ANALOGÍAS

Alfredo Bielma Villanueva




“El camino de la organización municipal es un duro y esforzado camino hacia el poder”, decía Manuel Gómez Morín el fundador del Partido Acción Nacional. En la lógica de su razonamiento se dieron años más tarde los triunfos de los tres primeros gobernadores del PAN, dos por la vía electoral: Baja California y Chihuahua y uno interino, por la concertacesión, en Guanajuato; previamente los tres se habían desempeñado como presidentes municipales en importantes ciudades: Ensenada, Ciudad Juárez y León, respectivamente.


Anteriormente, en 1967, el gobierno no había tenido otra opción que reconocer los triunfos panistas en ocho municipios, todos del estado de Sonora: Cumpas, San Miguel Horcasitas, Cucurpe, San Pedro de la Cueva, Bacoachi, Santa Ana y Opodepe. También, por primera vez en la historia posrevolucionaria y de la vida política del PAN, se reconocía su victoria en una capital estatal: Hermosillo; cuatro meses después vendría la segunda: Mérida, en Yucatán. Un largo y esforzado camino hacia el poder, ni duda cabe.


Un axioma que la realidad enseña es que el ejercicio del poder desgasta en proporción directa de las acciones de quien gobierna. Esta es una de las razones por las que se usa, aunque con frecuencia se abusa, de los medios de comunicación para cambiar imágenes y ocultar defectos. Pero pocos son quienes realmente distinguen entre la realidad y la ficción pues el pueblo, no en su connotación sociológica, sino considerado como masa amorfa sin capacidad para la reflexión, absorbe el bombardeo periódico del que es objeto y sucumbe en el sentido que se le dicta.


Por el contrario, mientras se aspira a la toma del poder cualquier crítica u observación hacia quien lo ejerce es valedera si de menguarle autoridad se trata. Así es el ejercicio democrático del poder, aceptar las críticas y las embestidas del adversario; incluso las motivadas por el deseo de desplazar a quien lo ejerce. Así es la democracia en un Estado de Derecho y quien tiene la autoridad debe esforzarse por retenerla, cuidando de no desacreditar su actuación con acciones que demeriten su ejercicio público; pero el poder corrompe, dice vox populi.


Fueron muchos años durante los cuales el PRI permaneció en la cúspide; lógicamente hubo relevantes éxitos pero también estrepitosos fracasos, que al final fueron evaluados por la ciudadanía a la hora de depositar el voto. Ahora toca al PAN recibir la cuota correspondiente de críticas, muchas de ellas referidas al autoritarismo o a la corrupción porque, en última instancia, quienes ejercitan el poder con sus siglas, son individuos surgidos de la misma cultura nacional de la que han brotado los priístas, los perredistas, los convergentes o los pevemistas. Como diría Carlos Marx: "A una determinada sociedad civil, corresponde un determinado Estado Político, que no es más que la expresión oficial de la sociedad civil". La corrupción y el autoritarismo, son un denominador común entre nosotros, una variable sociológica de la estructura social. Así podría percibirse en el caso concreto de Veracruz puerto, que ahora ocupa los titulares periodísticos de la región.


A juzgar por lo que está en juego, lo de menos es el destino que le depare al ex alcalde jarocho José Ramón Gutiérrez de Velasco en el asunto de la demanda en su contra por incumplimiento de un deber legal; una cuestión derivada del ejercicio autoritario del poder, cuyas consecuencias en el marco de un estado de derecho no deben sorprender a nadie. Lo de ahora es una secuela de su paso por el servicio público que sólo a él compete resolver ante los juzgados correspondientes. Por el alcance de su difusión y el momento político en que se da, su caso recuerda al de Efrén López Meza en 1994 cuando al término de su responsabilidad al frente de la alcaldía veracruzana fue sometido a un intenso fuego en el que el desprestigio de su persona era el blanco principal. La exhibición de aquel alcalde como un político corrupto y como ejemplo de administraciones priístas, formó parte de la estrategia para transferir el mando municipal del PRI al PAN, tal cual se manifestó en las urnas tras el bombardeo mediático.


En lontananza se observa con claridad que si realmente se hubiera deseado castigar judicialmente a Efrén López Meza lo hubiéramos visto tras las rejas, pues no era difícil dar con su paradero; pero el tiempo demostró que la idea era crear un ambiente de desdoro para una administración priísta que facilitara el proyecto salinista de entregar Veracruz a otras siglas. Pocos recordarán aquél programa denominado “de las cien ciudades” del que el Partido Acción Nacional hacía gala anunciando sus victorias en importantes localidades. Por su aplicación, ciudades cómo Aguascalientes, Guanajuato, León, Querétaro, Mérida, Veracruz etc. pasaron a formar parte de su patrimonio político.


Antes de proseguir, es preciso dejar asentado que citar por analogía los casos de López Meza y Gutiérrez de Velasco y argumentar la campaña en su contra ni es para exculparlos ni es para asignarles un rol en la corrupción, pues no corresponde ni al espacio ni a la instancia; es sólo para enmarcar una situación política que bien merece un detenido análisis y porque vale de ejemplo para situarnos en posibles escenarios para la próxima elección y saber si el escándalo podrá influir en el resultado electoral.


Al igual que el PRI lo hizo en sus mejores tiempos, el PAN mantiene en las ciudades de Veracruz y Boca del Río una estructura clientelar que se presume mantiene con los recursos del ayuntamiento y también con los programas de perfil social de la federación. Desde el responsable de calle, de manzana o de colonia, o de organizaciones, todos inician antes de la elección una operación de apoyos directos: botes de pintura para pintar casas en calles y colonias enteras, pavimentación, introducción de drenaje, subsidios a dirigentes de colonias, distribución de despensas y de láminas en las colonias más menesterosas, permisos transitorios para bares o cantinas, etc. todo dentro del más estricto imperio de la ley; hasta donde esto pueda ser posible.


¿Qué otra explicación se puede encontrar a las derrotas sufridas por la candidata del PRI a diputada federal por Veracruz y el candidato de la coalición “Por el bien de todos” en Boca del Río, en la reciente elección federal? Si reflexionamos acerca de la intensa campaña mediática de la candidata priísta, que acompañó con una extraordinaria inversión de recursos, comparada con el bajísimo perfil de su contrincante panista que, sin embargo la derrotó, habría que preguntarse el por qué. Por otro lado, recordemos que el candidato a diputado en Boca del Río postulado por la coalición “Por el bien de todos”, que contaba con una aceitada estructura que armó durante los tres años de su administración municipal, fue derrotado por una campaña previa alusiva a su administración y por un candidato que, si bien igualmente fue alcalde del lugar, mantuvo en su desempeño público una conducta más que retraída, habrá entonces que buscar las verdaderas causas, más que de la derrota, de la victoria obtenida por los vencedores de los comicios.


Estructura sería la respuesta; pues se requiere de una organización eficiente para canalizar los apoyos así como mantener el control del votante y de las urnas; además está la determinante actitud de no ceder un ápice, tal como lo expresan en su conducta hacia el poder estatal. Si bien la política es de circunstancias, lo que es hoy mañana no, si el PRI, Convergencia o el PRD no cuentan con ese esquema en la conurbación, aún juntos poco podrán conseguir, independientemente del candidato que lancen y de las campañas que se enderecen.

Enero 2007