GALLEGADAS
Alfredo Bielma Villanueva




El individuo conquista la calidad de ciudadano cuando logra desatarse de las amarras que lo mantienen en la condición de un simple súbdito y sujeto a placer de quienes creen tener no sólo el poder absoluto, sino la verdad absoluta. Esa fue la dura lucha que emprendió el liberalismo en contra del absolutismo el que, para fortuna de la humanidad, fue derrotado por la razón y los prolegómenos del Estado de Derecho. No obstante, existen acentuados remanentes en el pensamiento de quienes consideran ser únicos poseedores de la inteligencia, despojando a los demás del más mínimo atributo mental que los capacite para la crítica o la disidencia.


La actitud que la ciudadanía adopte respecto de sus gobernantes definirá la conducta de estos. Mandatarios los llama la norma estatuida, que aún no es plenamente digerida por quienes por su voluntad han convertido a sus iguales en responsables temporales de los asuntos que a todos interesan. Hay sin embargo un determinado momento en el que el ciudadano entroniza a su gobernante y, debido quizá a la ignorancia, necesidad o simple inclinación al sometimiento, se supedita a sus dictados, en demérito de su honrosa condición de ciudadano, cuya tarea permanente debe ser la de participar activamente en la evaluación y el control de las acciones de sus servidores públicos.


Ni duda cabe que toda expresión artística es un fiel o parecido reflejo de la realidad, nada nace espontáneamente, ni es solo producto del ingenio personal de cada quien, alguna raíz social y psicológica habrá detrás. ¿Quién no ha escuchado cuentos acerca de los gallegos?, algunos con indudable chispa, y el sarcasmo que se utiliza pareciera una reminiscencia de los álgidos tiempos de la guerra de independencia en los que el encono contra los “gachupines” estaba a su máxima expresión.


Cuentan, quienes de chistes saben, que en un festejo en la alegre presentación de su rutina un ventrílocuo hizo un chiste que provocó que uno de los asistentes rezongara airadamente: ¡Los Gallegos no somos como dicen!, exclamó el reclamante. El artista pidió calma y explicó que solo era una cuchufleta y que se trataba de una sana diversión; entonces el gallego protestante le espetó “¡usted no se meta, yo estoy hablando con el niño que dijo el chiste!


En los tiempos actuales hay quienes sin proponérselo cuentan chistes, algunos buenos, excelentes varios de ellos; pero otros son de pésimo gusto, gallegadas dirían algunos. En la convivencia diaria muchos de esos cuentos son inadvertidamente relatados por quienes los expresan y se pueden encontrar en buena proporción en las declaraciones de los políticos y en sus discursos, claro, les falta la gracia que intrínsicamente debiera caracterizar a un chiste. Pero la ciudadanía de alguna manera habrá de aceptarlos con una pizca de buen humor, de lo contrario la crisparía el coraje al escuchar en labios de sus servidores tantos desatinos o trapos sucios acerca de ellos.


Por ejemplo, el cuento que relató el alcalde de Veracruz, Jon Rementería, acerca del porqué se pintó de azul el escudo de Veracruz, emblema que sintetiza lo noble historia de su existencia desde su fundación. Dice el alcalde que el pintarlo de azul no tiene la menor importancia, que el escudo estuvo por allí en el rincón de los trebejos y se le hizo fácil a los trabajadores de mantenimiento pintarlo de ese color, pero que si el gesto molesta, lo de menos es despintarlo.


Es obvio que la acción ejecutada está orientada para efectos políticos, al igual que la denuncia de los regidores priístas al hacerlo público. El problema estriba en que los ánimos se van caldeando, a tal grado que se corre el riesgo de acentuar las diferencias porque del otro lado para nada escatiman el uso del color rojo. Aquí el chiste lo dijo el alcalde con la peregrina explicación que dio, al suponer que sus gobernados son débiles mentales para creer en la simple ocurrencia del afanoso operador.


Qué decir del cuento del ciudadano Carlos Darío Arcos, representante del grupo musical Banda Ram, que toca el “Danzón Fiel a Veracruz”: “En general en todas las fiestas tocamos este danzón y realmente la respuesta del público en un 90% es aprobatoria para el trabajo del gobernador”, pero enseguida dice: “como es un asunto de tipo político o personal muchas veces no lo tocamos en fiestas familiares o para personas que a lo mejor no tienen nada que ver, pero en general es muy aceptado”. Por cierto lo tocó hasta el cansancio en la presentación de una brigada comunitaria organizada por el gobierno estatal en una colonia jalapeña. Eso sí, se cuidó de aclarar que no grabó el danzón por encargo del Gobierno del Estado. (No se movió el risómetro)


Y qué de lo que declaró nuestro Secretario de Seguridad Pública acerca de que los policías que entraron a la Plaza de Las Américas “provocaron un caos ahí que no debía haber sido, no había nadie adentro del centro comercial y todo se normalizó, tanto se normalizó que el gobernador estuvo presente en la plaza, donde venden mascotas, y todo estuvo tranquilo”. (Altos decibeles).


Otro que parece dialogar con débiles mentales es el renombrado político veracruzano que declaró que a la Cumbre Tajín asistirían más de 500 mil visitantes durante el tiempo que permanecieran los festejos. ¿Tendrá acaso noción de lo que son 500 mil gentes? ¿De donde los va a sacar para llevarlos a Papantla en cinco días?; ¿qué capacidad instalada hay para recibir diariamente a 100 mil gentes durante cinco días consecutivos? Ni en el puerto de Veracruz sería posible tal concentración diaria de visitantes, bueno es anticiparlo antes de que se les ocurra decir otra barbaridad con motivo de la semana santa.


Pudiéramos incluir también en estas gallegadas el chiste ¿o cuento melodramático? Que se corre en Veracruz de que aquí no hay problemas de narcotráfico. O leer, si no hay otra cosa más importante que hacer y se dispone de tiempo, el discurso oficial de Alfredo Gándara, en el evento oficial, conmemorativo del natalicio de Don Benito Juárez. La pieza retórica, que demuestra cómo el excesivo afecto, veneración o lambisconería obnubila el pensamiento, trajo a la memoria de quien esto escribe las ocho columnas que el periódico “Excelsior” dedicó a la frase de un discurso que pronunciara en 1973 el gobernador veracruzano Rafael Murillo Vidal ante el Presidente Echeverría: “La adulación en asuntos públicos es sinónimo de deslealtad”.


Pero el chiste de más mal gusto en la fiesta es el que nos vino a contar el Subdirector de Investigación Económica del Centro de Estudios Económicos del Sector Privado al decir que Veracruz no aprobó los índices de mejora regulatoria en la percepción de los empresarios encuestados. “Ayer, el Centro de Estudios Económicos del Sector Privado (Ceesp) dio a conocer los resultados de la Encuesta sobre Gobernabilidad y Desarrollo Empresarial 2005, la cual ubica a Veracruz en la novena posición nacional al registrar un índice de corrupción de 3.38 puntos, superior al promedio nacional, el cual se ubica en los 3.23 puntos”. (Milenio)


Lo peor es que lo vino a decir cuando ya estábamos por creer que vamos bien. Lo menos malo de la trama es que no tomaron consulta a los contratistas veracruzanos quienes, según algunos malpensados, tienen los peores chistes que contar y a lo mejor esos no son de gallegos, sino todo lo contrario.

Marzo 2007


alfredobielma@hotmail.com