EL PODER Y LOS PARTIDOS POLÍTICOS

Alfredo Bielma Villanueva


Partiendo de la tesis de que en política el poder es la referencia, para bien o para mal, es aplicable al caso de Aguascalientes, por poner un ejemplo de actualidad. En este sentido podemos deducir cómo el prolongado periodo durante el cual el Partido Revolucionario Institucional ostentó el poder en México lo hizo fácil objeto del escrutinio público, pues el largo lapso le permitió una identificación tal con el gobierno que era innegable que lo que hacía uno era por consigna del otro. Luego entonces, puestas en la balanza las acciones buenas y las negativas estas últimas se cargaron al Partido Revolucionario Institucional un expediente que, expresado en las urnas, fue lo que todo el mundo conocimos como el “voto de castigo”


Es frecuente escuchar, en un loable intento por defender al PRI, que todas las instituciones que tiene este país son debidas a los gobiernos emanados de ése partido. Ciertamente el Seguro Social, el ISSSTE, el Ejido, la defensa de las condiciones laborales de los trabajadores mexicanos, las grandes presas, las autopistas, la Comisión Nacional de Electricidad, PEMEX y muchas empresas ya desaparecidas como Ferrocarriles Mexicano, forman un grueso portafolios con cargo a los gobiernos “emanados de la revolución”, la pregunta en contrario sería ¿eso es todo, en tantos años?


Pero el PRI dio aún más. Durante los primeros años de la década de los 60, América Latina vivió una época de acentuada inestabilidad política, que se traducía en golpes militares y en la formación de guerrillas que tenía como paradigma la cercana experiencia cubana. El Che Guevara proponía la revolución permanente e incluso amagaba con trasladarse al continente sur para hacerla realidad. México, en cambio, se salvaba de estos avatares violentos y de manera pacífica orientaba su rumbo hacia el anhelado desarrollo económico.


En aquella época, en pleno éxito del “desarrollo estabilizador”, como siempre, los Estados Unidos intentaron reorientar las economías del sur continental y crearon para tal propósito el Plan de Acción Inmediata, dentro del programa denominado Alianza para el Progreso. El Plan incluía una reforma fiscal con el propósito de incrementar la recaudación tributaria en México —incluyendo los tres niveles de gobierno— de 10.3% del PIB en 1960, a 14.1% del PIB en 1965 y 17.8% del PIB en 1970. Pero, también como siempre, como ahora, los grupos del privilegio económico se opusieron a la medida y el propósito se estacionó en una modesta reforma, por lo que la recaudación tributaria del gobierno federal sólo alcanzó a pasar de 7.2% del PIB en 1960 a 8% del PIB en 1970.


El brutal estancamiento económico de México es tan manifiesto que en aquella década el PIB de México era superior al de España y dos veces al de Corea del Sur; dos economías que ahora compiten en el primer mundo mientras que la nuestra permanece empantanada en el marasmo del subdesarrollo. Un expediente que, siguiendo la lógica de los logros, también se agrega a los gobiernos emanados del Partido Revolucionario Institucional.


Por añadidura, para entender las raíces del cambio en las preferencias electorales de los mexicanos, habrá que sumar la serie de devaluaciones e inflaciones que las recurrentes crisis económicas de fin de sexenio acarrearon, dañando las economías domesticas. Esto sin considerar la larga experiencia en fraudes electorales que éste país ha vivido, sobre la corrupción, el pan nuestro de todos los días, está por demás argumentar.


Una vez contextualizado, en este orden de ideas, volviendo al caso del Estado de Aguascalientes, una entidad federativa territorialmente pequeña en la que electoralmente la capital significa el 50% del Estado, hace doce años empezó su cambio de preferencias políticas derivándolas hacia el Partido Acción Nacional cuando ganó en 1995 cinco de los 11 municipios, incluida la capital, y la mayoría en el Congreso, y en 1998 ganó la gubernatura con Felipe González González líder del Centro Patronal.
La causa específica que inició el proceso fue el problema de la escasez de agua para consumo humano y la discusión del dudoso manejo de su administración por el Estado. Una vez privatizando la concesión del recurso bajaron las tarifas y el pueblo se volcó hacia lo que consideraba una buena administración.


Entonces, entre acusaciones de corrupción la ciudadanía emitió su voto de castigo contra el PRI. Ahora, a 12 años de perder la capital, el PRI la ha recuperado electoralmente y tras la serie de desatinos de los gobiernos panistas ha avanzado también en el control del Congreso, ¿logrará dentro de dos años recuperar la gubernatura? Si la historia caminara en círculos nadie dudaría en declarar que de la misma manera en que el PAN, al ganar la alcaldía de Aguascalientes en 1995 se agenció más de la mitad de los votos a su favor y dos años después logró el gobierno estatal, ahora el PRI no tendría problemas para obtener el Gobierno del Estado.


Pero sería una interpretación simplista de la historia. En tres años al interior de cualquier conglomerado social suceden variados acontecimientos y, en este caso, intervienen múltiples factores: el gobierno federal es uno de ellos; el del Estado otro, los Partidos Políticos, su trabajo y su aplicación, los grupos empresariales, la Iglesia, etc. Estos dos últimos de singular importancia en un territorio que vio los mejores días del sinarquismo mexicano, etc. En fin, en Aguascalientes ha ganado el PRI, buen motivo para el festejo, pero no para echar las campanas al vuelo.


Agosto 2007

alfredobielma@hotmail.com