LOS PLURINOMINALES

Alfredo Bielma Villanueva



Para el tema sirve la interesante entrevista que le hiciera el Director de la OEM, Mario Vázquez Raña al gobernador de Durango, en la que este propone la desaparición de la figura de Senadores de Partido y de las cuotas plurinominales en la Cámara de Diputados, porque su existencia ya no corresponde a los tiempos actuales y porque han cumplido con el papel para el que fueron creados. Lo anterior, al margen del oneroso costo que le representan al erario.

Cuando el Presidente Adolfo López Mateos creó la figura de diputados de partido fue con el propósito de conceder a los grupos y sectores políticos diferentes al credo priísta la oportunidad de estar representados en la Cámara de diputados, pues para ellos la vía electoral parecía estar cancelada porque la hegemonía del PRI no lo permitía. A tal grado llegaba ya el anquilosamiento del sistema que desde el gobierno partió la iniciativa para generar oposición política que, si bien en los hechos existía, no se daban las condiciones para acceder a las cámaras legisladoras porque el marco normativo no lo propiciaba. Para el Régimen aún estaban frescas en la memoria colectiva las participaciones electorales de Juan Andrew Almazán y Miguel Enríquez por lo que dejar al libre juego de la voluntad ciudadana el destino de las elecciones era un asunto de bastante cuidado.

Después del movimiento del 68, y otras manifestaciones sociales que terminaron con violencia, el Sistema se percató de que se requería abrir la válvula de presión para evitar que las inconformidades se expresaran con mayor violencia. El general Lázaro Cárdenas, cuya voz como expresidente era escuchada, dijo en Irapuato el 20 de noviembre de 1969 que las injusticias prevalecientes en México indicaban la necesidad de reformas económicas y sociales, “incorporando al pueblo a las discusiones y decisiones públicas”. El desarrollo estabilizador había mantenido a la economía en buenos términos y el crecimiento económico permanecía anualmente constante; aunque el ingreso per cápita era aceptable y de alguna manera el concepto de justicia social era el objetivo a alcanzar, el país ya no resistía la camisa de fuerza que por muchos años tuvo que llevar.

Con Echeverría todo cambió. Apresurado como estaba para que el país despegara hacia mejores estadios de desarrollo, este Presidente implementó políticas sociales que fueron solventadas con uno de los gastos más deficitarios en la historia de la economía nacional. Fue tal el desajuste entre el ingreso y el gasto públicos que la deuda externa creció desmesuradamente y, lo peor, debido a la anarquía en el gasto y a pesar de su exagerado monto, no dejó constancias de su aprovechamiento social. El populismo había mostrado su cara más absurda: la alocada dispersión del gasto y el descontrol de los programas sociales exhibieron un uso dispendioso del recurso público. La herencia a su sucesor fue formidable en problemas y conflictos entre los sectores de la producción y particularmente entre los dueños del capital con el gobierno, la caldera social hervía.
Fue esta una de las razones para que el presidente José López Portillo considerara que era inaplazable la Reforma Política de 1977, puesta en práctica en las elecciones federales de 1979. De ella surgieron los diputados plurinominales, bajo el concepto de representación proporcional, y la oportunidad alcanzable para el registro de otros partidos que, como el comunista, habían estado proscritos en la participación política abierta. De entrada, los ya tradicionales partidos: el PRI, el PAN, el PPS y el PARM se vieron acompañados por el Partido Comunista, el Partido Socialista de los Trabajadores y el Partido Demócrata Mexicano, de izquierda los dos primeros y el PDM, expresión del sinarquismo.

Las condiciones sociales fueron cambiando, la economía también y, por supuesto la política, que llegó a relajarse a tal grado que el gobierno concedió a la oposición la figura de senadores de primera minoría y de lista nacional de partidos, que si en algún momento se justificó su presencia, con la salida del PRI de Los Pinos la correlación de fuerzas políticas cambió y con ello las condiciones que originaron aquella aberración. Teóricamente la existencia de senadores de primera minoría y de lista de partidos distorsiona la existencia del senado en un régimen federal. Si al Senado se le quiere seguir considerando como la representación del Pacto Federal en el Congreso y no como el recinto de acomodo de las fuerzas políticas, el que lo integren individuos que no representan a los Estados, desvirtúa su existencia. Para entenderlo habría que desaparecer de nuestra cultura la idea de que participar en política es sinónimo de canonjías y lucro proveniente del erario.

Por eso tiene relevancia la pregunta que Vázquez Raña hace al gobernador de Durango: “Usted es un político joven, con una gran trayectoria. ¿Qué opina de la propuesta de reducir el número de legisladores? la respuesta: “…hoy en día, desde mi punto de vista, no se justifica, porque las fuerzas políticas están en la competencia, en el terreno y en términos de iguales en función de su trabajo permanente y no únicamente electorero”. Los senadores que entran por la lista nacional de los partidos, no tienen ya justificación para ser, dice. “Por ello, creo urgente desaparecer la lista nacional de senadores que presenta cada partido político y, de ahí en adelante, comparto la propuesta y la ideas de desaparecer plurinominales de la Cámara de Diputados, e iría más allá, en el ámbito de la reelección de legisladores y presidentes municipales”

La respuesta traduce la existencia de un nuevo pensamiento político en el país en mandos de importancia. “La sociedad-abunda el gobernador duranguense- exige un verdadero cambio de mentalidad para aceptar que somos mandatarios y no mandantes”. Refiere también el entrevistado la pérdida de convocatoria de los partidos y su desfase ideológico respecto de la sociedad.

Están entreveradas las generaciones de políticos que se encuentran actualmente en posiciones de gobierno, su procedencia desde diferentes signos ideológicos y estratos sociales enriquece al país. La formación política e ideológica de cada cual es diferente, pero con frecuencia coinciden en lo fundamental. Al menos en el tema de la desaparición de la figura plurinominal parecen coincidir el Gobernador priísta de Durango y el presidente Calderón, quien ya ha mandado señales en el sentido de reducir el número de miembros en el Congreso Federal a través de la reforma correspondiente. No es oficioso citar el hecho de que, por ejemplo, el gobernador de Veracruz qe es uno de los políticos mexicanos con bastante experiencia en la práctica parlamentaria; forma parte de un reducido grupo de mexicanos que se han desempeñado como legisladores en múltiples ocasiones y esa condición les otorga cierta autoridad en la materia en la que pudieran proponer cambios sustanciales.

Se habla cada vez más de la reelección de los diputados y de los alcaldes, un tema que ya está en el tapete de las discusiones en las que la ciudadanía organizada debe participar activamente, porque ¿Qué mexicano en edad de votar no ha tenido la oportunidad de escuchar en tiempos de campaña los planteamientos de los candidatos? Algunos, ilusos ¿o simplemente ignorantes? Utilizando slogan en los que ofrecen la creación de empleos, cuando no es esa ni su misión ni su comisión. Otros hablan de “producción y productividad” sin atinar con certeza a conocer su significado. Mienten, por ignorancia o por displicencia. Pero todos hablan de su interés por ayudar a la población, entonces ¿Porqué no instrumentar un mecanismo, en cada distrito electoral, en cada municipio, que obligue en compromiso público al candidato a diputado o a alcalde, del partido que sea, a entregar el 50% de sus dietas y sueldos futuros a una causa de beneficio colectivo en la comunidad correspondiente? Si la aspiración tiene motivaciones éticas y su vocación es de servicio y no de lucrar, seguramente que otorgará su anuencia a la solicitud, con firma notariada de por medio que lo comprometa y que, de no cumplir, lo exhiba al escarnio público. Después de esto que venga la reelección, será bienvenida porque los que lleguen llevarán en su haber el sello de la vocación del servicio público reflejado en el interés de elevar a mejores estadios a nuestra sociedad, si no, como dijera el filósofo, no.