(E)LECCIONES DEL TIEMPO

Alfredo Bielma Villanueva


La voluntad de los Consejeros priístas se inclinó por Beatriz Paredes, mujer de arrastre y de empuje, para que dirija los destinos del PRI en los próximos tres años. El contexto político nacional favorece su arribo, porque las circunstancias son propicias para orientar y coadyuvar en la reforma política o del estado que ya se está formulando en las Cámaras del Congreso Federal. Las reformas constitucionales que resulten habrán de traer instituciones adecuadas al presente mexicano y al futuro que se quiere. Reforma hacendaria, reforma económica, reforma política, reforma electoral, en fin, un nuevo régimen que coincida en lo fundamental con la ya muy atrasada transición.


De su capacidad para impulsar las reformas y a ellas adaptarse dependerá el futuro del PRI al cual los gobernadores, nuevos rectores regionales de esta institución le impondrán sus modalidades. La presidenta de su Comité Ejecutivo será la coordinadora, el eje central, la referencia nacional y la responsable para negociar la Reforma del Estado y el rumbo ideológico que prepare al PRI para las acciones más inmediatas, que son las más importantes para ubicarlo en el nuevo contexto de alternancias.


Con el nuevo régimen se acelerará el desplazamiento de la vieja clase política mexicana para dar lugar a una nueva generación de políticos cuyo discurso esté en congruencia con la realidad, lo más ajeno a los tradicionales y ya caducos “rollos” de que la retórica actual es prodiga y plena de ambigüedades como, por ejemplo, decir que ni Beatriz Paredes ni el gobernador veracruzano van a palomear las listas de candidatos a alcaldes y a diputados al congreso local. La fuerza de la costumbre al escuchar estos vanos circunloquios oculta el torpe propósito de hacer creer algo que es falso por antonomasia y que está lejos de la realidad política del PRI, cuyos arraigados vicios se resisten a desaparecer.


Si la intención del dicho ha sido para desalentar a quienes consideren a Beatriz Paredes el conducto idóneo para recomendar una posición electoral en Veracruz, bastará con recordar que, aún en los tiempos de fuerte centralismo político, las candidaturas a diputados locales y a alcaldes han sido posiciones reservadas a los gobernadores y solo en circunstancias muy especiales se atienden las recomendaciones del centro. Lo de que el gobernador no va a palomear las listas eso si está para ponerlo en tela de duda y de juicio, porque en el PRI todo gira alrededor suyo y, salvo en casos especiales, los candidatos serán los que él decida. Cualquier argumento en contrario, será simple retórica, ganas de creer que en el llano la gente se chupa el dedo.


No es tarea fácil levantar a una gran institución que perdió su rumbo político e ideológico entre una mezcla de ambiciones facciosas por el poder y de disciplina acrítica, carente de inteligencia y de dignidad. Al grado que aún ahora a no pocos molesta el que se argumente que el PRI vive sus peores momentos y que se afirme que en las competencias electorales de la actualidad, para poder obtener el triunfo, tiene necesidad de concertar alianzas. Hay recia obstinación a aceptar que el PRI enfrenta a un antipriísmo social y que a buena parte de la juventud mexicana le es indiferente. Esa actitud equivale a permanecer en la inopia reflexiva, a analizar con el corazón cerrando los ojos a una realidad inobjetable y terca que se empeña en hacernos saber que esta institución está enferma, aunque no incurable, pero que para empezar su restablecimiento habrá que reconocer el diagnóstico, si se desea conservar y aún acrecentar lo que aún le queda de aquella riqueza de poder de la que alguna vez gozó.


Los números son buenos instrumentos para la argumentación porque no mienten, salvo a quienes desean engañarse así mismos. Para no divagar tomemos a Veracruz como un estudio de caso en lo que al PRI se refiere. Por allí se ha escuchado decir que el PRI puede sólo, que las Alianzas, si se dan, será a su modo. Una apreciación incorrecta si se consideran los resultados de las dos últimas elecciones municipales y se toma en cuenta la tendencia de la conducta electoral de la ciudadanía veracruzana.


Para empezar, en base a cifras electorales tenemos que reconocer que, de entre los Partidos, el PRI es el que mantiene una tendencia a la baja, mientras su más antiguo rival, el PAN, tiende al alza. El PRD, que llegó a ser la segunda fuerza en el Estado, se debate en el sectarismo y el oportunismo y se quedó estancado en la estrategia de debilitar primero al Estado para después asumir el mando, mientras otros le comen el mandado. Convergencia gana paulatinamente nuevos espacios, en mayor medida que el Verde Ecologista y el PT. Así lo demuestran los resultados electorales de 1997 a la fecha.


Si en las elecciones del año 2000 no se hubiera puesto en práctica la figura de las candidaturas comunes las pérdidas priístas hubieran sido mayores. Por ejemplo, en Chiconamel el PAN obtuvo 1,229 votos, superiores a los 1,226 del PRI, pero por la alianza de este con el PARM sumaron 1,241 sufragios, suficientes para derrotar a aquel partido. En Poza Rica, al candidato priísta lo salvó la candidatura común con el PARM, pues el PAN ya lo había superado al obtener 21,206 votos sobre los 21,090 del PRI, pero este juntó 21,283 por su alianza con el PARM. En Acatlan el PRI rescató el triunfo por su alianza con el PSN, pues así juntaron 423 votos con los que superaron a los 422 del PVEM, que con estos estaba arriba de los 420 que el PRI había conseguido solo.


Hay muchos ejemplos más que sirven para afianzar la tesis de la conveniencia de las Alianzas que, por cierto, no tan sólo operan a favor del PRI. En Xalapa, por ejemplo, sin Alianzas el ganador hubiera sido el candidato del PAN pues obtuvo 25,814 votos, mientras que el PRI se quedó en 20,923. El triunfo lo obtuvo la Alianza entre Convergencia, el PT, el PEVEM y el PAS que juntaron entre todos 26,346 sufragios. En La Antigua, de no haber habido candidatura común, el victorioso hubiera sido el PRI con sus 28,399 votos contra los 27,609 que logró el PT; pero la alianza de este con el PEVEM juntó 28,920 sufragios que superaron los obtenidos por la alianza del PRI-PARM-PSN-DSPPN: 28,570.


Con el argumento irrefutable de los números podemos descubrir que en las elecciones del año 2000 el PRI recuperó 55 municipios que había perdido en 1997, pero también advertiremos que en los comicios del 2004 no rescató 63 de los que perdió en el 97; es destacable el que desde la elección de 1977 hay municipios en los que el PRI no ha vuelto a ganar en los dos siguientes comicios. Todavía más, si en 1991 el PRI logró 1, 370,428 votos, en el 2006 juntó 940,763 sufragios, es decir con mayor padrón electoral y mayor participación ciudadana su votación fue considerablemente menor. En cambio el PAN arrancó en 1991 con 92,166 votos y para la elección de 2006 alcanzó los 922,723 votos, diez veces más. El PRD obtuvo en 1991 109,037 votos y en el 2006, con alianzas con Convergencia y PT obtuvo 834, 026.


Se puede cuestionar el dato porque la de 1991 fue una elección intermedia y en el 2006 de cambio de gobierno, pero en términos generales la tendencia es manifiesta. Basta con ver los números de la elección intermedia de 1997: PRI 907,335 votos; PAN 447,288; PRD 560,619. En esta elección intermedia se observa claramente la disminución de votos para el PRI respecto de 1991.


Con esta información parece muy evidente la conveniencia de las alianzas para cualquier partido. Pero, salvo las particularidades de cada municipio, mientras en el PRI no se afiancen nuevas conductas y se proscriban inveterados vicios como la venta de candidaturas, los compadrazgos, los amiguismos, los dedazos, etc., seguirá padeciendo la emigración de sus afiliados a los que, para descargar culpas propias, se les mota de traidores. Viga en el ojo ajeno porque es más traidor quien teniendo la oportunidad de operar democráticamente por el bien de un partido, de su militancia y de un conglomerado social, se aferra a viciados procedimientos que por asepsia política debieran quedar confinados en la prehistoria política, de la que ya nadie querrá acordarse en un aniversario más este cuatro de marzo.

Febrero 2007