CANDIDATOS Y ENCUESTAS

Alfredo Bielma Villanueva



En los términos establecidos por la normatividad electoral los Partidos Políticos y sus respectivos candidatos han iniciado el periplo que llevará a unos a la ansiada consecución del poder, a otros a la frustrante desesperanza y a algunos más a rumiar las causas por las que no lograron concretar su cometido. El ruido ya empezó, la tremenda carga de ofrecimientos electorales aturdirá a la ciudadanía y, una vez más, servirá de tema catalizador para conversar entre amigos o familiarmente las ocurrencias y hasta las barbaridades que hacen y dicen los más de los aspirantes.


Porque es una barbaridad lo que una aspirante al cargo de alcalde hizo al iniciar su campaña en el cementerio del lugar, frente a la tumba de su esposo fallecido hace cuatro años en funciones de alcalde, y disparar discursos, uno de ellos pronunciado por el munícipe actual, que por cierto pertenece a un grupo político que combatió en vida al difunto. O el desatino de una candidata a diputada local que declaró que no votarían por la reforma fiscal propuesta por Calderón, como si tal función recayera dentro de las facultades del Congreso Local. Y qué del aspirante a legislador que ofrece crear fuentes de trabajo, mejorar la planta hospitalaria de la entidad, ampliar la planta industrial de Veracruz y mejorar la educación, uuf.


Lo peor del caso es que cualquiera de estos aspirantes se convertirá en autoridad por la gracia de nuestro voto y, de alguna u otra manera, les corresponderá decidir por todos nosotros el camino a seguir. Ello no preocuparía si por nuestra parte, la ciudadanía, ya hubiéramos alcanzado un grado de madurez suficiente para saber elegir a los mejores o, en su defecto, a los menos malos. ¿Quién es perfecto? Por lo mismo, debemos orientar nuestro voto no necesariamente por el que más se vea sino por el que mejor nos parezca, de esta manera nos consolará el hecho de que si la clase política obra mal, es por nuestra errónea decisión. Posición pesimista, pero en una democracia si la ciudadanía no madura sus decisiones, ese siempre será el riesgo.


Dicen en el llano sotaventino que en donde hay lagartos invariablemente habrá tortugas, lo cual es cierto. Trasladado el símil vernáculo al contexto social, en los tiempos que corren donde hay candidatos hay encuestadores y, efectivamente, estos ya han aparecido en el escenario. Los propietarios o representantes de empresas encuestadoras, mostrándose como profundos conocedores del quehacer electoral y magos de la política, que pueden hacer ganar, mejorando la imagen de los candidatos o bien recomendándoles estrategias para su buen desempeño y cómo desarrollar las tácticas de su campaña. Sin dejar de considerar que no es sino mercadotecnia para obtener contratos, bueno será recordar que un encuestólogo si bien útil, hace las veces de un fotógrafo que congela imagen a la que habrá que analizar, estudiar con detenimiento y obrar en consecuencia, pero difícilmente orientará el voto.


En realidad las encuestas son una herramienta útil para el político que desea conocer el ambiente en el que se mueve. Para el gobernante es fundamental enterarse de la opinión ciudadana acerca de su desempeño y para el aspirante a cargo de elección es de primera necesidad saber cómo va y en dónde poner más atención. Pero no lo son todo, las encuestas tienen la limitante de que sus resultados son vaporosos, quizá en el momento en que se están dando a conocer sus resultados la situación ha variado y ya no están reflejando la realidad.


Hace tres años, en 2004, en los altos mandos del Partido Revolucionario Institucional se insistió que la selección de sus candidatos a alcaldes y diputados se estaba haciendo en base a las preferencias ciudadanas que las encuestas revelaban. A juzgar por los hechos, las encuestas habrán sido tan malas como los resultados que se obtuvieron. En realidad, ahora se sabe, porque además la estrategia se repitió, que las encuestas fueron solo un argumento o un pretexto para tratar de convencer a los no escogidos que no estaban en el ánimo ciudadano. Pero, en última instancia, fueron desmentidas en los casos de quienes sabiéndose ganadores emigraron a otras siglas y tundieron electoralmente a su ex partido.


Sin ánimo de hacer propaganda a favor de quienes se dedican a elaborar consultas ciudadanas para efectos electorales, se recuerdan dos consultas que el Laboratorio de Investigación y Asesoría Estadística (LINAE), de la Facultad de Estadística de la Universidad Veracruzana realizó en 1997 por encargo de un Diario de la Ciudad de Xalapa para conocer cómo iban las preferencias ciudadanas en el ámbito municipal. Las conclusiones de aquellas consultas fueron puntualmente coincidentes con los resultados electorales que semanas después se obtenían en la capital veracruzana. La cita es porque, para mala fortuna de algunas empresas de consulta que trabajan con el gobierno-cualquiera que éste sea-, el resultado de sus análisis con frecuencia es manoseado políticamente. Lo que les proporciona una alta carga de desconfianza, sino de descrédito. Para su fortuna no ocurre con LINAE, cuyo prestigio está soportado-y debe cuidar-por la institución que representa.


De cualquier manera las encuestas son necesarias y útiles a los actores políticos y para la ciudadanía también, porque ésta al conocerlas se percatará si está siendo reflejada verazmente o simplemente retocada. No debe olvidarse que, finalmente, para el ciudadano la mejor encuesta es la apreciación que recabe en su entorno


alfredobielma@hotmail.com
Julio 2007