“VÍA VERACRUZANA”


LA EXPERIENCIA POLÍTICA

Alfredo Bielma Villanueva


El día de mañana, 8 de diciembre los integrantes de la Organización Política “Vía Veracruzana” celebrarán su ya tradicional reunión de fin de año; un evento de cierta relevancia en el universo político del Estado de Veracruz, pues en el participan representantes de la clase política veracruzana quienes, en mayor o menor medida, han ejercido porciones del poder en los últimos lustros del Siglo XX y el primero de la presente centuria. Han figurado como alcaldes, diputados federales o locales, dirigentes partidistas, sociales, campesinos y obreros y han desarrollado funciones de primer nivel en la administración pública local, por lo que atesoran la información y la experiencia suficientes para formular la historia reciente y más que fehaciente del Veracruz actual. Son la savia que corre por las venas de la división municipal y distrital de nuestro estado, en donde debe haber constancia de sus hechos, acciones, pensamiento y hasta de sus omisiones. Son parte del historial de este estado, gran número proviene de la cultura del esfuerzo y gracias a la faena política pueden ser considerados como el elemento enriquecedor del localismo veracruzano.
Una buena parte de estos actores políticos está en activo en el servicio público, otros ejerciendo libremente sus profesiones u oficios, pero por igual forman parte de la ciudadanía veracruzana y aún más, por el campo de acción en el que se han desempeñado, son referencia social o política en sus respectivos entornos. No conforman un grupo de presión pero se antoja que como organización política, a la que dan vida políticos, considerados en el mejor sentido del término, tienen la corresponsabilidad de coadyuvar en la construcción del Veracruz moderno. Por su experiencia, ellos saben que la política no es patrimonio único ni responsabilidad privativa de quien gobierna o de un grupo, sino compromiso compartido, en donde el papel de la ciudadanía es una parte de vital importancia. Por esta razón los éxitos y los fracasos deben correr por igual a cargo del gobernante, a quien normalmente se carga la responsabilidad de todo lo que ocurre, cuando la sociedad al ser omisa propicia que los males remediables se produzcan.
“Vía Veracruzana”, por las características de sus afiliados representa el pensamiento político que se nutrió de los principios de la Revolución Mexicana, esta fue el denominador común para todos. Difícilmente entre ellos habrá signos de otra expresión ideológica, simplemente porque en el tiempo de su desarrollo no había otra opción que la del Partido Revolucionario Institucional. Era amplio el espectro ideológico priísta, pero todo coincidía con la ideología de la Revolución Mexicana. Esta fue una de las virtudes históricas del PRI, al encerrar en su interior proyectos político-ideológicos que se oponían, pero que reafirmaba la heterogeneidad.
Gran parte de los miembros de este grupo son contemporáneos de quien ahora gobierna este Estado. Se conocen hasta la mínima expresión, poco pueden ocultarse entre sí. Generacionalmente están identificados y sólo los distingue el estilo para operar, que proviene de las características personales de cada quien. No cabe duda, sin embargo, que los unifica el interés por hacer de Veracruz un Estado más próspero, en donde el bienestar se filtre a toda la población, particularmente la más desprotegida, a la que muchos de ellos pertenecieron en sus inicios y son orgullosos portadores de esa correlación. En la encrucijada histórica, ahora corresponde al gobernante y a su generación operar los cambios, relevo generacional que en los hechos ya está en marcha y refrendará en la historia el mismo fenómeno que se dio cuando ellos formaron la parte nueva.
Aunque en Veracruz el relevo está llevándose con tersura, sin que falten los naturales jaloneos del caso, debe cuidarse que no se repita lo que registra la historia más reciente de nuestro país respecto a los cambios generacionales cuando desde el poder se enderezan acidas críticas a quienes anteceden en la función pública. Como sucedió cuando Luís Echeverría intentó crear el Echeverriato, dando oportunidad a los jóvenes para internarse en la función pública, pero a cambio de denostar a quienes deseaba desplazar, calificándoles como los “emisarios del pasado”. ¿Quiénes eran los emisarios?, se refería nada menos que a quienes consolidaron al régimen priísta ¡del que él, Echeverría, formaba parte! y a ese pasado debía su presidencia, de lo contrario ¿de qué otra manera hubiera resultado electo?
Algunos años más tarde, Carlos Salinas de Gortari hizo su tarea. En el contexto de las divergencias entre “tecnócratas” y “políticos” se empezó a hablar de “dinosaurios políticos”; la idea llevaba la intención de desplazar a la “vieja” clase política que, paradójicamente, incluía a aquellos iniciados por Echeverría. Poco antes de este maniqueísmo, advirtiendo este fenómeno, el entonces presidente López Portillo, decía: “Desde Platón condenamos a los tecnócratas, no porque sepan, sino porque no admitimos dictaduras de hombres por sabios que sean: queremos, en cambio, gobiernos de leyes, que constituyen el ámbito de la democracia. No desaprovechemos a los que saben hacer las cosas, si las cosas que saben hacer, son el bien político al que aspiramos”.
Independientemente de su proyecto a largo plazo, la razón más inmediata de la actitud de Salinas provenía de los dificultades que su elección generó, propiciando que la nomenclatura priista, Alfonso Corona del Rosal y Manuel Sánchez Vite incluidos, ambos ex presidentes del CEN del PRI, entre otros, crearon la “nueva corriente” al interior de este partido, quejándose de que Manuel Camacho Solís, el negociador estrella del salinismo “confundía la concertación con la claudicación”, refiriéndose a los beneficios que el PAN y otros poderes fácticos estaban obteniendo de aquel difícil trance del Sistema Político Mexicano. “No a “Harvardianos”, egresados de programación y presupuesto o de Hacienda”, decían. El argumento principal era de que la técnica debía servir a la política y no a la inversa, porque “eso sería tecnocracia”. La vieja clase política empezaba a presentir su pronta marginación de los mandos nacionales, a cambio de una nueva clase dirigente que los calificó de “dinosaurios políticos”.
Gran número de quienes conforman “Vía Veracruzana” iniciaron su trayectoria en tiempos de Echeverría, no por cierto gracias a él sino al elemento humano y a circunstancias sociopolíticas que los motivaron a participar en el sector público. Muchos ex alcaldes, síndicos y regidores integran esta agrupación por identificación política con los dirigentes estatales, y porque de alguna manera en su oportunidad resultaron favorecidos en sus aspiraciones; otros por filiación generacional, casi todos se fueron agrupando en el tránsito del servicio público. Que bien que no los unifique un adversario común, (aunque este bien pudiera ser el tiempo), porque ello significa cambios sin mayores problemas; tal cual los ex gobernadores veracruzanos encontraron su panorama. Como ahora lo encuentra Fidel Herrera Beltrán, en su calidad de gobernador, abriendo las puertas de la función pública al relevo generacional.
Qué bien por Felipe Amadeo Flores y cofundadores que integraron esta ya nada novel agrupación, a la que deben sustanciar ahora con los procedimientos necesarios para que su actividad trascienda al entorno social. En esta realidad política circundante, por cierto diferente a aquella en la que actuaron y en la que el denominador común era el Partido Revolucionario Institucional y en la cúspide el presidencialismo en todo su apogeo, aquel era el Antiguo Régimen. Pero se pecaría de egoísmo al limitar a esta organización al pragmatismo político, pues sus asociados, como ya se dijo, representan en el ámbito del servicio público la experiencia de los últimos 30 años veracruzanos. Participar con esa sabiduría en las reformas estructurales que Veracruz y el país requieren sería elevar la mira hacia mejores perspectivas.
José Carlos Mariátegui, escritor epónimo peruano, decía: “La humanidad tiene permanentemente la necesidad de sentirse próxima a una meta. La meta de hoy será seguramente la meta de mañana; pero, para la teoría humana en marcha, es la meta final…el hombre llega para partir de nuevo. No puede sin embargo prescindir de la creencia de que la nueva jornada es la jornada definitiva. Ninguna revolución prevé la revolución que vendrá después, aunque en la entraña porte su germen”.