SALVEMOS EL AGUA


Alfredo Bielma Villanueva



La Fundación Salvemos el Agua, A.C., con motivo de la celebración del Día Mundial del Agua, organizó una serie de eventos conmemorativos que forman parte de su programa para hacer conciencia en la población acerca del grave problema en que se ha convertido la contaminación de ríos, lagunas y esteros de nuestro Estado. Sumado a ese propósito, las siguientes líneas están dedicadas a tratar de exponer de manera concisa el gran reto de sobre vivencia al que se enfrenta la población.


La desertificación, la polución ambiental, la deforestación y el efecto invernadero son los modernos jinetes del Apocalipsis, personificados por el hombre, ni duda cabe, con su insensata actitud de no querer ver hacia adelante, a pesar del anunciado desastre.
Según las Naciones Unidas, la desertificación amenaza a la cuarta parte de las tierras del orbe y al sustento alimenticio de más de mil millones de habitantes. En nuestro Estado existen amplias zonas que padecen este mal, el Valle de Perote es una de ellas.


La deforestación es otra problemática mundial provocada por la actividad del hombre y la podemos observar en cualquiera de nuestras sierras y en las periferias de las grandes ciudades. Xalapa no escapa a este problema y es una de sus más grandes problemáticas porque involucra directamente a los mantos freáticos, tan indispensables para surtir de agua a su población.


El efecto invernadero y la polución son dos fenómenos concomitantes pues la enorme expulsión hacia la atmósfera de gases contaminantes como el dióxido de carbono y el metano ha generado la elevación gradual de la temperatura terrestre, provocando serios desequilibrios ecológicos.


En diciembre de 1997 en la ciudad de Kyoto representantes de los países más industrializados del planeta, alarmados por el cambio climático de la tierra, firmaron un documento al que denominaron Protocolo de Kyoto con el propósito de esforzarse cada uno de ellos en reducir la emisión de dióxido de carbono, metano y óxido nitroso y de tres gases industriales: hidrofluocarbonos, perfluocarbonos y hexafluoruro de azufre en un porcentaje de 5% global entre 2008 y 2012, pues este acuerdo entró en vigor el 16 de febrero de 2005. Encuentra, sin embargo, el grave problema de que la nación más industrializada del planeta, los EE.UU. no lo ha ratificado argumentando que no se incluye en el tratado a países como China, por ejemplo, que es considerada uno de los mayores emisores de gases.


El proceso destructor se complica por el efecto que la elevación de la temperatura planetaria tiene sobre los mares y los “hielos eternos”. Fotografías satelitales muestran con claridad cómo han descendido los niveles de hielo en el Océano Ártico a un promedio de 9% por década, contados a partir del comienzo de las observaciones satelitales en 1978; aunque nuevas mediciones lo calculan ya en 14%. Los efectos que este fenómeno acarrearía sobre la circulación oceánica que llevan el calor de los trópicos al norte de Europa son de magnitudes catastróficas.


Un panorama escalofriante sin duda es el que se avizora para la humanidad y que padecerán las nuevas generaciones en mayor escala si no se toman de inmediato las medidas correspondientes. Esa es una empresa que involucra a los líderes de las naciones industrializadas, a las que están en vías de desarrollo y aún a las que están atoradas en el subdesarrollo. Por supuesto que es a la sociedad de cada una de ellas que corresponde la parte vital del cumplimiento de los acuerdos a que se lleguen. Si el hombre no se percata de esta situación, peor para él.


Para deducir la gravedad del fenómeno pongámonos en el caso de quien haya conocido las diversas playas de este Estado hace por lo menos treinta años, se habrá percatado ya de la invasión del mar sobre algunas de ellas. Chachalacas y Tecolutla, para no ir mas lejos, son plena constancia de cómo el mar se va “comiendo” las playas de manera paulatina. En otro orden, Cancún es la muestra palmaria de cómo un fenómeno meteorológico como el ciclón que la azotó el año pasado, arrebata con violencia a las playas. Recordemos que ciclones con intensidad de 4 a 5 son mas frecuentes como consecuencia del calentamiento global.
Es un panorama dramático cuya descripción calificarán de catastrofista, pero no hay mejor evidencia que la realidad y no podemos cerrar los ojos ante los cambios drásticos en todos los órdenes de la naturaleza. Sobre todo si estamos hablando de un radical cambio planetario en tan solo 50 años.
Cincuenta años han bastado para deteriorar severamente nuestro entorno ecológico. Hagamos un breve recuento: en Veracruz hay infinidad de arroyos que nutren como afluentes a los grandes ríos que nos surcan. Quien hace 50 años haya nadado en las aguas de aquellos pequeños manantiales recordará cuan cristalinas eran; ríos vivos, por su abundante fauna. No se habían convertido aún en los grandes depósitos de desechos orgánicos; drenajes y basuras son ahora sus mas nocivos nutrientes. Y, peor aún, ya están casi muertos porque la nutrida fauna casi desapareció. Mojarras, lagartos, tortugas, “juiles”, “perros de agua”, robalos, “bobo”, camarón, acamayas o langostinos, etc. cada vez son más difíciles de encontrar.


Muertos los arroyos poco quedará en los grandes ríos que, además, en su largo trayecto, arrastran con toda la contaminación que el hombre le arroja a sus causes, casi secos durante el estiaje. ¿Y los grupos ambientalistas? ¿Ecológicos? ¿Donde están?

En Xalapa se recuerda que hace cuatro años estos grupos se desgarraban las vestiduras argumentando por donde debía trazarse el libramiento jalapeño, que si al norte, que si al sur. Por el sur no “porque se afectaría el bosque de niebla” decían. En cambio nadie protestó cuando por ese rumbo se derribaron miles de árboles en la reserva territorial para fincar cientos de casas, dejando sin amparo a los cristalinos arroyos que por allí fluían, hoy convertidos, en apenas 10 años, en pestilentes caños, al igual que sucede con el arroyo paralelo a la Av. Murillo Vidal.


La simulación, agregada a la politización de esos grupos, es el problema cuando no se posee la convicción de que es un deber social, de cada uno y de todos, combatir lo que daña a la sociedad en su conjunto. Que cada sociedad haga lo que a sus circunstancias convengan debiera ser la divisa de la humanidad; asunto más que difícil en una civilización en la que priva el egoísmo individualista. De cualquier manera, alienta el que haya organismos como la Fundación Salvemos el Agua, a cuyos promotores habrá que reconocer el esfuerzo de recordarnos lo que corresponde hacer a todos nosotros.




Alfredobielma@hotmail.com
Marzo-2007