblos es inconstante y es fácil persuadirlos de algo, pero es difícil mantenerlos convencidos…el favor popular se gana y se pierde por cualquier minucia”. (Maquiavelo).





Adolfo Hitler, en su libro “Mi Lucha”, interpreta la manipulación de la psicología de las masas cuando afirma que “una gran mentira es una mentira de tal magnitud y audacia que por fuerza ha de tener un efecto en la opinión pública, aún si la mayoría no la cree. Consiste en una mentira inicial de la cual se deriva todo un sistema de verdades que son meras extensiones de lo no verdad inicial, todas las cuales se repiten constantemente de diferentes maneras y por distintos canales, de modo que lleguen a formar en la masa un reflejo no pensado”. Es indiscutible que el dictador germano conocía la mentalidad infantil y primitiva de la opinión pública cuando esta se convierte en masa, siempre maleable a la arbitraria consideración de quienes conocen lo más recóndito de sus reacciones. Por esto, en las grandes concentraciones humanas, a las que previamente a su intervención acondicionaba con la música estridente de Wagner para arengarlas con proclamas nacionalistas, acompañadas con los gestos de cuerpo y cara, les arrancaba lágrimas y juramentos de lealtad y fidelidad a su señor.


Maquievelo, quien fue un sistemático observador de la condición humana y del desempeño de esta en la sociedad, afirmaba, y no sin razón, que "Los hombres son tan simples y están tan sometidos a sus necesidades inmediatas que a los embaucadores nunca les faltarán ingenuos". Esto es en lo que corresponde a la plasticidad de un conglomerado humano, del primero o del tercer humano que, en masa, está impedido para razonar las conveniencias de sus acciones y debe ser referido a la endeble capacidad del hombre para razonar, cuando se encuentra en la tesitura de ser solo un conjunto amorfo de individuos que por alguna razón se encuentran congregados. En la condición de masa, a esa congregación de individuos corresponderá esparcir el pensamiento, sin postura crítica alguna, que se le haya inoculado a través de diferentes medios e independientemente de la consideración acerca de lo correcto o incorrecto de ese pensamiento, al que considerará, sin duda alguna, como propio. Por este mecanismo es que se produce la coincidencia de los más, que inocultablemente rechazarán a quienes osen expresar un pensamiento diferente. Esta es una consecuencia de la labor de lo que Maquiavelo califica como embaucadores. Sometido a la ingente necesidad de conseguir el diario sustento el ser social se encuentra así a expensas de unos cuantos.


Un líder de la comunidad británica de naciones, el legendario Wiston Churchill, fue convertido en paradigma de todo un pueblo cuando los angustiosos días de la segunda guerra mundial. Con su probado conocimiento de lo que el hombre colectivo es capaz, o incapaz de absorber, expresaba: "En tiempo de guerra, la verdad es tan preciosa que siempre debe ser custodiada por un guardaespaldas de mentiras".


George Bush, el nada inteligente presidente de los EE.UU. de Norteamérica, utilizó la gran farsa de las armas de destrucción masiva, que según él tenía Hussein en IRAK, para esgrimirlo como el argumento más convincente que le proporcionara el pretexto idóneo e intervenir en aquella nación del cercano oriente para derrocar a Sadam Hussein. Esa gran mentira le permitió engatusar a todo un pueblo y a los gobiernos afines de Europa para conseguir el respaldo internacional que convalidara la invasión. A partir de esa farsa Bush ha implementado la más grande falacia de los inicios del siglo XXI al instalar en todo el planeta el régimen de terror que le ha servido para sostener su política fascista que, incluso, ha afectado severamente la ilusión de los emigrantes mexicanos al solicitar, y obtener del Congreso, el apoyo financiero para construir el gran muro de la ignominia a lo largo de nuestra frontera.


Por supuesto que la intención ulterior ha sido apropiarse del petróleo del medio oriente, que en los tiempos que corren se ha convertido en el motivo más codiciable para el supuesto progreso de la humanidad y su carácter de no renovable lo convierte en una riqueza aún más preciada. Y eso bien vale una guerra de mentiras, aunque con miles de muertos de verdad.


He aquí sólo algunas estimaciones sobre la mentira utilizada como argumento subrepticio para engañar a los pueblos. La plasticidad de la mente humana, la casi nula capacidad de razonamiento de la masa, se traducen en una esponja propiciatoria para que el fenómeno de la mentira política se reproduzca con facilidad y, además, obtenga éxito.


En México es poco alentador lo que se pudiera relatar respecto de lo que el presidente Vicente Fox hizo en sus otrora esperanzadores años de gobierno, pues las alentadoras arengas que se le escucharon durante su campaña se redujeron a despiadadas mentiras; convirtiéndose en la más decepcionante de las realidades. A una mente analítica parecerá difícil observar cómo son aceptadas las continuas afirmaciones de Fox acerca de que deja un país en calma y con menos pobreza. Particularmente porque son aseveraciones sin sustancia ya que no están apoyadas en el argumento de los hechos, toda vez que en el entorno nacional será bastante difícil encontrar vivas referencias de su dicho.


En Veracruz, según lo que se ha venido observando en los últimos años, la situación no está para el optimismo. Las recientes manifestaciones de inconformidad en diferentes puntos del Estado así lo demuestran y ha sido reconocido por el propio gobernador como una expresión del no cumplimiento de las promesas. Son cada vez más frecuentes acciones como las de los habitantes de Pajapan, quienes bloquearon la carretera del Istmo y las de la población de Tatahuicapan que impidieron por dos días que fluyera el agua entubada hacia Coatzacoalcos, Minatitlán y Cosoleacaque, o el bloqueo de la autopista Acayucan-Minatitlan, por habitantes de Oluta, o el virtual secuestro de dos funcionarias del gobierno estatal, en Córdoba. El origen de estos hechos son los ofrecimientos acumulados de años atrás y los actuales, cuya satisfacción resulta complicada porque se requiere de mucho dinero, y eso es lo que más escasea.
Está por demás asegurar que la mentira para perdurar requiere de condiciones especiales, entre ellas la de ocasionarse en un espacio y tiempo en el que la pobreza apabulla a las mayorías, que son proclives a ser presa fácil del engaño; agregase una buena dosis de ignorancia y escasa participación ciudadana. Con este cóctel se obtiene una ciudadanía pasiva y atenida a lo que desde el poder se le proporcione y, en estas condiciones se mantienen en espera hasta que, cansada de las promesas que aseguran mejoras que nunca llegan, después de consumir paliativos, como las despensas por ejemplo, exigirán que se plasme en hechos lo incumplido acumulado. Se les aquietará eventualmente con promesas de obras, pero parecería que el tiempo se ha echado encima pues las necesidades y los requerimientos se han juntado y ahora las protestas se multiplican y cada vez se radicalizan en mayor medida. Esto no es buena señal y no es deseable que se produzca; pero el movimiento de las sociedades no está al arbitrio de los deseos personales y cuando por todos lados se ha despertado el anhelo del ansiado bienestar, que a gran parte de la población mexicana no ha llegado, ya estamos preparando la organización de los festejos del centenario de la Revolución de 1910; y esta es ¿Otra gran mentira?


7-X-06

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